Padre rico, hijo flojo, nieto pobre
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Padre rico, hijo flojo, nieto pobre

Qué significa vivir a la sombra de progenitores exitosos

  1. 144 páginas
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Padre rico, hijo flojo, nieto pobre

Qué significa vivir a la sombra de progenitores exitosos

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Información del libro

Este libro ofrece una propuesta para que los padres e hijos comprendan cabalmente sus roles empresariales, profesionales, laborales y afectivos, para así evitar que se confundan. No es fácil crecer a la sombra de progenitores exitosos y más difícil aún resulta superarlos. Este texto ofrece una explicación a los fenómenos del éxito, el emprendimiento, la capacidad de asumir riesgos, la vocación empresarial, la modernidad aparejada a la velocidad de los cambios, la adaptabilidad a las transformaciones pero, sobre todo, a la convivencia de hijos con padres que han superado con creces todos los desafíos que les ha presentado la vida.

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Información

Editorial
Gil Editores
Año
2020
ISBN
9786079458263
Edición
1
Categoría
Contabilidad

VI

HIJOS NECIOS E HIJOS PEREZOSOS

Illustration
La pereza camina con tanta lentitud, que la pobreza la alcanza con mucha rapidez
Benjamin Franklin
El patriarca ha preparado a su sucesor para hacerse cargo de la empresa. Ya se ha recibido de ingeniero comercial y eso constituye un gran logro para él. Sin embargo, por razones obvias, no ha estado in situ en su periodo de formación. El hijo conoce poco la empresa de su padre. Durante años ha estado recibiendo su cheque de participación familiar, pero sólo sabe de los resultados positivos y de algunos de los momentos corporativos especiales: el asado con el personal, el aniversario de la empresa, los reconocimientos de fin de año, etc.
El patriarca, después de 45 años a cargo del desarrollo de la empresa y de llevarla al éxito actual, ha sufrido un preinfarto, continúa con problemas de presión alta y está muy obeso. Levantarse muy temprano y trabajar doce horas diarias y, para colmo, sin asuetos, lo tienen en malas condiciones. Por lo tanto, decide tomar unas largas y postergadas vacaciones.
Piensa que al fin podrá viajar con su esposa, sin problemas, porque ya tiene un hijo ingeniero comercial brillante y muy inteligente –así le han dicho y así lo ha creído– que se encargará de la empresa durante su ausencia.
Entonces, decide dejar la dirección de los negocios a su hijo y le entrega los poderes legales para hacerlo. Se va tranquilo. La universidad lo ha preparado para dirigir empresas y yo lo agradezco, ha sido una gran inversión, piensa el progenitor y se aquietan sus incertidumbres.
Después de cuatro meses en Europa, recorriendo los lugares que siempre había querido visitar y todavía con algunos kilos de más, el patriarca retorna a casa. Vuelve tranquilo, confiado y renovado.
–Que bien te ves papá, estás más joven y delgado –lo saluda su hijo deslizando una mentira piadosa.
–Qué tal, hombre. ¿Cómo ha estado el negocio? –responde el padre.
–De maravilla, todo en orden –lo tranquiliza de inmediato su primogénito.
–Me alegro mucho, tú eres un gran hijo –suspira aliviado el patriarca.
El padre entra a su oficina y pide el saldo de la cuenta corriente en el banco.
Seguidamente se oye un fuerte grito.
Entra su hijo corriendo pero antes de que abra la boca su padre le dice…
–¿Qué son estos egresos en la cuenta corriente?
¿$8,545,000, y otros varios que suman más de $72,000,000, estás loco?
–Papá… fueron importantes inversiones para modernizar la empresa.
El padre se queda en silencio y luego exhala un fuerte grito.
–¡¡¡¡¿Modernizar qué!!!!?
–En un nuevo auto, papá, el anterior estaba muy antiguo. Hay que impresionar bien a los clientes, que nos vean modernos, actualizados y no con un automóvil del año 2007. Ubícate, papá, y no te pongas nervioso, estamos en el siglo XXI. Ah, y acuérdate que soy un ingeniero moderno.
