Recorridos solidarios
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Recorridos solidarios

Trayectorias individuales y montajes colectivos en la historia reciente

  1. 287 páginas
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Trayectorias individuales y montajes colectivos en la historia reciente

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Por lo general, la solidaridad no la definimos, la describimos. Tampoco la reflexionamos, la vivimos. Por estas razones, los ocho ensayos reunidos en este libro llevan a cabo una tarea inusual: someter la solidaridad a reflexión y definición. Pero también hacen lo otro, por supuesto: describen cómo los frágiles dedos individuales se juntan, flexionan y forman un sólido puño. En esta obra se examinan las relaciones y las prácticas en ámbitos que fácilmente asociamos con solidaridad, como son los conflictos laborales, los movimientos estudiantiles, los avatares de la migración del campo a la ciudad; pero también en situaciones en las que su aparición puede ser desconcertante: un grupo de jóvenes infractores. En un tiempo en que la acción colectiva resurge después de un largo interludio individualista, este volumen nos invita a reflexionar acerca de cómo en los problemas y conflictos que la práctica conlleva nos hacemos uno, con la esperanza de que los puños del futuro sean más resistentes y duraderos que los del pasado.

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Información

Año
2020
ISBN
9786078611676
Categoría
Sociología

Manifestaciones de solidaridad: los maestros en el movimiento estudiantil de 1968*

Erick Arellano Salazar
Pablo Bonilla Juárez
Ricardo Chávez Cruz
Patricia Pensado Leglise
No estudiamos con el propósito de acumular conocimientos estáticos sin contenido humano. Nuestra causa como estudiantes es la del conocimiento militante, el conocimiento crítico que impugna, contradice, controvierte, refuta y transforma revoluciona la realidad social, política, cultural, científica.
Revueltas, Ciudad Universitaria, 26 de agosto de 1968.
Sometida al silencio, desarticulada y temporalmente vencida la fuerza independiente de los trabajadores, el único reducto democrático que quedaba –que queda al pueblo– eran y son las universidades, los centros de educación y superior, es decir, la conciencia despierta de una juventud que ya no ha podido mantenerse sometida a la irresponsable servidumbre de un monopolio político.
Revueltas, “Manifiesto”, 2000.

