Estrategias para comprender y producir ensayos
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Estrategias para comprender y producir ensayos

Análisis y escritura de un género discursivo

  1. 96 páginas
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Estrategias para comprender y producir ensayos

Análisis y escritura de un género discursivo

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Información del libro

La producción de ensayos es una práctica académica exigida a docentes y alumnos, lo que amerita conocer estrategias de escritura que la orienten para el logro de mejores resultados en la transmisión de sentidos mediante este género discursivo.Leer ensayos es desentrañar críticamente tanto el propósito del escrito cuanto el contexto social, histórico y espacio-temporal concretos en el que ha sido producido. Aprender a leer y escribir ensayos implica interactuar con una comunidad discursiva determinada y con la visión del mundo que ella sostiene.

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Información

Editorial
Noveduc
Año
2020
ISBN
9789875386891

CAPÍTULO 1

El ensayo como género discursivo

LOS GÉNEROS DISCURSIVOS

En los inicios del siglo XXI, lejos de haberse perdido la relevancia de la lectura, ésta se ha intensificado, ya que se han ampliado las prácticas sociales que la contienen, debido a la necesidad de leer no sólo lo escrito en papel, sino también en las pantallas de múltiples dispositivos electrónicos.
Internet (páginas Web, correo electrónico, blogs, foros, chats, etcétera) exige lectores cada día más competentes para comprender estas nuevas formas de escritura.
La escritura, además, ya no es considerada sólo un proceso lingüístico, sino un proceso psicolingüístico y sociocultural. Leer comprensivamente implica enunciar hipótesis, realizar inferencias desde los conocimientos de mundo que posee el lector, verificar dichas hipótesis y construir el significado del texto, el que será diferente para cada lector. Pero, también, la lectura comprensiva implica la interacción con una comunidad discursiva determinada y con la visión del mundo que ella sostiene. Así, la lectura es una práctica social en la que se entraman el autor, el discurso y el lector.
Más allá de los soportes diversos –electrónicos o no–, el autor y el lector interactúan a través de géneros discursivos heterogéneos (orales y escritos), los que comprenden desde una conversación a una noticia, desde una carta hasta un informe científico, como también los géneros literarios tradicionales (Bajtín, 1998).
Bajtín, al definir los géneros discursivos, sostiene que los participantes de la “praxis humana” hacen “uso de la lengua” mediante textos –a los que él llama “enunciados”– “concretos y singulares” y que, si bien esos textos son individuales, pertenecen a esferas diferentes que elaboran “sus tipos relativamente estables” de textos, los que se denominan “géneros discursivos”. Asimismo, destaca tres aspectos que se relacionan con la especificidad de una esfera comunicativa: “el contenido temático”, “el estilo verbal”, es decir, “la selección de los recursos léxicos, fraseológicos y gramaticales de la lengua” y, sobre todo, la “composición o estructuración” (Bajtín, 1998, 248).
Ahora bien, para leer esos diferentes géneros discursivos de manera crítica, son necesarias aproximaciones heterogéneas de lectura comprensiva, ya que en cada uno de ellos se buscan –y se encuentran– significados diversos. No se efectúan hipótesis ni inferencias semejantes en la lectura de un estudio científico que en la de una noticia, por ejemplo, aunque el tema sea el mismo.
¿A qué nos referimos cuando decimos leer de manera crítica? Esto supone ir más allá de la comprensión literal e inferencial para cuestionar o problematizar lo que se lee, responsabilizándose el lector de sus propias ideas, contrastándolas con las que aporta el texto, desentrañando las ideas encubiertas de éste, su supuesta neutralidad o ausencia de ideología.
Es que la escritura y la lectura son construcciones sociales y el discurso refleja una concepción de mundo y cumple una función social, mientras el autor y el lector tienen también “propósitos sociales concretos” y sus roles varían según el género discursivo que se escriba o lea (Cassany, 2006 a, 34).
Asimismo, cada género discursivo tiene un propósito, presenta una estructura y un estilo, selecciona ciertas expresiones, usa diversos recursos gramaticales y léxicos y hasta elige tipografías y soportes diferentes (Cassany, 2006 b).
Por todo lo expuesto, comprender críticamente supone recorridos diferentes para los distintos géneros discursivos. Así, sería casi imposible tratar la comprensión lectora inferencial y crítica sin seleccionar un género preciso.
Consecuentemente, la educación debería determinar qué géneros son relevantes en la comunidad discursiva de su contexto, para así direccionar la enseñanza y el aprendizaje de aquellos que priorice por su importancia como práctica social. Dice Cassany que “el interés por estudiar cada género está en que, al conocer cómo es y cómo funciona, podemos mejorar su enseñanza y aprendizaje: aprender a utilizar un género es aprender a desarrollar las prácticas profesionales que se desarrollan con él ” (2006 b, 23).

