La sombra de Octubre
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La sombra de Octubre

(1917-2017)

  1. 224 páginas
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La sombra de Octubre

(1917-2017)

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Una retrospectiva histórica sobre la Revolución Rusa y el fracaso del comunismo de Estado para entender las nuevas prácticas y teorías políticas presentes¿Qué podemos aprender de la Revolución de Octubre, cien años después? A principio del siglo XX, la popularidad internacional de los consejos obreros, las huelgas y las insurrecciones bolcheviques inspiraron a comunidades y proletarios del mundo entero. La "luz liberadora" (Ilya Grigoryevich) que venía de Rusia propició otras revueltas y revoluciones que marcaron la historia de la humanidad.En Europa, basta mencionar los sóviets de Baviera (1919) y Hungría (1919), las comunidades agrícolas de inspiración comunista libertaria en Ucrania (1918-1921), los consejos obreros de Turín (1919-1920) o los movimientos anticapitalistas de Irlanda (1918 -1923). Sin embargo, el leninismo terminó convirtiéndose en una doctrina opresiva. Pronto, la dictadura burocrática y criminal de Stalin acabó imponiéndose en Rusia y en la III Internacional.El nuevo régimen se fue alejando progresivamente de los ideales de democracia y emancipación popular hasta comprometer la misma esperanza del socialismo. El centenario 1917-2017 es una buena ocasión para no conformarse con las justificaciones históricas y revisar algunos aspectos de las doctrinas políticas y filosóficas que impulsaron la Revolución rusa.