El padre reacciona muy molesto y recalca, enfurecido, que él visitaba a sus clientes en el Toyota antiguo, que estaba en muy buenas condiciones y que nunca a nadie le llamó la atención.
–Papá, me estaba olvidando contarte que despedí al 40 por ciento de los empleados; eran muy antiguos y no hacían bien su trabajo y no eran rápidos. Además, invertimos en nuevas oficinas, equipos y maquinaria –le informa.
El padre queda mudo, no logra emitir palabra alguna. Se toma la cabeza con las dos manos y se manifiesta indeciso, no sabe qué reacción debe adoptar. Por un momento le pasó por la cabeza agredirlo, luego se contuvo y, finalmente, se quedó callado.
Antes que el padre volviera en sí, el hijo agregó lo siguiente:
–Era necesario hacerlo, papá. Facilita el trabajo, mejora la imagen. Necesitamos contratar profesionistas jóvenes, con el fin de estar preparados para lo que viene.
–¿Quieres decirme que los empleados de nuevo ingreso van a levantar el negocio después de esta farra de gastos que te diste? Hemos dejado de contar con las personas que conocían el negocio, el cambio debería haber sido paulatino, respetando a los empleados y a nuestros clientes.
–Papá, tú no entiendes; con el nuevo software instalado estamos más que preparados. Además no es necesario estar muchas horas en la oficina, el software procesa mucha información en poco tiempo, y nos libera de trabajo.
–¿Software? Pero eso requiere mucho tiempo para implementarse. Había que seguir en paralelo con los sistemas tradicionales. Pero sin personal antiguo estamos fritos, –bramó el padre.
–Papá, cálmate. Te doy un ejemplo. La planilla Excel y otros programas permiten saber el estado de las facturas por cobrar, el stock de productos y otras informaciones sin necesidad de tanto personal.
–Pero si eso –replica el progenitor– lo hacía Jorge en unas horas, el contador que llevaba treinta años en la empresa.
–Papá, pero él fue uno de los que se jubilaron– se le aclara.
–¿Qué diablos significa eso? Jorge comenzó a trabajar conmigo desde mis inicios. Había que renovar y desvincular cambiando personal, pero en un proceso más lento.
–Papá, estoy tratando de explicarte lo que ha pasado. Tú has estado enfermo todo este tiempo y estás atiborrado de remedios. Agradecería que te calmaras y pusieras atención. Jorge llevaba la contabilidad en libros y mantenía todas las facturas en archivos. Eso es muy anticuado y no me daba confianza.
–Pero Jorge es un gran funcionario –insiste el padre.
–No te preocupes papá –dice el hijo tratando de calmarlo– ahora todo está en la planilla de Excel de la computadora. La información circula por toda la empresa, se imprime y se les envía a nuestros clientes por Internet. Ni te imaginas lo que hace este aparato electrónico…
–¿Nuestros clientes? ¿Quién te dijo que eran nuestros clientes?
–Ah, me olvidaba informarte que eliminé las reuniones semanales. Mi pensamiento moderno me dice que la mejor forma de tomar decisiones es en reuniones de cuatro personas y en este momento tres están ausentes.
–Ah, pues basado en eso te informo que estás despedido.
–¡No puedes despedirme, soy tu hijo!
–Sí puedo y, de ahora en adelante, sólo seguirás siendo mi hijo, pero no mi asociado.
¿Cuál fue el peor error que se desprende de la acción del hijo del patriarca en esta historia?
Pensar que introducir de golpe la tecnología de la información en una empresa logra modernizarse y enfrentar exitosamente el futuro, en especial cuando no se respetan las tradiciones y el valor de las personas.
