Motivar para educar
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Motivar para educar

Ideas para educadores: docentes y familias

  1. 184 páginas
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Motivar para educar

Ideas para educadores: docentes y familias

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El siglo XXI se presenta lleno de posibilidades educativas a la vez que plantea una serie de retos y problemas de gran calado a los que han de hacer frente los agentes educativos (alumno, familia, docentes, escuela). Para ello se hacen necesarios una serie de cambios en profundidad relativos a las funciones que han de desempeñar para que la educación responda de verdad a la naturaleza de la persona, tal como propone la concepción educativa personalizada.La primera condición natural para que un alumno se eduque es que quiera educarse, es decir, esté motivado. Por ello se hace necesario conocer cuáles son los motivos nucleares o grandes motores que mueven a la persona, de acuerdo con sus necesidades más profundas, de las que derivan todos los motivos y necesidades restantes. Y dado que a cada persona le motiva lo que para ella vale, resulta también imprescindible poner de manifiesto los motivos o valores concretos, derivados de los primeros, que determinan, de modo puntual, todas y cada una de las acciones de la conducta humana, y comprobar hasta qué punto se sirven de ellos tanto los profesores en sus clases como las familias en sus hogares para conseguir que sus alumnos e hijos, respectivamente, "quieran" educarse. De ahí que el libro indique una serie de líneas de acción educativa y actividades más concretas para unos y otros que puedan serles de utilidad en la tarea que tienen por delante.