Introducción

A 50 años del movimiento estudiantil de 1968, creímos conveniente escribir en torno a las manifestaciones de solidaridad de los maestros hacia los estudiantes. Pensamos que más allá de conocer los testimonios de los profesores que asumieron el liderazgo de la Coalición de Profesores de Enseñanza Media y Superior Pro Libertades Democráticas,1 podría ser útil recuperar la memoria de aquellos profesores que, respondiendo a distintas motivaciones, se solidarizaron con el movimiento; también conocer la significación e interpretaciones que ese movimiento tuvo de manera personal, lo que, en buena medida, significa reconceptualizar las propias narrativas como “una vía para percibir de qué manera las personas vinculan las experiencias subjetivas del pasado con el presente”2 y la relación que existe entre la memoria personal y el mundo social.
La experiencia de los docentes en el movimiento estudiantil en México se distinguió del resto de los movimientos desarrollados en otros países, debido a que la Coalición de Maestros fue una organización plural con carácter público que se planteó ser interlocutora y mediadora entre las autoridades universitarias y el gobierno. Representó a todas las instituciones de educación media y superior públicas sin excluir a algunos profesores de instituciones privadas: “la Coalición de profesores llegó a tener representación de 72 escuelas, facultades e institutos de investigación, principalmente de la unam y del Politécnico”.3
La perspectiva desde la cual estudiaremos la participación de los profesores en el movimiento estudiantil de 1968 es desde las expresiones que ellos manifestaron en aquel momento, respondiendo a una posición ética, política y de identificación. Es entonces que se vuelve pertinente ofrecer algunas precisiones que ayuden a problematizar el concepto de solidaridad. Con esto no se pretenden agotar todos los posibles significados que la solidaridad pudo o puede tener, aunque sí nos permitirá mostrar el sentido que nosotros le damos a dicho término. Nuestra propuesta consiste en comprender la solidaridad de los docentes entrevistados como de tipo performativa, puesto que se articuló en función de una actitud ética que respondía a un espíritu de legitimidad y de empatía hacia las movilizaciones estudiantiles y sus demandas.
Siguiendo a Pablo Nocera,4 el concepto de solidaridad fue acuñado en la Francia de mediados del siglo xix por el filósofo socialista Pierre Leroux, quien la entiende como la forma en la que se expresa el sentido de pertenencia que cada individuo tiene hacia la humanidad, lo que mueve a los individuos a establecer una relación con otros. Así, la solidaridad es la forma en que se pueden describir las relaciones humanas en las sociedades, enfatizando la reciprocidad. La solidarité nació como un concepto de orden político y social que da cuenta de la posibilidad que tiene el hombre de establecer vínculos fraternales.
Este concepto de solidaridad fue retomado a lo largo del siglo xix por diversas tradiciones, aunque siempre para dotarlo de un nuevo significado. Para los fines de este trabajo es necesario mencionar dos tradiciones en particular: la sociología francesa y la tradición marxista. En el caso de la primera, representada por Augusto Comte y llevada a un punto culminante por Émile Durkheim, la solidaridad es conceptualizada como un fenómeno independiente de la voluntad de los individuos. Esto quiere decir que no depende de ellos que el orden social se configure, sino que la solidaridad misma, entendida como una especie de sociabilidad, se hace siempre manifiesta para dar lugar a los vínculos sociales sin mediar una acción racional.
En la tradición del marxismo, en cambio, la solidaridad no es reducida a un mero concepto de carácter pasivo, sino que adquiere la dimensión de “una exigencia social y ética, una obligación que hay que inculcar a todos los miembros de la sociedad para llegar a esta cohesión necesaria de los individuos de la cual se habla en La ideología alemana”.5 Esta reformulación que hace el marxismo del concepto de solidaridad reconoce que las relaciones sociales no se dan de manera automática y pasiva, sino que se dan cuando el individuo cobra conciencia de su capacidad de crearlas y se esfuerza por establecerlas. Así, la solidaridad se vuelve un concepto que se refiere a una acción por realizarse con miras a transformar el mundo por medio del cambio en las relaciones sociales.
En la actualidad, se han dado esfuerzos por comprender la solidaridad desde un aspecto multidimensional, que abarca las dos tradiciones mencionadas y que asume que la solidaridad “se dice de muchas maneras”. Como afirma Luis Aranguren, se trata de “una reacción ante la injusticia y el sufrimiento en el que viven tantas personas y pueblos de nuestro mundo”,6 y en tanto es una reacción, la solidaridad implica una determinación por embarcarse en los procesos que tratan de erradicar las causas que subyacen al malestar, lo que abre la posibilidad de que, a su vez, la solidaridad adquiera la forma de un deber ser, puesto que se comprende que “somos responsables los unos de los otros en un mundo absolutamente desequilibrado”.7 Es en esta reflexión donde caben las manifestaciones de solidaridad de los docentes entrevistados, quienes hicieron suyos los agravios dirigidos al movimiento y actuaron en consecuencia.
Por otro lado, ha sido un ejercicio necesario ubicar al movimiento como parte de un contexto histórico-social en el nivel internacional más amplio,8 y donde las expresiones de la lucha política en el país adquirieron matices diferentes tanto en el movimiento obrero como en el campesino, así como también en el ámbito de la vida social y cultural. Sin pretender hacer un recuento histórico, que con mucho excedería el carácter de este trabajo, hacemos referencia sólo de los movimientos que los propios maestros entrevistados consideraron como sus antecedentes: los casos de la Escuela Normal de Maestros que registraron movilizaciones desde los años cincuenta; de las universidades de Michoacán y Puebla (1961-1963) donde los rectores de ambas instituciones (Eli de Gortari y Julio Glockner) decidieron proponer proyectos novedosos en los ámbitos de las humanidades y las ciencias sociales; también de las movilizaciones conocidas como “el movimiento camionero” que organizaron los estudiantes de las diferentes escuelas y universidades –en 1958– para protestar en contra del alza de los precios del pasaje de ese transporte; también recordaron la huelga nacional de la Escuela de Agronomía “Hermanos Escobar” de 1967, en Ciudad Juárez, Chihuahua, apoyada por estudiantes del Instituto Politécnico Nacional, la Universidad Autónoma Chapingo y la Escuela Nacional de Maestros. Por otra parte, también destacaron las huelgas de los trabajadores ferrocarrileros y electricistas de 1958, y el movimiento de los médicos, residentes e internos del Hospital 20 de Noviembre, de 1964.
