Las prácticas de la predicación cristiana
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Las prácticas de la predicación cristiana

Rudimentos para la proclamación eficaz

  1. 240 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Las prácticas de la predicación cristiana

Rudimentos para la proclamación eficaz

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Información del libro

El destacado erudito Jared Alcántara ofrece una edición en español de su libro de texto introductorio de predicación de la próxima generación que es centrado en la práctica, intencionalmente colaborativo y tecnológicamente innovador. Esta edición en inglés abrió nuevos caminos mediante la adopción de un enfoque basado en la práctica para enseñar predicación y mediante el uso de una entrega tecnológicamente innovadora para mejorar la experiencia educativa de los estudiantes. Ahora Alcántara trae su enfoque único a los pastores en entrenamiento que hablan español, a los institutos bíblicos de español y a las clases bilingües. Alcántara introduce los básicos de la predicación cristiana y enfatiza las habilidades que los predicadores pueden cultivar durante todas sus vidas. Este libro presenta las perspectivas de un equipo diverso de colaboradores, ayudando a los predicadores permanecer afinados con el mundo multicultural que habitamos. Rótulos dirigen a los lectores a un sitio web complementario para obtener más información o práctica. Los recursos en línea incluyen sermones en audio y video, respuestas en video del autor y contribuciones de colaboradores. Estos materiales auxiliares están disponibles en inglés o español, con subtítulos recíprocos, para facilitar una variedad de usos educativos.

