TERCERA PARTE Buenas prácticas
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Ciudadanía y participación comunitaria. Experiencias locales en América Latina
Amparo Cadavid Bringe
Los medios comunitarios y ciudadanos son de por sí, en América Latina, medios locales. Lo son en todo el sentido de la palabra; desde la manera como aparecen en las comunidades, la forma como se estructuran en manos de grupos interesados, como funcionan y como son luego utilizados por sus audiencias. Son, sin duda, instrumentos de comunicación destinados de una u otra forma al desarrollo y al cambio de la sociedad, iniciándose desde lo local.
En esa medida, entonces, hay que comprender que la naturaleza, estructura y funcionamiento de estos medios, así como sus fines sociales y políticos, sus horizontes y sus proyectos estratégicos son tan diversos como diversas son las localidades donde existen. Estos medios hacen parte del enramado multicultural y pluriétnico del que está hecha la región y, por lo tanto, es imposible mirarlos y estudiarlos como si fueran una sola cosa.
Este texto reflexiona sobre las diferentes dinámicas que se generan a partir de la existencia de las radios comunitarias en varios contextos de América Latina y, a la vez, de aquello que posiblemente las hermane dentro del amplio mundo de la comunicación para el cambio social en la región.
El denominador común
Quienes han estudiado los medios comunitarios y ciudadanos no sólo en América Latina sino en el mundo, han acuñado esos términos con base en condiciones comunes que encuentran en ellos, lo que ha derivado en una caracterización aceptada ampliamente. Dice, por ejemplo, Alfonso Gumucio que para que un medio sea considerado comunitario debe al menos cumplir con cinco mínimos: que sea participativo y apropiado por la comunidad, que parta de la lengua y la cultura propias, elabore contenidos locales, use tecnología apropiada y desarrolle redes y busque convergencias para evitar el aislamiento.1 Y por supuesto, son estos medios comunitarios los vehículos por excelencia del cambio y la transformación social.
También se ha aceptado que las radios comunitarias que funcionan como tales —es decir, las que tienen estas características mencionadas— son en sí mismas radios ciudadanas. La migración del concepto de comunitarias a ciudadanas la elabora inicialmente Clemencia Rodríguez al considerar que precisamente es el contexto social local y su activación a través de la radio lo que lleva a que estos medios estén al servicio de la construcción de ciudadanía.
Rodríguez, basándose en los planteamientos de la politóloga Chantal Mouffe2 sobre la construcción de la ciudadanía, elabora el concepto de medios ciudadanos al considerar que es en el contexto local en el que ésta se construye verdaderamente, porque es en él donde la persona ejerce sus derechos como ciudadano y donde tiene reconocimiento como tal por parte de su comunidad. Así, un medio de alcance local en manos de la comunidad, que funciona de acuerdo con sus intereses y está en manos de los grupos que la componen, construye ciudadanía.3
Esta cuestión de la relación entre medios comunitarios y ciudadanos, participación, ciudadanía y desarrollo local viene siendo tratada, analizada y estudiada con mucho énfasis por autores latinoamericanos en las últimas dos décadas. Y se ha hecho porque la explosión de estos medios y su relación con los movimientos sociales y sus organizaciones ha sido un fenómeno creciente en la región, que ha demostrado impactos en aspectos muy concretos de las sociedades y en el contexto de la comunicación, los medios de comunicación y las políticas nacionales de radiodifusión y televisión. Sólo para mostrar uno de ellos: las leyes y normas sobre radiodifusión en América Latina han tenido que ampliar sus marcos para incluir la categoría de «radios comunitarias», aun en contra de los intereses de los medios comerciales que han dominado el sector. Hoy en día, la mayoría de países de la región cuentan con normatividad que las reconoce, legaliza y ordena. Aun sea que estas leyes sean recortadas en algunos de ellos, lo fundamental es que ya cuentan con «carta de ciudadanía».
Y ha tenido que ser así porque la presión de los movimientos sociales comunicativos ha sido muy grande sobre los gobiernos. Aplicando una de las condiciones mencionadas por Gumucio para que los medios comunitarios lo sean, cual es la búsqueda de la convergencia y redes, estos movimientos sociales no han sido solamente de orden local y nacional, como sucede, sino también regional. En todos los países existen redes propias y además, existen redes internacionales como la Asociación Latinoamericana de Escuelas Radiofónicas (ALER), la Organización Católica Latinoamericana y Caribeña de Comunicación (OCLACC) y la Asociación Mundial de Radios Comunitarias, regional de América Latina (AMARC-AL) entre otras. Esta última ha jugado un papel central en la legalización, y sus logros demuestran el poder que se ha ganado para esta causa.
Así que, cuando se habla de medios comunitarios en América Latina, en particular de la radio, se está tratando un tema central de la comunicación y de los medios, con reconocimiento, legitimidad y legalidad. Medios que ya hoy cuentan con serios estudios que han permitido, por ejemplo, abrir cátedras universitarias sobre ellos y preparar profesionales con visión para aportar a su desarrollo.
