Las otras misericordias
eBook - ePub

Las otras misericordias

  1. 160 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Las otras misericordias

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

A la tradición cristiana debemos la relación de las obras de misericordia que todo creyente debería cumplir, saliendo al paso de las diferentes necesidades de nuestro prójimo. Hoy, las obras de misericordia corporales están en gran parte absorbidas por el estado de bienestar o las diferentes organizaciones de asistencia organizada, mientras que las obras de misericordia espirituales están un poco olvidadas.En esta época de individualismo exasperado y de narcisismo rampante, estas obras de misericordia espirituales nos llevan a prestar atención a la calidad de las relaciones que tenemos con las personas que nos rodean e incluso con las que nos encontramos por casualidad.Meditar sobre las obras de misericordia espirituales supone pensar sobre nuestra relación con los otros, sobre la disponibilidad para vivir en profundidad, para trabajar por conseguir un trato amoroso en las relaciones humanas.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Las otras misericordias de Lucetta Scaraffia en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Theologie & Religion y Christliche Konfessionen. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2017
ISBN
9788427722200
Perdonar las ofensas
Giancarlo Bregantini
Nació en Denno (Trento) en 1948, es religioso stimmatino, y fue ordenado sacerdote en 1978. Ha enseñado religión en el Instituto náutico de Cortona e Historia de la Iglesia en el Pontificio Seminario Teológico regional de Catanzaro. Delegado de Pastoral del Trabajo en la diócesis de Crotona-Santa Severina, ha sido vicepárroco y capellán de la prisión y docente de Historia de la Iglesia en Bari, párroco de San Cataldo y capellán de hospital. Obispo de Locri-Gerace desde 1994 preside la Comisión Episcopal para los Problemas Sociales y del Trabajo, la Justicia y la Paz de la Conferencia episcopal italiana desde 2007; es arzobispo de Campobasso-Bojano.

