Envejecer con resiliencia
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Envejecer con resiliencia

Cuando la vejez llega

  1. 256 páginas
  2. Spanish
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Envejecer con resiliencia

Cuando la vejez llega

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La antropóloga Germaine Tillion, miembro de la Resistencia francesa y deportada a un campo de concentración, todavía estaba trabajando la víspera de su muerte. De vuelta de aquel horror, decidió reír hasta el último minuto, despertando a su alrededor un grupo de amistad, de ayuda mutua y de alegría que duró hasta que ella cumplió 101 años.Para muchos, la entrada en la vejez hace que todo sea pérdida: memoria, frescura, cerebro…, pero este libro muestra, por el contrario, que la resiliencia también es posible en los ancianos.Los psicólogos, neurólogos, psiquiatras, geriatras, y hasta un veterinario, que reúne esta obra nos ayudan a comprender cuán involucrados en este proceso vital están los lazos del apego, las interacciones o la memoria, pero también las emociones, la motivación, el humor y la música. Un libro con valiosas lecciones que merece la pena incorporar al equipaje de nuestras vidas.

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Información

Año
2018
ISBN
9788497849579
Categoría
Psychologie
Categoría
Psychothérapie
Libertad, gestualidad, personas mayores
Jean-Pierre Polydor
El tiempo proporciona su parte de momentos luminosos, pero también, y es inevitable, cicatrices de las penas que se sedimentan a lo largo de los años, desgracias exteriores e interiores de la insidiosa vejez, problemas de salud y la pérdida de los seres queridos. El ideal de todo intento de vivir mucho tiempo es construir una forma de felicidad. Y la resiliencia se convierte, para el buen envejecer, en una utopía necesaria. La felicidad parece tan natural cuando la vivimos como la saciedad nos hace olvidar el hambre. Comte-Sponville44 dice: «La felicidad no es una cosa; es un pensamiento [�]; es una acción». Y más adelante nos recuerda que, para Aristóteles, sería praxis. Las praxias, para un neurólogo, son un conjunto constituido por un «saber hacer» gestual orientado hacia un objetivo, vestirse o saludar con la mano, por ejemplo. La resiliencia está típicamente vinculada a la mentalización de un estado traumático pero, en los ancianos, también pasa por los gestos. Aristóteles tiene razón.
Las finalidades y medios de la comunicación
Desde 1969 Paul Eckman y Wallace Friesen hablan de «comunicación no verbal mediante fugas que revelan emociones no controladas»; Dolto escribe en 1987 que «todo es lenguaje», y Watzlawick (Palo Alto) afirma: «No podemos no comunicarnos».
De hecho, intercambiar es un acto capital que, sin ser propio de los seres humanos, está extraordinariamente más presente que en otras especies. Comunicar es de entrada una actividad egocéntrica: definirse, explicarse, presentarse y situarse. Luego, saludarse, reconocer al otro la cualidad de interlocutor y dar y recibir información. En definitiva, es colaborar y crear un vínculo social. Todo esto, para muchas personas mayores no tiene ni utilidad, ni finalidad, ni supone un placer para ellos.
Nos comunicamos mediante palabras o lenguaje verbal y mediante muchos otros medios que llamamos «comunicación no verbal».
La palabra permite el flujo abundante de información precisa, una conceptualización más exitosa, relatos sobre nuestra vida, descripciones del entorno, estrategias sociales y estrategias de búsqueda de alimento o de pareja sexual, incluso una espiritualidad expresiva y, por supuesto, discursos eruditos, la transmisión del saber. Si la riqueza de las palabras conduce a la precisión, el corpus de gestos del cuerpo completa la información transmitida y dice lo esencial en ámbitos distintos, los más importantes en la relación interpersonal cuando expresamos lo que sentimos.
Los investigadores norteamericanos se refieren a menudo a Albert Mehrabian,45 psicólogo, famoso por haber enunciado en 1967 la «regla de las 3V», cuantificando los tres modos de comunicación relacionados con la afectividad: el 7% son verbales, el significado de las palabras; el 38% vocales, entonación, ritmo, el timbre de la voz y el nivel sonoro, lo que se puede llamar «paraverbal»; el 55% visuales, gestos y lenguaje corporal. «Si una persona no habla de sus sentimientos o de sus estados mentales, estas ecuaciones no se pueden aplicar», precisa el autor.
Otros investigadores proponen el 80% para la comunicación no verbal, con dos tercios de la expresión transmitidos por la expresión del rostro. Estos estudios tienen en cuenta no sólo las emociones sino la totalidad de intercambios interpersonales de todo tipo. Es evidente que la naturaleza del material transmitido modifica la proporción de los tres medios principales: si discutimos de física cuántica, es poco probable que la teatralización domine la conversación. En la conversación cotidiana, la conclusión siempre es la misma: hablamos sobre todo con gestos (informativos, ilustrativos o designativos). Los italianos lo saben muy bien.
Pero la comunicación no verbal no se reduce a la expresión corporal y paraverbal. Es diversa, multimodal, se asocia a actitudes, la distancia (la proxemia), una comunicación mediante objetos y de preparativos (forma de vestir, peinarse, decorarse, maquillar), una comunicación olfativa (espontánea a través de las feromonas, o manipulada mediante el perfume) e incluso la elección del lugar y el momento del diálogo. En resumen, el aspecto corporal también aporta información: el «viejo» es identificado como tal por parte de los «otros» gracias a los signos del tiempo (arrugas, pelo blanco, carne flácida, espalda encorvada, etc.) y esto también sucede en los chimpancés, que cambian de actitud cuando ven algunos pelos blancos en un congénere, incluso cuando se trata de un engaño, con un poco de pintura. Pero de todo esto hablaremos en otra historia�
