Todos los caminos llevan a Filipinas
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Todos los caminos llevan a Filipinas

20 impulsoras de un proyecto solidario en Filipinas

  1. 150 páginas
  2. Spanish
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Todos los caminos llevan a Filipinas

20 impulsoras de un proyecto solidario en Filipinas

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Información del libro

Nunca un libro nos llevó a lugares tan lejanos emocionándonos con sus historias. Veinte mujeres que nos inspiran con sus proyectos, sus vidas, trasplantadas en aguas del océano en un paraíso insular donde pusieron su grano de arena para ayudar, para mejorar las cosas, para contribuir con su entorno.Prologado por Manene Gras, Directora de Cultura y Exposiciones de Casa Asia, Todos los Caminos llevan a Filipinas nos descubre que la voluntad es más fuerte que cualquier obstáculo, que en todas partes hay gente con una fuerza interior insospechada.Desde las misioneras María Dolores Pita y Maruxa Pita, María Luna, Teresa Barroso Noelie Yameogo o Claire Goudy, hasta las emprendedoras por la infancia y en defensa de la Tierra y el Medio Ambiente: Anna Balcells, Anna Oposa, Cherrie Atilano y Melissa Villa, o las luchadoras por la dignidad en el Trabajo, como Marilou Dillinger, y las promotoras de proyectos sorprendentes como Astrid Hocking, Carolina Unzeta, Aitziber Barrueta, y Nuria Díez, terminando con la ayuda a través del Arte, en iniciativas protagonizadas por Valeria Cavestany, Marisa González, Len Cabili, Martha Atienza e Isabel Sandoval.Una colección de historias que atraparán al lector.