De esta manera se ha zanjado para siempre la radio: de un lado, la masiva y comercial, y de otra, la local y comunitaria-ciudadana. Si la primera constituye un sector de la economía (de la industria cultural) y de los mass media, enfocada al manejo de la información y el entretenimiento, la segunda emerge y fortalece a los movimientos sociales y sus organizaciones, concretando su derecho a la comunicación —en el seno de sociedades que dicen ser democráticas— y se han convertido en factor central de la participación e incidencia social y política de las comunidades locales viabilizando el ejercicio de la ciudadanía.
La dificultad de la participación
Se ha establecido arriba que, sin duda, la participación es la esencia de los medios ciudadanos. Si bien surgen, precisamente, porque grupos organizados y representativos de las comunidades luchan por tener uno propio y lo hacen a partir de sus concertaciones, la verdad es que ha sido muy difícil aprender el ejercicio de la participación y la construcción de consensos y acuerdos entre ellos, después de una larga historia de dominación, marginalidad, exclusión y silencio. Las comunidades de toda América Latina han aprendido a participar en la construcción de sus propias decisiones con la dificultad y el dolor propio de no haber sido preparadas para ello, sino todo lo contrario. Las radios comunitarias han sido una gran oportunidad para organizarse alrededor de un proyecto común que viabiliza la expresión de sus intereses, verbaliza sus raíces e identidades y construye sus propias narrativas, con una amplísima capacidad de divulgación, como antes no fue vista.
Sin embargo, hay dificultades en la comprensión de lo que significa participar y más aún en un medio al que se le otorga tanto poder. Las formas de participación provienen de las maneras como están organizadas las comunidades. Una organización que tiende a ser piramidal y jerárquica, también tiende a ser autoritaria; en ella la participación es escasa y restringida, cuando existe. Una organización más horizontal no sólo permite sino que requiere participación de sus miembros para funcionar, pues es la fuerza colectiva la que la pone en marcha. Es precisamente de las formas propias y tradiciones de organización de las comunidades de donde surgen las dinámicas participativas.
Existen, por supuesto, estructuras muy jerárquicas y autoritarias entre las comunidades de base heredadas de su propia historia, o también existen organizaciones muy estructuradas con división de las funciones, los trabajos y el acceso al poder propias de las comunidades indígenas —las que han pervivido durante más de cuatro siglos, y que se han visto influidas por las formas organizativas del período colonial—. Las formas de organización mas horizontales y democráticas se han venido construyendo precisamente dentro y como consecuencia de los movimientos sociales. Éstos han requerido la colaboración y el compromiso militante por causas comunes, por parte de toda una comunidad, lo que ha llevado a que las personas se vayan sumando a la causa y actuando por ella, en la medida en que ven claramente que su participación cuenta a la hora de decidir.
En las radios comunitarias el aspecto participativo se encuentra en muchos lugares. Nace con la radio, pues ésta es una consecuencia de un grupo de la comunidad que se compromete con un proyecto propio; y es la naturaleza de éste la que marca un campo para la participación, pues es su especificidad la que la diferencia de la radio comercial, que también emite en la misma comunidad.
La existencia de una radio se materializa en una programación al aire cada día del año. Y es la construcción de esa programación y la realización de cada minuto de ella lo que refleja la presencia de los diferentes grupos en el medio. En radio a eso se le llama ser participativa, cuando se sintoniza una estación sonora comunitaria a lo largo del día y se escuchan voces provenientes de grupos distintos, hablando sobre sus propios temas de interés e informando sobre la localidad.
Se diferencia de la radio comercial en que ésta construye los contenidos para otros. Unos pocos periodistas y productores deciden y elaboran programas para todos los grupos, de acuerdo con la imagen que tienen de sus expectativas y necesidades. No hay participación de la comunidad.
Sin embargo, a veces las radios que se consideran comunitarias actúan de manera semejante a las comerciales porque no logran animar a colectivos sociales y comunitarios que produzcan sus propios programas.
Con estas condiciones comunes existen miles de estaciones de radio en sendas localidades de América Latina que se denominan «radios comunitarias-ciudadanas». Sin embargo, su diversidad es inmensa. A continuación se presentan cinco casos4 para concretar en situaciones reales este aspecto de la participación, la ciudadanía y el desarrollo en lo local.
Son tres radios urbanas de ciudades modernas y populosas como Buenos Aires y Montevideo y dos radios rurales indígenas de Bolivia y México.
Las emisoras urbanas juveniles
Radio FM La Tribu de Buenos Aires es una emisora fundamentalmente urbana y de ruptura, creativa y merecedora de premios internacionales por su aporte a las culturas y a la comunicación. Tiene un enorme reconocimiento en América Latina dentro del mundo radial y de grupos comunicativos de jóvenes, entre quienes tiene un gran prestigio, pues encarna la radio de sus sueños.
