El mito de Cortés
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El mito de Cortés

De héroe universal a icono de la leyenda negra

  1. 338 páginas
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El mito de Cortés

De héroe universal a icono de la leyenda negra

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Hace casi quinientos años que Hernán Cortés conquistó Tenochtitlán junto a unos cientos de españoles y miles de tlaxcaltecas sometidos por Moctezuma. Los hechos que llevaron al de Medellín a convertirse en un personaje de talla histórica han venido acompañados de componentes míticos procedentes tanto de aquel mundo indígena que él transformó trascendentalmente como de ese Viejo Mundo al que pertenecía. En El mito de Cortés se aborda la figura del conquistador español desde las visiones que de él se han tenido a lo largo de los siglos, empezando por las de sus contemporáneos y llegando hasta las de nuestro presente, al tiempo que se repasan los principales mitos que gravitan en torno a su persona. En la obra se analizan las relaciones de la figura de Hernán Cortés con las de Quetzalcóatl o Alejandro Magno, y también su condición de conquistador y de evangelizador del Nuevo Mundo que contribuyó a civilizar. El Cortés que emerge del libro no es únicamente un hombre armado con la espada y la cruz, su despliegue por la América en la que quiso morir puso las bases de lo que hoy une a cientos de millones de hombres de ambos hemisferios: la Hispanidad.

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Información

Año
2016
ISBN
9788490558126
Edición
1
Categoría
Historia

Parte II
LA IMAGEN DE CORTÉS

En el presente bloque nos ocuparemos de la imagen del conquistador español que quedó plasmada en abundantes textos, aunque algunos de ellos, los dramáticos, sirvieran para poner en escena a un Cortés reinterpretado y a veces alejado de lo que cuentan las crónicas.
Antes de tratar de las transformaciones sufridas por Cortés, sobre todo tras su muerte, nos detendremos en su activa participación en algunas representaciones en las cuales interpretó a otros personajes mucho antes de convertirse él mismo en un personaje teatral. De estos hechos dan cuenta Bernal, Motolinía y Las Casas, al referirse a los autos sacramentales escenificados durante 1539. Se trata de La Conquista de Rodas en la Ciudad de México y, movidos por su ancestral rivalidad con los mexicas, La Conquista de Jerusalén, semanas más tarde en Tlaxcala, haciéndola coincidir con el día del Corpus Christi para darle mayor realce. Ambas celebraciones hay que insertarlas en el jubiloso contexto que se abrió tras la firma, un año antes, de la Paz de Aguas Muertas, en la que se sellaba el cese de las hostilidades entre Francisco I y Carlos I. En la celebración de estas paces, según narra Bernal, participaron tanto el virrey Antonio de Mendoza como el Marqués del Valle, ya por entonces enfrentados. En tales fastos, Cortés no se quedó entre bambalinas, sino que llegó a asumir algunos de los papeles más significativos: el de capitán general de los moros y maestre de Rodas, y el del «Gran soldán de Babilonia y Tlatoani de Jerusalén», por emplear la descripción hecha por Motolinía.
En ambos casos [60] nos hallamos ante escenificaciones que tenían por objeto la evangelización de la población indígena mediante la exaltación de un cristianismo triunfante frente a los infieles que se combinaba con representaciones de vidas de santos y pasajes bíblicos.
En cuanto a la obra que transcurre en Rodas, su puesta en escena estuvo a cargo, según cuenta Bernal, por el caballero romano y mayordomo del virrey Mendoza, Luis de León, quien hizo plantar árboles en la plaza de la ciudad por entre los cuales situó a ciertos animales enjaulados, y mandó erigir edificios efímeros de madera que recreaban la ciudad de Rodas. Es destacable también el hecho de que participaron unos bergantines, naumaquia que sugiere una alegoría de la propia conquista de Tenochtitlán. Presidía la escena, a un costado de la plaza, la hostia consagrada.
Cortés, como se ha dicho, dirigía las huestes moras, en lo que se ha interpretado, al igual que ocurrirá con su papel desempeñado en Tlaxcala, ya como un homenaje —es el caso de Carmen Corona— ya como un sátira, acaso aceptada por Cortés, incluso como un guiño a la vieja tradición indígena de disfrazar a sus héroes y dioses.
En el transcurso de la Conquista de Rodas, la ciudad es asediada por Cortés a bordo de los bergantines, acompañado de conquistadores en traza de moros y de indígenas que vestían como frailes franciscanos. La contienda, culminada con la victoria cristiana, se cerró con suelta de toros y un gran banquete.
En cuanto a La Conquista de Jerusalén, la obra, que ya contaba con precedentes de su representación en España, y que puede emparentarse con las muy extendidas fiestas de moros y cristianos, se escenificó en Tlaxcala el 12 de junio de 1539 tomando como modelo el auto La entrada de Jerusalén de Godofredo de Bullon, obra de Vasco Díaz Tanco de Fregenal (¿?-1560). [61]
Tres son los ejércitos que participaron en esta Conquista: el cristiano, guiado por el conde de Benavente, Antonio Pimentel (1514-1575); el de la Nueva España, capitaneado por Antonio de Mendoza; y el del sultán, trasunto de Solimán el Magnífico, dirigido por Hernán Cortés a cuyo lado figuró Pedro de Alvarado.
La escenografía montada en Tlaxcala fue aún más fastuosa que la de la Ciudad de México, acompañada de música, y empleando unas pelotas o alcancías de barro rellenas de almagre que simulaban la sangre al impactar sobre los cuerpos de los participantes en las escaramuzas.
La acción dio comienzo con el sitio de Jerusalén por parte de los cristianos, que vencen en la primera batalla para ser derrotados posteriormente, fracaso ante el cual Antonio Pimentel escribe al emperador Carlos V pidiendo auxilio. Gracias a la ayuda imperial, que incluye la irrupción del emperador y los reyes de Francia y Hungría en la ofensiva, los cristianos vuelven a tomar ventaja, si bien el emperador debe escribir al Papa suplicando que solicite la ayuda divina. El Pontífice promete orar por la victoria cristiana y enviar a las órdenes de santo Domingo y san Francisco. No obstante, la victoria sigue resistiéndose, por lo que los ejércitos cristianos se arrodillan ante la hostia consagrada. La acción se cierra con la aparición del arcángel san Miguel, que habla de la alianza de los tlaxcaltecas con los españoles para la toma de Tenochtitlán y de cómo Dios ha probado su fe sometiéndoles a tales esfuerzos, antes de anunciar la oportuna ayuda al ejército español de Santiago Apóstol montado en un caballo blanco, mientras que el de la Nueva España es socorrido por san Hipólito, patrón de la Ciudad de México, cabalgando sobre un caballo oscuro. La representación concluye con la recepción del sacramento del bautismo por parte de los moros.
El papel jugado por Cortés, caudillo de los moros en ambas representaciones es, lógicamente, objeto de interpretaciones. En cualquier caso, el conquistador siempre estuvo del lado de los misioneros, involucrados en la conversión de los indígenas. De hecho, Cortés/Soldán exhortará a sus tropas a asumir sus errores en materia de fe y a aceptar la sujeción al emperador Carlos, acciones ambas que se encuentran con frecuencia en lo hecho por Cortés durante su penetración en el continente. Por otro lado, los indígenas son bautizados en masa, procedimiento también defendido por el Cortés real que encontró mucha oposición entre los hombres de la Iglesia. En definitiva, el Cortés que representa al sultán permite una defensa del procedimiento evangelizador llevado a cabo por los franciscanos en Nueva España.
Por último, su obediencia al emperador, si bien formando parte de la dramatización, bien pudiera servir como prueba de su lealtad a Carlos V en la vida real en un momento en el que se dudaba de la misma dada su tensión con el representante del poder imperial en Nueva España: el propio virrey Mendoza.
Tras esta curiosa aparición de Hernán Cortés prestándose para dar vida a personajes ajenos a su persona, en lo sucesivo veremos la transformación que su propio personaje ha ido sufriendo a lo largo de los siglos, los cuales hemos adjetivado con la nota dominante que nos ha parecido percibir en cada uno de ellos. Naturalmente, esta estructura empleada no debe entenderse como reconocedora de cortes en la evolución de la ulterior interpretación de Cortés. Rasgos heroicos y dramáticos, por ejemplo, sobrevivirán hasta nuestros días, emparentando visiones alejadas por el paso de décadas y siglos.