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Información

Editorial
Casiopea
Año
2020
ISBN
9788412001266
CAPÍTULO III
Su lugar en el mundo

MARILOU DILLINGER

Por la dignidad en el trabajo
“Mi lema durante mi estancia en Filipinas (que será el mismo para todas las demás misiones que vengan) está tomado de una cita de Hipócrates: VITA BREVIS, ARS LONGA, EXPERIMENTUM PERICULOSUM, IUDICIU DIFFICILE. (La vida es breve; el arte, largo; la experiencia, confusa; el juicio, difícil)”.
Sabia conclusión de una mujer que ha demostrado a lo largo de su fecunda vida, sabiduría y altruismo en la forma de enfocar sus días. Nacida en Estrasburgo al poco de terminar la segunda guerra mundial, en el seno de una familia de clase trabajadora, recuerda como pasó su infancia con una sensación en cierto modo claustrofóbica, al sentir la diferencia de prebendas y libertades de sus padres respecto a sus dos hermanos mayores y ella, la niña. Todo suponía una pequeña batalla, grande para ella, entonces una adolescente, el sacar el carnet de conducir, su proyección de futuro, su libertad de movimientos…Las pequeñas cosas cotidianas “¡Tráeme un vaso de agua!”, nunca los mayores se lo pedían a sus hermanos. A la diferencia de tratamiento simplemente por su género, en el colegio se sumó su despertar a las diferencias sociales con sus compañeros de familias acomodadas. Había nacido mujer y en una clase social media, con lo justo para subsistir sin grandes alegrías. Ambas desigualdades en aquel entonces, tanto la de género como la social, le sirvieron desde niña para sentar bien claras las bases de su vida. Ella debía valerse por si misma si quería acceder a una libertad de movimientos que le era casi tan indispensable respirar.
Su ansia por viajar, ver otros mundos y valerse por si misma le llevaron a querer ser intérprete, aspiración poco menos que imposible en aquellos años setenta cuando la única escuela que impartía dicha profesión, en Ginebra, no se adaptaba a las condiciones económicas que ella podía permitirse. Sin embargo, Marilou no se rindió a su precaria evidencia, consiguiendo un trabajo en una agencia de viajes alemana que la envió primero a España y más tarde al Sudeste Asiático. Durante ese periodo aprendió varios idiomas que le valieron para cumplir su sueño genuino y ejercer como traductora e intérprete, descubriendo otras culturas y formas de vida, periodo en el que también se le abrieron los ojos de forma brutal a la miseria en la que vivían tantísimas personas en países como Indonesia, Malasia, Tailandia, China, Taiwán, Birmania, Camboya y Filipinas.
Mientras quedaba fascinada por unas culturas tan diferentes a las suyas, una gente que vivía con sencillez y hasta cierta alegría con que le había tocado vivir, ella se rebelaba contra el destino y la sensación de que debía hacer algo, lo que su pequeña parcela de vida le permitiera, fue tomando fuerza hasta hacerse una realidad imparable. De ahí que durante más de diez años mientras trabajaba de traductora o intérprete, a título personal colaboró en el único orfanato de aquel entonces en la isla de Nías, frente a la costa de Sumatra, en el Jodie O´Shea en Denpasar y en Aldeas Infantiles SOS de Tabanan, ambos en Bali-Indonesia. La tarea no fue fácil y más teniendo en cuenta que en el hinduismo balinés el dharma y karma, el bien y el mal, el equilibrio de ambos son esenciales para la reencarnación. Por un lado el objetivo del hinduismo balinés es la búsqueda y práctica de la bondad, pero por otro hay cierto aspecto de fatalismo en su creencia que lleva a las gentes a conformarse con su destino, pensando incluso que están pagando en esta vida algo perverso que pudieran haber hecho en la anterior. La religión musulmana es otra de las mayoritarias, pero también se dan los credos católicos, budistas y protestantes. En realidad es una sociedad abierta y tranquila que no pone pegas a las diferentes influencias que conforman sus doscientos millones de habitantes y sus cien lenguas habladas.
Tras la intensa e inolvidable experiencia indonesia se trasladó a China. Estuvo en Hong Kong de 1979 a 1983 acogiendo a los “boat people” (refugiados que huyeron de Vietnam por mar tras la guerra, se estima que fueron más de dos millones), en los centros de refugiados, al igual que hizo en la frontera entre Tailandia y Vietnam. Cuando los países del sudeste asiático se vieron incapaces de aceptar más refugiados, los gobiernos comenzaron a “recolocarles” en países del primer mundo, Estados Unidos, Australia, Francia, Reino Unido, Alemania y Canadá. En aquellos controvertidos años, Marilou, dada su actividad tuvo ocasión de conocer a gente de Médicos Sin Frontera, la organización médica y humanitaria que gracias a sus fundadores Bernard Kouchner y Pascal Grellety Bosviel, nació el 22 de Diciembre de 1971 en París, Francia con el propósito de ayudar a las víctimas de guerras, desastres naturales y conflictos sociales, sin barreras de raza, sexo, religión o política, estableciendo su sede central en Ginebra, Suiza. Encuentro que no fue vano para Marilou quien veía en la labor sin ánimo de lucro de MSF una necesidad llevada a cabo con rigor y justicia en más de setenta países y por la que han sido galardonados con títulos de la categoría del Premio Nobel de la Paz en 1999, premio Indira Ghandi o Premio Albert Lasker por Servicio Público.
