Capítulo 1
La voz de las luciérnagas
[…] De modo que vi con «mis sentidos» cómo el comportamiento impuesto por el poder del consumo rehacía y deformaba la conciencia del pueblo italiano, hasta una degradación irreversible…
Pier Paolo Pasolini, 1 de febrero de 1975, «El artículo de las luciérnagas» (Escritos corsarios, 2009)
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Poco tiempo antes de ser asesinado, Pasolini escribió un artículo llamado «El vacío de poder en Italia», donde hablaba de la desaparición de las luciérnagas. Estaba desolado por la extinción de ese pequeño insecto capaz de iluminar la noche más oscura. Una luz que equiparaba a la tradición de lucha y a la cultura del pueblo italiano, abandonadas o extinguidas en la sociedad nacida del fascismo y desarrolladas en la noche de la barbarie neoliberal que unos años más tarde sería capaz de generar un producto como Berlusconi y los Gobiernos que lo continuaron, ya en total oscuridad.
La desaparición de las luciérnagas no sucedió sólo en Italia. Es un fenómeno a escala planetaria. Hay quienes lo llaman globalización, pero prefiero llamarlo hegemonía imperialista.
Sin embargo, no todas las luciérnagas han desaparecido. Existen en muchos rincones del mundo.
En este viaje a Rusia las he visto volar. No son muchas, no tantas como antes, pero escuché sus voces luminosas, preocupadas a veces, inteligentemente pesimistas, pero con una voluntad que alumbra algo nuevo.
Vuelan todavía o vuelan otra vez.
Soy sólo testigo de la luz, y esa será la dirección de mi viaje.
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Conocí a Vera en Madrid; nos encontramos en un grupo de lucha contra la guerra imperialista y la OTAN, un pequeño grupo de resistencia y de investigación. Somos pocos y muy tercos, tal vez luciérnagas –o sólo mosquitos– que vuelan en un clima poco propicio, pero empecinados en iluminar la oscura noche neoliberal de la maltratada España.
Una tierra que hoy está arrasada por el miedo y sin palabras, como si le hubieran arrancado su memoria, su historia, sus muertos, sus grandes poetas, sus luchadores y sobre todo la voluntad de pensar y de existir.
Vera nació en Moscú y vive en España desde hace mucho tiempo. Yo nací en el norte de Argentina adonde llegaron mis abuelos en 1905 huyendo de la guerra y de los pogromos zaristas. Eran niños en una masa en desbandada y traían la derrota y el terror como todo su equipaje.
Quizá por eso Rusia estuvo siempre muy cerca y más aún cuando conocí la historia de la Revolución soviética, la literatura, la música, la pintura y el cine rusos. Por desgracia, mis abuelos consideraron que el ruso sería la lengua del secreto, la hablaban entre ellos en voz baja, pero no nos la enseñaron. Fuimos la generación destinada a estudiar inglés y francés. Ahora estudio ruso.
Vera me propuso viajar con ella para conocer y participar en la Escuela de Verano de Sut Vremeni[](Esencia del tiempo), en la que sería, además, mi traductora.
Había leído en la página web en español de Sut Vremeni algunos artículos y análisis sobre la situación política de Rusia. En otras páginas rusas los acusaban de ser una secta de izquierda. Lo cierto es que es un movimiento político casi desconocido en Europa y sólo encontré un artículo en una página web española, escrito por Andréi Pyatakov, un politólogo ruso.
Explicaba que Sut Vremeni surgió en el año 2011, en tiempos muy difíciles para la izquierda rusa. Después de las elecciones parlamentarias de 2011, la oposición burguesa –con un gran apoyo internacional– trató de organizar en Rusia una «revolución naranja», similar a la que se produjo en Ucrania en 2004; el capital transnacional quería desestabilizar al país y utilizar el descontento popular a su favor. Una técnica de ingeniería política y manipulación que utilizaron en todas las llamadas Revoluciones de colores (Yugoslavia, Egipto, Túnez, Líbano, Libia, Ucrania, Georgia, Venezuela, Siria).
En ese contexto y en 2011, aparece también el Movimiento de Cintas Blancas, un movimiento neoliberal que usa el color de la capitulación en la tradición militar y que en la memoria social rusa se asocia a la Guardia blanca, una organización militar imperialista contra el poder soviético durante los años 1917-1923.
Los cintas blancas hicieron un gran mitin en la Plaza Bolotnaya (Plaza del Pantano), que en los siglos xvii-xviii fue el lugar de ejecución de los campesinos sublevados contra la servidumbre. Algunas organizaciones izquierdistas, agrupadas en el llamado Frente de Izquierda, se involucraron en el movimiento de los cintas blancas. El Partido Comunista de la Federación Rusa[] apoyó al movimiento neoliberal.