Capítulo 3
SIGLO XVI. EL SIGLO DE CORTÉS

En Tacuba está Cortés
con su escuadrón esforzado,
triste estaba y muy penoso,
triste y con gran cuidado,
la una mano en la mejilla
y la otra en el costado, etc.
Con este romance retrataba Bernal Díaz del Castillo [62] a Cortés tras haber perdido a varios de sus hombres, sacrificados en el Templo Mayor de Tenochtitlán en los primeros compases de la conquista final de la ciudad. El vivo testimonio del soldado de Medina del Campo sirve para introducirnos en el trato que el conquistador recibió sobre el papel durante el siglo en el que alcanzó su gloria y se desarrolló la mayor parte de su vida. El presente capítulo pretende analizar la imagen que de él se tuvo, una imagen que de hecho se fue construyendo y transformando en esa centuria. Para tal propósito, nos serviremos de algunas de las principales obras en las que el Marqués del Valle tuvo protagonismo.
La primera de ellas nos dirige al noble y cortesano extremeño Luis Zapata de Chaves (1526-1595), quien, en su poema épico Carlo famoso (Valencia 1566), describe la conquista de Cortés desde el canto XI al XIV, tomando como punto de partida las embajadas que traen a España las extraordinarias noticias de sus hazañas en el Nuevo Mundo.
Allegaron à Carlo embaxadores:
Que Hernando Cortes esclarecido
Por batallas, digno el de mil loores,
Embio con nuevas de que avia en sus guerras
Nuevos reynos ganado, y nuevas tierras.
Tras describir con minuciosidad el descubrimiento de América y la presencia española, destacada por la propagación de la fe católica, Zapata vuelve sobre Cortés en términos en extremo elogiosos. Lo compara con «un nuevo Marte», antes de describir la embajada que se presenta ante el Emperador. El poeta incluye una breve nota descriptiva y biográfica del conquistador, que sin duda es deudora, de forma a v...

Índice

  1. PRÓLOGO
  2. Parte I CORTÉS: EL HOMBRE Y SUS RELIQUIAS
  3. Parte II LA IMAGEN DE CORTÉS
  4. Parte III MITOS CORTESIANOS
  5. CRONOLOGÍA DE HERNÁN CORTÉS
  6. HERNÁN CORTÉS EN EL ARTE - IMÁGENES
  7. BIBLIOGRAFÍA