(Las) Otras geografías en Chile
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(Las) Otras geografías en Chile

Perspectivas sociales y enfoques críticos

  1. 420 páginas
  2. Spanish
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(Las) Otras geografías en Chile

Perspectivas sociales y enfoques críticos

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Es este un trabajo abierto a percibir los cambios y transformaciones del espacio, sin desvincularlo de las relaciones de poder ni de los marcos discursivos que lo definen. El espacio es tiempo y este libro busca dar cuenta de ello.

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Información

Editorial
LOM Ediciones
Año
2020
ISBN
9789560012685
ParteIII
Geografías y espacialidades: geopolíticas en la producción territorial

Geografías del no ser: la zona roja del conflicto mapuche como negación de las ontologías territoriales

Pablo Mansilla Quiñones*
Comúnmente se tiende a traducir mapuche como gente de la tierra, sin embargo, en un reciente libro desarrollado por la Alianza Territorial Mapuche, en el cual se profundiza en diferentes conceptos desde la perspectiva del conocimiento propio, Melin et al. (2016), destacan que el concepto de che o persona mapuche puede ser entendido como una categoría que define una diferenciación respecto de otras formas de vida presentes en la naturaleza, pero por sobre todo como una categoría sociocultural que no se encuentra predefinida tan solo por el hecho de estar vivo, sino que implica una condición a la que una persona mapuche conciente de sí misma aspira a ser a lo largo de su vida. De esta forma, el che o el ser persona «tiene que ver con un proceso en construcción permanente que lo habilita para actuar en el mundo». Los autores definen que el che se configura a partir de un proceso vivencialmente colectivo y relacional con el Mapu, o dimensión espacial mapuche, por lo que para ser considerado che, la persona debe encontrarse social y culturalmente situada, pudiendo ganar o perder esta condición dependiendo de conductas o acciones desarrolladas que afecten al Az Mapu, concepto que se refiere a las reglas o normas socioculturales que definen la forma de relación con otros seres humanos y con/en el territorio. De esta manera, desde la perspectiva mapuche, la relación entre ser persona y el territorio se presenta en cuanto relación indisociable como fundamento ontológico de la existencia.
Esta relación ontológica entre ser y territorio se encuentra tensionada en el contexto de la modernidad capitalista a partir de las prácticas de poder asociadas al colonialismo interno impulsadas por el Estado-Nación chileno y argentino, las que mediante un discurso hegemónico plantean un concepto universalista y homogéneo de lo que significa ser persona y de lo que debe ser el territorio.
Parte de estos discursos de poder han quedado plasmados en las representaciones territoriales producidas a fines del siglo XIX sobre el territorio mapuche, las cuales promovieron el desarrollo de imaginarios asociados al desierto, utilizado en Argentina para justificar la colonización de tierras (Zusman 2000, Alimonda y Ferguson 2004), o la frontera para el caso Chileno (Foerster y Vergara 2016). De igual forma, el uso de la categoría de territorio, aplicada por el Estado chileno, definió los espacios geográficos de excepción donde no era posible consolidar su poder en términos territoriales33. Estas metáforas geográficas recrean ficciones territoriales que tienden a mantenerse en el tiempo y en el espacio, encontrando durante los últimos años su revitalización a través de la idea de la zona roja del conflicto mapuche, mediante la cual las instituciones de poder intentan representar un territorio en conflicto dominado por el enemigo interno de origen étnico.
Esta zona roja del conflicto mapuche permite disponer de un dispositivo territorial a través del cual se niega la humanidad de los grupos sociales y sus territorios, haciéndolos parecer inexistentes.
A partir de este análisis, el presente capítulo busca construir una propuesta teórica para indagar en el estudio de lo que hemos definido como geografías del no ser, es decir, el estudio de aquellos territorios en los que ontológicamente se niega la existencia humana y la territorialidad de un grupo social, desde de una práctica de carácter racializante que se inserta en el marco de la colonialidad del poder y que implica la doble negación del ser persona y del habitar el territorio.
Para responder a estas interrogantes se estudia la zona roja del conflicto mapuche, a partir del análisis crítico del discurso dispuesto en la prensa escrita entre los años 2000 y 2010 y la geografía imaginaria que despliega.