ENSAYO Y ENSAYISTA

El ensayo es un género que ha sido definido desde múltiples enfoques, más o menos complejos, aunque no siempre coincidentes. (Al respecto, remitimos al final de este capítulo, donde se ofrecen algunas conceptualizaciones de destacados estudiosos que lo caracterizan.)
Este género está escrito en prosa, mediante la combinación de exposición y argumentación y manifiesta una gran libertad en la interpretación de un tema o asunto, sin exigir un fundamento teórico o erudito que la respalde.
El posicionamiento de quien lo escribe es siempre subjetivo, desde un yo-aquí-ahora del ensayista, que se arriesga al sostener una posición crítica –de adhesión o rechazo– ante la problemática de la realidad que lo convoca.
El ensayo implica siempre un diálogo entre una subjetividad, que se enuncia, divaga y se arriesga, con otro sujeto, el potencial lector, a quien intenta persuadir o convencer respecto de un posicionamiento frente al mundo, o bien a quien apela para compartir una interpretación personal acerca de un recorte de la realidad que presenta.
Es por ello que en el ensayo sobresale la intención comunicativa y dialogante del ensayista, un escritor no dogmático, que posee interrogantes y dudas acerca del saber y que, por ende, cuestiona, intenta llenar los huecos del conocimiento, tantea desde sus márgenes, atentando contra certezas y saberes cerrados, ensayando respuestas propias (Albajari, 1999).
El ensayista no es un exégeta o un analista, sólo intenta compartir ciertas ideas, creencias o posicionamientos, mediante una actitud heurística que lo conduce, muchas veces, a encontrar nuevas ideas, rompiendo con lo tradicional.
Ensayo y ensayista exigen un lector inconformista, capaz de inferir y relacionar lo que lee con otros textos, para enriquecerlo y enriquecerse, es decir, un lector activo, que pueda establecer inferencias entre diversas lecturas.
Así, el ensayo es un género escrito subjetivo, dialógico, conjetural y heurístico, en el que se “ensayan” respuestas a la cuestión planteada.
Como carece de certezas, el ensayista busca, indaga, polemiza, no sólo con escritos anteriores, sino, también, consigo mismo. Y en ese camino de “ensayos”, de avances y retrocesos, requiere la compañía del lector, con quien dialoga y con quien comparte la senda interpretativa, para que éste complete la interpretación del mundo que ofrece.
El ensayo esboza, conjetura, transgrede, explora, interroga, denuncia, disiente, interpreta libremente, pero nunca transmite saberes u ofrece certezas.
Aunque es casi imposible definir el ensayo –precisamente por su característica de hibridez ya señalada–, nos aventuramos a “ensayar” una caracterización, sosteniendo que:
  • es un género literario abierto y heterogéneo,
  • que combina la exposición y la argumentación sin comprobación,
  • que postula una intención comunicativa y dialogante,
  • desde una posición subjetiva, interpretativa y heurística del ensayista,
  • que ofrece –e intenta compartir– una mirada sobre el mundo (Matteucci, 2008).

