V-2. La venganza de Hitler
eBook - ePub

V-2. La venganza de Hitler

  1. 288 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

V-2. La venganza de Hitler

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

El cohete V-2 forma parte del arsenal de "armas milagrosas" que los científicos alemanes concibieron y fabricaron durante el Tercer Reich en bases secretas en el Báltico y en fábricas subterráneas. Se trata de una tecnología que en su momento rayaba la ciencia ficción y, por ello, los países aliados tardaron años en creer que realmente existían.Pero en el momento en que las V-2 comenzaron a llover sobre Londres y Amberes ya no cabía ninguna duda sobre su existencia y sus mortíferas consecuencias. La V-2 sobrepasaba la velocidad del sonido de forma que el impacto se producía antes de que su rugido anunciara su llegada y este hecho tenía un efecto devastador en la moral de la población civil.Hitler las empleó como armas de represalia en un momento en que su causa estaba prácticamente perdida. Sin embargo, la tecnología de las V-2 tuvo una segunda vida tras la guerra: hizo posible la investigación espacial y que el hombre pisara la Luna.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a V-2. La venganza de Hitler de José Manuel Ramírez Galván en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Storia y Storia europea. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Editorial
Melusina
Año
2020
ISBN
9788418403163
Categoría
Storia
Categoría
Storia europea
Suecia, 1 – Polonia, 1
Ya se sabe que la diosa Fortuna es voluble y caprichosa y, si hasta ese momento había acompañado a los alemanes, no tardaría en llegar el momento en que mostraría su mejor cara a los ingleses. Porque si algo no podían imaginarse éstos era que poco antes de que empezaran a ser lanzados contra su capital iban a tener no uno sino dos ejemplares casi completos de a-4 en sus manos, procedentes de sitios tan dispares como Suecia y Polonia. Cronológicamente, el primero fue el polaco. Eso por sí solo ya es suficiente para pasar a la historia, pero las circunstancias se aliaron para que el protagonismo se lo llevara para siempre la bomba sueca. No obstante, nosotros seguiremos la línea temporal correcta y dejaremos Suecia para el final.
Desde que en 1941 se empezaran a trasladar a Blizna los prisioneros de guerra rusos y polacos principalmente, la resistencia polaca no quitaba los ojos de encima a lo que sucedía allí. En el otoño de 1943, comenzaron las sospechas de que ese centro era algo más que un campo de prisioneros cuando empezaron a levantarse nuevas y extrañas edificaciones y una vía de tren, más el traslado masivo de prisioneros del campo de concentración hacia las nuevas instalaciones. Con ese panorama, la resistencia polaca inició una vigilancia intensiva de veinticuatro horas sobre Blizna, pasando toda la información a su central en Varsovia. El camuflaje de la base era impresionante, pues se llegó al extremo de construir graneros y casas prefabricadas con finas chapas de madera y se plantaron flores y plantas artificiales alrededor de ellas, todo para simular que era una pacífica aldea en medio del bosque.
El 5 de noviembre de 1943 se realizó el primer disparo desde Blizna y, como no podía ser de otra manera, fue un fracaso. Al menos esta vez la culpa no fue del cohete, sino del terreno y de las bajas temperaturas. La plataforma estaba mal colocada, y una de sus patas cedió y se hundió un poco, lo suficiente para que el vuelo del cohete se iniciara mal y terminara peor a sólo cuatro kilómetros de distancia.
A pesar de la intensa vigilancia por parte de la resistencia polaca, dado que el campo estaba bien acordonado y defendido, al principio no podían acercarse lo suficiente para saber qué es lo que sucedía y sólo podían informar de «tremendos rugidos y explosiones», «extraños objetos» y «vapores escapando en el aire» o cosas por el estilo. Para Londres, estaba claro de qué se trataba: el a-4 se estaba probando en Polonia, pero los polacos permanecían a oscuras.
Precisamente por esa vigilancia a la que se sabían sometidos, tras cada lanzamiento un avión sobrevolaba la zona para avisar al equipo de recuperación de tierra y limpiar la zona de restos y evitar así que cayeran en manos de la resistencia. Tampoco es que tuvieran mucho trabajo al principio, porque en noviembre sólo se hizo el vuelo ya comentado, igual que en diciembre. En enero de 1944, el ritmo se incrementó hasta seis lanzamientos, cinco en febrero y once en marzo. Para esas fechas, la resistencia ya informaba a Londres de la existencia de dos tipos de armas, una con forma de cigarro puro y otra como un avión sin piloto. Las extrañas armas coincidían con un extraño comportamiento por parte de los alemanes. Un miembro de la resistencia llegó a informar en una ocasión que una patrulla motorizada alemana llegó al pueblo de Rejowiec, a unos 250 kilómetros al noreste de Blizna, poco después de que cayera un cohete, dañando gravemente una casa. El oficial que mandaba la patrulla se disculpó por lo sucedido y pagó al propietario una buena indemnización después de dejarle bien claro que no debía hablar con nadie de lo sucedido. Con tanto despliegue de amabilidad, a los polacos se les puso la mosca detrás de la oreja y redoblaron sus esfuerzos para capturar todas las piezas posibles de esos extraños artefactos.
