I
ACCIÓN TUTORIAL
CON LOS ALUMNOS
1. El alumno
¿Cómo son nuestros alumnos? Cada una de esas personas en desarrollo y construcción, son lo más importante, el fin último de nuestro trabajo. Para realizarlo hay que conocerles. ¿Cómo podríamos ayudarles si no sabemos cómo son, cómo funcionan, su momento evolutivo, sus puntos fuertes y débiles? Los adolescentes son como son. Y nosotros, los educadores, sabemos que en esta edad no todo es negativo ni positivo. Nosotros, que vamos a trabajar con ellos día a día, no podemos funcionar con etiquetas creadas por los medios de comunicación y por la experiencia acrítica de muchos adultos.
Están en la adolescencia, una etapa psico-social más que biológica, que va desde la niñez hasta la edad adulta. Recordemos cómo son y cómo funcionan. Para ello nada mejor que repasar algunos de los rasgos que les caracterizan emocionalmente y en sus relaciones con los demás.
• Quieren reafirmarse y, a veces, no lo hacen de forma adecuada; entonces provocan el rechazo o la reprimenda de las personas adultas.
• Tienen excesiva confianza en sus pensamientos. Es difícil convencerles de ideas contrarias a las suyas.
• Se muestran egocéntricos en sus conductas y en su visión de la realidad. Todo lo contemplan desde su punto de vista; les es difícil ponerse en la perspectiva de los demás. Más que una posición egoísta, hemos de verlo como una expresión de la necesidad de autoafirmación y diferenciación que precisan.
• Sufren cambios inesperados de humor. Pasan con facilidad de la euforia a la tristeza.
• Tienen reacciones imprevistas e incontroladas, a veces agresivas. Nos cuesta entenderles; fuerzan nuestra paciencia.
• Es posible que no sepan dar razón de su estado de ánimo. No se entienden ni a ellos mismos.
• Se están buscando a sí mismos. Quieren ser alguien, imitan, actúan, sobreactúan. Asumen diferentes roles, se ponen a prueba como alumnos sumisos, rebeldes, listillos, gamberros, etc., hasta ir asumiendo definitivamente el rol en que se encuentran más cómodos o en el que entre todos acabamos asignándoles.
• Son un tanto narcisistas. Se creen el centro del mundo y todo lo pasan por su propio tamiz de forma acrítica.
• Están descubriendo los valores y se van formando su propia escala de valores.
• Oscilan entre sentimientos de superioridad e inferioridad.
• Dan pasos progresando hacia una mayor autonomía. No debemos frenar este proceso. Debemos permitirles que experimenten las ventajas e inconvenientes de la autonomía. Evitemos pues la sobreprotección.
• Sueñan con emanciparse de la familia y sentirse libres.
• Tienden a desobedecer a los padres; a veces también a los profesores. Sin permitirlo, debemos mantener una actitud profunda de comprensión pues forma parte de su necesidad de autoafirmarse.
• A veces mantienen actitudes presuntuosas y desafiantes. Exhiben su poder ante los adultos y ante los iguales. Es la forma que tienen de marcar su territorio. Forma parte del instinto de supervivencia.
• En contraposición con el rasgo anterior, son conformistas con las normas del grupo al que deciden pertenecer.
• Necesitan ser aceptados por sus iguales.
• Siguen los dictados de la moda propia de su edad.
• Surge su preocupación por su identidad política, social y religiosa.
• Suelen ser radicales en sus planteamientos ideológicos y con frecuencia intolerantes ante las posiciones contrarias.
• Tienen preocupación por el futuro, por las carreras y profesiones.
• Muestran interés por temas relacionados con la vocación y el trabajo.
• Les faltan criterios personales; los están elaborando inconscientemente y suelen someterse a la opinión y valores de la mayoría.
• Empieza a preocuparles la moral. Desarrollan sus propios principios morales y se aferran a ellos.
De nuevo es muy útil, si la memoria no nos falla y salvando las distancias del momento histórico, recordar nuestra propia adolescencia. No todos los rasgos apuntados los encontramos en todas las personas, ni con la misma intensidad, pero nos dan pistas para comprenderles y actuar adecuadamente.
Es muy importante que les veamos como personas que están de paso: de niños a adultos. Identificar sus rasgos característicos nos ayudará a entender mejor la etapa que atraviesan; así podremos acompañarles y ayudarles a dar el paso adecuadamente.
Principios de intervención
¿Cómo podemos ayudar a nuestros alumnos a transitar desde la infancia a la edad adulta?
