El pontificado de Benedicto XVI
eBook - ePub

El pontificado de Benedicto XVI

Más allá de la crisis de la Iglesia

Roberto Regoli

  1. 440 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

El pontificado de Benedicto XVI

Más allá de la crisis de la Iglesia

Roberto Regoli

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

La figura de Benedicto XVI ha sido con frecuencia objeto de debate por parte de la opinión pública y de amplios sectores del mundo católico, tanto durante sus ocho años de pontificado como a causa de su renuncia al ejercicio activo del ministerio petrino. Frente a las visiones parciales existentes, El pontificado de Benedicto XVI ofrece al lector una mirada de conjunto ampliamente documentada sobre la labor de Joseph Ratzinger como papa, a la vez que señala algunas claves interpretativas que pueden iluminar el presente y el futuro del catolicismo actual.Como señala el cardenal Rouco Varela en el prólogo del libro "el modo como el papa aborda los problemas de la Curia Romana, del gobierno magisterial de la Iglesia, las urgencias de su gobierno universal, cómo vive el afán de la unidad de los cristianos y entiende la labor del diálogo con la cultura, la diplomacia pontificia... son objeto de un tratamiento científico en el que la agilidad narrativa, casi periodística, y el análisis teológico se funden en apreciaciones y valoraciones histórico-espirituales en las que se destaca siempre el carácter innovador y de apertura a un futuro de la Iglesia siempre más fiel al mandato misionero de su Señor".En palabras de Mons. Gänswein, quien fuera secretario particular de Benedicto XVI durante su ministerio petrino y ha continuado siéndolo tras su renuncia al mismo, "este libro lanza de nuevo una mirada consoladora a la pacífica imperturbabilidad y serenidad de Benedicto XVI al timón de la barca de Pedro en los dramáticos años 2005-2013".

Preguntas frecuentes

¿Cómo cancelo mi suscripción?
Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
¿Cómo descargo los libros?
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
¿En qué se diferencian los planes de precios?
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
¿Qué es Perlego?
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
¿Perlego ofrece la función de texto a voz?
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¿Es El pontificado de Benedicto XVI un PDF/ePUB en línea?
Sí, puedes acceder a El pontificado de Benedicto XVI de Roberto Regoli en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Teología y religión y Iglesia cristiana. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2018
ISBN
9788490558652
Edición
1

1. EL CÓNCLAVE Y EL PROGRAMA DEL PONTIFICADO

Se ha dicho y escrito mucho al respecto de los verdaderos actores de un cónclave para la elección del Papa. La cuestión se refiere al papel de los cardenales y sus conexiones eclesiales, sociales y políticas. Simplificando: ¿quién hace al Papa? ¿Los manejos electorales de los cardenales? ¿La presión política y mediática? ¿El Espíritu Santo? En 1997, un desencantado cardenal Joseph Ratzinger declaraba: «El papel del Espíritu debe entenderse en un sentido mucho más amplio, y no como si dictase el candidato por quien votar. Probablemente, la única certeza que ofrece es que no se puede arruinar todo» [5]. Ya a la vista del penúltimo cónclave del siglo XX, el cardenal Giuseppe Siri, en la homilía del novenario por Pablo VI, se dirigía sus hermanos cardenales en el mismo sentido: «La tarea que nos disponemos a cumplir no se resolvería decorosamente diciendo: ‘Lo piensa el Espíritu Santo’, y abandonándonos sin trabajo y sin sufrimiento al primer impulso, a la sugestión irrazonable» [6]. El elemento humano en un cónclave es determinante.
¿Qué sucedió en el Cónclave de 2005, que llevó a la elección del alemán y curial cardenal Joseph Ratzinger? ¿Qué juegos se desarrollaron entre los cardenales para un Cónclave imaginado durante mucho tiempo, pero entre los más breves de la historia? Los archivos son todavía secretos y la reconstrucción de aquellos días depende de confidencias no verificables concedidas a los periodistas [7]. Seguras, tenemos las entrevistas y declaraciones de los cardenales antes de entrar en el Cónclave y la rápida cronología de los eventos públicos.