Al regresar a Francia en 198 creó su propia compañía de traducción e interpretación que le valió para implicarse en la reivindicación por la igualdad de derechos para hombres y mujeres, especialmente las desigualdades salariales que comenzó por solventar dentro de su propia empresa, donde nunca hubo diferencias de sueldo por cuestiones de género. Los empleados también tenían derecho a un porcentaje de los beneficios obtenidos. Su forma de entender y compartir el trabajo sirvió de ejemplo para otras compañías y un incentivo para los trabajadores.
Pasaron los años sin que perdiera su contacto con MSF (Médicos Sin Fronteras) y ni mucho menos su anhelo, siempre latente, de contribuir a la mejora de las comunidades marginadas. Su actividad profesional seguía siendo la traducción e interpretación pero aquellos años vividos en el sudeste asiático no se borraron ni por un segundo de su memoria, como tampoco la intensidad de su relación y admiración hacia los colaboradores de la ONG.
Habiéndole dado a su vida profesional cuarenta y tres años, treinta y dos de ellos dirigiendo su propia empresa y con un profundo conocimiento del Sudeste Asiático, se preguntó, a las puertas de la jubilación, cómo iba a ser su vida en adelante. Hasta entonces su tiempo lo había dedicado a su trabajo y a los demás. Tenía muy claro que limitarse a disfrutar del ocio no entraba dentro de sus posibles elecciones, y por otro lado sintiéndose aún joven, gozando de buena salud y con una amplia experiencia profesional en recursos humanos y gestión financiera y administrativa, no podía, ni debía quedarse en casa. En esos momentos de incertidumbre, pero con la seguridad de que debía destinar el precioso tiempo libre que se le ofrecía en pocos meses a una aventura solidaria y válida, el recuerdo de Médicos Sin Fronteras, afloró con más fuerza esta vez y decidió contactar con ellos. Tras pasar las pruebas de selección y reclutamiento, recibió la formación pertinente y le propusieron como primer destino viajar a Marawi, ciudad filipina de Mindanao, a la que se podría llamar la “isla problemática” del archipiélago por su guerrilla islámica Abu Sayyaf que lleva años azotando la isla sur del archipiélago filipino.
La misión asignada por MSF era organizar el acceso de la población más necesitada de Marawi a los servicios de salud básicos, ya que tras la batalla/asedio de 2017 contra el Estado Islámico /Dáesch, los cinco meses de combates por el control de la región destruyeron más del setenta por ciento de los centros de salud de Marawi y dejaron sin sanidad a unos doscientos mil desplazados internos y retornados. Destruyeron iglesias, hospitales, colegios como respuesta a la persecución de las fuerzas armadas filipinas por capturar a Isnilon Hapilon, vinculado a Abu Sayyaf, la organización integrista con ordenes de ejecutar a cualquier extranjero que hallaran en su territorio de Mindanao. Lo que ocurrió en Marawi no fue solo una rebelión de integristas filipinos, sino una invasión de terroristas extranjeros. Mindanao se convirtió en un nido del terrorismo islámico.
La mayoría de la gente vivía en campos improvisados, garajes, colegios o mezquitas, no sabiendo cuando volverían a recuperar su vida anterior al asedio. Era muy difícil acceder al material de emergencia, al arroz que repartía el gobierno y a las ayudas. Aunque oficialmente la lucha terminó en Octubre de 2017, se estima que unas veintisiete mil familias siguen viviendo en los campos sin saber hasta cuando. Marawi quedó totalmente destruida y la mayoría de la gente que vivía de la agricultura no tenían donde vender sus productos. Ni pensar en ir a las ciudades donde solo en el trasporte perderían más que cualquier pequeño beneficio que pudieran obtener en las urbes…Mientras tanto, MSF continúa su labor con diversos programas, como el que se ocupa de la reconstrucción de las estructuras básicas sanitarias para una población de al menos entre ciento ochenta y doscientas mil personas de “vuelta a casa”, incluyendo los que viven en los squatters (chabolas) y los campos de refugiados. Esta labor abarca todo tipo de situaciones vulnerables, desde los frecuentes tifones, hasta la vacunación para evitar epidemias de sarampión o cualquier otra enfermedad infecciosa. En el año de la pandemia de Covid 19, 2020, entró de lleno a solventar las necesidades originadas por el brote pandémico y la crisis económica consecuente.
Entre los muchos problemas con los que hay que lidiar en el día a día de las islas, está la falta de acceso a los lugares donde más se necesita ayuda. Tras los desastres naturales que dañan carreteras y puentes, la única forma de enviar personal médico es o bien en motorinas, o caminando a veces cuatro o cinco horas hasta llegar al destino. MSF cuenta con expertos en salud mental que ofrecen consuelo y ayuda psicológica a aquellos que han perdido familiares en las tragedias así como con especialistas en lo relacionado con el agua o el saneamiento y también con promotores de salud.
No siendo médico pero sí experta en recursos humanos y gestión, centró su trabajo en reuniones periódicas sobre estas materias para determinados grupos de personal: procedimientos de la organización, reglamento interno, y un largo etcétera, pero también en clases semanales de francés e inglés combinadas con actividades de integración de equipos. Marilou formaba parte de un grupo destinado a evaluar las necesidades médicas y también humanitarias de los municipios de la Costa Sur y el lago de Lanao del Sur, el gran lago de Filipinas, todos ellos pertenecientes a esta bella y controvertida isla del sur de Filipinas, Mindanao, en cuya capital Zamboanga, famosa por sus playas de arena rosa se habla el delicioso chabacano, una especie de español antiguo que flirtea con matices cebuanos y tagalos y tiene un acento contagioso y encantador.