Cuando conversamos gesticulamos en grados distintos, sin pensarlo, en todas las culturas y en todas las épocas, lo cual es un indicio del papel central de la expresión corporal en los procesos de comunicación. En el envejecimiento normal, esta comunicación no verbal persiste. Incluso con enfermedades como el Alzheimer, resiste hasta los estadios más avanzados, como un núcleo duro de la capacidad de entender todavía algo del mundo. Boris Cyrulnik lo describe así: «la palabra se apaga, pero aún entienden».46 El gesto es lo más anclado en lo más profundo de nosotros.
Los gestos intencionales y los involuntarios que dan información involuntariamente son portadores de sentido. El interaccionismo simbólico de la escuela de Chicago propone que el emisor y el receptor comparten un diccionario de códigos gestuales. El emisor lleva a cabo una representación de lo que percibe el receptor, formatea gestos conscientes y algunos menos conscientes para hacer comprensible el mensaje para el interlocutor. El receptor, mediante un proceso de interpretación, da un sentido a cada gesto. Cuando estamos «en fase», como se dice, hay conexión: nos entendemos.
Pero no todo es tan simple, las palabras y los gestos no están aislados en dos compartimentos estancos. Según Scherer, «el estudio de la conversación exige la toma en consideración, al mismo tiempo, de las relaciones estructurales entre los signos verbales y no verbales usados en la comunicación y también su significado funcional para la transmisión de la información».47
A veces la dictadura de la visión interfiere, el mismo discurso científico dado por un brillante profesor con aspecto de profesor o por una joven brillante bien vestida y peinada, con gesto, actitud y posturas estudiadas, no será recibido con la misma eficacia en un público de machos clásicos y de mujeres irónicas. La imagen del orador, no obstante, nos aporta complementos informativos importantes como, por ejemplo, su grado de certeza, credibilidad, sinceridad. El talento de los buenos comunicadores consiste en hacer que nos creamos mensajes, a veces mentiras, gracias a la seducción de gestos muy afirmativos. Gregory Bateson, un pilar del movimiento de Palo Alto,48 propone el concepto de la «double bind». Podemos transmitir, mediante palabras y gestos, dos mensajes que se refuerzan o que se contradicen. El discurso del cuerpo tiene un papel importante. El poder de los gestos puede incluso aplastar el significado de las palabras. Si asentimos para decir que sí, hablando con alegría, con convicción (paraverbal) y si tenemos ascendente sobre el sujeto (el doctor sobre el paciente), podemos decirle al interlocutor que la casa se está quemando, pero que vamos a saltar del tercer piso: se mantendrá el mensaje positivo y se aceptará la idea loca de esta evasión imposible.
El metacontexto es la posición de cada uno. Actúa cambiando el sentido de la relación. La posición social, como hemos visto en el ejemplo anterior, es importante: algunos ancianos acostumbrados a mandar mantendrán sus costumbres en contextos en los que no tienen ninguna autoridad, en casa y especialmente en la residencia, de ahí los conflictos. El mismo mensaje emitido por el padre hacia el hijo o viceversa no tendrá el mismo significado. La dependencia vinculada a la edad invierte las relaciones hijo-padre e introduce una complejidad suplementaria, a veces una contradicción entre los gestos y las palabras.
Por supuesto, el mismo gesto no tiene el mismo sentido según las circunstancias en las que se expresa, el contexto, la naturaleza del interlocutor, su repetición y ritmo. También él está rodeado de otros gestos que lo enmarcan, los encadenamientos de estos elementos del lenguaje son portadores de sentido, es imposible aislarse del contexto.
El imperio de los sentidos
Aparte de la categoría de las praxias, muchos otros gestos son portadores de informaciones que cualquier persona que los observa sabe descodificar con un margen de error aceptable. Algunos traducen emociones y cualquiera puede ver si alguien tiene miedo de un perro, incluido el perro. Otros definen la posición de alguien en el grupo y se distingue bien quién la orden y quién la recibe, el subalterno. Algunos gestos subrayan, refuerzan o contradicen lo que explican las palabras. Otros te cuentan la persona: autoritaria, amanerada, británica o mediterránea, de la tribu de los rebeldes o de los pijobohemios� Cada gesto, consciente o no, está marcado por un código.
La clasificación de los gestos no resulta fácil; la más utilizada es la de Paul Eckman y Wallas Friesen, que distinguen cinco categorías:
1. «Los gestos emblemáticos», intencionales, reemplazan una o más palabras, o una frase entera, y son comprensibles sólo por parte de miembros de un grupo al que pertenece la persona que los hace.
2. «Los gestos ilustradores» directamente vinculados al discurso, a veces para subrayar, marcar una acción o designar un objeto presente, pero siempre ...

Índice

  1. Índice
  2. ¿Resiliencia en la vejez?
  3. Creatividad, humor y resiliencia a medida que la edad avanza
  4. Desde la perspectiva del animal viejo: resiliencia y envejecimiento, otro punto de vista
  5. Familia y resiliencia durante el envejecimiento
  6. Las interacciones tardías
  7. Envejecimiento, música y resiliencia
  8. Libertad, gestualidad, personas mayores
  9. Los olvidos imposibles o el deseo de olvidar
  10. Enfermedad de idealidad y de resiliencia: posibles destinos
  11. Motivación, resiliencia y envejecimiento
  12. Los mecanismos psicodinámicos de la resiliencia en el envejecimiento
  13. El trabajo psíquico de resiliencia en el anciano
  14. Envejecimiento y resiliencia: ¿quid de la teoría de la mente?
  15. Edad provecta, discriminación y resiliencia
  16. A modo de conclusión
  17. Los autores