Las reglas de juego

El cónclave tiene sus reglas. El de 2005 las recibe el 22 de febrero de 1996, cuando Juan Pablo II las cambia (como han hecho siempre sus predecesores inmediatos durante sus pontificados), a través de la constitución apostólica Universi Dominici Gregis, por la cual se modifica, entre otras cosas, la secular norma (originaria del año 1179) que preveía una mayoría de dos tercios de los electores presentes para la elección papal, que de esta manera buscaba un candidato compartido por una gran parte de los cardenales, por una mayoría absoluta (la mitad más uno de los electores), pero solo tras casi quince días, más exactamente, tras 34 escrutinios [8]. Llegados a este punto, a los cardenales les quedaría una última votación definitiva y el recuento entre los dos primeros cardenales que hubieran obtenido más votos. Antes de Juan Pablo II, también Pablo VI había previsto la posibilidad de la mayoría absoluta, pero solo con el consenso unánime de los cardenales electores en sede de cónclave [9]. Al mismo tiempo, el Papa polaco abolía las elecciones por aclamación o compromiso.
El cambio jurídico podía tener diversas razones. Algunos opinan que la nueva normativa estaba causada por fracturas internas evidentes en el Colegio cardenalicio, por lo que Juan Pablo II, conociéndolas y temiéndolas, quería simplificar una delicada y difícil situación de punto muerto, que habría favorecido el bloqueo llamado «progresista» [10]. Tales razones no satisfacen del todo, pues parecen demasiado circunstanciales, dictadas más por una estrechez de espíritu que por la mente abierta propia de Wojtyła, y además tampoco tienen en cuenta la posibilidad ya sancionada por Pablo VI. Según la lógica del aggiornamento, llevada adelante por el Papa polaco, una razón más plausible es la de la posible adaptación concreta al contexto democrático en el cual también la Iglesia adecúa sus normativas (el documento de hecho hace referencia a «las exigencias de nuestro tiempo»). La lógica de la mayoría simple entra en la elección más importante de la Iglesia católica, después de haber sido adoptada por otras instancias eclesiales (como los capítulos religiosos monásticos, las comisiones y los consejos eclesiales y eclesiásticos). Entra en el cónclave solo como extrema ratio y después de un desgaste de posiciones reconocido, aunque no deseado, sobre un largo periodo de casi quince días (el último Cónclave que había alcanzado, e incluso superado, este periodo había acontecido en el lejano 1830-1831, que concluyó con la elección de Gregorio XVI).
Las reglas del juego eran conocidas y se podían abrir así nuevos escenarios, con la posibilidad de grupos que pudieran impedir eventualmente una rápida elección, para después tomar la delantera en el momento del paso a una votación simplemente mayoritaria. Pero no ocurrió así. De este modo, el Cónclave de 2005 ha sido uno de los más breves de los últimos siglos, necesitando tan solo cuatro votaciones. Los cardenales debían tener, por tanto, las ideas más o menos claras. El precónclave había resultado bastante útil para ello.