En el día a día de Marilou en las islas, a las que ya siente como un segundo hogar, ha podido comprobar con tristeza la dureza de la vida filipina en los barangays (barrios). El cómo, dada la falta de recursos, la mayoría de las veces la mujer se ve obligada e emigrar para trabajar en el servicio doméstico, dejando una familia desestructurada, con un padre que se ve solo en las tareas familiares y la educación de los hijos, y que la mayoría de las veces trae como resultado la ruptura del matrimonio. Cuida niños que no son los propios, para enviar todo el dinero, ya que poco gastan, apenas salen los domingos, y así tratar de que sus hijos tengan opción a una vida mejor. Y cuenta Marilou como en esta cruda realidad de la vida en los barangays está incluido el personal nacional filipino de Médicos sin Fronteras, a pesar de que el salario que reciben es superior al de la media nacional.
A este análisis duro pero certero de Marilou, añade como la mayoría de los filipinos viven en tugurios, aunque poco a poco va surgiendo una clase media, hasta hace poco inexistente. Le resulta curioso como la distracción mayor del pueblo filipino consiste en ir a los centros comerciales. Allí se sienten parte del mundo globalizado y encuentran unas motivaciones muy diferentes a las que suelen tener acceso. Durante unas horas se trasladan a un universo ultramoderno, lleno de luces y de marcas de moda, que les hace sentirse conectados. Una forma de escapar de su realidad, de esa pobreza que no les impide tener los dispositivos más modernos del mercado con los que pasan horas conectados a las redes sociales, ya que la sociedad filipina es una de las más adictas al mundo virtual. El resumen de Marilou es que la cotidianidad de los barangays es una curiosa ecuación entre la virtualidad y la realidad a lo que hay que agregar su pasión por el karaoke (los filipinos están considerados como los mejores cantantes del sudeste asiático), y el baloncesto, deporte nacional que organizan en cualquier espacio y con la más precaria y creativa de las canastas.
Charlando con ella sobre la mejor forma de ayudar a las comunidades marginadas de Filipinas, Marilou comenta que es esencial inculcarles autoestima, se valoran poco y esa falta de autoconfianza, les hace sentirse incapaces de luchar por derechos esenciales como son la educación y la sanidad. Pese a que los programas escolares son muy completos, en ellos se incluyen asignaturas como inglés, matemáticas, ciencias, tagalo (idioma oficial) y humanidades, les falta algo imprescindible para el futuro, como es pensar por ellos mismos, con lógica, razonar. Por otra parte, para continuar con la educación secundaria y cursar estudios superiores hay que trasladarse a las grandes ciudades como Manila, Cebú, Davao o Ilo-Ilo, lo cual resulta imposible para la mayoría de los jóvenes que viven en las aldeas y barrios y más teniendo en cuenta que el archipiélago filipino tiene siete mil islas dispersas entre trescientos mil kilómetros cuadrados. Con lo que el acceso de una isla a otra supone tiempo y dinero, algo de lo que carece la mayoría empobrecida de Filipinas.
Cuando ocurren eso desastres naturales que forman parte de la cotidianidad filipina y dado su fatalismo natural es difícil pretender que luchen contra los avatares del destino. A pesar de esa sonrisa que raramente pierden, se encomiendan al más allá, en vez de poner los medios necesarios en el más acá para solucionar el problema.
En cuanto a su forma de integrarse en la sociedad filipina, Marilou comenta como, dada la estrecha relación del “pinoy “(filipino) con su familia, lo mejor es interesarse por sus hijos, padres, por los pequeños detalles de una vida familiar que ellos cuidan con cariño y sentido del deber. Ir a comer con ellos, tomarse una cerveza o un café y participar en los entresijos de su cotidianeidad hará que el pinoy, hospitalario y simpático por naturaleza, reciba al recién conocido como si fuera parte de la familia, y lo será de ahí en adelante.
El equipo con que se encontró en Marawi estaba altamente cualificado, profesionales con un espíritu solidario que reciben un salario, no tan alto como el que podrían recibir por hacer ese mismo trabajo en su país de origen, pero tienen su retribución y vocación de permanencia y desarrollo profesional en la organización. Norma de Médicos Sin Fronteras en todos los países a los que atienden.
A Marilou se le abre la sonrisa al relatar como su asistente, Raheema, una mujer musulmana, creyente y practicante de treinta y seis años que nunca había conocido a una mujer francesa que le doblara la edad y que había dejado marido e hijos durante nueve meses para trabajar con Médicos sin Fronteras, al principio la miraba con desconfianza. Fueron tres meses los que tardó Marilou en hacerse con el respeto de Raheema quien en un primer momento pensó que la francesa era un personaje resucitado del colonialismo. Raheema observaba con curiosidad lo que comía, como vestía, como trabajaba, sus libros preferidos, y sobre todo la forma en que lidiaba con los varones. Con un cuidado y delicadeza extremos, Marilou fue abordando cuestiones candentes como la igualdad de género en el trabajo y dentro del ámbito familiar, la educación de los niños y la libertad de pensamiento que incluye religión, diferencias culturales y étnicas.
Una vez terminado el periodo de su cometido en Marawi, Marilou se prepara para el siguiente destino asignado por Médicos Sin Fronteras, que ésta próxima vez será Yemen.
https://www.msf.es/

