Ética demostrada según el orden geométrico
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Ética demostrada según el orden geométrico

(edición bilingüe)

Baruj Spinoza, Pedro Lomba

  1. 488 páginas
  2. Spanish
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Ética demostrada según el orden geométrico

(edición bilingüe)

Baruj Spinoza, Pedro Lomba

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Escrito literalmente intempestivo, la "Ética" de Baruj Spinoza (1632/1677) ha ejercido siempre, desde antes incluso de ser entregada a las prensas, una fascinación en verdad obsesiva. Para mal como para bien. Las posiciones que en ella se defienden, extrañas al sentido filosófico común de su tiempo —y todavía del nuestro—, han suscitado a la vez el más violento rechazo y la más rendida admiración. Pero quizás no tanto una comprensión cabal de sus envites. Todo lector de la "Ética" ha sido, sigue siendo, el lector de una filosofía por venir.La obra fundamental de un pensador gigante.(Babelia)"Esta nueva edición nos da la oportunidad de volver a leer la Ética y descubrir que sí hubo alguien tras ella, alguien que se muestra en los Apéndices y en los Escolios, llenos de agudas observaciones empíricas, de colérica indignación contra la superstición y de cautelosa conciencia de los peligros del abismo existente entre los doctos y el vulgo". (Babelia)

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Información

Editorial
Trotta
Año
2020
ISBN
9788498799774
Edición
1
Categoría
Filosofía
[205]

