Familia. Los debates que no tuvimos
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Familia. Los debates que no tuvimos

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Familia. Los debates que no tuvimos

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¿Cómo fortalecer la familia más allá de la división izquierda-derecha? ¿Es posible una nueva cultura de la vida que compagine la defensa del no nacido y el apoyo solidario a las mujeres embarazadas? ¿Qué consecuencias tiene la ideología de género en las aulas? Benigno Blanco, presidente del Foro Español de la Familia, conversa con Juan Meseguer sobre los debates en torno a la vida y el matrimonio que han dominado la opinión pública española durante los últimos años. Blanco aboga por favorecer una cultura de acogida a los más débiles y hace un llamamiento a que los ciudadanos -de cualquier tendencia política y confesión religiosa- tomen las riendas de una sociedad cada vez más alejada de la clase política.

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Información

Año
2012
ISBN
9788499209951
Edición
1
Capítulo 2

CELEBRAR LA VIDA

Contra el aborto, a favor de la mujer

Desde hace algunos años, el movimiento pro vida ha cambiado de discurso. Ya no se ensaña mostrando fotografías de fetos triturados. Ahora hace gala de un tono compasivo hacia la mujer embarazada, a la que ofrece alternativas realistas y recursos. ¿A qué se debe este cambio de estrategia?
No es un cambio de estrategia; es una respuesta a la realidad social. Cuando se concibe el aborto como una solución, se tiende a pensar que los problemas de las mujeres embarazadas ya están resueltos. Y entonces la sociedad abandona a la mujer. Los sistemas abortistas convierten a la mujer en la otra víctima del aborto; la primera siempre es el no nacido.
Esto lo comprobamos casi a diario en RedMadre. En cuanto surgen problemas relacionados con el embarazo, muchos se quitan de en medio y dejan a las mujeres solas. En este sentido, se puede decir que la sociedad aboca a la mujer a abortar; empezando muchas veces por el padre de la criatura, que es el que chantajea a la mujer para que aborte. Yo estoy convencido de que el aborto se ha convertido en la gran disculpa para la irresponsabilidad sexual del varón; su último recurso para borrar las consecuencias de sus actos. Una vez que una chica o una mujer se quedan embarazadas, es muy habitual el siguiente argumento: «Si no abortas es porque no quieres; de modo que no me exijas a mí responsabilidades».
Por eso, desde el Foro decimos que el aborto tiene ahora dos víctimas: el no nacido y la mujer. Consciente de esta situación, el movimiento pro vida busca la alianza con las mujeres que se plantean abortar. Y por eso el discurso de antes se ha ampliado: junto a la defensa del no nacido, queremos facilitar a las mujeres alternativas al aborto.
Y eso lo hacen a través del programa RedMadre.
Sí. Hemos creado una red de apoyo solidario a la mujer embarazada que le ofrece alternativas efectivas a la tentación de abortar. Para consolidar este programa, el Foro está promoviendo Iniciativas Legislativas Populares (ILP) en todas las comunidades autónomas. Castilla y León fue la primera comunidad que aprobó la ILP RedMadre. Entre otros recursos concretos, la Ley de Apoyo a la Mujer Embarazada prevé la creación de residencias donde las mujeres se puedan alojar temporalmente, programas de integración socio-laboral y un sistema de asesoramiento jurídico y apoyo psicológico, así como una serie de ayudas por cada hijo.
Esta red de apoyo solidario existe ya en cerca de 40 provincias españolas. Desde que se aprobó la nueva Ley del Aborto en España, el Foro de la Familia ha redoblado sus esfuerzos para promover la red por todo el país. Además, estamos reclamando a los Parlamentos de aquellas comunidades autónomas en que la ILP RedMadre cuenta ya con las firmas de apoyo exigidas por la legislación vigente, que tramiten con carácter de urgencia la aprobación de las correspondientes leyes.
El lema de la manifestación del 17-O refleja bien el ideal que nos mueve: «Por la vida, la mujer y la maternidad». Ese día tocamos una fibra sensible de la sociedad. La recuperación de la cultura de la vida no es solamente un problema de leyes. Antes tenemos que conquistar la cabeza y el corazón de la gente. Y, por eso, en la intervención final de la manifestación, yo pedí a todos los manifestantes que nos comprometiésemos a hablar bien de la vida todos los días y en todas las circunstancias. Que nos comprometiéramos a ser solidarios con las mujeres embarazadas que conocemos, sobre todo con las que pasan por situaciones difíciles. Pero, insisto, no es un problema de estrategia: es un empeño por eliminar las circunstancias que llevan a las mujeres a abortar.
Hace unos años, en una encuesta en la que participaron casi 2.000 mujeres que habían abortado, el 87% de las encuestadas declaró que «se vio abocada al aborto por el abandono de su pareja». ¿Cree usted que esta negación de auxilio por parte del hombre se soluciona con la nueva Ley del Aborto?
Al revés, se agrava. La nueva ley deja todavía más indefensa a la mujer. Cualquiera que haya hablado con mujeres que han abortado, te lo acaban reconociendo. Aunque luego esto no se refleja en las estadísticas, muchas te dicen: «Yo no fui libre para abortar». Da una pena inmensa.
Cuando una chica se queda embarazada en una circunstancia problemática, lo que siente es que el mundo se le viene encima. De pronto, ve que todas sus perspectivas vitales han sido trastocadas por un hecho que no esperaba. Y se siente angustiada por distintos motivos: porque no tiene medios económicos, porque su pareja le ha abandonado, porque cree que le falta la madurez suficiente para ser madre... Por lo que sea. Entonces empieza a comentarlo a algunos de su entorno y, por desgracia, muchas veces la única solución que le ofrecen es el aborto. Nadie le muestra otras salidas.
En su libro De Isadora a Bibiana, el periodista Santiago Mata cuenta el caso de una mujer embarazada, de Guinea Ecuatorial, que durmió durante cuatro noches en la estación de tren de Atocha. El personal del Samur que habló con ella desconocía la existencia de los hogares para embarazadas que subvenciona la Comunidad de Madrid. Llama la atención que una institución que se dedica las veinticuatro horas del día a prestar servicios sociales desconozca esta iniciativa. ¿Cómo es posible? Porque al existir el recurso al aborto, la gente se acaba desentendiendo de los problemas cotidianos de la mujer embarazada y piensa que ya están resueltos. La nueva ley acentúa todavía más la idea de que el aborto es inevitable, porque no ofrece alternativas y sólo da facilidades para abortar.