Ciertamente parece complicado, pero recomendamos una fórmula infalible: afecto y firmeza a partes iguales. ¿Y esto cómo funciona? Hay que mantener cierto equilibrio entre el control de la situación por nuestra parte, la exigencia, la autoridad, por un lado, y la cercanía afectiva, la negociación, la escucha, la actitud paciente, la cesión, por el otro. Es difícil saber cuándo nos propasamos en uno o en otro sentido.
Una vez más echamos mano de un símil para explicarlo: cuando conducimos un coche, permanentemente tenemos que corregir la trayectoria del mismo, con el volante, para mantenernos en el carril sin salirnos de la carretera. De forma semejante tenemos que combinar en nuestra actuación con el alumnado la utilización del afecto y la firmeza, sin situarnos siempre en el mismo extremo; si lo hiciéramos así, terminaríamos por equivocarnos.
Puede llegar a sorprendernos el poder que sobre los adolescentes tiene esta fórmula. Es para ellos toda una tabla de salvación personal encontrar, en medio de su naufragio, en medio de su «guerra particular» con el mundo adulto, a alguien que les corrige, que dialoga serena y desinteresadamente con ellos, a alguien que, en definitiva, les quiere. Pocas cosas más importantes que ésta podremos enseñar a lo largo de esta obra.
Todos conocemos familias o compañeros profesores que podríamos calificar de consentidores, poco asertivos, que no controlan a sus hijos o alumnos y estos hacen lo que quieren; también conocemos, en el otro extremo, familias y profesores muy autoritarios, rígidos, más exigentes con los demás que consigo mismos, que pretenden dirigir totalmente la vida de los jóvenes. En ambos casos no educan.
Preguntémonos con frecuencia si somos demasiado «duros» o demasiado «blandos». Mientras dudemos y nos lo preguntemos estaremos en la posición correcta, sin salirnos del carril, porque iremos corrigiendo el rumbo cuando nos escoremos demasiado hacia un lado u otro.
Debemos estar alerta ante nuestras propias actitudes. Analizarnos con frecuencia: ¿tenemos demasiada clara la posición y pensamos que para educar correctamente hay que hacer «esto, lo otro y lo de más allá»? Cuando no dudemos en absoluto, cuando todo lo que hacen los demás nos parezca erróneo, convendrá que nos preguntemos si no somos nosotros los equivocados.
En la tabla 1.1 presentamos esquemáticamente unas pautas de intervención referidas a diferentes ámbitos de sus personas.
Conocer a cada alumno
Solo se ama lo que se conoce. Sólo cambia en positivo el que se siente querido. Conocimiento, afecto y cambio van necesariamente de la mano. La primera e imprescindible condición para ser un buen tutor pasa por la comprensión de la realidad de cada uno. Cuando les conozcamos de ver dad y. nos sintamos próximos a ellos, haremos todo lo que esté en nuestra mano para que mejoren como alumnos y como personas.
Tabla 1.1. PRINCIPIOS DE INTERVENCIÓN |
AUTONOMÍA | Permitirles que empiecen a actuar por sí mismos, aún a riesgo de equivocarse. No hay educación sin asumir ciertos riesgos. No demos sólo órdenes. Hagamos sugerencias, preguntemos opiniones, mantengamos espacios y tiempos en los que puedan tomar decisiones. Retémosles a crecer. |
DIFERENCIACIÓN | Hemos de aceptar el derecho que tienen a ser ellos mismos: opiniones, amistades, organización de su trabajo y de su tiempo, etc. Aceptemos que son distintos. |
AUTOCONTROL | Reduzcamos la intensidad del control en razón de su madurez responsabilidad. Mantengamos el control mientras adquieren la capacidad de autocontrol. Al principio reforcémosles frecuentemente los logros y utilicemos incentivos. Más adelante iremos difiriendo el refuerzo y los incentivos irán siendo más sociales y verbales. Utilicemos el castigo con mesura; introduzcamos la reflexión al aplicarlo. |
RESPONSABILIDAD | Hay que entrenarles en ella. Les damos libertad progresivamente en la medida que van adquiriendo responsabilidades. Han de ir conquistando su libertad. |
AUTOESTIMA | Necesitan ser aceptados de modo incondicional, independientemente de su conducta. Se valoran logros por encima de errores. No debemos retirar el afecto nunca. |
Por todo ello lo primero que debemos plantearnos como tutores es conocer al alumnado del grupo que nos han asignado para el curso que va a empezar. Sabemos que están en la pubertad-adolescen...