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Tiempo, sociedad y culturas: una aproximación teórica y metodológica
DOI: https://doi.org/10.36006/16264-01
EMÍLIA ARAÚJO
Universidade do Minho
Resumen
En este capítulo hacemos una síntesis sobre lo que significa la relación entre el tiempo y la sociedad y el tiempo y la cultura, ilustrándolo con una revisión del pensamiento de los autores que se ocuparon del tiempo social y del tiempo cultural. Presentamos un análisis de sus principales características en las sociedades actuales, explorando algunas de las contradicciones que surgen fruto de los cambios en los usos, representaciones y percepciones del tiempo.
Palabras clave: Tiempo, cultura, sociedad, política de tiempos
Abstract
In this chapter we make a synthesis of the relationship between time and society and time and culture illustrating what with a review of the thinking of the authors who dealt with social time and cultural time. We will present an analysis of the main qualities of the social and cultural time of today’s societies, exploring some of the contradictions that arise as a result of changes in the uses, representations and perceptions of time.
Key words: Time, culture, society, time politics
El tema que nos ocupa es la relación entre tiempo, sociedad y culturas, una cuestión con numerosas conceptualizaciones que reúne dos de los conceptos centrales en las ciencias sociales: la sociedad y la cultura. Partimos de la premisa de que hay realidades de naturaleza política y cultural que tienen que ser pensadas en conjunto, siempre que el objetivo sea estudiar o intervenir en áreas orientadas al tiempo, o que tengan en su base premisas y valoraciones de naturaleza temporal.
El tiempo es un elemento clave, tanto si lo consideramos en su dimensión cuantitativa (medible) como en cuanto tiempo vivido, histórico, natural o cósmico y universal. De hecho, todas las áreas científicas lo trabajan no solo como objeto de estudio (sociología, antropología, psicología, economía) sino también como indicador (ingeniería, medicina o historia). Los campos más novedosos y emergentes, como la nanotecnología, se preocupan del tiempo en relación con varios procesos, como los planes de innovación y los efectos en la sustentabilidad ambiental. En otros casos, como la robótica o la inteligencia artificial, hay muchos más elementos a analizar y estudiar. En todo caso, este interés prueba la importancia científica, pedagógica y política del tiempo. Se da cuerpo al argumento de que el mundo social –un mundo que es también cultural, natural y político– es tiempo y se inscribe como proceso en el tiempo histórico y natural, que es también social. Podemos decir que lo social es tiempo, está atravesado por el tiempo, contiene tiempo y es administrado como recurso; pero también es interpretado y resignificado en su continuidad, discontinuidad o intervalos como elemento de la cultura (Ramos, 2009). Desde una perspectiva sociológica, el tiempo es resultado de una producción social, encarnada en modelos organizacionales y en estructuras sociales, objeto de socialización. De hecho, en la actualidad, la dimensión tecnocientífica de la experiencia temporal es a ese nivel muy importante.
En uno de los primeros textos-síntesis sobre la génesis de la sociología del tiempo, Werner Bergmann (1992) identifica el tiempo con el orden y la regulación y suscribe la idea de Barbara Adam (1990) sobre el interés de la sociología por la apreciación del tiempo como recurso –como el dinero–, o como un valor (potencia). De hecho, el análisis de la experiencia social en el prisma del tiempo nos permite conceptualizarla como «algo» que es, que está disponible y se utiliza; pero también como «algo» cuyos significados varían entre contextos culturales y sociales, determinando límites socialmente admitidos o marcando ciertos comportamientos, de los cuales se deriva un nuevo patrón de expectativas de acción y respuesta, contribuyendo al orden social (Roth, 1963; Bergmann, 1990; Sue, 1995).
La dimensión social del tiempo
Los actos sociales tan sencillos y rutinarios como dar y recibir regalos, o hacer y aceptar invitaciones, solo existen y cumplen su funcionalidad debido a reglas que implican duración, secuencia y jerarquía de tiempos. Como cualquier objeto de estudio, el tiempo social es un concepto que permite responder a tres de los principales dilemas de la sociología que han ocupado el pensamiento a lo largo de los últimos decenios: la relación entre los individuos y la sociedad, la relación entre acción y estructura y el dilema entre orden y conflicto. El tiempo tiene a este respecto la capacidad heurística para hacer hablar de lo social y de lo cultural y demostrar qué se hace con y en el tiempo en una sociedad. También puede revelar los modos de conexión entre estructura y agente, permitiendo discutir cómo las estructuras –que también son resultado de las ideologías y sistemas de valor– moldean las percepciones y los sentimientos respecto del tiempo. Como propone Jeff Sugarman (2015, p. 104) para el contexto de la sociedad moderna, y en línea con los postulados de Max Weber y Michel Foucault:
En el neoliberalismo, las tecnologías del mercado funcionaban como mecanismos para los cuales las personas se constituyen como empresarios libres y empresarios individuales que, en consecuencia, requieren un control directo limitado por parte del Estado.