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Información

1. De la revolución de Febrero
a la insurrección de Octubre
«¡Todo el poder para los sóviets!», tal fue la consigna en cuyo nombre se llevó a cabo la insurrección de Octubre de 1917. Sin embargo, en las dos cartas que Lenin dirigió a los dirigentes del Partido los días 12 y 14 de setiembre, respectivamente, y que éstos recibieron el 15 de setiembre, es a los bolcheviques a quienes ordena que tomen ellos mismos el poder: «Tras obtener la mayoría en los Sóviets de diputados obreros y soldados de las dos capitales, Petrogrado y Moscú, los bolcheviques pueden y deben hacerse con el poder», no en unas semanas sino «precisamente hoy».22 De hecho, el 25 de octubre —es decir, un mes y diez días después de haber recibido las cartas de Lenin— fueron ciertamente los bolcheviques quienes se hicieron con el poder, con lo cual enfrentaron al Congreso de los Sóviets a un hecho consumado. La toma de poder por parte de los bolcheviques en nombre de los sóviets sustituyó en la práctica a la toma del poder por y para los sóviets mismos. ¿Qué significación debemos dar a este hecho? ¿En verdad los dirigentes bolcheviques obedecían a los sóviets, considerados sin embargo como las instituciones del poder proletario y campesino? Para entenderlo hay que recordar las grandes líneas de los giros y reorientaciones que caracterizaron a la estrategia del partido bolchevique entre julio y octubre de 1917. Si Lenin tuvo un papel tan decisivo es porque consiguió, no sin dificultad y a fuerza de perseverar, acallar a quienes, dentro de su partido, se resistían a la estrategia de conquista directa del poder por parte de los bolcheviques.
La revolución de Febrero
La leyenda de Octubre pretende que la revolución, la verdadera, se identifique con la toma del poder por los bolcheviques. En cambio, la revolución de Febrero no sería en esencia más que una revolución política que tuvo su culminación en la «revolución de Octubre». Solamente esta última habría sido una revolución social. No obstante, en contra de lo que dice esta leyenda, la revolución social precedió ciertamente a la revolución política, y no a la inversa: fue la sociedad la que empezó, ella sola, a derrocar a todas las autoridades antes del establecimiento del nuevo gobierno. Como lo recuerda Marc Ferro:
Hemos acabado olvidándola, pero Febrero fue la revolución más violenta de todos los tiempos. En unas pocas semanas, una sociedad se deshace de todos los dirigentes: el monarca y sus hombres de ley, la policía y los curas, los propietarios y los funcionarios, los oficiales y los patrones. Ya no hay ningún ciudadano que no se sienta libre, libre de decidir a cada instante su conducta y su porvenir. Pronto no habrá ni uno solo que no tenga en su bolsillo un plan preparado para regenerar el mundo.23
Para los ciudadanos, lejos de ser una «culminación ineludible del pasado», la revolución rompía con todo el pasado y abría «una nueva era de la historia de los hombres». Era verdaderamente «el mundo puesto boca abajo».24 La leyenda de Octubre nos lo hizo olvidar, pero Febrero fue en primer lugar una prodigiosa liberación del imaginario. Y lo que alimentaba «el sueño de Febrero»25 era el igualitarismo: tanto el cochero como el dandi, el simple soldado como el oficial, el pobre como el rico, todos tenían el mismo derecho a la palabra, y esto implicaba que todos los estatus y privilegios heredados del pasado se volvían nulos y sin efecto de la noche a la mañana.
En consecuencia, la idea de que Febrero fue una «revolución burguesa», relativamente pacífica, desprovista de dinámica popular y sin efectos sociales reales, es una idea falsa. El relato más admitido es que fue un asunto estrictamente político de rivalidad o de antagonismo entre partidos. Tras las jornadas del 26 y el 27 de febrero, se abre en efecto una situación de «doble poder» entre el Comité provisional de la Duma, dominado por los liberales, y el Sóviet de Petrogrado, dominado por los mencheviques y los socialistas revolucionarios. Pero la revolución llamada de Febrero no se reduce a un conflicto entre una Duma burguesa y un Sóviet dominado por los socialistas moderados. Estos órganos, que se pusieron más o menos de acuerdo para tomar medidas liberales contra la autocracia, pronto se vieron superados y sumergidos por la espontaneidad de sectores enteros de la población. Y, lejos de desencadenarlo, tuvieron que reaccionar frente al proceso revolucionario que se produjo por iniciativa de la calle. La invención política no fue cosa de los partidos, fue en cierto modo anónima, como lo dio a entender Trotsky refiriéndose al papel desempeñado por el Sóviet de Petrogrado el 27 de febrero: «la experiencia de los sóviets de 1905 había quedado grabada para siempre en la conciencia obrera. En cada nuevo impulso del movimiento, incluso durante la guerra, la idea de constituir los sóviets renacía de nuevo casi de forma automática».26
La primavera de 1917 presenció la eclosión o el nuevo despertar de instituciones independientes de los partidos e incluso de los sóviets de diputados controlados por los partidos: comités de fábrica compuestos por delegados de taller, comités de barrio, de pueblo, de edificio, milicias, guardias rojos, sindicatos, cooperativas. El proceso revolucionario adoptó espontáneamente las formas de un autogobierno generalizado a todos los niveles de la sociedad, como había ocurrido, aunque de forma más embrionaria, en 1905. Era una inmenso toma de la palabra que surgía de repente, una insurrección alimentada por las reivindicaciones más diversas: de exigencias democráticas en el ámbito del trabajo, de ocupaciones de fábricas y de prácticas de autogestión, de cuestionamiento generalizado de la jerarquía, particularmente en las fuerzas armadas, de reparto de las tierras en el campo, que mostraron toda la fuerza de las reivindicaciones de la democracia agraria, de las reivindicaciones de las nacionalidades oprimidas por el centralismo zarista, etc. Sin seguir una consigna de los partidos o de los sindicatos, a menudo hostiles, indiferentes o desbordados por el movimiento, se desarrolló un verdadero poder popular autónomo que se dio sus propias instituciones, al margen del Gobierno provisional y del Sóviet de los diputados, controlados ambos por los partidos «conciliadores». La Conferencia de los comités de fábrica de Petrogrado, la Conferen...

Índice

  1. Introducción. Luz de los sóviets, sombra de Octubre
  2. 1. De la revolución de Febrero a la insurrección de Octubre
  3. 2. El Partido soberano
  4. 3. El Estado contra los sóviets
  5. 4. La sombra de Octubre y las revoluciones ocultadas
  6. 5. ¿Qué comunismo?