Selección de textos del libro “100 preguntas y respuestas para comprender el conflicto colombiano” (Tomos I y II)1
Coordinador
Mauricio A. Montoya Vásquez
Auxiliares de Investigación
John Freddy Arboleda - Juan Manuel Serrano - Leidy Katherine Valencia - Carlos Andrés Gómez - Wilmer A. Zuleta - Sol Natalia Arango - Iván Adolfo Ríos - José Luis Zuluaga – Juan José Restrepo - Juan Manuel Álvarez.
Presentación
Mauricio A. Montoya Vásquez
“Vivir no es otra cosa que arder en preguntas…”
Antonin Artaud
El trabajo que se presenta a continuación nace, en un primer momento, como fruto de numerosos diálogos con colegas y amigos. Esta idea fue moldeándose paso a paso y gracias a las diferentes inquietudes que surgían en relación con el tema, pero especialmente, debido a una preocupación pedagógica de cómo acercar a muchas personas al conocimiento de una temática tan compleja y coyuntural como la del conflicto colombiano.
Es claro que actualmente existe una gran cantidad y variedad de literatura especializada sobre el conflicto nacional, pero muchos de esos referentes son desconocidos, varios de ellos poco leídos y, en la mayoría de las ocasiones, solo trabajados por inquietos y estudiosos del tema, ya que suelen utilizar lenguajes altamente técnicos. Estas conclusiones fueron producto de decenas de encuestas y conversaciones con estudiantes y ciudadanos del común, quienes, en un alto porcentaje, afirmaron no conocer ni haber leído ninguno de los textos referidos como básico para la comprensión del conflicto.
Valga decir que, para este ejercicio de encuestas y conversatorios, se utilizó como referencia un artículo publicado en la página web de Reconciliación Colombia, en el que se consultó a varios expertos sobre la literatura más indicada para el análisis y la comprensión del conflicto2.
Tal diagnóstico cuestionó a un grupo de profesores y estudiantes que decidieron comenzar a pensar una estrategia para que las personas pudieran conocer y comprender asuntos relacionados con un conflicto con el que conviven desde tiempo atrás, pero del que poco conocen estructuralmente o tan solo comprenden generalidades, muchas de ellas difundidas en los medios de comunicación masiva.
Fue así, que tras semanas de reflexión y al tomar como base central la estructura de un texto, que años atrás me hubiera regalado una amiga chilena, Sandra Molina, el cual llevaba por título El conflicto Palestino – Israelí / 100 preguntas y Respuestas, surgió la idea de redactar un texto sobre el conflicto colombiano, pero con la metodología de preguntas y respuestas; una forma que, sin perder la rigurosidad académica, permitiera facilitar el acercamiento de cualquier persona al tema.
Pero justificar tal resolución parecía difícil, pues para muchos escépticos, este trabajo sería más de lo mismo y no generaría ningún impacto. Sin embargo, la utilización de un ejercicio pedagógico en el aula de clase y los resultados de un buen número de encuestas, dieron como resultado un panorama alentador para fundamentar nuestra idea.
Por ejemplo, en el curso de Problemas Colombianos, una clase que he impartido por años en algunas universidades de Medellín (UPB, EAFIT, IUSH), propuse trabajar las exposiciones de los estudiantes a partir del método de preguntas y respuestas. Los resultados de tal experiencia arrojaron un alto nivel de complacencia por parte del estudiantado, el cual manifestó que, gracias a la metodología usada, era más fácil realizar las búsquedas y preparar la exposición; además, sustentaban que los temas expuestos se comprendían ampliamente, ya que las respuestas eran puntuales y canalizaban muy bien lo que se buscaba en cada pregunta. Como resultado de esta experiencia, el proyecto continúa siendo el fundamento de varios cursos en diferentes centros educativos.
De esta manera y para nuestro beneplácito, los resultados nos motivaron a escribir sin espera el libro. He ahí entonces el proceso de gestación de este trabajo conjunto, el cual se nutrió de actividades académicas, múltiples lecturas y debates, que nos llevaron, en un primer momento, a concretar las 100 cuestiones que queríamos responder. No obstante, es claro que 100 preguntas con sus respuestas no pueden abarcarlo todo, pero la esperanza de este ejercicio es que sus lectores se motiven a seguir leyendo y estudiando sobre el tema.