ASTRID HOCKING

Enseñando a perdonar
“Mi infancia fue muy dura y siempre sentí que mi vida debía ir enfocada a tratar de evitar, dentro de mis posibilidades, el maltrato a los niños, el peor de los crímenes”.
Los caminos que llevan a Filipinas tienen mucho que ver con el azar, puede que el destino esté ya escrito para que se den esas circunstancias que llevan a lo que va a ser primordial ¿Quién sabe? En la vida de Astrid Hocking así fue. Tras una infancia dura y con pocas perspectivas cuando por fin halló paz y estabilidad en compañía de su marido y más tarde con sus dos hijos, la familia enfocó su vida en ayudar a los demás. Con diversos grados en educación especial y un master en Ciencias Sociales y Servicios a la Comunidad, Astrid emprendió un camino que se transformaría en el leitmotiv de su vida. Su casa en Newcastle, Australia, se convirtió en un refugio de niños que reciben ayuda alimentaria, sanitaria y también educación.
Un día cualquiera de marzo, a las puertas del hermoso otoño australiano, en el que mientras los árboles se doran antes de perder sus hojas la flor morada de la jacaranda cae alfombrando la calzada con un floral manto violeta, Astrid en compañía de una buena amiga, charlaba ante una taza de café. Temas intrascendentes, familiares y viajeros. Hablando de la vida, de lo divino y lo humano y de los viajes, pasión que ambas compartían, se les ocurrió que les gustaría visitar Filipinas. Les hacía ilusión conocer su país vecino, el archipiélago filipino. Dentro de la lejanía que supone viajar a cualquier lugar del mundo desde Australia, Filipinas es de los destinos más cercanos, apenas ocho horas de vuelo Sídney-Manila.
Haciendo un inciso en la narración hay que recalcar que solo el ver la impresionante bahía de Sidney desde el aire, protagonizada por el edificio de la Opera obra del arquitecto danés Jorn Utzon que emula las velas de un barco fundiéndose con las rías que se adentran en la bahía, merece la pena despegar o aterrizar en la ciudad australiana.
Decidida a emprender un viaje que comenzó como una idea fugaz, Astrid alzó el vuelo hacia el trópico y cosas de la vida, del azar, probablemente no fue una simple casualidad el que al llegar a Filipinas, alguien le presentara a la cuñada de Anna Balcells que regentaba una fundación en la isla de Negros, Kalipay Negrense, que ya se ha mencionado en líneas anteriores. Al acordarse tie...

Índice

  1. AGRADECIMIENTOS
  2. PRESENTACIÓN
  3. PRÓLOGO
  4. INTRODUCCIÓN
  5. CAPÍTULO I
  6. CAPÍTULO II
  7. CAPÍTULO III
  8. CAPÍTULO IV
  9. EPÍLOGO