Pero más hacia el extremo, se encuentra el hijo perezoso. Es el caso del heredero que tuvo que asumir el control de la empresa junto a su hermano. Todos lo veían diariamente encerrado trabajando en su computadora, en reuniones por doquier y sosteniendo conversaciones y almuerzos con clientes y proveedores. Pero a pesar de su intensa actividad, la empresa iba en caída libre. Resultado: el heredero sólo se interesaba en las ventas y en su participación en ellas. Ocupaba mucho tiempo en las tecnologías de información, como leer el diario por internet y revisar el comportamiento de la cuenta corriente de la empresa. Su horario de trabajo era de 10:30 a 13.00 horas y luego venía un almuerzo de tiempo prolongado y una jornada corta en la tarde.
Su interés real era el arte y la pintura, temas en los que, para colmo, no tenía talento.
Pasado el tiempo se retiró de la empresa para vivir de sus trabajos esporádicos con el pincel, más años sabáticos y viajes al Oriente místico. Así es, a veces, el hijo perezoso, ese al que muchos consideran una lumbrera y no se entiende cómo nadie lo ha descubierto.
El perfil del hijo perezoso es el siguiente.
No le interesa el negocio familiar.
No cumple con sus deberes.
Piensa más en los viajes y la meditación que en el trabajo.
Se mantiene con un libro en la mano pero con el pensamiento lejos.
Sólo hace algo provechoso en presencia de sus padres, principalmente de la madre.
Se irrita cuando le hablan de trabajo y, de inmediato, se le presentan fuertes dolores de cabeza.
Está siempre atento a recibir su participación familiar en el negocio.
Ha repetido cursos en la enseñanza media y universitaria.
Muchas veces cree que es artista.
Para enfrentar a los hijos perezosos es necesario tomar medidas a muy temprana edad para evitar las características anteriores.
Estos errores son muy difíciles de reconocer, sobre todo si se trata de hijos, y la gran mayoría de los padres asumen con frecuencia los errores de los hijos.
Hay un hecho que debe reconocerse. Los padres, generalmente, desean lo mejor para sus herederos –por lo menos, eso se espera– ya que tratan de educarlos de la manera más óptima posible. Por qué cometer los mismos errores si hay tantos nuevos errores por cometer, le decía un empresario a su hijo joven, para iniciarlo en el mundo de los negocios. Y, luego, agregaba que la idea es cometer errores inteligentes y no errores negligentes.
Emprender no sólo genera un negocio. El espíritu emprendedor es sorprendente, creativo y osado y puede darse en el ámbito familiar, en el ejercicio profesional, como empresario y también como empleado. La idea es alimentar al sucesor, que es un niño, creando ambientes que lo estimulen a desarrollar el intelecto y la imaginación: hogares con bibliotecas, asistencia a toda clase de espectáculos, viajes en la medida de lo posible, mucho buen cine y recorridos por todos los museos de la ciudad… como lo hacían en el pasado nuestros progenitores.
¿Cuáles son los errores más comunes de un empresario con sus hijos, que impiden el desarrollo del espíritu emprendedor para favorecer la elección del sucesor?

a. No ofrecer ambientación adecuada

La contingencia ambiental sería el lugar o momento donde el joven está inserto, el ambiente que frecuenta y donde desarrolla sus potencialidades. Todo lo que hace, influye en sus prioridades y sus elecciones futuras. Entonces, la cuestión es saber qué ambiente ofrecer a los hijos para que ellos, desde pequeños, sean capaces de desarrollar sus potencialidades.
Si no se aceptan sus opiniones y no se discuten las ideas frente a ellos, se termina por crear un empleado pa...

Índice

  1. Cubierta
  2. Créditos
  3. Título
  4. Por qué es tan difícil que los hijos, a veces, no sepan cuidar lo que sus padres crearon
  5. El difícil desafío de superar a los padres
  6. I. Hombres emprendedores
  7. II. Los hombres que crean riqueza
  8. III. El temor a fracasar
  9. IV. Los hijos de los hombres ricos
  10. V. Las empresas familiares
  11. VI. Hijos necios e hijos perezosos
  12. VII. ¿En cuánto tiempo se dilapida una fortuna?
  13. VIII. ¿Tiene valor lo que se consigue sin esfuerzo?
  14. IX. El final de la empresa
  15. X. Los hijos de los políticos
  16. Bibliografía
  17. Índice