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Información

Año
2020
ISBN
9781493426898

1
Predique sermones cristianos

La iglesia X tiene un ambiente tan estéril como el de una sala de operaciones quirúrgicas. […] El sermón —sobre la justicia para nuestros semejantes— es tan escueto que deja fuera cualquier mención de Dios o de Jesucristo, quizás pueda resonar a algo moderno, pero no contiene sentido alguno de la historia. El pastor pide que haya paz y da gracias por la abundancia, pero su discurso podría muy bien haber salido de Reader’s Digest.
—Mary Karr, Lit: A Memoir
Una iglesia que no provoca crisis, un evangelio que no inquieta, una palabra de Dios que no levanta rocha — como decimos vulgarmente — una palabra de Dios que no toca el pecado concreto de la sociedad en que está anunciándose, ¿qué evangelio es ése?
—Óscar Romero, La violencia del amor
A unos catorce kilómetros aproximadamente de donde crecí, en Nueva Jersey, un hermoso pueblo colonial llamada Hopewell le da a uno la bienvenida como una cápsula de tiempos pasados que se acaba de descubrir. La fundaron los colonos en 1691; tiene calles curvadas, colinas onduladas, casas clásicas y un centro histórico, que parecen pertenecer a un cuento de hadas y no a la vida real. Al seguir uno hacia el norte, por la calle Broad, la calle histórica principal, se ve un viejo cementerio colonial a su derecha. A su lado se encuentra un edificio regio de ladrillos rojos. El lugar donde se encuentra y su arquitectura sugieren que había sido iglesia. Al aparcar su auto y apearse para observar el lugar, uno encuentra un pequeño letrero blanco junto a la puerta, que informa «Hopewell Old School Baptist Meeting House» (Casa de reunión de la antigua escuela bautista de Hopewell). Resulta que los habitantes se congregaban allí, para adorar. Usted apunta la dirección del lugar a y se va con la determinación de saber más sobre la hermosa iglesia de ladrillos rojos de por la calle Broad. Con ese fin decide empezar una investigación en las librerías locales. También acude a la asistencia de Google, su ayudante de más confianza a la hora de buscar información.
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Figuras 1.1 y 1.2. Vistas exteriores de Hopewell Church [Jared Alcántara]
Uno se da cuenta que la iglesia abrió por primera vez sus puertas en 1715, con quince miembros fundadores. Luego, en 1727, establecieron la primera escuela bautista en las colonias dedicada a «la educación de los jóvenes para el ministerio».1 Para 1747, la congregación había crecido a sesenta y cinco miembros. Varios avivamientos barrieron el noreste durante las siguientes décadas y, en un período de doce meses, en 1764, 123 conversos se añadieron a la creciente congregación. Entre 1775 y 1776 se agregaron 105 más. Un nuevo pastor llegó en 1796, y para cuando terminó su temporada allí, diez años después, había bautizado a 151 personas más. Según todos de lo que se ha escrito, parecía que la gente que adoraban allí vivía como los cristianos de la Gran Comisión. Era como si nada le pudiera resultar mal a la Hopewell Old School Baptist Meeting House. Lo que les sucedió a continuación no ocurrió de la noche a la mañana, sino con el transcurrir del tiempo. No se debió a una decisión en particular.
A principios de la década de 1800, los líderes de la iglesia aceptaron algunas de las últimas enseñanzas doctrinales que, en este caso, eran heterodoxas más que ortodoxas. Perdieron además el entusiasmo para que la gente conociera a Cristo, e ignoraron el mandamiento de hacer discípulos, de ser testigos de Dios en el mundo. Los expertos podrían usar la expresión «desviación de la misión» para describir lo que le sucedió a la iglesia de ladrillos rojos de Hopewell.2 En 1835, la iglesia se separó de la Conferencia Bautista de Nueva Jersey porque ésta (y otras iglesias) decidió aceptar una falsa enseñanza llamada antinomianismo. Décadas más tarde, en 1904, cuando solo seguían asistiendo unos cuantos creyentes cada domingo por la mañana, Thomas Sharp Griffiths, un historiador bautista, escribió estas palabras en su History of Baptists in New Jersey (La historia de los bautistas en Nueva Jersey): «La oración de los bautistas es que la venerable First Hopewell Church regrese de nuevo a su “primer amor” […]. Su glorioso pasado es para ella una vestidura blanca, salvo que sus asociaciones la han ensuciado, y esto oscurece su futuro. Cuando vuelva a incorporar el último encargo de nuestro Señor a sus actividades, nos regocijaremos juntos en su “caminar con Dios”».3
No mucho después de que Griffiths hizo estos comentarios, la iglesia celebró su último culto y cerró sus puertas. Hoy, el edificio sirve de monumento histórico y está destinado a fines cívicos. Los líderes locales la abren una vez al año para una ceremonia de la bandera.