Pero el nuevo movimiento Sut Vremeni respondió y organizó un mitin alternativo antinaranja en la plaza Poclonnaya –donde Napoleón esperó en vano las llaves de Moscú en 1812–, cerca del Museo de la Gran Guerra Patria 1941-1945, un símbolo del patriotismo. Sut Vremeni utilizó como símbolo antineoliberal la cinta roja, el color de la bandera soviética. Después de esta gran movilización, las «protestas» neoliberales disminuyeron y se extinguieron.
En su artículo, Pyatakov explicaba también que el movimiento Sut Vremeni nace desde el programa televisivo Sud Vremeni[] (Juicio del tiempo) de Sergei Kurginyan, que, en serias y profundas disputas televisadas con los liberales más notorios, defendía los valores soviéticos y patrióticos. Los espectadores votaban y siempre vencía la posición de Kurginyan. El programa se hizo muy popular y, al finalizar el ciclo televisivo, Kurginyan continuó con sus análisis y empezó a publicar en internet sus videoconferencias bajo el título Sut Vremeni (Espíritu del tiempo); cada conferencia terminaba con la consigna «¡Hasta el encuentro en la URSS 2.0!».
De estas conferencias surgió el movimiento Sut Vremeni. El núcleo de su pensamiento político es el renacimiento de la Unión Soviética renovada (URSS 2.0), en el marco de un nuevo formato crítico, adecuado a las condiciones de la «globalización» actual. Es un movimiento amplio que surge desde abajo y va creando redes a través de internet y de las tecnologías contemporáneas.
Este movimiento existe dentro y fuera de Rusia; sus células están en casi todas las regiones de Rusia, en los países que antes formaban la URSS, en algunos países europeos, en Australia y en América del Norte.
En febrero del 2013, en su seno se crea el movimiento llamado La Resistencia Paternal de Toda Rusia (RVS), con el objetivo de defender los valores de la familia tradicional destruidos bajo el capitalismo. La abreviación rusa de RVS coincide con la abreviación histórica del Consejo Militar Revolucionario (RVS), órgano militar supremo de la URSS entre los años 1918-1934.
También en el año 2013 se funda la primera comuna de Sut Vremeni en una gran finca ubicada en el pueblo de Aleksándrovskaya, del que recibe el nombre. En ella viven y trabajan unas 50 personas que producen los recursos económicos necesarios para subsistir y mantener la autonomía necesaria para su trabajo político.
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En un primer momento pensé que podría hacer un documental; empecé a buscar imágenes, a diseñar un mínimo guion y a planificar las entrevistas. Sentía una gran curiosidad y al mismo tiempo dudaba de mi proyecto. No me entiendo bien con el turismo.
Durante una larga temporada viví en un pueblito andaluz, donde solía sentarme en el escalón de la puerta de mi casa, y muchas veces los turistas me fotografiaron como si fuera la típica aborigen. Nunca me preguntaron qué hacía allí.
Mi problema principal era el desconocimiento del idioma, pero Vera insistió. Además, me dijo que había mucha gente que iría a la Escuela de Verano y hablaría inglés y francés, por lo cual sería fácil comunicarme.
Hice un primer plan, estudié los mapas, los horarios de trenes y barcos, los lugares que quería conocer. Incluso pensé que sería posible llegar a la isla de Sajalín, donde Chéjov había estado y sobre la que escribió El pabellón número 6. Dibujé una ruta Chéjov-Dostoievski-Gorki-Tolstói-Block-Lenin-Lérmontov-Maiakovski-Einsenstein-Tarkovski y un largo etcétera en mi mapa, y, por supuesto, quería llegar desde Moscú a Leningrado, la ciudad que guarda tantas imágenes de la Revolución de Octubre.
Hubiera querido ir a Odesa y a Kiev, pero la situación de violencia y el fascismo en el Gobierno hicieron que no incluyera la tierra de mis abuelos en la ruta.
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Una vez iniciado el viaje, todo mi proyecto cambió. Y si el viaje es el camino, los cambios me llevaron hacia el norte, a los bosques cercanos al gran río Volga, al bosque de las luciérnagas.
Dije a Vera que me quedaría en la Escuela sólo una semana, antes del comienzo de las conferencias y las actividades y que seguiría mi viaje desde allí. Le pareció bien.
Pasamos una semana en Moscú, en la casa de la madre de Vera. Un barrio con muchos parques y espacios verdes alrededor de los ya clásicos edificios de apartamentos de la época soviética.
Recorrimos la ciudad, las plazas y los monumentos durante el día y también por la noche, cuando el río se ilumina y se llena de colores. Conocí las hermosas estaciones de metro donde es posible leer la historia de la Unión Soviética, la Plaza Roja, el Mausoleo de Lenin, las librerías, el Parque de la Victoria, el VDNJ –Exposición de Logros de la Economía Nacional– con el Hotel Cosmos en el horizonte, la inmensa Fuente de la Amistad de los Pueblos y las calles anchas y peatonales donde escuché recitar poemas de Pushkin que conocía pero que no había oído en su propia lengua.
Tuve la posibilidad de participar en un encuentro con la gente de Sut Vremeni en la biblioteca del barrio; unas 20 pe...