La fe y la razón
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La fe y la razón

Quince sermones predicados ante la Universidad de Oxford (1826-1843)

  1. 438 páginas
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La fe y la razón

Quince sermones predicados ante la Universidad de Oxford (1826-1843)

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"¿Por qué motivo, en el juicio cotidiano de los hombres, la fe es contraria a la razón, o irracional?" Esta pregunta, formulada por el propio Newman en el prólogo de una de las primeras ediciones de estos Sermones Universitarios, indica cuál es el objetivo central de los textos recogidos en esta obra: exponer a sus lectores la relación profunda entre la fe y la razón en una sociedad en la que tal relación estaba ya abiertamente en entredicho.Escritos entre 1826 y 1843, coincidiendo con los años en los que Newman ejerció como presbítero anglicano, estos Sermones permiten observar con claridad la evolución del pensamiento de su autor en este importante periodo de su vida. Posteriormente, en 1872, mucho tiempo después de su conversión al catolicismo, Newman hizo una revisión de los textos cotejándolos con la doctrina católica, y comprobó con alegría que no tenía que retractarse de nada de lo que en ellos había escrito: "Pienso que son en su conjunto lo mejor que he escrito, y no puedo creer que no sean católicos, ni que dejarán de ser útiles".El último sermón, escrito dos años antes de su ingreso en la Iglesia católica, perfila ya su teoría sobre el desarrollo doctrinal, con la que resolvería sus dudas respecto a las "corrupciones" del catolicismo romano, haciendo posible su acercamiento definitivo al catolicismo.

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Información

Año
2017
ISBN
9788490558423
Edición
2
Categoría
Religión

Sermón I
EL TALANTE CIENTÍFICO [94],
INCULCADO PRIMERO POR EL EVANGELIO

(Predicado el 2 de julio de 1826, Act Sunday) [95]

Sermón II
LA RELIGIÓN NATURAL,
CAMINO HACIA LA REVELADA [115]

