IX. EL SOCIALISMO ESPAÑOL ESCRIBE EL «(NO) MANUAL» PARA QUE UNA HUELGA GENERAL TRIUNFE
Noviembre de 1988
Nada más convocado el paro general, la reacción del poder fue típica y tópica: desdeñosa, ordenancista, amenazadora, arrogante y alarmista. A medida que se acercaba la huelga, los sensibles mecanismos de detección del estado de opinión pública que obran en manos del Gobierno debieron apreciar la posibilidad de seísmo y las maniobras de la división acorazada Txiki Benegas fueron sustituidas paulatinamente por una autocompasión de personaje de Almodóvar: ¿qué hemos hecho para merecer esto?
Manuel Vázquez Montalbán, «Vudú y despotismo ilustrado».
En menos de un mes y medio la sociedad española asistió a un paulatino incremento de la tensión social, que muy pronto adquirió connotaciones históricas. Entre noviembre y mediados de diciembre de 1988, el país entró en un periodo en el que la convocatoria del paro general del 14D visualizó una dualización político-social con escasos antecedentes desde la postransición franquista.
En este conflicto socioeconómico, pero ante todo político, mucho ayudó –hasta transformarse en una de sus causas potenciadoras principales– la furibunda reacción ante la convocatoria del 14D por una parte del conjunto del socialismo español (partido-Gobierno) y de su entorno mediático (afín al socialismo o como «compañero de viaje» en tal trayecto). Con el único apoyo de la patronal y de la derecha política –y no toda ni en todo momento–. Pareció, por momentos, que la nación entraba en una auténtica encrucijada. Casi en términos de conflicto civil. Nada más alejado de la realidad histórica. Aquella situación de tensión social buscada mucho tuvo de propaganda por parte del Ejecutivo y del PSOE. La política del miedo que se implantó, junto con un contexto de incremento de la represión y de fuertes amenazas –desde policiales a judiciales– no obtuvo resultado alguno práctico ni antes, ni durante, ni después del 14D. A lo anterior, se sumó el cuestionamiento del constitucional derecho de huelga y un excesivo como premeditado abuso de los servicios mínimos. Estrategias que enlazaban con la permanente ofensiva antisindical previa. El sindicalismo de clase apareció entonces representado como el principal enemigo «oficial» a derrotar.
En este sentido, ha de añadirse que la estrategia emprendida por el PSOE, en colaboración con el Gobierno, de quebrar interna y organizativamente a la UGT condujo a una auténtica «guerra sucia». La respuesta del sindicato socialista fue contundente: una política de suspensiones de cargos orgánicos –que no de expulsiones en la inmensa mayoría de los casos– de aquellos dirigentes que no solo desobedecieron los mandatos del Comité Confederal de la UGT, sino que, además, colaboraron con el partido-Gobierno en el fin común de hacer fracasar el paro general. Una guerra interna que supuso la definitiva ruptura del partido y el sindicato, ruptura política cuyas heridas y traumas tardaron varios años en cicatrizarse. El dramatismo con el que se vivió el 14D dentro del socialismo español a lo largo de dichas semanas –por y a través de documentación inédita– dan cuenta de la excepcionalidad de este corto periodo histórico.
Cuando se revisan las demandas de los dos principales convocantes del 14D, las CCOO y la UGT, no se encuentra atisbo de radicalismo. Constituyen, a lo sumo, la base de un programa de orientación socialdemócrata. Mas en dicho contexto de acción-reacción, el anuncio del paro general terminó, en primer lugar, consolidando definitivamente la unidad de acción y, en segundo lugar, transformando el 14D en una huelga general «política». No al contrario, tal como desde un primer momento se mantuvo por parte del partido-Gobierno y la mayor parte de los medios de comunicación con fines deslegitimadores.
Convocada la huelga general para el miércoles 14 de diciembre, la UGT y las CCOO se implicaron con todos los recursos a su alcance para que la misma fuera un éxito. Su minuciosa preparación, hasta el último detalle, explica, en parte, la histórica victoria que supuso el 14D. Ahora bien, aquella victoria no puede interpretarse de forma completa, si no se tiene presente el amplio apoyo que recabaron las demandas sindicales por parte de numerosas fuerzas políticas, organizaciones sociales y sindicales y diferentes colectivos profesionales –algunos inesperados– con protagonismo especial y destacado de los jóvenes. En suma, fue la fuerza y la capacidad del sindicalismo de clase con el apoyo activo de la ciudadanía –frente a esa siempre interesada hipótesis manejada desde los círculos políticos y empresariales en torno a su supuesta pasividad– lo que explica, en buena medida, lo que sucedió el 14D. El tercer factor explicativo para examinar el éxito histórico de dicha huelga general reside, justamente, en la propia campaña que lanzaron el partido-Gobierno en lo que terminó constituyéndose en la redacción del no manual para que una huelga general triunfe. No pocas lecciones aprendieron el poder político y sectores de la clase dominante de cara a los siguientes paros generales.
Entorno al 14D persisten no pocas imágenes colectivas e incluso mitos que todavía hoy se mantienen. Es lógico ante sus dimensiones históricas. No se puede obviar que el 14D todavía sigue constituyendo un «episodio histórico» incrustado en la memoria colectiva común para no pocos extractos generacionales. No obstante, es preciso clarificar algunos de esos mitos que mucho tienen que ver con la hegemonía de la entonces imperante dialéctica socialista. Entre otros, por ejemplo, estaría aquel que señala que los sindicatos quisieron convertirse en la principal fuente de oposición política. A través de cual pretendían derrocar al Gobierno y de paso quebrar el Sistema democrático. Otro tanto cabría decir sobre la dulcificadora tesis con la que se ha tratado el papel desempeñado por la CEOE, a la que poco más que se la ha presentado como colaboradora necesaria. Por no dar pábulo a ciertas tesis parapsicológicas, que desde determinados extractos intelectuales de las elites socialistas sacaron a relucir por aquellas fechas, como fehaciente explicación del papel que supuestamente pretendía arrogarse Nicolás Redondo.