Comienzo precisando que perdonar significa contribuir al sueño que Dios tiene para cada uno de nosotros. Significa aceptar este plan suyo que nos quiere en la alianza renovada con él. Todos tenemos que perdonar y todos tenemos que pedir perdón porque, como dice Pablo: “Dios sujetó a todos por igual a la desobediencia con el fin de tener por igual compasión de todos” (Rm 11,32). Todos llevamos la herida de la desobediencia aunque, gracias al perdón, comprenderemos que es posible ser curados y liberados de los lazos de las ofensas, de lo que es contrario a nuestra dignidad.
En estas siete obras de misericordia se siente el toque íntimo del Evangelio y se percibe un signo precioso para acercarse a la bienaventuranza de la misericordia. Ese estilo delicado, amable, claro, que Jesús siempre usaba con la gente aconsejando a los dudosos, enseñando a los ignorantes, perdonando las ofensas, soportando pacientemente a las personas molestas, pidiendo a Dios por vivos y muertos. Todas preciosas, entrelazadas unas con las otras.
Son un verdadero camino de perfección espiritual y también de crecimiento social y desarrollo cultural. Hablan al mundo de los creyentes en Cristo pero también a todos los hombres de buena voluntad.
Las bienaventuranzas se pueden ver desde tres niveles: espiritual, cultural y social interconectados de manera armoniosa. A nosotros nos toca desarrollar la fuerza de una tradición antiquísima siempre viva y actual. Es el perfume de una alegría delicada y sutil. Viene bien al corazón sentir que “las cosas antiguas”, releídas a la luz de los desafíos presentes, son “joyas pulidas” en su belleza que han hecho a su vez bellas nuestras abuelas y que dan más luminosidad a los jóvenes de hoy.
Es el don de la sabiduría. Porque la sabiduría “al penetrar a lo largo de la historia en las almas santas, las hace amigas de Dios, para que hablen en su nombre” (Sab 7,27).
Entre estos dones derramados, está la quinta obra de misericordia espiritual: Perdonar las ofensas.
Es la única que no se refiere a las personas. Pero se ofrece sobre una cosa: la ofensa. Es muy amplia, no tiene confines. No se limita a una categoría porque abarca el corazón de todos, cada día. Porque el perdón es de hecho decisivo y discriminatorio en la construcción de la sociedad y de la familia ya que parte del corazón y habla al corazón, cor ad cor loquitur, como le gustaba decir a san Francisco de Sales.
Vamos a dividir este capítulo en tres partes:
El corazón del perdón, que supone descubrir el corazón de Dios
Los pasos del perdón que nos ayudan a vivir ese itinerario
Las manos del perdón que actualizan el arte de perdonar.
La palabra perdón es muy importante en el Evangelio y en la vida de fe de quien experimenta el amor infinito de Dios. Es una palabra que fluye por el mundo de una manera silenciosa pero siempre eficaz. Donde hay perdón, nace una flor, vence el bien sobre el mal, arde una llamita, una esperanza para conducir la nave de la propia vida más allá de las aguas amargas y tempestuosas de la ofensa, en el puerto de la paz.
Existe en el perdón una solicitud, una especie de “cuidado por el otro” de una gratuidad desarmante, que llama no al desafío del orgullo sino a la debilidad que, como indica san Pablo, es la verdadera y necesaria fuerza para superar toda forma de reverencia hacia los sentimientos refractarios y hostiles. Estamos llamados y, gracias a la filiación divina, también declarados idóneos para la grandeza del perdón para luchar contra la “desertificación espiritual” que tiende a ofuscar el sentido de la comunión.
Perdonar es importante para el creyente. Es la acción humana que más se corresponde con la divina.
El corazón del perdón: por qué perdonar
El proyecto de amor de Dios padre, su corazón, está bien descrito en el célebre prefacio de la segunda plegaria eucarística sobre la reconciliación:
Te damos gracias, Dios nuestro y Padre todopoderoso, por medio de Jesucristo, nuestro Señor, y te alabamos por la obra admirable de la redención. Pues, en una humanidad dividida por las enemistades y las discordias, tú diriges las voluntades para que se dispongan a la reconciliación.
Tu Espíritu mueve los corazones para que los enemigos vuelvan a la amistad, los adversarios se den la mano y los pueblos busquen la unión. Con tu acción eficaz consigues que las luchas se apacigüen y crezca el deseo de la paz; que el perdón venza al odio y la indulgencia a la venganza.
Sin embargo, le ha hecho falta mucho tiempo a la humanidad en este camino duro y exigente pero también liberador. A cada paso que daba, en cada etapa, la humanidad crecía. Se veía liberada de la venganza, de la teorización positiva de la guerra, de la pena de muerte.
Partiendo del perdón de las ofensas, tenemos nuevas metas que conseguir como es la mejora del sistema carcelario, la progresiva eliminación de las cárceles, nuevos espacios de reconciliación en la familia, una modalidad respetuosa de la política y del sindicato, la fuerza de la no-violencia… el cuidado de todo lo creado.
Todos estos temas son como un mandato social sobre las obras de misericordia espirituales.
Todavía se oye ahora, en ciertos ambientes, el grito de Lamec en el Génesis:
Un día, Lámec dijo a sus esposas Adá y Silá:
“Escuchad bien lo que os digo:
He matado a un hombre por herirme
y a un muchacho por golpearme.
Si a Caín le vengarán siete veces,
a mí tendrán que vengarme
setenta y siete veces.”
El ojo por ojo es una conquista en la humanidad.
La humanidad parte de aquí
Parte de aquí cuando se destruyen pueblos enteros por un feudo implacable como se ve en algunos sitios de Calabria. O cuando se teoriza sobre la guerra, el dominio de unos pocos sobre millones de pobres, cuando se sufre el crecimiento de los armamentos.
Pero la historia no se cierra con el grito de Lamec.
Ha caminado por etapas cada vez mejores y más luminosas que han transformado el desierto en un jardín.
La Biblia nos revela el corazón del Padre que en Cristo Jesús se ha hecho “carne”, estilo innovador de cambio.
Habéis oído que antes se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente.’ Pero yo os digo: No resistáis a quien os haga algún daño. Al contrario, si alguien te pega en la mejilla derecha, ofrécele también la otra. Si alguien te demanda y te quiere quitar la túnica, déjale también la capa. Y si alguien te obliga a llevar carga una milla, ve con él dos. Al que te pida algo, dáselo; y no le vuelvas la espalda a quien te pida prestado.
Ese “pero yo os digo” siempre ha inquietado a la humanidad porque es un reflejo del corazón del Padre.
Entre rejas…