APORTES CONCEPTUALES DE DISTINTOS AUTORES

Para Adorno, “el ensayo tiene que estructurarse como si pudiera suspenderse en cualquier momento” ya que “piensa discontinuamente, como la realidad es discontinua, y encuentra su unidad a través de las rupturas”. Para este autor, el ensayo es “la forma crítica” por excelencia, “no obedece a la regla del juego de la ciencia y de la teoría” y “no apunta a una construcción cerrada, deductiva o inductiva”. Además, “sus interpretaciones no están filológicamente fundadas y medidas, sino que son por principio hiperinterpretaciones” (1962, 12-30).
Ortega y Gasset sostiene que “el ensayo es la ciencia, menos la prueba explícita”. Al ensayista, dice, “le es lícito borrar de su obra toda apariencia apodíctica, dejando las comprobaciones meramente indicadas, en elipse, de modo que quien las necesite pueda encontrarlas y no estorben, por otra parte, la expansión del íntimo calor con que los pensamientos fueron pensados” (1976, 23).
Jaime Rest afirma que el “ensayo es una composición expositiva, preferentemente en prosa, que suele proporcionar información, interpretación o explicación acerca de un asunto o tópico, sin incluir procedimientos novelescos o dramáticos” (1991, 55).
Liliana Weinberg –desde una mirada puesta en el auto– caracteriza al ensayo como “una interpretación del mundo ofrecida desde la propia situación y acto interpretativo permanentemente desencadenado por un hacedor y transmisor de sentido” (2001, 18).
Miriam Álvarez sostiene que el ensayo “es uno de los cauces más habituales a través del que se manifiestan en la actualidad la exposición y la argumentación”, y que “es un género ligado a la reflexión libre”, mediante el cual “el autor se dirige a un amplio sector del público para exponer y enjuiciar una cuestión determinada” (1999, 40-41).
Oviedo afirma que “dos de las notas propias del ensayo son el sesgo interpretativo y el carácter prospectivo de sus hallazgos”, ya que si el académico se ciñe estrictamente al tema, “el ensayista se lanza, como un acróbata, al vacío, arriesga y se adelanta por terrenos no del todo explorados y a veces fuera del campo de su experiencia” (1991, 14).
Asimismo, Oviedo sostiene: “el ensayo es una forma dialogante, un pensamiento que quiere ser comunicación abierta (…). Supone una operación intelectual de trascendencia para el desarrollo del conocimiento humano: el de sintetizarlo y actualizarlo en un momento determinado de su evolución, ligándolo al pasado y proyectándolo al futuro” (Ibíd., 16).
Sardi D’Arielli sostiene que “el ensayo es una clase de texto argumentativo donde un escritor presenta su mirada acerca de un comportamiento, un objeto, una costumbre o un lugar” (2001, 55) y, en la medida en que presenta las ideas del autor, se caracteriza por las “marcas de subjetividad: valoraciones positivas y negativas, así como juicios de adhesión o de rechazo” (Ibíd., 54).
Según Bravo y Adúriz, una de las características del ensayo es la persuasión, la que “proviene más de los recursos estilísticos del escritor que de la veracidad o coherencia de sus afirmaciones”. Destacan, asimismo, “la permanente apelación al interlocutor”, como así también “su oculta intención didáctica, que se evidencia en un fuerte deseo de compartir un punto de vista sobre el mundo” (2000, 7).
En el Taller de Escritura de ...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Dedicatoria
  5. Sobre la autora
  6. Prefacio
  7. Capítulo 1. El ensayo como género discursivo
  8. Capítulo 2. Lectura crítica de ensayos
  9. Capítulo 3. El ensayo literario: de una lectura no concluyente a múltiples lecturas
  10. Capítulo 4. Ensayo e identidad nacional
  11. Capítulo 5. Ensayos: para escribirlos mejor
  12. Capítulo 6. El ensayo pedagógico: una lectura
  13. Bibliografía