Un breve periodo de tiempo en que la confluencia contra el PEJ conformó una histórica oposición social contra la política económica liberal de los ejecutivos socialistas. La constitución de este inédito bloque antihegemónico al poder socialista fue uno de sus resultados que, en términos históricos, han de destacarse. En aquel mes y medio, el conjunto social vivió un periodo único, en el que, por vez primera y de forma única, se llegó a contemplar la posibilidad de derrotar las políticas económicas del Gobierno socialista y, en concreto, a Felipe González. Lo último, como un efecto no buscado.
Prácticamente cuarenta y cinco días de una frenética intensidad política, sindical, social… sobresaliente. Hasta tal punto que el relato de lo acontecido obligue a dividir en dos partes el antes del 14D. De este modo, en el presente capítulo se examinará lo sucedido desde el CCMM del día 28 de octubre hasta el 30 de noviembre, para en los siguientes seis capítulos examinar los trece días de diciembre previos al 14D.
Además, el presente capítulo se desdoblará en dos marcos paralelos de análisis, a partir de la rueda de prensa en donde la UGT y las CCOO anunciaron la convocatoria del paro general el sábado 12 de noviembre. Nos explicamos. Desde tal fecha hasta finales de noviembre –cuando de nuevo se vuelven a combinar ambos marcos de estudio– se estudiará, primero, la política estratégica de alianzas interclasistas que se impulsó desde las CCOO y la UGT. Haciendo especial hincapié en la creación de una potente maquinaria organizativa que condujo, a su vez, a la configuración de unas condiciones objetivas y subjetivas de cara a preparar un ambiente cada vez más propenso a la contestación social. En segundo término, se analizará el desarrollo de la radical campaña antisindical encabezada por el partido-Gobierno, con el apoyo de la mayor parte de los grupos parlamentarios, la patronal y los centros de poder económico y la participación activa y militante de la práctica totalidad de los medios escritos de comunicación social, con el objetivo de contrarrestar los avances sindicales. Una campaña en donde los sindicatos convocantes apenas entraron a rebatir excepto contadas ocasiones. Una estrategia que seguirá activa, y todavía con mayor dosis de radicalidad, en los treces días de diciembre que antecedieron al 14D, pero cuyo propósito ya no consistió tanto en frenar la convocatoria de paro general, sino en demonizar al adversario como futuro interlocutor viable y fiable.
El motivo de este planteo es evidente: con demasiada frecuencia en los escasos estudios disponibles se han combinado ambos planos analíticos al mismo tiempo. La consecuencia más directa: la invisibilización de los logros, pero también de las limitaciones, de la propia estrategia sindical de movilización, que constituye por sí misma un objeto de análisis lo suficientemente potente como para justificar esta propuesta.
Las fechas de corte seleccionadas para tal esquema expositivo tampoco son casuales. A partir del 1 de diciembre, tras la movilización juvenil contra el PEJ y completado, en líneas generales, el empuje movilizador por parte de las CCOO y la UGT, se inició una segunda etapa en donde se asistió a lo que se hemos denominado como la transición definitiva del 14D o la metamorfosis interna del paro general. Desde esa última fecha no se cuestionó el previsible éxito de la HG. Lo que se debatió fue en torno a sus futuribles consecuencias.
En tan solo dos semanas, además, la antes innombrable expresión de la huelga general –por las connotaciones que todavía persistían en la memoria social colectiva de la sociedad española como producto directo de un pasado traumático común reciente– se normalizó sin que causara mayor temor entre la ciudadanía pese a la campaña del miedo desatada. Los sindicatos, con un cada vez mayor apoyo social, consiguieron transformar una convocatoria de paro general inicialmente diseñada en términos defensivos a ofensivos. El resultado: ya no se juegan el ser o el no ser o, dicho con otras palabras, la necesidad de dar una respuesta de cara a garantizar hasta su propia supervivencia. Su papel de agente social estaba al alza y en continuo crecimiento.
Por último, se ha de resaltar que en los siguientes capítulos se presentará numerosa documentación inédita. Tanto procedente del Archivo Histórico de la Fundación Francisco Largo Caballero –como se explicará más adelante– como del Archivo General del Ministerio del Interior (AGMIR). Al respecto conviene destacar que se ha accedido a la documentación de la denominada Oficina de Comunicaciones y Relaciones Institucionales (OCRI). Estos papeles evidencian, en primer lugar, que en el antes, el durante y el después del 14D, el paro general fue objeto de un continuo seguimiento por parte del MIR. Hasta límites insospechados y cuyo propio conocimiento ha deparado no pocas sorpresas y cuestiones ni siquiera imaginadas acerca de las interioridades del 14D. Documentación que revela, a su vez, no solo la entonces obsesión lógica por la cuestión vasca –con dosieres enteros dedicados a los periódicos de la izquierda abertzale como en el caso del desaparecido Egin–, sino algo mucho más trascendente: más allá de los dosieres de prensa o los seguimientos radiofónicos de las principales emisoras por parte del Gabinete de Prensa del MIR, se ha accedido a documentos de la Secretaría de Estado para la Seguridad y de la Dirección General de Seguridad del Estado entre otras unidades. A partir de ahí, se han podido localizar los estadillos estadísti...