Colonialidad del poder: transgresiones sobre el ser, el saber y el estar

Durante la última década, los estudios poscoloniales y la teoría decolonial han removido los cimientos de las ciencias sociales, criticando la continuidad del proceso de larga duración de las estructuras de poder constituidas con la modernidad-colonialidad-capitalista, que encuentran ciertas continuidades desde la colonia hasta el tiempo presente, cuando se exploran las dimensiones materiales y subjetivas de la existencia, y cuando se analizan las relaciones políticas, sociales, económicas, culturales y con la naturaleza.
La colonialidad del poder permite comprender la configuración de un patrón global de poder, dominación y explotación, fundado sobre la idea de raza/etnia/sexo, que se reproduce en el contexto de la modernidad capitalista en ámbitos materiales y subjetivos. Según el Grupo de Estudios sobre Modernidad/Colonialidad (2012), esta estructura de poder se funda sobre dos ejes: i) La formación de un sistema de dominación cultural de carácter eurocéntrico enmarcado en el proyecto de la modernidad, que afectará directamente las subjetividades y las formas de construcción del conocimiento, y ii) La instauración de un sistema global de explotación social a través del control de todas las formas de trabajo bajo la hegemonía del capital.
Uno de los aspectos en los que pone acento la teoría decolonial es que la colonialidad del poder se funda sobre la imposición de un sistema de clasificación étnica y/o racial (también sexual) de la población que determina posiciones sociales diferenciadas en la estructura de producción capitalista. En este sentido, la raza es reconocida como la primera forma de división social del trabajo en América Latina que, tal como señala Quijano (2000), permitió legitimar prácticas e ideas de superioridad e inferioridad entre grupos dominantes y dominados que hasta la actualidad han permanecido como un instrumento eficaz de dominación social.
Esta forma de clasificación social dio paso a la noción de «colonialidad del ser», es decir, a la experiencia vivida de la colonización (Maldonado Torres 2007a), que a través de un discurso universalista y racializante constituyó una estructura de dominación política trazando una línea entre lo humano y lo inhumano, en la cual ciertos grupos fueron colocados en situaciones de inferioridad o zonas del no ser diferenciadas de otras de superioridad o zonas del ser. Así, «las personas por debajo de la línea de lo humano son consideradas sub-humanos o no-humanos, es decir, su humanidad está cuestionada y, por tanto, negada» (Grosfoguel 2012).
Según Grosfoguel (2012), es posible definir que en sus orígenes europeos el racismo no se encontraba determinado por una condición biológica o asociada al biotipo o fenotipo, sino por un sistema de clasificación social de carácter cultural y religioso. De esta forma, tal como señala Grosfoguel, «aunque el racismo de color ha sido predominante en muchas partes del mundo, no es la forma única y exclusiva de racismo» (2011). Desde una perspectiva más amplia, éste se ejerce por color, etnicidad, religión, cultura o lengua, o por la intersección entre dichas categorías.
De esta manera, tal como sostiene Walsh (2010), el racismo puede ser interpretado como un constructo ideológico mental a través del cual se naturalizan la diferencia y las formas de dominación que a partir de esta clasificación se ejercen. Un aspecto interesante de señalar es que precisamente en esta categorización los sujetos no pueden escapar de su condición de subordinación debido a que la diferencia se encuentra incorporada. Así, el racismo implica la negación de la existencia de ciertos grupos humanos mediante la supresión de su humanidad, considerándolos como parte de la naturaleza, lo que justifica su explotación y dominación.
Según Grosfoguel, a través del «no ser» se pretende dar cuenta de «una jerarquía global de superioridad e inferioridad sobre la línea de lo humano que ha sido políticamente producida y reproducida como estructura de dominación durante siglos por el <sistema imperialista/ occidentalocéntrico/ cristianocéntrico/ capitalista/ patriarcal/ moderno/ colonial> (Grosfoguel 2012, 93)».
En la perspectiva de estos autores, la zona del no ser no alude explícitamente a una zona geográficamente delimitada, sino más bien da cuenta de una posición dentro de una matriz de clasificación social cargada de colonialidad mediante la cual se niega la condición humana de un grupo social al ser considerado no-humano, justificando estrategias de dominación, apropiación y/o violencia (De Souza Santos 2010), lo que en palabras de Maldonado es descrito así: «...

Índice

  1. Prólogo
  2. Introducción
  3. Parte I Geografías en la perspectiva socio-ambiental: ecología política, extractivismo y etnicidad
  4. Parte II Geo-grafías de la experiencia: enfoques etnográficos y fenomenológicos
  5. ParteIII Geografías y espacialidades: geopolíticas en la producción territorial
  6. Acerca de los autores