La primera oportunidad no llegaría hasta abril de 1944. Un extraño destacamento entró en la pequeña ciudad de Sarnaki, al sur del río Bug, y ocupó la escuela. El destacamento lo formaban 40 soldados, unos pocos cañones y un par de equipos de radio, todo ello transportado por un puñado de camiones. Hasta mediados de mayo no se sabía bien cuál era su función: era un equipo de recuperación. La acción empezó cuando una explosión sacudió Mezenin, otro pequeño pueblo cercano. Como la resistencia ya estaba controlando cualquier actividad sospechosa, consiguieron recuperar algunas piezas del misil antes de que llegara el equipo de Sarnaki, incluyendo un valioso tanque de peróxido de hidrógeno. En apenas un mes, de los 60 cohetes caídos en su zona consiguieron recuperar bastantes piezas sueltas como motores eléctricos, contenedores de todo tipo, giróscopos, radios... Cuando la pieza era demasiado grande para ser transportada sin levantar sospechas, era fotografiada minuciosamente. Todo ello sin hacer un disparo, porque los enfrentamientos armados con los alemanes eran siempre evitados al máximo. También contaban con la ayuda de los granjeros de la zona que cubrían con tierra y lonas cualquier misil que caía en sus tierras, y después trasladaban los restos a sus graneros en sacos de patatas y montones de heno. Para evitarlo, los alemanes se dedicaron a repartir unas octavillas a la población explicando que los restos que podían encontrarse por el campo correspondían a unos contenedores de combustible transportados por avión y que existía un grave riesgo de explosión si eran manipulados. Lo mejor era avisar al aeródromo más cercano para que vinieran a recogerlo. Los humildes campesinos polacos no se dejaron engañar y siguieron colaborando con la resistencia.
Recuperación de una cámara de combustión en el río Bug, Polonia.
Una vez hubieron recogido bastante material en las zonas de Sarnaki, Czestochowa, Rejowiec y otros pueblos de los alrededores, decidieron enviarlo todo a Varsovia para que fuera examinado por expertos. El médico polaco Zygmund Niepolkój contaba con un salvoconducto alemán para trasladarse con su coche a Varsovia cuando quisiese para recoger medicamentos, feliz circunstancia que fue aprovechada para transportar diversas piezas. En una ocasión, todo el entramado estuvo a punto de descubrirse cuando el coche del médico fue detenido en las afueras de la capital por un extremadamente celoso oficial de las ss. El motivo era que un oficial alemán había sido asesinado y había que extremar todas las medidas de seguridad. El ss empezó a registrar el coche y el médico, asustado, gritó: «¿Desde cuándo las ss registran el coche del doctor que sirve tan bien a los alemanes?». El ss, intimidado ante ese despliegue de euforia autoritaria y autoafirmación, se limitó a mirar los papeles y a dejar pasar el coche. En otras ocasiones, sin embargo, se solía recurrir al soborno, dejando varias salchichas, pan y otras delicadezas en los bolsillos de las puertas del coche para que los guardias alemanes los «confiscaran» y dejaran pasar el coche sin registrarlo.
Y si la recuperación de piezas iba a buen ritmo, no lo era menos el de recoger información sobre el cohete, cualquier información. Gracias a una generosa cantidad de schnapps, un miembro de la resistencia consiguió de un soldado alemán, y con todo detalle, un dibujo del cohete, asegurando que se construía en unas instalaciones cercanas a la ciudad de Stettin. Poco después, de otra fuente les llegó el comentario de que la construcción se hacía en el llamado «campo Dora». Y aunque parecían datos triviales, se llegó a transmitir que los cráteres de impacto tenían entre 11 y 14 metros de profundidad y de 27 a 29 de diámetro, o que los cohetes solían caer en una zona cuadrada de unos 5 ó 6 kilómetros de lado. Con estos datos, los Aliados pudieron hacerse una idea bastante exacta sobre la precisión del cohete, y realizar cálculos sobre la velocidad de impacto (y, por tanto, la de vuelo) o la capacidad de carga explosiva transportada.