(Predicado el martes de Pascua, 13 de abril de 1830)
«Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y han tocado nuestras manos, acerca de la Palabra de la vida (pues la Vida se manifestó y nosotros la hemos visto, y damos testimonio y os anunciamos la Vida eterna, que estaba junto al Padre, y se nos manifestó): lo que hemos visto y oído os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros».
(I Juan, 1: 1-3)
(Se encarnó para redimirnos)
1. El objetivo principal de la encarnación de nuestro Salvador, en la medida en que nos es permitido conocerlo, consistió en reconciliarnos con Dios, adquiriendo para nosotros la vida eterna mediante sus sufrimientos y su muerte. Este objetivo se realizó cuando dijo: «Todo se ha cumplido», y entregó su espíritu (Jn 19: 30).
(La Iglesia del Espíritu y el mensaje revelado)
2. Pero, al resucitar Jesús de entre los muertos –resurrección que garantiza la nuestra–, nos concedió dos efectos más de su gracia que nos preparan para la felicidad futura. «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, y bautizadlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo» (Mt 28: 19). En este encargo a sus discípulos comunica, por una parte, su designio misericordioso de «reunir a todos los hijos de Dios que estaban dispersos» (Jn 11: 52), gracias a la acción del Espíritu Santo [116]; y, por otra parte, otorga, tal como era su propósito, un sistema de verdad religiosa, fundamentado en la acción de la Providencia divina, en el cual el misterio de su propia encarnación ocupa el lugar más relevante.
(El mensaje cristiano en relación con la religión natural)
3. Me propongo tratar, en el presente discurso, de un tema que tiene mucho que ver con el sistema de verdad religiosa propio del cristianismo, a que me acabo de referir; en concreto, procuraré determinar las relaciones de la religión natural con el conjunto de doctrina y de preceptos de la religión revelada, y comparar mutuamente ambos sistemas de conocimientos religiosos por lo que se refiere a sus efectos prácticos. He mencionado al principio otras gracias, aún más grandes, del Nuevo Testamento [117], para evitar que, en mi análisis de los conocimientos religiosos, alguien viera un olvido o postergación de aquellas doctrinas fundamentales de nuestra fe: la redención y la presencia permanente del Espíritu Santo en la Iglesia.
(CUERPO DEL DISCURSO)
(¿Qué se entiende por religión natural?)
4. Al investigar ahora los vínculos entre la religión natural y la revelada, es necesario que explique en qué sentido pueden llamarse con propiedad «naturales» cierto tipo de doctrinas religiosas. Pues, debido al abuso del término «religión natural», muchas personas no quieren admitir su uso de ninguna manera [118].
(La religión natural nunca estuvo desprovista de gracia divina)
5. Así pues, cuando digo que cierto tipo de religión es natural [119], no quiero indicar que la razón sola, sin ninguna ayuda superior, haya esbozado efectivamente algún sistema religioso. No conocemos ningún sistema así, porque no sabemos de ninguna época ni país en que la razón humana careciera realmente de la ayuda divina [120]. La Escritura nos informa que los primeros padres de nuestra especie recibieron revelaciones sobre la naturaleza de Dios y el deber del hombre para con Él; y prácticamente no se halla ningún pueblo desprovisto enteramente de tradiciones, no sólo sobre la existencia de poderes superiores a este mundo visible, sino también sobre su efectiva intervención en el curso de la naturaleza, seguida de sus comunicaciones religiosas a la humanidad. El Creador nunca ha prescindido de testimonios que pudieran anticiparse a las conclusiones de la razón, y prestaran su apoyo a una conciencia vacilante y a una fe desorientada. A ningún pueblo (por hablar en términos generales) se ha negado una revelación de Dios, si bien sólo una porción del mundo ha gozado de una revelación con garantías de autenticidad [121].
(La religión natural de hecho)
6. Concedido esto plenamente, hablemos del hecho, de la situación real de la creencia religiosa de las personas piadosas en el mundo pagano, tal como la atestiguan sus escritos que se conservan; y llamemos «religión natural» a este credo que está a nuestro alcance.
(La conciencia, raíz de la religión natural)
7. Ahora bien, en primer lugar, es obvio que la conciencia es el principio y el refrendo esencial [122] de la religión en la mente humana. La conciencia implica una relación entre el alma y un «algo» exterior; «algo», además, superior a ella. Por esta relación, queda supeditada a una bondad superior que ella no posee, y a un tribunal sobre el que ella no tiene poder. Y puesto que cuanto más cuidadosamente se respeta y se sigue a este monitor interno que es la conciencia más se clarifican, suben de nivel y se diversifican sus dictados, y que la bondad superior siempre deja atrás –mientras sigue guiándola– a nuestra obediencia, se adquiere así a la larga una convicción moral de la naturaleza inaccesible y de la suprema autoridad de «Aquello», sea lo que sea, hacia lo cual el alma humana dirige su contemplación. Tenemos, pues, aquí, de inmediato, los elementos de un sistema religioso; pues ¿qué es la religión sino el sistema de relaciones entre nosotros y un Poder Supremo que exige nuestra obediencia?; «el bienaventurado y único Soberano..., el único que posee la inmortalidad, y habita una luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver» (I Tm 6: 15 y 16).
(Contenidos de la religión natural)
8. Además, la conciencia implica cierta diversidad en la naturaleza de las acciones, la posibilidad de actuar de esta manera o de aquella a nuestro arbitrio, y la obligación de actuar de una manera concreta con preferencia a todas las demás [123]. Dado que, cuanto más se desarrolla y perfecciona nuestra naturaleza moral, parece poseer mayor capacidad interna de perfección, tenemos a la vista el panorama de las expectativas que se ofrecen al ser humano y, a la vez, de la tremenda importancia de la tarea que le impone la ley inscrita en su ser. De este modo, el presentimiento de una vida futura, y de un juicio que debe pronunciarse sobre nuestra conducta, más el apéndice de los premios y castigos correspondientes, constituye –con mayor o menor precisión– un artículo del credo de la religión natural.
(Se obedece a la conciencia por fe)
9. Más aún, puesto que la ley interior de la conciencia no lleva consigo ninguna demostración de su verdad, y manda que se la atienda por su propia autoridad, toda obediencia a ella tiene la naturaleza de fe. La obediencia habitual implica el ejercicio directo de una fe clara y vigorosa en la verdad de sus sugerencias, una fe que triunfa sobre lo que se le opone, tanto desde dentro como desde fuera; que calma las murmuraciones de la razón, desconcertada por los desarreglos del presente orden de cosas, y somete a los apetitos que reclaman lo que les promete una satisfacción intensa e inmediata.
(La conciencia es religiosa antes que moral)
10. De esta forma, la conciencia es siempre la confirmación de la religión natural; y, cuando se la cultiva y perfecciona, es también la norma de la moral. Pero aquí hay una diferencia: en sí, es esencialmente religiosa, mientras que en su aspecto moral no es necesariamente una guía. Sólo lo es en la medida que los individuos concretos la afinen y la fortalezcan. Y aquí está la solución de las objeciones que se han lanzado contra la existencia del sentido moral, por el motivo de la discordancia que hay entre las personas en cuanto a la valoración de la excelencia o el demérito de determinados actos. Estas objeciones sólo contribuyen a demostrar el carácter incierto –en caso de que lo sea– de la ley interior del bien y el mal; pero no se dirigen, ni siquiera en su formulación, contra la certeza del sentido religioso general, implicado en el remordimiento y la vaga percepción del mal que la transgresión de la conciencia ocasiona.
(Crece la capacidad de discernimiento y el sentido de una retribución)
11. Por amorfa e incompleta que sea esta ley transmitida por la naturaleza [124], sigue siendo indudable que la obediencia a ella viene acompañada por un crecimiento continuo de pericia en el conocimiento de la moralidad concreta. Una mente que, de manera sincera y regular, se ajusta plenamente a lo que entiende que es su deber, a la larga mandará o prohibirá con una autoridad no sometida a otra instancia que a la voz inspirada por Dios [125]. Además, en un país pagano, será capaz de discernir con precisión entre el bien y el mal en las supersticiones tradicionales, y así –incluso a partir de las corrupciones de la verdad– confirmará su fe. Y llegará, sin duda, a experimentar en su grado correspondiente la gratificación específica de la virtud, que los apetitos no pueden captar y descubrirá en acontecimientos de este mundo que no son sino motivo de perplejidad para la simple razón desprovista de ayuda superior, unos vínculos generales entre la conducta moral correcta y la felicidad, que le confirman en la convicción creada en él por la experiencia de su historia personal.
(Dimensiones casi completas de la religión natural)
12. Éste es el credo religioso amplio y práctico que, bajo la etapa pagana (así podría denominarse) de la comunicación de los dones de Dios [126], una mente vigorosa que reflexionara correctamente podía alcanzar (tal como se ve por los escritos que se conservan de autores paganos). Incluso cabe preguntarse si hay algún rasgo esencial de la doctrina de la Escritura que no disponga de un lugar en esta revelación moral. ...

Índice

  1. PRESENTACIÓN DE LA NUEVA EDICIÓN
  2. INTRODUCCIÓN
  3. AL RVDMO. RICHARD WILLIAM CHURCH
  4. ADVERTENCIA A LOS LECTORES
  5. PRÓLOGO A LA TERCERA EDICIÓN
  6. SERMONES UNIVERSITARIOS