En cuanto a las organizaciones de izquierda, si bien todavía prevalecían las actitudes sectarias, empezaban a advertirse ciertos cambios en la praxis política, en buena medida derivados del triunfo de la revolución cubana, que abrió una nueva etapa en la lucha latinoamericana contra los regímenes autoritarios y el imperialismo estadunidense. Principal obstáculo para el desarrollo económico y el cambio social, interpretación que fundamentó la decisión de que “la utopía del futuro había que fundarse hoy, y que el cambio requería de una nueva revolución”.9
Cabe señalar que la participación de los estudiantes en los movimientos es explicable por el “premio demográfico”, llamado así por el maestro Guillermo Ramírez,10 que consistió en el aumento poblacional registrado al término de la segunda guerra mundial como consecuencia de las políticas demográficas entre cuyos resultados se cuenta la “masificación educativa en todo el mundo”.
Por otra parte, se advierte la emergencia de una pluralidad de voces políticas y culturales alimentadas por la actividad de editoriales como Siglo XXI, el Fondo de Cultura Económica y era, que, en palabras de Adolfo Sánchez Rebolledo, “fue importante en la gestación del 68, no de una manera directa pero sí trasminando las conductas de los estudiantes”11 y de profesores, intelectuales y artistas.12
Así iniciaba la llamada “contracultura”, una nueva forma de entender y de estar en el mundo entre cuyas características “es” posible mencionar el rechazo de segmentos más educados, predominantemente urbanos, a las formas rígidas y obsoletas alimentadas, en buena medida, por grupos conservadores de la Iglesia católica. Muestras de esas expresiones “irreverentes” están en la pintura José Luis Cuevas, el teatro de Alejandro Jodorowski y José Luis Ibáñez, o las crónicas de Carlos Monsiváis. Asimismo, en la circulación de ideas libertarias, reforzadas con el pensamiento de Herbert Marcuse y de Guy Debord, filósofos que animaron el “Mayo” del 68 francés y que inspiraron a “la juventud [que] quería cambiar la vida y superar esa existencia cargada de tedio y rutina que proponía la sociedad de consumo”.13
Además, la concurrencia de diversas generaciones en el movimiento del 68 ­–jóvenes estudiantes y profesores de diferentes edades y experiencias– sin duda fue una característica que le enriqueció. “Representa a la intelectualidad [considerada en su espectro más amplio] con el orden político”, una ruptura que “era necesaria para que la izquierda dejara de ser el resultado de la acción de pequeños grupos comprometidos marginalmente con principios ideológicos, con una práctica política, y se convirtiera en un movimiento nacional”.14
En este sentido, el 68 fue importante porque transformó la visión tanto de muchos jóvenes que descubrieron la realidad del país, como de los profesores que se vieron inmersos y tomaron la decisión de acompañarlos en el movimiento.
Es importante destacar que para algunos de estos jóvenes, haber participado representó la oportunidad inmejorable para conocer facetas de la ciudad hasta el momento desconocidas para ellos. Encontrarse en zonas periféricas y todavía rurales del Distrito Federal de aquellos años, o en estados aledaños, les abrió los ojos a las brechas de desigualdad y pobreza que han caracterizado al país.
Ahora bien, la participación de la izquierda
fue muy importante para preparar la resistencia del 68, para crear un clima moral, de no aceptación de cuestiones que eran tácitas en la vida pública mexicana, la Constitución, el autoritarismo, el no rendir cuentas, el no dar la cara por los actos cometidos por el gobierno, toda esta exigencia que en sentido estricto no es política pero que es ética, en última instancia la gran bandera del 68 y es la gran bandera de esa generación.15
Las voces de este trabajo son las de los profesores Esperanza Meneses, Dolores Hernández, Norma de los Ríos, y María Fernanda Campa Uranga, quienes impartieron clases en la educación media superior y superior, en la Facultad de Filosofía y Letras (ffyl), en el posgrado de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam) y en la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura del ipn. En el caso de Miguel Lara, Sergio Hernández, Ernesto Schettino, Guillermo Ramírez y Alejandro Vázquez Gutiérrez, en el Colegio de Matemáticas de la Facultad de Ciencias, del Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía, la entonces Escuela Nacional de Economía de la unam y la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica.16
Gracias a sus testimonios podemos encontrar no sólo las diferentes formas en que se manifestó la solidaridad con el movimiento, un tiempo que se vivió de manera súbita, acelerada, debido al propio desarrollo de los acontecimientos. También las diferencias de óptica de algunos frente a lo que para ellos no era una estrategi...

Índice

  1. Portadilla
  2. Legal
  3. Índice
  4. Prólogo. Los caminos recorridos con solidaridad
  5. IntroducciónHacer de dos, uno; hacer de uno, dos: ideas de solidaridad
  6. Primera parte Solidaridad performativa
  7. El SUTIN: lazos de solidaridad
  8. Manifestaciones de solidaridad: los maestros en el movimiento estudiantil de 1968*
  9. Solidaridad intermitente
  10. “El nosotros” y la compartición de aprendizajes en la “escuelita de la libertad zapatista”
  11. Segunda parteSolidaridad construida
  12. Contiendas Laborales y Solidaridades Encontradas en Santa Bárbara, 1970-1981
  13. Construyendo la solidaridad. Análisis microhistórico de una mujer migrante
  14. Trayectoria de vida de un joven con discapacidad visual. interacción y relaciones sociales, una mirada desde la solidaridad
  15. La solidaridad en una menor insumisa, infractora y consumidora de sustancias adictivas
  16. Índice temático
  17. Sobre los autores
  18. Colofón
  19. Contraportada