Ya en relación con las cuestiones trabajadas aquí, es importante decir que las preguntas fueron pensadas en un relativo orden cronológico, indispensable para comprender la sucesión de los hechos, pero que no quiere decir que un lector inquieto no pueda saltar de pregunta a pregunta con cierta independencia. De igual manera, las respuestas han sido construidas con sencillez, pero con mucho rigor, incluso con variadas referencias a las que el lector puede recurrir para ampliar sus conocimientos.
Finalmente, es claro que el conflicto colombiano posee múltiples lecturas y arrastra pasiones enfrentadas. Por esta razón, una de las reglas principales de este trabajo ha sido sustentar muy bien todas las afirmaciones, deducciones e interpretaciones que se hacen a lo largo del texto. Asimismo, tampoco se busca responder a la pregunta de qué está bien o qué está mal, quién tiene razón o quién no la tiene, pues aspiramos a que todos nuestros lectores encuentren un texto imparcial, del que puedan sacar sus propias conclusiones.
Selección de preguntas Tomo I
14. ¿Qué era y cuáles fueron los resultados de la comisión investigadora de la violencia constituida en el país en 1958?
Para 1958, justo en el periodo de transición entre la junta militar y el primer gobierno del Frente Nacional, fue instaurada una comisión investigadora cuya tarea principal habría de ser el esclarecimiento de las causas de la violencia que azotaron al país a lo largo de los últimos años; a la vez que se comprometía a realizar una variedad de recomendaciones para superar tal flagelo.
La comisión fue avalada por el Decreto 0165 de mayo de 1958 y estuvo compuesta por diferentes especialistas3. Es importante aclarar que esta comisión no tenía un papel vinculante en términos jurídicos (Jaramillo Marín 2014 51), sus pesquisas y hallazgos no serían tomadas como pruebas en procesos penales contra ninguna persona. En otras palabras, esta comisión actuaba como un órgano de investigación extrajudicial cuya labor se enmarcaba en el apoyo investigativo, considerándose así como un organismo provisional que según la profesora Marcela Ceballos (ctd en Jaramillo Marín 2014) “son creados durante un conflicto, independientemente de que exista un proyecto de transición o de que se logre pactar la paz entre las partes implicadas […]” (28).
La comisión funcionó activamente durante nueve meses (mayo 1958 – enero 1959), en los cuales visitó probablemente 45 municipios, recolectó aproximadamente 20.000 testimonios (Jaramillo Marín 2011 45 - 47), logró la consolidación de pactos de paz, consiguió el establecimiento de medidas de rehabilitación, etc.
En el marco de los compromisos adquiridos pueden resaltarse:
El respeto por la vida, honra y bienes de las personas. Implicaban también cooperar en el castigo a delincuentes, aceptar incondicionalmente la política de paz del gobierno y destinar de parte del gobierno central, recursos y obras de infraestructura para las zonas afectadas (Jaramillo Marín 2011 48).
Sin embargo, en muchos lugares del país los compromisos fueron letra muerta, pues sumado al mal manejo de los recursos y a la omisión de vincular en el diálogo actores como las guerrillas de línea comunista, los problemas de fondo siguieron sin resolverse, lo que suscitó que las problemáticas de la violencia se ahondaran en muchas regiones.
Por otra parte, la organización de la comisión se desarrolló a partir de varios ejes: subcomisiones departamentales, especialmente donde la violencia había sido protagonista (Cundinamarca, Tolima, Huila, Caldas, Cauca, Valle del Cauca); un equipo (Secretaría de Asistencia Social - SAS) para la selección de información de las regiones (Jaramillo Marín 2014 56 – 57) y un grupo de expertos para analizar las principales conclusiones del informe del sacerdote Louis Joseph Lebret, Estudio sobre las condiciones del desarrollo de Colombia4.
Las visitas a las diferentes zonas del país, generaron conclusiones particulares sobre diferentes temas. En el eje cafetero, por ejemplo, la comisión escudriñó sobre los tipos de violencia que se habían presentado allí: “La de los bandoleros (caracterizada por la sevicia), la de las cuadrillas de trabajadores en tiempos de cosecha, la económica (ligada al despojo de tierras) y la política (desencadenada por el sectarismo)” (El Tiempo 25 de junio de 1958 ctd en Jaramillo Marín 2014 60).