El mayor movimiento de base

El movimiento pro vida ha sido definido como «el mayor movimiento de base de nuestro tiempo». Con esta expresión, Richard John Neuhaus quería poner de manifiesto la sencillez de los pro vida —ciudadanos corrientes que prestan su voz a los sin voz— frente al inmenso poder económico y político de quienes financian la industria del aborto.
Efectivamente, el movimiento pro vida es el mayor movimiento social de nuestra época porque el aborto es el mayor problema de nuestra época. Cada época tiene su barbarie: la esclavitud, la tortura, la discriminación de las mujeres... Y la barbarie de nuestro tiempo es la legalización del aborto y su banalización en la conciencia colectiva. Por eso, los que luchamos hoy a favor de la vida somos lo que fueron en su día para la sociedad los abolicionistas o las feministas genuinas. Estoy convencido de que las generaciones futuras terminarán por darnos la razón. Y nuestros nietos se sentirán orgullosos, porque supimos ponernos al lado de los no nacidos y de las mujeres embarazadas cuando otros abogaban por mantener la barbarie.
La segunda mitad del siglo XX ha sido una época marcada por la cultura de la muerte. En muchos países desarrollados, los grupos dirigentes optaron por poner el poder del Estado y de la ciencia al servicio del control de la población como herramienta de dominación económica. Y a partir de ahí, ya se sabe: todo aquel que quiere llevarse bien con el sistema, tiene que apuntarse rápidamente a lo políticamente correcto. Y los que no lo hacen, quedan excluidos. De ahí la escasez de recursos de los pro vida. De todos modos, a mí no me gusta el discurso victimista. Prefiero destacar lo positivo: es cierto que los pro vida tenemos menos medios económicos y menos poder político que los partidarios del aborto, pero a cambio tenemos la convicción profunda de que la defensa de la vida es la mejor causa de todas las posibles.
Usted defiende de forma habitual que la cultura de la muerte mueve mucho dinero en el mundo. ¿A qué se refiere?
Me refiero a todo el dinero que invierten en la promoción del aborto algunas agencias de Naciones Unidas, como el Fondo de la ONU para la Población (UNFPA), la UNESCO, la Organización Mundial de la Salud (OMS) o UNICEF. Estamos ante una nueva forma de colonización política de Occidente sobre el tercer mundo. Hay una mentalidad imperialista promovida fundamentalmente desde Estados Unidos, y que Naciones Unidas ha hecho suya para imponer el control de la natalidad a los países pobres.
A esto hay que sumar el poder económico de las fundaciones que se dedican a financiar a las principales organizaciones abortistas del mundo: McNamara, Rockefeller, Marie Stopes International o The Bill & Melinda Gates Foundation, entre otras. Son fundaciones que, pese al ropaje filantrópico con que se adornan, contribuyen a alimentar el sistema económico y político de la industria del aborto.
Esto siempre ha sido así. Los primeros interesados en mantener la esclavitud eran quienes vivían y se nutrían del sistema. Hubo que esperar a que llegaran los primeros cristianos, que no tenían intereses en el sistema, para recordar a la gente que los esclavos tenían la misma dignidad que sus amos. Y esto, lógicamente, no sentó nada bien a los poderosos.
Esto sigue pasando en nuestros días con el aborto. ¿Quiénes defienden la vida? Una inmensa mayoría de gente anónima que no tiene intereses económicos ni políticos en el sistema. Son mujeres que han abortado y que han descubierto que el aborto no tiene nada de liberador. Son padres y madres de familia que saben que la vida es un bien innegociable. Y son miles de jóvenes que han tenido la suerte de ver desde pequeños el desarrollo de los no nacidos, a través de ecografías, carteles o vídeos de YouTube; algo que no ocurría cuando yo era joven.
