II
APUNTANDO SOLUCIONES
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Punto de partida: conocernos como personas
ATRÉVETE A CONOCERTE
Dice Sara Pérez Tomé54 que hoy existen determinados modelos o formas de vida que invitan a ciertas personas a ponerse una careta y a convertirse en personaje. Pero detrás de cada uno de estos espejismos sociales, suele haber una persona infeliz dentro de un personaje que no le satisface realmente a su verdadera y auténtica persona. Porque no ser quien uno es tiene serias consecuencias personales y sociales: entre otras, confundirse consigo mismo y confundir a los que conviven o trabajan junto a esa parte de persona-actor que aparentemente puede parecer real.
Curiosamente el personaje puede llegar a coger tal fuerza que llegue a ocultar a tu persona. Es entonces cuando a la persona se le puede ir de las manos el poder tener control sobre tu auténtica vida. Cuando lo auténtico de tu persona llega a ser difícilmente creíble, entonces puede que lo real haya perdido la batalla frente al engaño. Y perder la credibilidad como persona frente al mundo, es el peor final de un personaje.
Por eso, elige querer ser persona, y no personaje”. Ser persona y no personaje debe ser nuestro reto más íntimo y personal. En estos momentos actuales, la apariencia y lo relativo está matando lo esencial y lo real de nuestra persona.
Si me considero la persona más importante del mundo, podré conocer a la mejor versión de mí mismo.
Es imposible, me dijo el orgullo;
Es peligroso, me dijo la experiencia;
No tiene sentido, me dijo la razón;
Inténtalo…, me susurró el corazón.
Ser persona y no personaje debiera ser nuestro reto personal más íntimo y solidario: así la vida la viviríamos todos de manera más real y más auténtica. Porque lo mejor de ti mismo eres tú al completo: limitaciones, habilidades, fortalezas, defectos… Estos rasgos personales, puedes mejorarlos, pero siempre desde tu persona real. Hay que construir sobre lo que uno es, porque todo lo que no tenga nada que ver contigo y tu interior, forma parte de tu desconstrucción personal.
Por eso, aunque te de miedo, aunque te cueste, aunque pierdas algo seguro, quítate el disfraz del personaje que vive en ti por muy popular y rentable que sea y comienza a ser tú mismo, por sinceridad contigo mismo, autenticidad con los demás y por supuesto para ganar en estabilidad y paz interior, que es la base sobre la que se asienta la verdadera felicidad humana. Teniendo en cuenta que, si decido conocer la verdad de mi vida “sin trampa ni cartón” necesito trabajar mi humildad y valentía con inteligencia, porque atreverse a conocerse es de inteligentes y valientes.
LA PERSONA HUMANA ES “MÁS” QUE SU NATURALEZA
Con frecuencia hablamos de la naturaleza humana, e igualmente sobre la persona humana, pero si hiciéramos una encuesta para que nos dijesen en qué consiste cada una, las respuestas serían mayoritariamente ambiguas o erróneas. La frase más concisa que las define y distingue podría ser esta: la naturaleza es la potencia del hombre; la persona es la que pone en práctica o hace actuar esa potencia.
La naturaleza humana está constituida por una serie de facultades o capacidades (inteligencia, voluntad, creatividad, memoria, etc.) que distinguen al hombre de las otras especies de seres no humanos, cada uno de los cuales tiene su propia naturaleza. Esas facultades o capacidades las tiene el hombre en potencia, es decir, indican todo lo que puede llegar a ser; será la persona la encargada de que lleguen a ser, de actuarlas, de hacerlas operativas, de que realmente sean: de que pasen de la potencia (del poder ser) al acto (al ser). La potencia, pues, se refiere a la posibilidad de ser; el acto indica la realidad de ser ya, aquí y ahora.
El siguiente ejemplo ayuda a entender la diferencia entre potencia y acto. Si un amigo nos pregunta cómo es nuestro coche, le decimos todas las características que tiene, de entre las que solemos destacar su potencia: “tiene 150 CV”. Eso significa que es muy potente, y puede llevar enganchada una caravana sin perder fuerza, etc. Pero en el momento en que lo estamos diciendo, el coche está parado, no tiene ninguna fuerza: lo que queremos indicar es que puede llegar a desarrollar esa fuerza cuando está rodando con la caravana y toda la familia dentro. Por tanto, nuestro coche tiene 150 CV de potencia cuando está parado, y esos mismos CV en acto cuando está rodando con todo el peso descrito.
La naturaleza, por tanto, es una idea, mientras que la persona es un ser real necesariamente activo, dinámico. No es lo mismo la idea que tengo de la inteligencia que estar entendiendo un texto que leo ahora. La idea es la posibilidad; el “estar entendiendo ahora” es la realidad, el acto de ser de la inteligencia. La persona, pues, no es su naturaleza, no es una posibilidad, no es algo en potencia, no es una idea pensada. Leonardo Polo utiliza una expresión muy gráfica para distinguir las ideas o esencias de los seres reales: “Una vaca pensada –dice– no da leche”.
De todo ello podemos sacar la conclusión de que la naturaleza humana es común a todos los hombres, sin que exista diferencia por razón de raza, sexo, etc. En este sentido, pues, podemos afirmar que los seres humanos son iguales por naturaleza. Esto lo hemos comprobado por propia experiencia: cualquier hombre es capaz de pensar, de sentir, de querer, de entender, etc. Por eso, en la persona cabe distinguir:
a) Lo que es, que viene definido por su naturaleza. Efectivamente, la persona es algo (sus, facultades, capacidades o potencias); este “algo” es común a todas y cada una de ellas.
b) Quién es la persona (su propio acto de ser). El quién indica que la persona es alguien, designa a un sujeto determinado, a lo único que es propio de cada persona y, por tanto, no común a las demás.