Parte cuarta

DE LA SERVIDUMBRE HUMANA, O SEA, DE LAS FUERZAS DE LOS AFECTOS

PREFACIO

Llamo servidumbre a la impotencia humana para moderar y coercer los afectos, pues el hombre sometido a los afectos no está bajo jurisdicción propia, sino bajo la de la fortuna, en cuya potestad está de tal manera que a menudo, aun cuando vea lo que es mejor para él, es coaccionado a seguir lo peor1. En esta parte me he propuesto demostrar la causa de ello y, además, qué tienen de bueno o de malo los afectos. Pero antes de comenzar conviene decir unas pocas cosas, a manera de prefacio, sobre la perfección y la imperfección y sobre el bien y el mal.
Quien ha decidido hacer alguna cosa y la ha llevado a término dirá que esa cosa suya es perfecta, y no solo él mismo, sino también cualquiera que conozca rectamente la mente2 y el objetivo del autor de esa obra, o que crea conocerlos. Por ejemplo, si alguien ha visto alguna obra (que supongo aún no concluida) y ha sabido que el objetivo del autor de esa obra es edificar una casa, dirá que la casa es imperfecta. Y por el contrario, perfecta, en cuanto haya visto que la obra ha sido llevada al fin que su autor se había propuesto darle. Mas si alguien ve alguna obra de la que nunca haya visto nada similar, y nada ha sabido de la mente del artífice, no podrá saber, ciertamente, si esa obra [206] es perfecta o imperfecta. Y parece que esta ha sido la significación primera de estos vocablos. Mas una vez que los hombres comenzaron a formar ideas universales y a excogitar modelos de casas, edificios, torres, etc., y comenzaron a preferir unos modelos a otros, resultó que cada cual llamó perfecto a lo que le pareció que convenía con la idea universal que él se había formado de ese tipo de cosas. Y por el contrario, imperfecto a lo que le parecía convenir menos con su concepto del modelo, aun cuando según el parecer de su artífice hubiese sido llevado a término por completo. Y no parece ser otra la razón por la que también las cosas naturales, a saber, las que no han sido hechas por mano humana, son vulgarmente llamadas perfectas o imperfectas. Pues los hombres suelen formar, tanto de las cosas naturales como de las artificiales, ideas universales a las que tienen por modelos, creyendo que la naturaleza (de la que opinan que no obra nada sino con vistas a un fin) las mira y se las propone como modelos. Así pues, cuando ven que en la naturaleza se hace algo que conviene menos con el modelo concebido por ellos de las cosas de ese tipo, entonces creen que la naturaleza misma ha fallado o pecado y que ha dejado imperfecta aquella cosa. Vemos, pues, que los hombres han tomado la costumbre de llamar a las cosas naturales perfectas o imperfectas más en virtud de un prejuicio que de un conocimiento verdadero de ellas. Pues hemos mostrado en el apéndice de la primera parte que la naturaleza no obra por un fin, pues aquel Ente eterno e infinito al que llamamos Dios o Naturaleza obra con la misma necesidad por la que existe. En efecto, hemos mostrado (proposición 16 de la parte 1) que la necesidad de la naturaleza en cuya virtud existe es la misma en cuya virtud obra. Así pues, la razón o causa por la que Dios o la Naturaleza obra, y por la que existe, es una y la misma. Por tanto, dado que no existe por causa de ningún [207] fin, tampoco obra por causa de fin alguno, sino que, así como no tiene ningún principio o fin para existir, tampoco los tiene para obrar. Por lo demás, la causa que es llamada final nada es aparte del apetito humano mismo en tanto que es considerado como el principio o la causa primera de alguna cosa. Por ejemplo, cuando decimos que la causa final de esta o de aquella casa ha sido el habitarla, no entendemos ninguna otra cosa sino que un hombre, por haber imaginado las comodidades de la vida doméstica, ha tenido el apetito de edificar una casa. Por ello, el habitar, en la medida en que es considerado como causa final, nada es aparte de ese apetito singular, el cual es en realidad causa eficiente, considerada como causa primera porque por lo común los hombres ignoran las causas de sus apetitos. Sin duda, los hombres son, como ya he dicho a menudo, conscientes de sus acciones y de sus apetitos pero ignorantes de las causas por las que son determinados a apetecer algo. Por lo demás, lo que vulgarmente se afirma, que de cuando en cuando la Naturaleza falla o peca y que produce cosas imperfectas, lo cuento entre el número de las ocurrencias de que he tratado en el apéndice de la primera parte. Así pues, la perfección y la imperfección son tan solo, en realidad, modos del pensar, es decir, nociones que solemos fingir porque comparamos entre sí individuos de la misma especie o género. Y por esta causa he dicho más arriba (definición 6 de la parte 2) que yo entiendo lo mismo por realidad y perfección, pues solemos reducir todos los individuos de la naturaleza a un género que es llamado generalísimo, a saber, a la noción de ente, la cual pertenece absolutamente a todos los individuos de la naturaleza. Así pues, en la medida en que reducimos a este género a los individuos de la naturaleza y los comparamos entre ellos y constatamos que unos tienen más entidad o realidad que otros, en esa medida decimos que unos son más perfectos que otros. Y en la medida en que les atribuimos algo que implica negación, como térmi-[208]no, límite, impotencia, etc., en esa medida los llamamos imperfectos, pues no afectan a nuestra mente de igual manera que aquellos a los que llamamos perfectos; mas no porque carezcan de algo que les sea propio ni porque la naturaleza haya pecado. Pues a la naturaleza de una cosa no le compete sino aquello que se sigue de la necesidad de la naturaleza de su causa eficiente, y lo que se sigue de la necesidad de la naturaleza de la causa eficiente, eso se hace necesariamente.
Por lo que atañe al bien y al mal, tampoco indican nada positivo en las cosas, es decir, en sí mismas consideradas, ni son otra cosa que modos del pensar o nociones que formamos en virtud de que comparamos las cosas entre ellas. Pues una y la misma cosa puede ser al mismo tiempo buena y mala, y también indiferente. Por ejemplo, la música es buena para el melancólico y mala para quien está apenado. En cambio, para un sordo no es ni buena ni mala. No obstante, aun cuando la cosa sea así, nosotros habremos de retener estos vocablos. Pues, como deseamos formar una idea del hombre como modelo de naturaleza humana, para tenerlo a la vista, nos será útil retener esos mismos vocablos en el sentido que he dicho. Así pues, en lo que sigue entenderé por bueno aquello que sabemos ciertamente que es un medio para acercarnos más y más al modelo de naturaleza humana que nos proponemos. Por malo, en cambio, aquello que sabemos ciertamente que nos impide referirnos a dicho modelo. Además, diremos que los hombres son más perfectos o más imperfectos según se acerquen más o menos a ese modelo. Pues ha de notarse ante todo que cuando digo que alguien pasa de una menor a una mayor perfección, y a la inversa, no entiendo que cambie de una esencia o forma a otra, pues, por ejemplo, un caballo es destruido tanto si se cambia en un hombre como si lo hace en un insecto. Sino [que entiendo] que concebimos que su potencia de obrar, en tanto que es entendida en virtud de su propia naturaleza, aumenta o dis-[209]minuye. Por último, por perfección en general entenderé, como he dicho, la realidad, esto es, la esencia de una cosa cualquiera en tanto que existe y opera de cierto modo, sin tener ninguna cuenta de su duración. Pues de ninguna cosa singular puede decirse que sea más perfecta por haber perseverado más tiempo en la existencia, ya que la duración de las cosas no puede ser determinada por su esencia, pues la esencia de las cosas no implica ningún tiempo de existencia cierto y determinado, sino que una cosa cualquiera, ya sea más perfecta, ya lo sea menos, podrá perseverar siempre en la existencia con la misma fuerza con la que ha comenzado a existir, de manera que todas las cosas son iguales en esto.

DEFINICIONES

I. Por bien entiendo aquello que sabemos con certeza que nos es útil.
II. Por mal, en cambio, aquello que sabemos con certeza que nos impide que nos apropiemos de algún bien.
Sobre esto véase el prefacio anterior, hacia el final.
III. Llamo contingentes a las cosas singulares en la medida en que, si atendemos a su sola esencia, no hallamos nada que ponga necesariamente su existencia o que necesariamente la excluya.
IV. A esas mismas cosas singulares las llamo posibles en la medida en que, si atendemos a las causas en cuya virtud deben ser producidas, no sabemos si están determinadas a producirlas.
En el escolio 1 de la proposición 33 de la parte primera no he hecho diferencia alguna entre lo posible y lo contingente, pues allí no era preciso distinguirlo cuidadosamente.
V. Por afectos contrarios entenderé en lo que sigue aquellos que [210] arrastran al hombre en direcciones diversas, aun cuando sean del mismo género, como la gula y la avaricia, que son especies del amor, y contrarios no por naturaleza sino por accidente.
VI. Lo que entiendo por afecto hacia una cosa futura, presente y pretérita, lo he explicado ...

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