El doctor Nathanson, conocido en Estados Unidos como el «rey del aborto», pasó a convertirse en un ardiente defensor de la cultura de la vida. En algunas entrevistas que concedió después, sacó a la luz la estrategia que se siguió en ese país para lograr la aprobación del aborto en tan sólo cinco años.
Tres fueron las líneas maestras de esa estrategia: 1) hacerse con el control de los medios de comunicación para cambiar las actitudes de la gente hacia el aborto; 2) denigrar las pruebas científicas que demostraran que la vida comienza con la concepción; y 3) presentar a la Iglesia católica como una institución retrógrada y enemiga del progreso. ¿Cree que esta estrategia sigue vigente en nuestros días?
Bueno, las cosas han cambiado bastante desde la época de Nathanson. Los medios de comunicación siguen siendo fundamentales para conformar la opinión pública, pero ahora contamos con Internet. Y aquí, me parece que los pro vida somos mucho más activos. Precisamente porque no contamos con poderosos medios de comunicación, hemos tenido que volcarnos en la Red. Esto nos ha permitido llegar a mucha gente. Sobre todo, a las mujeres embarazadas indecisas que han terminado poniéndose en contacto con instituciones de acogida a través de alguna página web o de un blog. Gracias a Internet, ahora muchas mujeres saben que existen alternativas al aborto.
La segunda línea de acción es quizá el punto débil de los partidarios del aborto. Hoy es muy difícil negar la evidencia científica. En tiempos de Nathanson, esto era posible porque teníamos pocos medios técnicos para mostrar el desarrollo de la vida humana. Pero ahora contamos con ecografías en tres dimensiones desde los primeros días del embarazo. Si no lo has visto, te recomiendo que busques en Internet un famoso reportaje gráfico que hizo National Geographic sobre la vida embrionaria. Todo esto hace que la evidencia científica entre por los ojos. Por eso, una parte importante de la campaña pro vida es mostrar al no nacido desde las primeras semanas de la concepción.
En cambio, la denigración de la Iglesia católica es una estrategia que —por desgracia— sigue funcionando. Se presenta la posición de los católicos como si fuera un asunto exclusivamente religioso, y no de argumentos racionales sustentados en pruebas científicas. Muchos te dicen: «Yo respeto y me parece bien que usted como católico se oponga al aborto, pero no intente imponernos a los demás sus convicciones religiosas».
De todos modos, yo creo que cada vez hay menos gente que se crea este truco dialéctico. Porque en el fondo es eso: un truco para dejar fuera del debate público a una parte de la población. En España, se está produciendo un cambio muy interesante. Ya no son los obispos los que llevan la voz cantante en la defensa de la vida, sino las mujeres que han abortado. Según los datos que manejamos en el Foro, en España hay un millón de mujeres que han abortado al amparo de la ley de 1985. Un millón de mujeres que saben que el aborto no tiene nada de progresista ni de liberador. Algunas creen que hicieron lo correcto, pero reconocen que el aborto es un drama.
En la manifestación del 17-O había muchísimas mujeres que habían abortado. Hablé con ellas. Algunas querían dar su testimonio en el acto. Y lo hicieron. Esas víctimas del aborto —junto a los no nacidos— son el mayor testimonio de la cultura de la vida. Porque no están dispuestas a creerse el viejo tópico de que la oposición al aborto responde a los «prejuicios» de la Iglesia.

