Las nuevas metamorfosis
eBook - ePub

Las nuevas metamorfosis

  1. 200 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Las nuevas metamorfosis

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

El presente libro busca recuperar un poco del juego primordial de las metamorfosis aplicándolas al mundo de fines del siglo XX y de los primeros decenios del XXI. Se guía por la sospecha de que algunos inventos tecnológicos son manifestaciones del esfuerzo por sustituir los atributos de lo divino en una época que ha de considerarse post-divina entre significativos sectores de la población y del pensamiento

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Las nuevas metamorfosis de Alberto Vital en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Philosophy y Philosophical Essays. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Prólogo

De tiempo en tiempo, el ser humano considera su transfiguración en vegetales y animales.
Así suceden las metamorfosis.
Transformar y transfigurar son verbos que transitan desde el mundo aceptado por todos hasta el mundo enigmático de las religiones, los mitos, las fantasías y los juegos.
Ciertas personas contemplan su cuerpo y vislumbran remotas posibilidades de convertirlo en algo más, en una sublimación, una ampliación, una combinación, una puerta de escape para huir de esa conciencia que nació con la tarea de imaginar, resolver, temer, desear, articular esto y aquello, lo próximo y lo inalcanzable, y nació con el difícil destino de percibir constantemente sus propias fronteras: ella, que puede darnos certidumbres valiosas acerca del mundo de los hechos, no nos ofrece respuestas evidentes a las dudas acerca de nuestra circunstancia apenas unos instantes luego de que el corazón se detiene.
El cuerpo se vuelve un instrumento de la conciencia atormentada por la falta de certezas allí donde más necesarias son para el adecuado manejo de las pasiones y las pulsiones. ¿Y si la respuesta estuviera en la modificación de las moléculas y las células y su combinación con las moléculas y las células de otros seres vivos o de entidades que de algún modo se mueven como los seres vivos: los ríos, los mares, incluso los pabellones resonantes de Eco?
Esta intuición de las metamorfosis arcaicas se ratifica en las investigaciones contemporáneas sobre los genes y los genomas, al extremo de que después de todo el genoma de la mosca no es tan distinto al del homo sapiens: nuestra vecindad con los otros inquilinos del planeta se confirma gracias a la genética y la genómica; podemos asumir esa vecindad como una suerte de fraternidad entre seres animados y como un nuevo estímulo para la imaginación.
La conciencia, sí, también juega. Se da el lujo de entretenerse mientras busca resolver arcanos primigenios. El juego del niño presenta a veces una gozosa e incontenible superación de las fronteras del cuerpo, entendido éste como el símbolo máximo y el representante de la realidad concreta y tangible: no hay, en efecto, concreción más evidente que la de nosotros mismos. No contamos con evidencia empírica más absoluta de lo real que la paradójica continuidad cambiante de nuestro ser, manifiesta en nuestro cuerpo. Por eso las filosofías que denuncian los espejismos de la realidad aparentemente visible y que delatan la inconsistencia y la discontinuidad de todo aquello que nos muestran los sentidos, se topan una y otra vez con la terquedad del cuerpo en el que un día tras otro nos amanecemos.
El cuerpo y su obstinación en persistir obligan a la conciencia a perseverar ella misma y a ver en el yo un eje —el modelo de todo otro eje—, de modo que ya no podemos ver ni el más acá ni el más allá si no es desde nuestro yo, a menos que consigamos librarnos de él mediante las técnicas del budismo u otras disciplinas. El niño resuelve en las metamorfosis de los juegos una parte de las angustias del yo exacerbado en la voluntad de ser y en la voluntad de poder, así sea que ya desde las primeras edades aparecen, sí, junto a las alegrías del juego liberador y sus metamorfosis, las rigideces del ego que se propone dominar quizá porque el dominar es una vaga intuición y una precautoria sustitución del persistir.
