Escenarios intangibles: la cultura literaria, sonora y artística de Tonalá
  1. 128 páginas
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Esta compilación reúne valiosas contribuciones de investigadores y académicos que presentan un rico panorama de las distintas manifestaciones culturales y artísticas de Tonalá, que nos invitan a comprender, reconstruir y valorar el imaginario de nuestro pasado y su importancia actual.

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Información

Año
2020
ISBN
9786075472386
Edición
1
Categoría
Arte

La tradición del barro canelo, un legado de la familia Pajarito

ISAÍAS HERNÁNDEZ ESTRADA

El municipio de Tonalá es reconocido por su excelencia en la fabricación de artesanías de barro a nivel regional, nacional e internacional desde tiempos coloniales; seguido por el poblado de San Pedro Tlaquepaque, a partir del México independiente.
El presente texto es un homenaje a la labor de los artífices del barro, quienes con sus creaciones se han abierto paso en diferentes mercados con la innovación en los diseños y la apertura que han tenido que experimentar con la modificación del carácter de su obra de cumplir una función utilitaria a la elaboración de piezas con una orientación suntuaria.
El análisis que se presenta a continuación parte de un estudio de caso en el que se expone el conocimiento de los miembros de la familia Pajarito, quienes compartieron los saberes que tienen que dominar para llegar a la conclusión de sus piezas. El objetivo que se persigue con esta reflexión, por un lado, se encamina a reconocer la producción artística de una familia que apostó por explotar la técnica del barro canelo para la elaboración de una vasta producción artística y, por otro, crear conciencia entre la sociedad de que se trata de un patrimonio cultural que debe ser protegido y apoyado.
El punto geográfico que alberga a quienes dominan la técnica del barro canelo está en la cabecera de Tonalá, donde se encuentra el pueblo de El Rosario. Esa localidad se ubica a casi cuatro kilómetros al norponiente del palacio municipal de Tonalá. Ese sitio vio nacer a la dinastía Pajarito en la segunda mitad del siglo XIX: primero fue el bisabuelo Zenón Pajarito, después el abuelo Leandro Pajarito, seguido por el papá Cecilio Pajarito, luego llegó Nicasio Pajarito, y más tarde sus hijos José Isabel, Zenón, Jesús, José, Eva y Pablo, quienes pertenecen a una quinta generación. Ese linaje ha conseguido, por su gran destreza en el manejo de la loza canelo, premios locales tales como el Premio Nacional de la Cerámica, otorgado por el Ayuntamiento de Tlaquepaque, y el de la Casa de Artesanos, por parte del gobierno de Tonalá.
José Isabel Pajarito Fajardo, hijo mayor, con 54 años de edad y 45 años de experiencia en el manejo de la loza canelo, abrió las puertas de su taller para hablar sobre el proceso de fabricación, desde la preparación de la arcilla hasta concluir en las piezas que se ofrecen al consumidor.
Para elaborar este estudio y lograr comprender por qué es tan apreciada la cerámica de los Pajarito a diferencia de los demás productores, fue pertinente la utilización del método etnográfico, acompañado con la técnica de la observación participante para, por medio de ella, construir la noción de datos como información que permite evaluar con el registro, el cual es “el equivalente a lo que los historiadores conocen como ‘crítica de fuente’” (Gándara, 1987: 10).
La teoría conductual de Michael B. Schiffer permitirá explicar el proceso de elaboración por medio de un sistema de flujo conocido comúnmente como “cadena conductual” en un contexto sistémico, en donde los elementos tecnológicos influyen y acompañan a la conducta humana, es decir:
Los elementos duraderos son instrumentos, maquinaria e instalaciones, en suma, transformadores y conservadores de energía […] Los elementos consumibles son alimentos, combustibles y otros semejantes cuyo consumo resulta en la liberación de energía (Shiffer, 1990: 83).
Cómo éstos se relacionan en entre sí, Asimismo, explica “la conducta humana y los artefactos, en todo lugar y en toda época” (Schiffer, 1991: 32). La información se obtuvo de un cuestionario con preguntas basadas en la producción del objeto.

El primer contacto con la proyección de una pieza: la materia prima

La obtención de la arcilla para el barro canelo se puede adquirir de dos formas, así lo hizo saber el alfarero José Isabel: “A veces las traen de bancos de arcillas y a veces la compran en los molinos de barro especializados” (entrevista a José Isabel Pajarito Fajardo, 2016), cuyo costo ronda los 35 pesos el costal de 20 kilogramos, según el pedido; se pueden necesitar hasta tres costales por mes. La tierra puede venir pulverizada si es comprada en establecimientos conocidos como molinos. La que es traída de los bancos llegan en terrones (imagen 2) y debe de ser machacada con rocas de río.15 Para obtener un buen barro se requiere hacer una selección de cuál debe de ser “barro negro chicloso o pegajoso (tieso) y barro blanco (blando) con menor plasticidad” y observar que no tenga arenas ajenas que no sean compatibles.
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Imagen 2. Banco de arcilla.
Fotografía de Isaías Hernández Estrada.
Una vez hecho lo anterior, se hace un cernido con malla de alambre para separar las impurezas. Luego, el alfarero junta los dos tipos de barro en forma de montaña y abre el interior para agregar agua y la amasa con las manos; si es una cantidad grande, se manipula con los pies. Una vez mezclado bien el barro se deja reposar todo un día o una noche en bolsas de plásticos para evitar que se seque la materia prima.