De hecho, hay diferentes maneras de analizar el tiempo. Recordemos las conceptualizaciones de Emile Durkheim y otros estructural-funcionalistas, incluso Robert Merton y Pitrim Sorokin (1937), que analizaron el tiempo social como conciencia colectiva, como estructura, como un ritmo social integrador, destacando su contribución al orden social y al funcionamiento equilibrado de las sociedades. En la actualidad estas conceptualizaciones son muy importantes, porque permiten comprender diversos fenómenos sociales, por ejemplo, las dificultades de los agentes sociales para hacer frente a la flexibilidad de las horas de trabajo que se imponen hoy en día en un mercado laboral marcado por la diversidad y la fragmentación de los ritmos.
Se trata de ejemplos que demuestran que el tiempo es social, porque es resultado de los procesos de construcción social, arraigados en las relaciones de producción y en la constitución de los modelos de organización social, como lo muestran los trabajos de Karl Marx (1971), Edward Thompson (1967) y Nigel Thrift (1990) sobre el tiempo en el sistema del capitalismo industrial. Ellos argumentan que el tiempo es una poderosa fuente de conflicto, porque revela los entresijos de las relaciones de poder entre clases y grupos sociales, que se expanden desde la Ilustración y la constitución de la idea del progreso. También demuestran que el modelo de tiempo en la sociedad actual es una condición y consecuencia de la emergencia del capitalismo desde el siglo XVIII. Norbert Elias (1997), como Pierre Bourdieu (1963) y Claude Dubar (2004), trabajan sobre una idea fundamental de los autores que analizan el tiempo como objeto sociológico: mientras que las estructuras tienen relevancia a la hora de condicionar la acción individual, los grupos y los individuos poseen capacidad de acción, de establecer modos de funcionamiento en su día a día. Eso revela su capacidad creativa y de resistencia, incluso de movilización y acción colectiva, contra los propietarios del tiempo.
En todo caso, estos autores enfatizan la importancia de la política y de las lógicas de relación entre clases como variables explicativas fundamentales de las cantidades de tiempo disponible. El libro Miseria del mundo, de Pierre Bourdieu (2008), es un ejemplo de cómo los tiempos sociales se entrecruzan: se busca responder, desde la sociología del tiempo, a la cuestión de la producción de la dominación basada en el tiempo (o en las formas de administración y vigilancia del tiempo no solo cuantitativo, sino también biográfico).
Es una idea que nos acompaña desde Marx y que atraviesa los modelos de organización social a lo largo de los siglos XX y XXI: el tiempo en sus múltiples vertientes –tiempo libre, tiempo de vida, tiempo social, tiempo intersubjetivo, tiempo de la experiencia– es un objeto poderoso y ejerce presión sobre las instituciones, sobre los esquemas mentales de los individuos, de los grupos y clases sociales. En este análisis de la relación de dominación estuvo presente especialmente la idea de centralidad del tiempo de trabajo en la determinación de todos los otros tiempos, como el tiempo libre, de ocio, familiar o el tiempo propio.
Para la sociología, esta línea de argumentación propuesta por Marx y por los neomarxistas es de gran interés e integra diferentes problemáticas sobre el tema. De hecho, la concepción dominante del tiempo en nuestras sociedades, de modo implícito, es la cuantitativa y la que toma el tiempo como un recurso escaso, a manipular, incluso el tiempo biográfico, libre, o de ocio: se concentra en el rechazo y en la crítica a la espera y en el uso de la espera como categoría precisa de dominación y nueva explotación, no solo producida por el tiempo de trabajo, sino también a través del tiempo de consumo, un tiempo que cada vez más abarca todo el tiempo de la experiencia (Shwartz, 1979; Held y Nutzinger, 1998).
Todas las áreas muestran esta poderosa capacidad del sistema para apoderarse de la espera, transformándola en rentabilidad monetaria directa. Veamos lo que ocurre hoy con la industria del ocio y del turismo, en la cual el tiempo (como espera o retraso) es el mecanismo fundamental de transacción y explotación dócil. Las interminables filas de espera lo demuestran. También los procesos de self service y las operaciones que se hacen de manera aparentemente más autónoma y durante el tiempo de ocio son demostraciones de cómo los consumidores y los ciudadanos se tornan trabajadores comprometidos incluso durante el tiempo libre. El acceso y la ampliación de lo digital facilita la dominación sistemática y organizada del tiempo individual.
En un plano macroestructural, no dejamos de percibir la influencia que estos nuevos tiempos digitales producen en sociedades más pobres y con niveles elevados de desigualdad social. No se debate demasiado esta idea, pero las migraciones actuales, los contextos diversos de guerra, así como las aproximaciones norte y sur, incluso los movimientos sociales, expresan ruptura en el tiempo y dificultades en los individuos y los grupos para formar parte de los mismos ritmos. Piénsese en lo que acontece con la dominación de las corporaciones internacionales sobre el mundo, como Google y otras compañías, y su influencia hasta en las sociedades más pobres, pero consumidoras de productos y tecnologías globales y, por lo tanto, situadas en la red del tiempo global. Aceleración y espera, retardo y conflicto son caras de la misma moneda que inscribe los sistemas capitalistas y globales en la actualidad.
Si la aceleración es imperante en algunos sector...