En las cárceles es donde yo he aprendido las mejores lecciones sobre el perdón. En las cárceles donde estaban los peores delincuentes, yo joven cura, he sentido el duro impacto con el mal, con las ofensas, con las heridas del leproso con el que se encontró Francisco de Asís. Y, como él, yo después de los primeros meses de entusiasmo, quise abandonar.
Ante el mal, enseguida sentí repugnancia, igual que Francisco ante el hedor del leproso; pero unas frases bíblicas me iluminaron:
Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, pues él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos e injustos. Vosotros, pues, sed perfectos, como vuestro Padre que está en el cielo es perfecto (Mt 5, 44-45.48).
De pronto se me abrieron los horizontes porque ya no miraba a la astucia de los hijos de Dios sino al corazón del Padre que gratuitamente me daba a mí y a todos el sol y la lluvia. No era mérito mío, ni riqueza para conquistar la bondad del Padre sino que se nos daba gratuitamente más allá de nuestros méritos. Caía la lógica, tantas veces, discriminatoria y destructiva del mérito para ser sustituida por la gracia; esta lógica de la gratuidad construye relaciones completamente opuestas y liberadoras.
Lo gratuito se convierte así en la base espiritual y teológica de la reconciliación. Debajo del sol y de la lluvia que se me ofrecían gratuitamente, yo me sentía amado. Los signos cotidianos se convirtieron en señales de un horizonte vastísimo que no discriminaba a nadie fuese como fuese su pasado, sino que medía los corazones por el amor recibido.
El sol me hablaba de reconciliación porque me sentía no más amado por ser más bueno, sino que era impulsado a ser mejor por la fuerza de este amor gratuito, dado cada día, más allá de mis méritos.
Era posible amar a los enemigos, no porque lo merecieran sino porque tenemos delante de los ojos el rostro misericordioso del Padre: “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,36).
Perfectos como él en la misericordia, para ser “perfectos” dentro de unas relaciones liberadoras.
Con sol y con lluvia, contemplamos la gratuidad absoluta, al estilo de Cristo en la cruz, tal y como nos lo narra el Evangelio y la primera carta de san Pedro:
Para esto os ha llamado Dios, ya que Cristo sufrió por vosotros dándoos un ejemplo para que sigáis sus pasos. Cristo no cometió ningún pecado ni engañó jamás a nadie. Cuando le insultaban, no contestaba con insultos; cuando le hacían sufrir, no amenazaba, sino que se encomendaba a Dios, que juzga con rectitud. Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, para que nosotros muramos al pecado y vivamos una vida de rectitud. Cristo fue herido para que vosotros fuerais sanados (1Pe 2,21-24).
Este ejemplo del siervo inocente, humilde, solidario, que se hace médico para curar nuestra heridas y pastor y guardián de nuestras almas, me ayuda a afrontar el mal en toda su virulencia a no huir.
El sol y los brazos abiertos de Cristo llegan a ser cada vez más la medida del amor reconciliado y reconciliante.
En el sofá de casa…
Hay otro episodio en la vida de Jesús que motiva nuestro camino sobre la vía de la gratuidad.
Es el camino que lleva al perdón de las ofensas. La gratuidad es la atmósfera en la que puede realmente madurar la fuerza del perdón, no un estéril voluntarismo ni un fácil buenismo. Perdonar es heroico, es dificilísimo. Es el punto más alto de un largo camino; no se improvisa ni se puede hacer con superficialidad. Pero siempre se genera en un ambiente de fuerte re-conocimiento.
Como dice Jesús en la acogida rígida de la casa de Simón según el relato de Lucas:
Un fariseo invitó a Jesús a comer, y Jesús fue a su casa. Estaba sentado a la mesa, cuando una mujer de mala fama que vivía en el mismo pueblo y que supo que Jesús había ido a comer a casa del fariseo, llegó con un frasco de alabastro lleno de perfume. Llorando, se puso junto a los pies de Jesús y comenzó a bañarlos con sus lágrimas. Luego los secó con sus cabellos, los besó y derramó sobre ellos el perfume. Al ver esto, el fariseo que había invitado a Jesús pensó: “Si este hombre fuera verdaderamente un profeta se daría cuenta de quién y qué clase de mujer es esta pecadora que le está tocando.” Entonces Jesús dijo al fariseo:
– Simón, tengo algo que decirte.
– Dímelo, Maestro– contestó el fariseo.
Jesús siguió:
– Dos hombres debían dinero a un prestamista. Uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta: pero, como no le podían pagar, el prestamista perdonó la deuda a los dos. Ahora dime: ¿cuál de ellos le amará más?
Simón le contestó:
– Me parece que aquel a quien más perdonó.
Jesús le dijo:
– Tienes razón.
Y volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
– ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies; en cambio, esta mujer me ha bañado los pies con lágrimas y los ha secado con sus cabellos. No me besaste, pero ella, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. No derramaste aceite sobre mi cabeza, pero ella ha derramado perfume sobre mis pies. Por esto te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; pero aquel a quien poco se perdona, poco amor manifiesta.
Luego dijo a la mujer:
– Tus pecados te son perdonados.
Los otros invitados que estaban allí comenzaron a preguntarse:
– ¿Quién es este que hasta perdona pecados?
Pero Jesús añadió, dirigiéndose a la mujer:
– Por tu fe has sido salvada. Vete tranquila.
Una casa que es espejo de nuestro cotidiano modo de juzgar a las personas y a las cosas. Era una casa perfecta, pero gélida porque cuando entra una mujer pecadora conocida de todos, empieza un embarazo inoportuno entre los asistentes. No se podía permitir interrumpir una atmósfera tan de élite; ¡cómo se permite eso!
Simón razona como en el Antiguo Testamento; como nosotros que calculamos el cuánto, el porqué.
Jesús responde con un estilo revolucionario, con una parábola que ella sola explica que es posible perdonar:
Uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta: pero, como no le podían pagar, el prestamista perdonó la deuda a los dos. Ahora dime: ¿cuál de ellos le amará más?
El juego es claro. Si te sientes en deuda con Dios porque te ha condonado quinientos denarios, razona con la misma medida; de otra manera te sitúas en la lógica de los cincuenta denarios. El cálculo frena siempre el perdón, lo impide, con mil razones in...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portadilla
  3. Título
  4. Índice
  5. Introducción
  6. Aconsejar al que tiene dudas
  7. Enseñar a los ignorantes
  8. Corregir a los pecadores
  9. Consolar a los tristes
  10. Perdonar las ofensas
  11. Soportar pacientemente a las personas molestas
  12. Rogar a Dios por los vivos y los muertos
  13. Renato Boccardo
  14. Página de créditos