El precónclave

El tiempo del precónclave ayuda normalmente a sondear las opiniones de los cardenales y a orientar las intenciones de voto. Normalmente, se trata de un periodo prolongado, que va de la muerte del Papa al inicio del Cónclave. En el caso específico de 2005, algunos autores y también periodistas han hablado en cambio de un precónclave largo, a causa de la evidente enfermedad y deterioro psicofísico de Juan Pablo II, comenzado algunos meses o incluso años antes de la muerte del Papa. Algunos sitúan el inicio de este periodo en el lejano 1992, cuando el Papa fue operado de un tumor en el intestino y cálculos en la vesícula [11]. En 1993, entre los cardenales ya había quien hablaba respecto a Juan Pablo II del «último capítulo de su existencia» [12]. Un largo periodo así habría favorecido, según los observadores, el típico debate de precónclave durante un tiempo prolongado y en diversos lugares de Roma. Así, los cardenales se habrían podido encontrar entre ellos ya mucho tiempo antes de la Sede vacante con vistas a elaborar programas y candidaturas.
Así, los periodistas de entonces no se habrían equivocado. De hecho, las diversas publicaciones hablaban de un grupo de «presión» [13], compuesto por cardenales y obispos, definido (irónicamente) como «una mafia» por uno de sus protagonistas, el cardenal Godfried Danneels [14]. Se trata del llamado «Grupo de San Gallo», que toma este nombre del lugar de las reuniones (precisamente, San Gallo en Suiza) y que, hospedado por el obispo local, se reunía periódicamente. El grupo, que se encuentra desde finales de los noventa en el siglo XX hasta 2006, estaba formado durante mucho tiempo por los cardenales Carlo Maria Martini (Milán, que permaneció en el grupo hasta 2003), Danneels (Bruselas), Walter Kasper (primero obispo de Rottenburg-Stuttgart, y después jefe de dicasterio en el Vaticano), Karl Lehmann (Mainz, dejó el grupo en el 2000), Cormac Murphy-O’Connor (Westminster, entra en 2001), Achille Silvestrini (de la Curia romana, entra en 2003), Lubomyr Husar (Lviv, desde 2003), José da Cruz Policarpo (Lisboa, desde 2004), y por los obispos Ivo Fürer (San Gallo), Paul Verschuren (Helsinki), Jean Vilnet (Lille), Johan Weber (Graz-Seckau), Adrianus von Luyn (Rotterdam), Joseph Doré (Estrasburgo), Alois Kothgasser (Innsbruck, desde 2002). El animador del grupo era el cardenal Martini, que junto a Fürer era además el fundador. Todos estos prelados consideraban a Ratzinger el promotor de las fuerzas católicas centralistas y restauradoras. En sus encuentros, discutían el primado pontificio, el centralismo eclesial, la colegialidad, el papel de las conferencias episcopales, la evolución del ministerio sacerdotal, las diaconisas, la moral sexual, la política de los nombramientos episcopales, etc. Su objetivo apuntaba a cambiar el rostro de la Iglesia de aquellos años, es decir, a encontrar una línea política eclesiástica diferente a la de Juan Pablo II, que está muy bien expresada en los documentos de la Congregación para la doctrina de la fe. A partir de 2003 y hasta 2005, con el estímulo del cardenal Silvestrini, el grupo se centra en el tiempo sucesivo a Juan Pablo II. El grupo adquiere una importancia estratégica en la perspectiva de un eventual cónclave.
Hacia el final del pontificado de Juan Pablo II, los periodistas no perdieron el tiempo para distribuir a los cardenales según cuotas de partido, y así en 2002 el estadounidense John Allen hablaba del «Border Patrol Party», el partido de los cardenales teológicamente conservadores preocupados por el impacto en la Iglesia del relativismo y la secularización (del cual eran parte los cardenales Joseph Ratzinger, Giacomo Biffi, Jorge Medina, Jan Schotte, Christoph Schönborn, Bernard Law, Francis George, Johannes Degenhardt, Ivan Dias, Desmond Connell, Aloysius Ambrozic, Marian Jaworski, Jozef Tomko); del «Salt Party», el partido de los cardenales interesados en el compromiso eclesial en la sociedad, dividido en la corriente de derecha (compuesta por Camillo Ruini, Alfonso López Trujillo, Angelo Sodano, Józef Glemp, Norberto Rivera Carrera, Juan Luis Cipriani Thorne, Antonio María Rouco Varela), y en la de izquierda (Theodore Edgar McCarrick, Medardo Joseph Mazombwe, Óscar Rodríguez Maradiaga, Dionigi Tettamanzi), y el «Reform Party» (Franz König, Lehmann, Kasper, Martini, Danneels, Roger Michael Mahony y Edward Cassidy) [15]. En cualquier caso, en la lista de los candidatos a la sucesión de Juan Pablo II no aparece el nombre de Ratzinger [16].
En un contexto de espera, no están vacías de significado algunas declaraciones públicas del Sacro Colegio, destinadas a orientar las intenciones de los propios colegas. A veces, también los papas reinantes tienden a indicar un candidato. Al menos, así fue comprendida la referencia al cardenal Ratzinger de 2004 en el libro de Juan Pablo II ¡Levantaos! ¡Vamos!, en el cual fue definido como «amigo de confianza», por el cual daba «gracias a Dios» [17]. En ese mismo año, sin indicar sin embargo pruebas que lo demuestren, sale a la luz una primera alianza cardenalicia a favor del mismo Ratzinger constituida por los cardenales curiales hispanófonos Alfonso López Trujillo, Darío Castrillón Hoyos, Julián Herranz y Jorge Medina Estévez [18]. Estos habrían reconocido en la secularización el desafío más comprometedor del catolicismo, y habrían decidido combatirlo a través del centralismo romano, una nueva propuesta de la doctrina, y retomando la disciplina interna de la Iglesia. Los puntos del orden del día se referirían a Occidente, y por lo tanto el mejor candidato solo podía ser el experto y fino conocedor del pensamiento occidental Joseph Ratzinger. En este núcleo inicial de purpurados alineados se habrían añadido otros, italianos (Tarcisio Bertone y Biffi) y anglófonos (George Pell y Edgar McCarrick). Sin embargo, los auténticos movimientos electorales tuvieron lugar en 2005, durante el tiempo de la Sede vacante.
Es entonces cuando se inician las primeras declaraciones en público de los cardenales destinadas a orientar efectivamente el voto. No podemos conocer aún con claridad aquellas declaraciones privadas y secretas, pero las alusiones y referencias explícitas del discurso público sí ocupan ya su lugar propio.
Por una parte, tenemos al cardenal Danneels, que auspiciaba no solo un Papa fuerte, sino también un episcopado fuerte, a la luz de la colegialidad, y que pedía confiar a las mujeres papeles de gobierno en la Iglesia [19]. A su discurso se asocian simultáneamente otros cardenales (se dice que una docena), reunidos en Roma en Villa Nazareth (residencia dependiente del cardenal Achille Silvestrini), que convergen alrededor del cardenal Carlo Maria Martini [20], arzobispo emérito de Milán, símbolo del área eclesial que quiere alcanzar un entendimiento con la modernidad ética e interpreta la colegialidad episcopal en detrimento del centralismo pontificio. Significativamente, en tal contexto se inserta el cardenal Kasper, que el sábado 16 de abril, en una homilía pronunciada en la iglesia romana de Santa Maria in Trastevere, describe el identikit del nuevo pontífice, que no debe ser «un clon de Juan Pablo II» (por lo tanto, pide discontinuidad), sino «un pastor» (y por lo tanto, no un curial), pero sobre todo indica que «no debemos buscar alguien que esté demasiado asustado por las dudas y la secularización del mundo moderno» [21]. Se trata de los cardenales del grupo de San Gallo. Kasper sugiere una nueva aproximación a la secularización, respecto al recorrido del Papado en los últimos siglos y al grupo no influyente de sus hermanos cardenales (los ya citados López Trujillo, Castrillón Hoyos, Herranz y Medina Estévez), rechazando una aproximación de contraposición a la secularización. Por otra parte, Kasper, jus...

Índice