Progresismo y aborto

Las diferencias ideológicas siguen pesando mucho en el debate sobre el aborto. Los partidarios de la legalización están convencidos de que eso es lo más avanzado y califican a los pro vida de retrógrados: la caverna, dicen, siempre se opone a la modernización. ¿Qué ha ocurrido en las sociedades occidentales para que el aborto haya llegado a verse como algo progresista?
No sé contestar a esta pregunta. Sencillamente, me provoca estupor. Yo puedo entender que una mujer aborte en momentos de dificultad, lo cual no quiere decir que me parezca bien. Lo que no puedo comprender es que alguien me diga en frío que el aborto es bueno y mucho menos progresista.
La promoción del aborto se ha convertido en una ideología. Y las ideologías ciegan. ¿Cómo pudo Hitler exterminar sistemáticamente a millones de judíos en los campos de concentración? ¿Y cómo pudo Stalin organizar la matanza de millones de conciudadanos suyos? Sólo la ofuscación ideológica en el mal puede justificar esto.
Yo puedo entender el caso concreto de alguien que, en un momento de apuro económico o de ira, roba unos euros o pega un guantazo a su vecino. No lo apruebo, pero me parece humano. Pero lo que no puedo comprender es que alguien diga que robar y golpear por principio es bueno, y además lo financie.
Creo que en el origen de la banalización del aborto está, junto a otros factores, el lado más negativo del pensamiento moderno. Muchos han perdido la referencia del bien y del mal, porque han dejado de mirar a la realidad de las cosas. En el caso del aborto, si no miras al no nacido, cualquier cosa puede llegar a justificarse.
¿No le parece que el intento de presentar el aborto como algo progresista tiene cada vez menos credibilidad? Hasta Hillary Clinton —conocida «pro-choice»— reconoce ahora que el aborto es un drama.
Sí, parece que cada vez se lo cree menos gente. En España, cuando el Partido Socialista reabrió el debate sobre la última reforma de la Ley del Aborto, recurrió al mismo argumento que había utilizado a principios de los años ochenta: el aborto es un derecho feminista y liberador. Pero ese mensaje no ha calado en la opinión pública. Si uno cruza todas las encuestas sobre las actitudes hacia el aborto de los últimos quince años, salen unos porcentajes aproximados a éstos: el 20-25% de la población considera el aborto como un derecho; cerca de un 30% lo ve como un mal en todos los casos; y un 50% cree que es un mal a evitar, aunque en determinados supuestos no habría más remedio que permitirlo.
Cuando el gobierno ha querido presentar el aborto como algo progresista, sencillamente se ha quedado sin el apoyo de ese 50% por mucho que haya sacado adelante su reforma en el Parlamento. Pero lo ha hecho sin el apoyo social mayoritario. En cambio, creo que los pro vida sí nos hemos ganado las mentes y los corazones de ese 50% cuando han visto que facilitábamos ayudas reales a las mujeres embarazadas.
Cada vez más gente lo tiene claro. Sólo hay una solución progresista y humana en materia de aborto: proteger siempre al no nacido como a cualquier otro ser humano y proteger siempre a la mujer para que nunca se vea abocada al aborto como única salida a los problemas derivados del embarazo.
La diputada italiana Paola Binetti se ha hecho famosa en Italia por defender la vida, junto a otros diputados y senadores de su partido, desde una postura de centro-izquierda. Tal y como ha declarado en diversas ocasiones, la preocupación por los débiles que tradicionalmente animaba a la izquierda nutre su convicción de que debe oponerse al aborto. Justo lo contrario de lo que ocurre hoy en España, donde el no nacido y la mujer embarazada sin recursos cada vez tienen menos defensores entre los líderes de izquierdas.
En España todavía somos muy sectarios en el terreno político. Da la impresión de que todos los que militan en un partido tienen que pensar siempre lo mismo en temas que, en otros países de nuestro entorno, están abiertos al pluralismo. Ahí tienes los ejemplos de Francia, Reino Unido, Alemania o Italia. En estos países, siempre habrá defensores de la vida tanto en la izquierda como en la derecha.
Lo que ocurre en España es un síntoma claro de inmadurez política. ...

Índice

  1. Presentación: ¿CRISPACIÓN SÍ, FAMILIA NO?
  2. LA FAMILIA... ¿BIEN?
  3. CELEBRAR LA VIDA
  4. UNA UTOPÍA CON CONSECUENCIAS
  5. Apéndice: 50 MEDIDAS DE POLÍTICA FAMILIAR