Midiendo la corrupción.
Límites y posibilidades
Llegados a este punto ¿cómo sabemos si en nuestro país hay mucha o poca corrupción? ¿Si estamos situados en lo que se denomina corrupción sistémica o en una corrupción de casos aislados y controlables? Para ello es preciso medir la corrupción. La corrupción se mide de cuatro formas: con datos objetivos, por percepción, por victimización o usando los big data.
Métodos objetivos
En primer lugar, existen métodos que podríamos denominar objetivos. De estos métodos el más importante es la recogida de datos judiciales sobre delitos de corrupción. A éste se puede añadir la recogida de datos sobre ciertas sanciones administrativas por incumplimiento de normas de conflictos de interés, incompatibilidades o disciplinarias. En España, el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), en colaboración con Transparencia Internacional, ha hecho en los últimos cinco años un gran esfuerzo por disponer de un repositorio de delitos vinculados a la corrupción. Es un repositorio muy amplio que incluye datos de todos los delitos contra la Administración, algunos contra la ordenación del territorio y el urbanismo y los de corrupción en transacciones comerciales internacionales. Posiblemente, algunos de los delitos incluidos no sean estrictamente de corrupción, siguiendo la definición previamente aportada, pero la inmensa mayoría sí lo son. Los datos de 2015 a 2018 nos indican lo siguiente (ver tabla 1).
Tabla 1. Datos objetivos de corrupción: repositorio judicial
Número de procedimientos | Número de acusados | Número de condenados | En prisión |
300 | 1875 | 710 | 106 |
Fuente: CGPJ.
Con esos datos podríamos afirmar, tras compararlos con países de nuestro entorno, que la corrupción en España no parece ser muy elevada. En Italia la media de condenados sólo por delitos de soborno y cohecho es de unos 800 anualmente (en los últimos doce meses en España hubo 12). Y la media de procedimientos abiertos por delitos contra la Administración se acerca a los 3.000 por año. Es cierto que en Italia hay más habitantes y más funcionarios y políticos, pero en ningún caso nos multiplican por más de diez. Tampoco los datos de encuestas nos indican una diferencia tan radical entre la percepción en Italia y en España, más bien hay más percepción entre la ciudadanía en España que en Italia. Las comparaciones con Estados Unidos, Francia, Alemania o Polonia nuevamente nos indican que los datos judiciales de España son parecidos a los de países con corrupción baja aunque tal vez sean «demasiado» pocas las causas abiertas. Esto nos lleva a la pregunta obvia: ¿podría haber un problema de baja detección en nuestro país? ¿Existe tal vez demasiada impunidad?
Si consideramos lo que perciben nuestros empresarios, de acuerdo al último Eurobarómetro ad hoc sobre visión de la corrupción por los empresarios europeos (2017), tendremos que convenir que estos datos objetivos parecen demasiado bajos. Así, para el 54% de las empresas españolas la corrupción es un problema al hacer negocios (media europea 43%) y somos el país líder en Europa en la creencia por parte de nuestras empresas en la extensión de la corrupción en la contratación: 83% a nivel nacional y 90% a nivel regional y local (media europea 56 y 60% respectivamente). Es obvio que hay un problema ahí y que los datos objetivos de sentencias por corrupción no parecen estar a la altura. En cualquier caso, la mayoría de los empresarios...