El carácter lúdico de las metamorfosis provoca el deseo de que detrás de cada una subsista, en el adulto, la alegría del niño cuando es realmente libre y feliz.
Paradójica es, en fin, la relación entre la conciencia y el cuerpo. La conciencia avanza a velocidades astronómicas y transforma mentalmente lo uno y lo otro y lo uno en lo otro. El cuerpo en cambio se va modificando poco a poco, paso a paso, con una lentitud que acaso exaspera cuando se es adolescente y con una inexorabilidad que desgarra desde que se alcanza esa cúspide corporal que en alguna página de Arthur Schopenhauer se ubica hacia los 36 años de cada persona. La noción profunda y primaria de metamorfosis viene a resolver lúdica y simbólicamente la fractura que se vislumbra entre las vertiginosas mutaciones concebidas en el cerebro y las paulatinas alteraciones del resto de la carne.
Las metamorfosis son entonces una respuesta y una revuelta. Responden a la urgencia de suturar rupturas entre la conciencia, por un lado, y la piel, las vísceras y los huesos, por el otro. Se revuelven y rebelan contra los ritmos calmosos y aparentemente inamovibles del cuerpo, en el cual el yo se siente muchas veces soberano y muchas veces prisionero.
Desde esta perspectiva nos es dado entender aquella famosa sentencia de Jorge Luis Borges: “El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Borges”.1 No se trata aquí sólo de una asfixia existencial, sino de un alegato en contra de la indeseada obligación de permanecer en una sola identidad, cuando (dígase esto tomando un giro de Borges) podríamos aspirar a todas. El carácter del narrador y el del dramaturgo ya se gestan en la avidez de multiplicar las identidades, mientras que el poeta nace de un anhelo de perseverar en la suya propia, explorándola y expresándola.
Los Sonetos de William Shakespeare quieren darnos una prueba de lo anterior; es que el poeta de los Sonetos se expresa a sí mismo: sus pasiones, sus amores, su célebre y altiva certidumbre de que la persona amada será inmortal gracias a él. Allí Shakespeare no busca la suprema condición, que tanto le gustaba a Borges, de ser Nadie para ser Todos; en cambio, el dramaturgo Shakespeare desaparece como un Dios en sus criaturas: el autor de los Sonetos fue una identidad incisiva, mientras que el autor de Sueño de una noche de verano fue una multiplicación combinatoria de las identidades a partir de un centro invisible. Si hoy le preguntáramos a Shakespeare qué opinaba realmente sobre el conflicto entre Hermia y su padre Egeus, nos diría con toda sinceridad que él pensaba como Hermia cuando hablaba Hermia, puesto que él estaba íntegro dentro de ella, y lo mismo con los demás personajes: ya de por sí ser dramaturgo o narrador es una antiquísima variación de las metamorfosis, así sea que el dramaturgo o narrador pasa de un cuerpo a otro y de una conciencia a otra.
Uno de los momentos taumatúrgicos de la literatura universal se preserva en las Metamorfosis de Ovidio. El poeta latino se dio tiempo para recoger, revisitar, vislumbrar, registrar aquellas escenas primigenias en que una persona mortal, semidivina o divina se va transformando en un laurel, un venado, una vaca. Desde las primeras páginas queda claro que las metamorfosis particulares se inscriben en el marco general de una cosmogonía, esto es, de una explicación íntegra y complementaria del cosmos tal y como se lo concebía a fines de la era precristiana en la capital y el imperio mayor del mundo conocido: Roma y sus dominios. Ovidio sintetiza esa cosmovisión, quién sabe si intuyendo que una nueva cosmovisión se alzaba ya en aquellos mismos territorios. La sintetiza, además, con un verso que por su sintaxis latina, extremada, parece aquí y allá un cuerpo que se convulsiona porque está en trance de sufrir él mismo una mutación genética como las de los personajes.