El siguiente paso: la creación del objeto

Para la creación de los objetos, el alfarero utiliza dos tipos de técnicas, conocidas como el modelado y el moldeado. En el modelado, como su nombre lo indica, el alfarero modelará con sus manos la creación de moldes y afinará los detalles durante el proceso de la fabricación del objeto. El moldeado está compuesto por dos diferentes moldes, el primero y el más famoso desde tiempos prehispánico es llamado de hongo, hecho de barro, y se trabaja por fuera; el segundo es conocido como yeso, es en forma vertical y su trabajo es por dentro.
Una vez escogido el molde adecuado se toma una bola de barro, la cual será aplanada con la palma de la mano o con una roca de río pegando uniformemente hasta dejar la masa en forma de tortilla. Una vez realizado esto, se le unta un poco de polvo de barro en el molde de hongo y se coloca la tortilla de barro dando palmeadas alrededor, hasta dar la forma de un medio círculo. Después de haber realizado dos medios círculos se deja reposar fuera del molde unas cinco o seis horas para poder ser unidos y formar una esfera,16 la cual será modelada con una tira de barro para sellar y formar un solo objeto. Lo mismo pasará con el cuello del botellón. Por otra parte, en el caso de las piezas grandes de uso suntuoso, el alfarero José Isabel dice:
Se dejan unas doce horas para poder sacar las piezas grandes. Si los haces en moldes de hongos los botellones en dos días; y se depositan en la sombra en el patio, en donde no les pegue el aire, porque si hace aire, se revientan” (entrevista a José Isabel Pajarito Fajardo, 9 de marzo de 2016).
Después de que el objeto está seco se pasa al siguiente paso, denominado alisado. Este paso se puede realizar de dos formas: al fresco o en seco. El primero se efectúa cuando las piezas son sacadas de los moldes y se unen junto con el cuello del botellón y se realiza un alisado. Para el segundo, cuando el objeto tiene por lo mínimo un día de reposo, se toma una lija industrial y se frotan las uniones (imagen 3). En ambos casos se utiliza una roca de río lisa por una de las caras y con un poco de agua se frota la superficie para borrar cualquier desperfecto en las piezas. En este proceso se deja secar la pieza al sol de dos a cinco horas y después vuelve a la sombra para disminuir el calor de la pieza y evitar que se fracture.
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Imagen 3. Alisado en seco.
Fotografía de Isaías Hernández Estrada.

La utilización del engobe en la decoración

El engobe es un baño de barro muy diluido que se le da a la loza en dos ocasiones. La primera tiene un tono color gris una vez seca la pieza, a ese tinte se le conoce como matiz (imagen 4). Se le preguntó al locero Isabel: en caso de que la pieza se fracture antes de ser decorada, ¿qué se hace con ella? Su respuesta fue: “Si se puede pegar o resanar se hace y si no, se echa al remojo o lo empezamos a moler. Yo casi siempre lo muelo pero hay mucha gente que lo echa al remojo. Y ya cuando vas a amasar, le baten al barro y le echan eso ahí” (entrevista a José Isabel Pajarito Fajardo, 2016). La realización de este tipo de preguntas permite entablar un diálogo interdisciplinario con la arqueología y la etnografía para inferir y conocer los procesos de fabricación.
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Imagen 4. Baño de matiz.
Fotografía de Isaías Hernández Estrada.
Una vez pasados los 10 minutos de secado en el sol, el alfarero puede comenzar a decorar el objeto. Los colores de barro “amarillo ocre” y “rojo o colorado” serán utilizados encima del matiz para hacer el rayado (se le nombra así para referirse a los primeros trazos, imagen 5). Es importante subrayar que, sin ese baño, los tintes no se adhieren en su totalidad a la pieza, por lo cual es importante realizar tal proceso.
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Imagen 5. Decoración.
Fotografía de Isaías Hernández Estrada.
En la actualidad, los loceros siguen empleando pinceles artesanales, los cuales están elaborados con pelos de perro o de ardilla, aunque este último se utiliza más en la loza de greta; sin embargo, suelen comprar los ya industrializados. En el caso de José Isabel, él utiliza ambos. Una vez terminado sigue el decorado con formas: flores, ramas, grecas, venados y figuras geométricas; luego se dará el segundo baño, que lleva el nombre de “azul”, por el barro pigmentado azulado. Ese segundo engobe provocará cambios de tonos en la ornamentación de la pieza. Se deja orear la pieza unos minutos y se “sobrepinta”;17 la intención es darle nuevos tonos a la figura plasmada anteriormente.
Una vez terminado ese proceso, la pieza se deja reposar por unos cinco minutos, tiempo que aprovecha el artesano para depositar las pinturas que le sobran en botellas de plástico o de cristal para evitar que se sequen; los terrones de colores los guarda en bolsas de plástico. Después, se utiliza el cebo de res, el cual se frota en las palmas de las manos, se unta en toda la pieza y de inmediato se le pasa el bruñidor, (es un mineral de nombre pirita de tono color oro que es traído de la región de Zacatecas) que se pasa sobre la pieza de forma vertical y a veces horizontal para sacarle brillo. Consecutivamente, se tomará una franela o tela para ser frotada como si se estuvieran boleando unos zapatos. Si durante ese proceso la pieza sufre un percance fuerte, el objeto se va al remojo para ser disuelto o si es pequeña la fractura puede ser resanada. Después se pasa al sol a secar al sol de dos a tres horas y de ahí vuelve al horno.