Por su parte en el Valle del Cauca se enfrentaron al tema del desplazamiento y al silencio temeroso de sus habitantes (Jaramillo Marín 2014 63 – 64). En el Cauca, la problemática apuntaba a la población, en su mayoría indígena y a la cuestión de la tierra (Id. 64 – 65). Y en el Tolima, una de las regiones donde la violencia se hizo presente en 40 de los 42 municipios (Jaramillo Marín 2014), y había retornado con fuerza después de los años 50, la comisión consolidó pactos de paz entre las diferentes facciones enfrentadas (Id. 70) y constituyó la oficina de rehabilitación que operó con eficacia entre 1958 – 1959 (Id. 75), pero que según Jaramillo Marín (2014): “A medida que avanzaba el Frente Nacional, se reemplazaba el ideal de rehabilitación por una política de represión militar en los territorios en los que la violencia se recrudecía y en los que se había hecho el mayor número de inversión (Tolima)” (76 – 77).
En cuanto a la recepción de la comisión por parte de la comunidad, muchas personas acudieron a denunciar y a reclamar una mayor inversión del Estado en sus regiones. No obstante, la sensación mayoritaria era de desconfianza y desdén. Un ejemplo de esto, puede recrearse en una anécdota de Otto Benítez, miembro de la comisión, quien contara cómo en Anserma Nuevo (Tolima), monseñor Guzmán solicitó el apoyo del sacerdote de la parroquia para que convocara a los pobladores, ante lo que el sacerdote, después de negarse, respondió:
¡Monseñor Guzmán ¿Terminó? Sí, le dijo Guzmán. “¡No sea pendejo! -le dijo el cura-Eso se arregla con esto”, señalando los fusiles que había entregado Ospina Pérez a las guerrillas de paz. Porque el gobierno armó una cosa que llamo “guerrillas de paz”. El gobierno repartió fusiles por todo el país. “¡Esto se arregla con estos, a esos hijueputas liberales!”, dijo el cura… Hablamos con el alcalde, con el personero. Ellos nos dijeron que no, que la gente no iba a venir, porque los mataban a la salida. Además, los mataban con el apoyo del cura. (Otto Morales Benítez, comunicación personal – ctd en Jaramillo Marín 2014 63).
La comisión no generó un informe definitivo, pero sí resultados en informes parciales que fueron presentados al Ejecutivo y muchos difundidos por la prensa. Para estudiosos como Jaramillo Marín, las conclusiones pueden leerse en varias perspectivas. Sin embargo, en este trabajo solamente mencionaremos dos:
• La violencia no tuvo un origen claramente establecido. Esto no quiere decir que se desconocieran las múltiples interpretaciones sobre el tema, pero sí muestra de manera evidente, la opción por una posición más neutra y menos maniquea.
En este sentido, la comisión investigadora, en lugar de determinar el origen de la violencia, evidenció y mapeó la magnitud de una problemática en las regiones… Decir lo contrario hubiera implicado señalar a personas en uno u otro partido, lo que iría en contra del ideario de unidad nacional del momento […]. (Jaramillo Marín 2014 85)
• La comisión trató de demostrar la necesidad de un nuevo comienzo, liderado por las ideas de paz del Frente Nacional (Jaramillo Marín 2014 89), actitud criticada por intelectuales como Daniel Pécaut (ctd en Jaramillo Marín 2014), para quien:
La gran dificultad que experimentó la comisión investigadora fue que intentó conciliar ánimos, pero en un sentido paternalista, de reparación cristiana, de manera que, por eso, se fueron colando prácticamente muchos silencios. (90)
Finalmente, aunque para muchos la comisión no brindó los resultados esperados, para otros se constituyó en un insumo bien aprovechado por figuras como Germán Guzmán Campos, uno de los miembros de la comisión, quien utilizó gran parte de la información recopilada y con el apoyo académico de Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña, se embarcó en un proyecto que dio sus frutos iníciales en 1962 con la publicación del primer tomo de la Violencia en Colombia, un texto que se amplió con el tiempo y que se convirtió en una verdadera muestra sociológica del fenómeno de la violencia suscitada en el país.
No obstante vale decir que, a diferencia de la comisión, el trabajo de Guzmán Campos y sus compañeros se constituyó en un escenario de discordias, pues mientras que para figuras como Gonzalo Sánchez, “el libro revela en la escena pública ‘la gran verdad’ de la violencia bipartidista, incluso, rompiendo los silencios que se estaban pactando por arriba […]” (Jaramillo Marín 2012 44), para los líderes conservadores como Mariano Ospina Pérez (ctd en Jaramillo Marín 2014), resultaba tendencioso y según él, “era mucho más honrado, varonil y constructivo a...