No hay que confundir “quiénes” somos con “lo que” somos, pues el alguien de cada uno es más que aquello que es, el quién no se agota en el qué. “Ser alguien” es más que “ser algo”. La pregunta ¿qué es algo? se refiere a una naturaleza (es un animal, un hombre, un vegetal), mientras que la pregunta ¿quién es? se refiere a una persona (es Juan, María).
Podríamos concluir que las personas son iguales en lo que son y distintas en quienes son; iguales en el “qué”, pero distintas en el quién; iguales en el “algo”, pero distintas en el alguien; iguales en la naturaleza, pero distintas en el “sujeto” que encarna esa naturaleza.
CONDICIÓN SEXUADA DE LA PERSONA
De lo dicho se desprende que todo ser real que tiene naturaleza humana es una persona, que comúnmente denominamos genéricamente ser humano. En verdad sabemos que la integran la complementariedad de hombre y mujer que, en orden a la sexualidad en que fueron creados, son varón y hembra, masculino y femenino. Se hace necesario, por tanto, saber explicar con acierto, el núcleo esencial de lo que los expertos llaman “antropología de la sexualidad”.
Como dice Janne Haaland Matláry, se hace necesaria “una antropología capaz de explicar en qué y por qué las mujeres son diferentes a los hombres”55. Para ello, me parece oportuno partir de las ideas expuestas por Feuerbach en el siglo xix, por Julián Marías y Juan Pablo II, así como de los comentarios que hace al respecto Blanca Castilla56, ya que aclaran suficientemente este espinoso asunto.
a) Feuerbach: “La carne y la sangre son nada sin el oxígeno de la diferencia sexual. La diferencia sexual no es ninguna diferencia superficial o simplemente limitada a determinadas partes del cuerpo. Es una diferencia esencial y penetra hasta los tuétanos. La esencia del varón es la masculinidad y la esencia de la mujer, la feminidad. Por muy espiritual e hiperfísico que sea el varón, este permanece siempre varón. Y, lo mismo la mujer, permanece siempre mujer”. Posteriormente concluye: “La personalidad es, por lo tanto, nada sin diferencia de sexo; la personalidad se diferencia esencialmente en personalidad masculina y femenina”. Por eso sigue afirmando que no se puede separar ni de lo que llaman espíritu, ni de los órganos que no son estrictamente sexuales. El cerebro –dice adelantándose a las investigaciones científicas hoy en marcha– está determinado por la sexualidad. Sexuados son los sentimientos, pensamientos”57.
b) Julián Marías, por su parte, escribe que “La actividad sexual es una limitada provincia de nuestra vida, muy importante pero limitada, que no comienza con nuestro nacimiento y suele terminar antes de nuestra muerte, fundada en la condición sexuada de la vida humana en general, que afecta a la integridad de ella, en todo tiempo y en todas sus dimensiones”58. El propio Julián Marías, al criticar la visión reduccionista de la sexualidad de Freud, escribe lo siguiente: “Cuando, a fines del siglo xix, y por obra principal de Freud, el sexo adquirió carta de ciudadanía en la comprensión del hombre, el naturalismo de la Filosofía que servía de supuesto a la interpretación freudiana del hombre y a la teoría del psicoanálisis enturbió el descomunal acierto, absolutamente genial, de poner el sexo en el centro de la Antropología (…). El error concomitante fue lo que podríamos llamar la interpretación ‘sexual’ (y no sexuada) del sexo, el tomar la parte por el todo (…) pues hasta las determinaciones propiamente sexuales del hombre no son inteligibles sino desde esa previa condición sexuada envolvente”59.
c) Juan Pablo II afirma: “La función del sexo, que (…) es “constitutivo de la persona” (no sólo ‘atributo de la persona‘), demuestra lo profundamente que el hombre, con toda su soledad espiritual, con la unicidad e irrepetibilidad propia de la persona, está constituido por el cuerpo como “él” o “ella”60. Así mismo están las categorías de igualdad y diferencia61 y el modo de conjugarlas, para no caer o bien en el subordinacionismo o bien en el igualitarismo, excesos de quienes han hecho hincapié unos en la diferencia y otros en la igualdad. Las explicaciones para entrelazarlas se han centrado o en la reciprocidad o en la complementariedad, sin saber cuál de ellas es más adecuada. El Papa Wojtyla aúna ambas perspectivas al sostener que lo que es recíproco es precisamente el ser complementarios, apreciación de un enorme valor –afirma Blanca Castilla–62.
Resulta sorprendente que tanto Feuerbach como Julián Marías y Juan Pablo II, hayan sido capaces de describir con tanto acierto el núcleo esencial de lo que podríamos denominar “antropología de la sexualidad”. A partir de sus palabras, pueden sacarse numerosas consecuencias, tal como hace Blanca Castilla63 cuyas ideas resumimos a continuación.
No es lo mismo actividad sexual que condición sexuada. La primera hace referencia a la utilización de sexo mediante unos órganos específicos con vistas a la reproducción y al intercambio genético; la segunda no incluye ningún tipo de actividad sino que abarca toda la modalización que hace que el varón y la mujer sean iguales y distintos en todas las facetas de su ser, desde el tono de voz hasta la manera de andar64. Tampoco pueden confundirse la sexualid...