La obtención del producto final: el uso del horno

Al tipo de horno que utiliza la familia Pajarito se le conoce como “cielo abierto”,18 el cual está hecho de ladrillo y cemento en forma circular y puede medir de uno a dos metros de alto por uno de ancho. En el centro lleva una cama de tepalcates, el cual puede estar sostenido en forma de cruz por dos tubos de metal o de ladrillo, para evitar el paso del fuego directo a la loza. El acomodo de las piezas tiene un orden, las más grandes van abajo y las más chicas se colocan de modo que cubran todos los espacios vacíos o hasta arriba, los cuales van a ser cubiertos por tapas hechas de barro en forma de platos grandes como tapaderas, o en su defecto el uso de fragmentos de tepalcates.
Una vez que las piezas están acomodadas y tapadas en el horno, se le pone el combustible, el cual es traído del río que está cercano a su casa. Lo que se observó durante ese proceso fue que la leña es puesta en pocas cantidades para ir subiendo la temperatura hasta llegar a los 600 y mantenerse así durante tres o cuatro horas. La realización de ese proceso, expresó Pajarito, es conveniente hacerlo por la tarde, casi oscureciendo, para ver claramente el calentamiento de las piezas al rojo vivo, y una vez pasadas las cuatro horas hay que dejarlas reposar toda la noche.
Al día siguiente se saca la cerámica del horno y se limpian con una franela para quitar los excesos de ceniza, es el momento en el que se observa que la pieza ha adquirido, por el baño del matiz (gris), un tono beige (café). Luego se presta atención a la vasija para ver si se presentó un percance y, de ser así, la resanan para ser vendida como de segunda. Una vez concluido esto, empacan su loza en cajas envueltas con periódico o plástico para ser transportadas y vendidas.
Para cubrir las demandas de nuevos públicos exigentes, en la familia Pajarito, específicamente Pablo, se han abierto al mercado gracias al desarrollo de nuevos diseños que rebasan el carácter utilitario de sus piezas; mientras que José Isabel sigue conservando los diseños más tradicionales como parte de su legado.

La colocación del producto en los mercados nacionales e internacionales

Para los artesanos de Jalisco ha sido un reto muy grande encontrarse con una economía globalizada, por lo que se ha transformado no sólo su entorno laboral y social, sino también los mecanismos de ventas. Por esta razón, la familia Pajarito se ha enfocado en realizar verdaderas obras de arte, cargadas de un alto valor simbólico, para un mercado especializado constituido por conocedores y coleccionistas.
Las prácticas y simbolismo asociados a la labor alfarera transmitidos generacionalmente no impide a los artesanos del pueblo de El Rosario hacer importantes aportaciones en cuanto a formas y ornatos, lo que ha desencadenado la creación de nuevos estilos, sin que se pierda su valor cultural de uso o cambio.
Los alfareros son dueños de un “capital cultural” que al mantenerlo vivo, renovarlo y enriquecerlo los hace parte de la historia. Así, la tradición se convierte en un “valor simbólico invaluable, que otorgado a quien lo posee un poder de legitimar sus discursos a través de la materialización de las evidencias” (Lombardi, 2008: 99). Por un lado, da prestigio y reconocimiento social que se ve reflejado en la venta de los productos; por el otro, representa la herencia de los conocimientos del padre, que sobresalió por su talento y dedicación.
El alfarero que ha perfeccionado su producción se ha visto en la necesidad de dejar de vender en el tianguis tradicional de la avenida principal de Tonalá, a causa de dos motivos. El primero, el mejoramiento d...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portadilla
  3. Portada
  4. Créditos
  5. Índice
  6. Prólogo
  7. Sincretismo religioso y festividades populares: el caso de Las Cruces en Tonalá
  8. Fundamentos para el estudio del patrimonio intangible: el mundo acústico y bibliografía fundamental
  9. La desaparición de los bancos de arcilla y su impacto en la identidad alfarera: el caso de Tonalá, Jalisco
  10. La tradición del barro canelo, un legado de la familia Pajarito
  11. Las leyendas de Tonalá: sustrato de memoria colectiva
  12. Epílogo (crónicas de Tonalá)
  13. Notas al pie
  14. Autores