Forma parte de un movimiento social más amplio que defiende y promueve otras manifestaciones culturales y artísticas, como el teatro y la música. Este movimiento articula empresas pequeñas que contribuyen a su sostenibilidad económica, pero que además —y sobre todo— significan un espacio para desarrollar talentos no solamente en FM La Tribu de Buenos Aires, sino en otros lugares como FM Alas del Bolsón en la Patagonia, y en Tránsito, otra emisora en la provincia de Buenos Aires. Cuenta además con un restaurante, una productora de CD musicales, vídeos y libros, un centro de capacitación y una sala de teatro.
Está conformada por un equipo de jóvenes, casi todos profesionales y técnicos o en vías de serlo, alrededor de la comunicación, la producción radial, audiovisual y musical. También hay personas dedicadas sólo a la gestión y a sacar el proyecto adelante administrativa o financieramente. Es notoria también en ella la cercanía y participación que tiene con sus oyentes, quienes visitan sus instalaciones no sólo por la radio, sino por los otros servicios que allí se prestan.
Lo que le ha dado carácter a esta experiencia, además de su creatividad para constituirse en un proyecto económica y socialmente sostenible, es su posición frente a lo que debe ser una radio comunitaria urbana, en manos de gente joven, en una ciudad como Buenos Aires y un país como Argentina. Tienen una inmensa conciencia de las dificultades que deben enfrentar para crear un futuro cierto para ellos y concretan su estrategia en dos aspectos que consideran fundamentales: i) acercarse y conocer mejor a sus audiencias, y ii) abordar adecuadamente la permanente transformación tecnológica.
Radio FM La Tribu ha generado una propuesta de radio comunitaria de gente joven, urbana con una programación muy especial que a su vez hace nuevas propuestas de formatos y temas provenientes de los movimientos juveniles que los rodean. Tiene un concepto de solidaridad muy claro, como condición para construir redes y operar en ellas, y también tiene muy claro que su movimiento es una apuesta política para transformar la realidad y crear condiciones para que otros grupos emergentes, otras formas de hacer radio, otras estéticas y sensibilidades tengan un lugar de expresión.
Actualmente Radio FM La Tribu ha consolidado una propuesta cultural que va más allá del alcance de una emisora de radio de barrio, como nació. Además de las otras empresas que ha generado, ha construido una serie de brazos en el campo de la comunicación muy interesantes, que pueden observarse en su portal web: http://www.fmlatribu.com/. En él se encuentra una visión de periodismo urbano, de actividad audiovisual desde ella y entre otros actores de la ciudad y un diálogo permanente con sus amigos y audiencias a través de las tecnologías que están disponibles para ello en Internet.
En Montevideo, en dos barrios populares vecinos funcionan sendas experiencias de radios comunitarias en manos de grupos juveniles. Una, en el Centro Comunitario El Tejano, donde está la Radio El Puente, en el barrio del mismo nombre. Al lado, en el barrio El Cerro, funciona Radio La Cotorra.
Los jóvenes que las conducen en ambos barrios no sólo son vecinos sino amigos, y tienen actividades conjuntas. De hecho, comparten circunstancias similares en sus barrios: son territorios limítrofes en el oeste de la ciudad, donde han llegado inmigrantes del interior de país que buscan oportunidades y se ubican en lugares suburbanos como éste. Son comunidades obreras y artesanas muy pobres que viven con mucha dificultad. El mayor problema es la falta de empleo y de opciones productivas. Son considerados por habitantes de otros lados de la ciudad como «zonas rojas» y por ello los estereotipan como peligrosos. Pero son barrios tranquilos, así lo ven ellos, en los que la radio cumple la función de utilizar las palabras para decir quiénes son realmente y contrarrestar el estereotipo que se hace de ellos, también desde otros medios de comunicación.
¿Por qué, entonces, existen dos emisoras juveniles en estos dos barrios vecinos tan cercanos?
Porque cada barrio ha desarrollado una propuesta radiofónica diferente, que está profundamente arraigada en su realidad socioeconómica y en lo que la comunidad desea construir. En el barrio El Cerro, por ejemplo, se está tratando de revivir una empresa frigorífica, porque antes había muchas y se creó una tradición en la zona. El Estado la compró y quiere convertirla en un área para contenedores, pero esto no es lo que la comunidad desea, pues lo que ella busca es tener sus propias microempresas para ejercer sus oficios y ofrecer servicios a su barrio, en lo que respecta a la artesanía y a la pesca. Este sueño de la comunidad es lo que le da sentido a su radio, y su función es apoyar y ayudar a comprender a sus habitantes quiénes son y cuáles son sus alternativas para hacer avanzar a la comunidad. La radio es un instrumento del barrio que forma parte de un proceso de consolidación como comunidad, ayudando a construir diálogos entre sus habitantes e imágenes positivas de sí mismos y de su vida en él.
Existen también otros problemas, como por ejemplo la manera como la violencia en el deporte que se transmite por TV se lleva a las escuelas. La radio trata de crear conciencia de que el deporte es salud y no un espacio de confrontación y competencia. Lucha por convertir el deporte en su barrio una actividad constructiva y recreativa y no un campo de batalla. Hay eventos en los que la emis...