Historias como estas nos entristecen como ministros, así como lo debe hacer. Además, nos recuerdan, la facilidad con la que las iglesias se extravían de su camino. Y repito, esto no ocurre de un día para otro, sino a través del tiempo. Una iglesia puede desviarse sin estar en clara oposición al evangelio. Es muy probable que el escritor de Hebreos les advirtió a sus lectores a que no se «desviaran» porque eran fieles creyentes y no porque se hubieran alejado de la fe (He. 2:1). Como predicadores, si no tenemos cuidado, también nos desviaremos, no porque estemos nadando contracorriente, sino porque nos estaremos dejando llevar por ella. Cualquiera que haya nadado en un océano, con fuerte corriente, sabe lo fácil que es después de haberse mitido mirar a la playa y darse cuenta de que se encuentra a una distancia de entre quince a treinta metros al norte o al sur del punto que entró al agua. Con frecuencia, sin darnos cuenta, perdemos contacto con el evangelio como nuestro punto fijo de referencia y, por ello, descuidamos nuestra responsabilidad de proclamarlo.
En este capítulo consideramos por qué es tan importante predicar sermones cristianos. Como lo declaré anteriormente, si nos descuidamos del llamado a predicar de manera cristiana, estaremos pasando por alto nuestra principal tarea como testigos del evangelio. Las Cinco C están atadas a la convicción básica de que el predicar cristianamente está centrado en todo lo que hacemos. He puesto la palabra «cristiana» en el centro del esquema que lo acompaña con el fin de transmitir que todo lo que hacemos nace de que se predique de manera cristiana.
En primer lugar, se hará una definición y descripción del evangelio que predicamos. A continuación, se explican los seudoevangelios que (a veces) nos sentimos tentados a predicar. Luego, en la sección final, se consideran varias propuestas respecto a nuestro llamado a predicar sermones cristianos.
Las prácticas de la predicación cristiana
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Figura 1.3. Las Cinco C: Cristiana
El evangelio que predicamos
Sin el evangelio, los predicadores son como represas sin agua. No sirven para lo que han sido llamados. Afirmamos que entendemos y plenamente creemos lo que propone el evangelio. Sin embargo, por diversas razones, olvidamos predicarlo. Nuestro problema no es nuevo. Según Emil Brunner: «En cada período de la historia de la Iglesia, su mayor pecado y el único que causa la mayor aflicción es que no le revela el evangelio al mundo ni a si misma».4 Tal vez si Brunner solo hubiera mencionado el mundo y no la iglesia, esto tendría mayor sentido para nosotros. Pero, ¿qué si tuviera razón? ¿Qué si el mundo no oye una visión conmovedora del evangelio fuera de las paredes de la iglesia, porque no predicamos una versión igualmente conmovedora dentro de sus paredes?
Antes de seguir, tal vez deberíamos hacernos unas preguntas básicas: ¿Qué es el evangelio? ¿Qué lenguaje se debe usar para describirlo? ¿Por qué son buenas nuevas? Aunque intentemos proponer respuestas exhaustivas a estas preguntas, sólo podremos hacerlo de forma superficial. Para los fines de este capítulo, se presenta una definición básica del evangelio del que resaltan cinco marcas distintivas que añaden profundidad y estructura a la definición.
Definición del evangelio
Abundan las definiciones breves del evangelio. Gardner C. Taylor lo define así: «Dios ha salido a buscar lo que le pertenece».5 Observe que Dios es el único que indaga. David James Randolph explica el evangelio de esta manera: «El amor deseable para la vida está disponible en Jesucristo».6 En esta definición, la vida espiritual y la vitalidad hallan su fuente en Jesucristo. En Church Dogmatics (Dogmática eclesial), Karl Barth enfatiza un anuncio cristocéntrico: «Jesucristo, cien por cien Dios y por completo hombre, ha venido como su salvador [del mundo] y volverá de nuevo. Este es el anuncio del reino de Dios. Esto es el evangelio».7 Aquí, el enfoque está en la obra de Cristo, en sus promesas y en el reino que trae consigo.8 En el 2017, estuve presente en un simposio homilético donde Thomas G. Long dictó una conferencia sobre la predicación de Jesucristo, donde resumió el mensaje de las buenas nuevas de Jesús de la siguiente manera: «Ya usted no tiene que vivir de la misma manera».9
Al definir el evangelio, los cristianos suelen apelar a textos muy conocidos de las Escrituras. A algunos les gusta citar Juan 3:16: «Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna». Otros apelan a Romanos 5:8: «Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros». Hay los que resaltan a Cristo como ofrenda por el pecado en nuestro lugar, y citan 2 Corintios 5:21: «Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios». Otros son atraídos a textos menos conocidos como 2 Timoteo 2:8: «No dejes de recordar a Jesucristo, descendiente...

Índice

  1. Cubierta frontal
  2. Avales
  3. Página de título
  4. Página de Copyright
  5. Dedicatoria
  6. Contenido
  7. Agradecimientos
  8. Introducción
  9. 1. Predique sermones cristianos
  10. 2. Predique con convicción
  11. 3. Predique de forma contextual
  12. 4. Predique con claridad
  13. 5. Predique de manera concreta
  14. 6. Predique de un modo creativo
  15. Conclusión
  16. Bibliografía
  17. Índice
  18. Cubierta posterior