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Información

Año
2016
ISBN
9788427722453
Edición
1
Categoría
Pedagogía
1
Retos de nuestro tiempo
A MODO DE PREMISAS
La naturaleza humana es el principio dinámico de sus operaciones, de forma que el ser humano “no puede no hacer” (Choza, 1988), tanto en el plano físico como en el psíquico. Ahora bien, puede ocurrir que la persona no actúe según le demanda su naturaleza, lo que significaría que le falta “firmeza natural”, o lo que es lo mismo, que estaría enfermo (etimológicamente in-firmus significa “sin firmeza”); esto puede ocurrir por varias razones: porque esté biológicamente enfermo, cuanto más enfermo, menos puede hacer; porque no encuentre sentido al “hacer” (enfermedad psíquica o espiritual: depresión, estar hastiado de la vida...); y porque lo que hace va en contra de su propia naturaleza (contra el bien, la verdad, la belleza, por ejemplo), de forma que le sucede lo mismo que en las enfermedades denominadas “autoinmunes” (como ocurre, por ejemplo, con la artritis), en las que el organismo, para defenderse de algo que no tiene, crea defensas que le producen la enfermedad.
Por eso es necesario saber qué enfermedades puede tener y, sobre todo, quién o qué las provoca, para poder poner el remedio oportuno.
De entre los agentes motivacionales que puede provocarle alguna de esas enfermedades (especialmente las del tipo b y c), se encuentran: en primer lugar la familia; inmediatamente después, la educación visible que ha recibido en los correspondientes centros de enseñanza, incluyendo aquí a los profesores encargados de motivarle; a continuación, la sociedad en que se encuentra inmerso que, a modo de educación invisible —utilizando la terminología de García Hoz—, va inculcando en la persona una serie de ideas, valores, actitudes y modos de comportarse que pueden llegar a destruirle como persona. Se hace pues necesario, como punto de partida, saber: primero, cuáles son las claves que definen nuestro tiempo (a qué retos hemos de enfrentarnos) y de qué modo están influyendo en la motivación de los que vivimos en él; segundo, cuál es la situación actual de la familia y cómo influye en la motivación de sus hijos; y tercero, qué grado de motivación caracteriza a la educación que realmente se está impartiendo y la forma de enseñar de los profesores.
Una vez realizado el “diagnóstico motivacional” de las tres realidades aludidas, es preciso hacer el correspondiente “pronóstico”, también motivacional, que necesariamente pasa por determinar cuál es el tipo de educación más acorde con la naturaleza de la persona, lo que implica precisar, en la medida de lo posible en qué consiste “ser persona” y qué es necesario para que su existencia sea motivada en función de lo que es; es decir, en qué consiste la Educación Personalizada.
Seguidamente nos centraremos en la consideración de las necesidades más imperiosas del ser humano —excluidas las biológicas— que constituyen auténticos ejes motivacionales de carácter personalizador. Posteriormente se aborda la relación existente entre motivo y valor y se concretan aquellos que producirán una conducta motivada y madura tal como exige la plenitud personal.
A continuación veremos de modo más concreto qué otros motores, motivos, empujan a la persona a actuar, tal y como han puesto de manifiesto las investigaciones que hemos considerado más relevantes de las realizadas al respecto, y que sirven a modo de “motores de arranque” de esos otros grandes motores derivados de las necesidades humanas estudiadas en el epígrafe anterior.
Para terminar, proporcionaremos algunas pautas de actuación motivadora en el seno familiar, que les servirán tanto a los profesores en su función de asesores motivacionales de los padres, como a éstos mismos, en su papel de primeros educadores de sus hijos, lo que implica saber motivarlos también desde sus hogares.
ACERCAMIENTO A TRES REALIDADES: FAMILIA, EDUCACIÓN, SIGLO XXI
De acuerdo con lo expuesto, corresponde ahora aclarar los términos familia, educación, siglo XXI, y las relaciones que se establecen entre ellos. En la actualidad, alguna de estas relaciones se manifiestan con una evidencia palmaria, aunque hayan estado, anteriormente, muchas veces cuestionadas. Nos referimos a la importancia de la familia en la educación de los hijos; o el papel de la educación en la resolución de alguno de los problemas de nuestro tiempo: droga, pobreza, marginación, integración de los inmigrantes, respeto cultural de los diferentes, etc.
Pero, al mismo tiempo, podemos decir que el siglo XXI se presenta con muchas situaciones sin resolver y más de una amenaza convertida en lastrante realidad: es cada vez más evidente que los problemas de la Humanidad no son sólo problemas técnicos; ni afectan sólo al lugar y personas directamente relacionados con el origen de los problemas; ni son fáciles de resolver por la multiplicidad de factores que intervienen.
Con gran rapidez se va extendiendo la idea de que en la solución ha de jugar un papel importante la educación, y los agentes que influyen en ella: las familias, los profesores, las instituciones, los propios alumnos. Pero no la educación que conocemos, sino la que necesita la dignidad de la persona y la sociedad de hoy.
Apostamos por una propuesta de cambio, de mejora de la participación de la familia en la educación de sus hijos, no sólo en casa, sino también en la escuela, en los medios de comunicación de masas, y en las instituciones culturales y políticas configuradoras del marco educativo en el que se desarrolla la vida de los estudiantes. Se trata de una propuesta que intenta ir a las causas de lo que nos está sucediendo y que implica un cambio profundo en muchos aspectos de la relación familia-escuela-Estado-Medios de Comunicación.
De esta forma la familia pasará de ser espectadora pasiva de los cambios que le afectan, a ser protagonista activa de la sociedad que quiere para ella y para sus hijos, porque la dolorosa oportunidad para mejorar que tenemos delante es demasiado dolorosa como para desaprovecharla, como explican los analistas económicos ante una empresa en crisis.
Urgencias educativas del siglo XXI
Algunas pinceladas sobre nuestro tiempo
De cara al futuro que se presenta incierto, la educación tiene mucho que decir. Los informes internacionales “destacan el papel que está llamada a desempeñar la educación como factor de promoción, desarrollo e igualdad entre los pueblos, pues hoy nadie duda que la educación es pilar fundamental para construir la paz y la libertad de las personas, sin la cual no habrá desarrollo posible” (Pérez Serrano, 2000: 48).