Una diferencia entre el universo grecolatino entonces culminante y el universo cristiano entonces naciente se cifra en el hecho de que para helenos y romanos las metamorfosis forman parte significativa de los vínculos entre el cuerpo y la conciencia, entre una forma de vida y otra forma de vida, entre el hic et nunc humano y su trascendencia mediante modificaciones que hoy llamaríamos genómicas. La resurrección cristiana es una transfiguración desde lo inerte hasta lo vivo, recién abandonado. Pero si Lázaro y otros seres pueden resucitar en los Evangelios, sólo Cristo se transustancia, esto es, cambia allí su materia desde la carne frágil hasta el pan y el vino de la liturgia. La transustanciación exclusiva y decisiva pone un determinado orden en la selva juguetona de la mente antigua, ya de por sí sistematizada por ese entomólogo de todo que fue Aristóteles.
Pero las metamorfosis se obstinan. Ovidio resumió tan bien el dramatismo subyacente en cada una que no era posible que la humanidad las olvidara, además de que las habría recuperado desde sus propias ansiedades, todo ello a veces sin olvido de la cosmovisión cristiana, como cuando sor Juana Inés de la Cruz reúne en una misma obra, El divino Narciso, el poder de la simbología griega y latina, tan fuerte para la psique, y el universo creyente antes y después de la Nueva España. Sor Juana captura en el mito de Narciso la posibilidad de fundir las dos grandes vertientes ya vivas antes del cristianismo, “la gentilidad” clásica y “la Sinagoga”, que encuentran una suerte de síntesis con ayuda del ropaje visual de Narciso y Eco. Por si fuera poco, en la esencia misma de los dogmas cristianos existe un esbozo de metamorfosis —una variante tal vez, una sublimación si se quiere— en la imagen de la paloma del Espíritu Santo y en la imagen del Agnus Dei, del cordero de Dios.
En sus páginas Ovidio va describiendo la metamorfosis de un cuerpo humano, y entonces el dolor, el desconcierto, la vaga conciencia, lo insólito y lo arquetípico se juntan en unos pocos versos que el lector quisiera ver prolongados mediante una descripción naturalista a fin de quedarse con una idea muy exacta de las sensaciones durante esa transustanciación inédita que es cada metamorfosis.
¿Pero por qué Franz Kafka no describió los cambios físicos de Gregorio Samsa y nos lo presenta ya (una madrugada cualquiera) convertido en un ungeheueren Ungeziefer, esto es, en un bicho enorme y repugnante?2 Sólo que ya desde el título original, tal y como alegaba su segundo o tercer traductor al español, Jorge Luis Borges, Kafka era más bien modesto y hablaba de Die Verwandlung, esto es, de La transformación, más que de La metamorfosis. Borges se resignó a este título porque aun a él le era difícil oponerse a la rutina que ya antes de su versión había impuesto y consagrado el ambicioso título de raíz griega y tradición romana.3
¿Y qué había detrás de semejante rutina? Había la necesidad de las metamorfosis como transformaciones primigenias. La novela de Kafka estaba destinada a convertirse en uno de los hitos de una tradición milenaria, y si el autor no describió el momento de la transfiguración genómica de Gregorio Samsa como sí lo hace Ovidio es porque, entre otras razones, buscaba restarle dramatismo a uno de los hechos más devastadores que pudieran presentársele a un individuo. Al no describir el proceso de cambio genético, así fuera en sus líneas generales como Ovidio, Kafka dejaba entrever que incluso las transformaciones más asombrosas se vuelven sólo eso, transformaciones, y no metamorfosis en un mundo en el cual lo más importante es ir al trabajo y resolver asuntos burocráticos.4
El presente libro busca recuperar un poco del juego primordial de las metamorfosis aplicándolas al mundo de fines del siglo xx y de los primeros decenios del xxi. Se guía por la sospecha de que algunos inventos tecnológicos son manifestaciones del esfuerzo por sustituir los atributos de lo divino en una época que ha de considerarse post-divina...

Índice

  1. Prólogo
  2. 4. Control remoto
  3. 9. Los efectos especiales