Antes de que entrara en servicio, el a-4 ya era una pieza muy codiciada por la inteligencia británica, que contó con la ayuda de la resistencia polaca. Un a-4 en la etapa final de su montaje, probablemente en Peenemünde.
A mediados de mayo, llegaron los grandes frutos del trabajo realizado por la resistencia. En primer lugar, encontraron una cámara de combustión prácticamente intacta, cerca de la ciudad de Mezenin. Como era demasiado grande para transportarla, la fotografiaron hasta la saciedad y luego la hundieron en el río, con la intención de recuperarla más tarde, antes de que llegaran los alemanes. Pero esa oportunidad nunca llegó. Por lo menos tenían las fotos. Y poco después, el día 20, llegó el premio gordo: un cohete a-4 casi intacto cayó en la orilla de un pantano. Hicieron rodar el cohete hasta el agua y se pusieron de acuerdo con un granjero para que condujera su ganado al agua a remover el barro. Cuando poco después llegaron los alemanes, lo único que encontraron fue un rebaño de pacíficas vacas abrevando. Tras una intensa búsqueda, los alemanes se rindieron a la evidencia de que allí no había nada parecido a un cohete y abandonaron la zona. En ese momento, la resistencia se puso manos a la obra. En primer lugar, tuvieron que reunir las herramientas necesarias para desmontar el cohete, tarea nada fácil pues cosas tan básicas como un destornillador o una sierra estaban restringidas a los civiles. Pero se las ingeniaron para conseguir mano de obra, un tractor, varias antorchas y sacar el cohete del agua. Tardaron una semana en desmontarlo, pero lo consiguieron. Mientras, en Londres seguían incrédulos todos los detalles de la operación, desde que a finales de mayo en el cuartel general del Ejército polaco en la capital británica recibieran el aviso de la resistencia. De ahí se pasó la noticia al general sir Colin Gubbins, jefe del Special Operations Executive (soe) y miembro del comité Crossbow. Rápidamente solicitó una reconfirmación de la espectacular noticia y, tras recibirla, se empezó con la planificación de una complicada operación para sacar el cohete del país. Se bautizó como «Wildburn iii» y contemplaba no sólo sacar el a-4, sino además varios ingenieros polacos y otros expertos en inteligencia familiarizados ya con el ingenio.
En esas fechas estaba ya muy cercano el desembarco en Normandía y para complicar los movimientos de las tropas alemanas se estaba preparando y entrenando a los diferentes grupos de la resistencia repartidos por toda Europa, Polonia incluida. Esos grupos estarían encargados de volar puentes, cortar las comunicaciones o asesinar oficiales de alto rango. Lo que fuera necesario para entorpecer el despliegue de la previsible contraofensiva alemana. No era, pues, momento de solicitar autorizaciones para extrañas misiones. Habría que esperar un poco, y justo una semana después del Día d, llegaban noticias de Suecia: un a-4 se había desviado de su ruta y había caído en su territorio. Eso era mucho más cerca que los frondosos bosques polacos, infestados de nazis, y no habría que sobrevolar territorios ocupados por fuerzas enemigas para llegar hasta allí. De todos modos, la preferencia ahora era Normandía. Primero había que asegurarse la permanencia en suelo continental europeo, avanzar y controlar el frente, antes de pensar en la recuperación de los cohetes. En un primer momento, se pensó en enviar un bimotor Hudson desde Inglaterra hasta Polonia, pero gracias al avance aliado en Italia se capturó la base aérea de Brindisi desde la que se podría mandar un c-47, la versión militar del famoso dc-3 de la empresa Douglas. La zona de aterrizaje estaba en Motyl, muy cerca de Tarmow, una zona que ya era muy conocida por la raf porque ya había sido usada anteriormente para otras misiones igual de clandestinas.
Amparado por la oscuridad ya menguante, el 25 de julio de 1944 despegó de Brindisi el c-47 Dakota pilota...

Índice

  1. contenido
  2. Prólogo
  3. El desarrollo de una idea
  4. Socios para el vuelo espacial
  5. Auge y caída
  6. A la guerra en cohete
  7. Prueba y error
  8. La tierna florecilla del Reich
  9. Delenda est Peenemünde
  10. Suecia, 1 – Polonia, 1
  11. El esqueleto del monstruo
  12. Epílogo en Polonia
  13. El martillo de Thor
  14. Dora
  15. Operación «Big Ben»
  16. Los búnkeres acorazados
  17. Brainstorming
  18. Todos los cohetes del Führer
  19. Sobre amigos y enemigos
  20. Fuga de cerebros
  21. Operación «Backfire»
  22. Oportunidades y complementos
  23. Bienvenido, Mr. Braun
  24. Made in the USSR...
  25. ...made in the USA
  26. Epílogo: la V-2 que lanzó un satélite
  27. Un largo camino
  28. Apéndice: los olvidados
  29. Bibliografía
  30. Agradecimientos