En el Informe a la Unesco La educación encierra un tesoro, de la comisión presidida por Jacques Delors, se enumeran una serie de tensiones que han de superarse y que están en el centro de la problemática del siglo XXI: la tensión entre lo mundial y lo local; entre lo universal y lo singular; entre tradición y modernidad; entre el largo plazo y el corto plazo; entre la indispensable competencia y la preocupación por la igualdad de oportunidades; entre el extraordinario desarrollo de los conocimientos y las capacidades de asimilación del ser humano (Rodríguez Neira, 2001).
En otros estudios se destaca, entre los retos de la educación, la aceleración del progreso científico y tecnológico, que tensa la capacidad de adaptación de cada cual; la emergencia de la aldea global planetaria y la globalización; las tecnologías de la comunicación; y el crecimiento de las desigualdades entre países ricos y pobres y la fractura social en los países ricos (Michel, 2002). Por su parte, Vázquez afirma que entre las tensiones más significativas del sistema educativo se encuentran las siguientes:
Información contra cultura; acumulación y sustitución de información contra integración del conocimiento.
Tecnología contra cultura.
Cohesión social y orientación hacia el mercado.
Formación (construcción interior) a medio-largo plazo contra exigencia inmediata.
Competencias específicas contra competencia humana.
Exigencia-desconfianza ante la escuela (Vázquez Gómez, 2002).
Con gran rapidez se va extendiendo la idea de que en la solución de algunas de estas tensiones y retos ha de jugar un papel importante la educación, y los agentes que influyen en ella: las familias, los profesores, las instituciones, los propios alumnos. “La escuela tal como está concebida hasta este momento, y que ha dado resultados satisfactorios durante décadas, debe transformarse para atender nuevas exigencias” (Ruiz Corbella, 2002: 219).
Hace unos años, Aurelio Peccei (1979: 14-15) en el prólogo del Informe al Club de Roma lo explicaba así:
“Durante largo tiempo, la humanidad creyó haber descubierto la pauta óptima para un desarrollo permanente y autopropulsado. Todos estábamos orgullosos de una civilización que sobresalía por unos descubrimientos científicos sin precedentes, una tecnología excepcional y una riada de producción en masa que traía a su paso unos niveles de vida más altos, la erradicación de las enfermedades, unas posibilidades de viajar jamás soñadas y unas comunicaciones audiovisuales instantáneas.
Pero a la larga, comenzamos a caer en la cuenta de que por la indiscriminada adopción de esta pauta estábamos pagando, con harta frecuencia, unos exorbitantes costes sociales y ecológicos por las mejoras alcanzadas, y hasta nos vimos inducidos a relegar a segundo plano las virtudes y valores que son los fundamentos de una sociedad saludable, al tiempo que la esencia misma de la calidad de vida.”
De la misma opinión es el profesor Barrio (1998: 36) cuando expresa que “la re-humanización de las tareas educativas forma parte de un reto cultural de mayor envergadura, consistente en devolverle al trabajo humano, en general, su dimensión práxica, perdida en gran parte al haber sido excesivamente acentuada su vertiente técnica”. Hoy, los expertos están de acuerdo en afirmar que no sabemos para qué futuro se debe educar, y, por tanto, es cada vez más necesario consolidar una formación basada en lo esencial, fundamentalmente apoyada en destrezas y valores (Ruiz Corbella, 2002).
La sociedad del siglo XXI tiene contrastadas unas necesidades que requieren respuestas específicas. En palabras de Ruiz Corbella (2002: 219): “Nos referimos, en concreto, a:
La consolidación del derecho a la educación y la democratización del acceso a ésta.
Los cambios en la estructura demográfica de la población.
El avance de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación.
Los grandes cambios políticos.
La reorganización económica.
Los cambios sociales y culturales.
Ninguno de estos puntos explica por sí mismo las grandes transformaciones que ha sufrido la sociedad actual, especialmente en Occidente. Ahora la interrelación de todos ellos ha originado unos cambios sin precedentes, especialmente debido a la rapidez con que se han generado y que continúan dándose”.
Es indudable que la mayor complejidad de las situaciones actuales y futuras, la relación más intensa entre las diferentes culturas y la consideración del mundo como un lugar al que todos pertenecemos y a todos nos pertenece, generará nuevas situaciones de conflicto, inimaginables muchas de ellas, que exigirán una predisposición a su superación.
Hoy, las diferencias entre unos países y otros se acentúan, por un parte, como un proceso de profundización en las raíces que nos dotan de una identidad propia, mientras que, por otra parte, es patente la “homogeneización cada vez mayor de las culturas, de los pueblos. Las diferencias son cada vez menores, precisamente por la irrupción de las nuevas tecnologías que han roto todo tipo de fronteras” (Ruiz Corbella, 2002: 209)
Estamos ante una nueva cultura que supone nuevas formas de ver y entender el mundo que nos rodea, que ofrece nuevos sistemas de comunicación interpersonal, de alcance universal (Díaz y otros, 2003), e informa de “todo”, que proporciona medios para viajar con rapidez a cualquier lugar e instrumentos tecnificados para realizar nuestros trabajos, y que presenta nuevos valores y normas de comportamiento. Obviamente, todo ello tiene una fuerte repercusión en el ámbito educativo (Marqués, 2000). En esta nueva cultura de la sociedad de la información, los docentes, más que “enseñar” unos conocimientos, debemos ayudar a nuestros alumnos a “aprender a aprender”.
Claramente se pone de manifiesto que los nuevos fenómenos, al menos deben llamar nuestra atención y trabajar para colocar cada cosa en su sitio y recuperar el valor de la persona en sí misma y la supeditación de los medios técnicos a ella. Así lo pone de manifiesto Rodríguez Neira (2001: 54-55), al afirmar que:
“La situación actual es de una enorme trascendencia. El modelo de comunicación que se desarrolla a través de los medios poderosísimos de los que se dispone tienden a plantear la difusión de información y la comunicación unidireccionalmente. Los sujetos son entidades receptoras, inducidas a la aceptación y al sometimiento. El poder de seducción de los nuevos medios nunca será suficientemente señalado (…) la información persigue a las personas e inunda sus conciencias (…) deberán reformular sus siste...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portadilla
  3. Título
  4. Índice
  5. INTRODUCCIÓN
  6. 1. Retos de nuestro tiempo
  7. 2. La motivación en el contexto de la educación personalizada
  8. 3. Los grandes “motivos” de la persona
  9. 4. Motivación y valores
  10. 5. Cómo pueden los docentes motivar a sus estudiantes y enseñarles a automotivarse
  11. 6. Relación familia-centro educativo, una motivación excepcional
  12. 7. Asesoramiento motivacional a las familias
  13. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
  14. Página de créditos