#Amor

Las relaciones en el siglo XXI

Trish Murphy

• Editorial: Granica
• Año: 2019
• ISBN:
  9789506419486
• Categoría: Desarrollo personal
• Categoría: Superación personal

¿Podemos encontrar el amor duradero?¿Es posible separar nuestra sensación de bienestar y éxito personal, de nuestra relación de pareja? ¿Podemos aprender de nuestros errores y equivocaciones del pasado? ¿Cuáles son las trampas y los obstáculos en las relaciones actuales? ¿De qué manera afecta la tecnología a la pareja moderna?

Capítulo 1

Autodesarrollo

If I love myself

I love you.

If I love you

I love myself. 3

De Do You Love Me?, por Rumi 4

Autoconciencia y hábitos

Para crear y desarrollar la posibilidad de un amor duradero necesitamos numerosas cualidades, pero el punto de partida es la autoconciencia. Esto significa que necesitamos ser conscientes de nuestro origen, en un sentido físico, mental y emocional para evitar que nuestras reacciones solo estén basadas en los hábitos. Si piensas en la firmeza de algunos de nuestros hábitos, entonces te darás cuenta cuán arraigados se encuentran. Por ejemplo, verás que es muy difícil intentar levantarte temprano por la mañana o dejar de comer chocolate o papas fritas durante una semana. En nuestras familias desarrollamos hábitos para relacionarnos que consideramos completamente normales hasta que otra persona se topa con ellos y recién entonces advertimos lo que realmente son. Por ejemplo, Jake le dijo bromeando a su esposa que su familia estaba obsesionada por levantar la mesa después de comer para poder relajarse, mientras que la familia de él se relajaba durante las comidas. Esto fue divertido en las primeras etapas de la relación, pero luego generó un verdadero problema, ya que la pareja tenía ideas muy diferentes sobre qué significaba relajarse.

Durante nuestra infancia consideramos como normales las actitudes y el comportamiento de nuestros padres. Por lo general somos conscientes de cuán diferentes queremos que sean nuestras relaciones sentimentales de lo que aprendimos de nuestros padres, pero luego nos damos cuenta de que repetimos sus pasos o de que nuestras respuestas provenientes de la infancia generan una gran dificultad en nuestras relaciones como adultos. Por ejemplo, si tus padres nunca creyeron en ti ni te elogiaron, es probable que seas muy sensible a la falta de atención de tu pareja, por lo que puedes reaccionar exageradamente o a la defensiva, aunque esta respuesta provenga del niño herido que fuiste hace muchos años. La autoconciencia es el punto de partida para comprender qué está sucediendo. Podemos desarrollar este tipo de conciencia a través de la autorreflexión, el debate, la indagación, la meditación y la lectura, entre otros métodos. (Para obtener ayuda, consulta “Ejercicio 2. Autoconciencia: cómo conocer el estado en que te encuentras y conectarte contigo mismo”, en la sección “Consejos prácticos y ejercicios”.)

La mayoría de nuestros hábitos se encuentran más allá de los límites de la autoconciencia, pues no nos damos cuenta de lo que estamos haciendo. Cuanto más fuerte es el hábito, más arraigado suele estar, por lo que es más difícil de enfrentarlo. Algunos hábitos son inofensivos, pero muchos provocan bloqueos o graves dificultades. Por ejemplo, el hábito de pensar que no somos lo bastante buenos o que no tenemos nada importante para decir. Si no advertimos la presencia de estos pensamientos frecuentes, podemos actuar como si eso fuera cierto y nunca descubriremos nuestro verdadero valor. Solo cuando conseguimos reconocer el hábito tenemos la posibilidad de enfrentarlo. Por supuesto, por su naturaleza, los hábitos siempre representan lo familiar, el camino fácil, por lo que modificarlos será un proceso difícil y cargado de dificultades.

¿Cómo puedo cambiar?

No hay duda de que uno siempre desea cambiar y desarrollarse. Si queremos adquirir características o cualidades que mejoren nuestra vida, necesitaremos constante práctica y apoyo. Se dice que para que algo se convierta en hábito es necesario practicarlo a conciencia durante más de noventa días, por lo que cualquier cambio requerirá motivación y esfuerzo, así como un cierto grado de autodisciplina. Por lo general resulta beneficioso contar con otra persona que nos ayude a implementar el cambio deseado. De ser posible, cuéntale a alguien el cambio que te has propuesto; el solo hecho de mantenerlo informado, hará que sea más factible alcanzar los resultados.

Con frecuencia no somos conscientes de nuestros propios hábitos, por lo que una buena idea es preguntarles a quienes nos rodean qué consideran que necesitaríamos modificar. Como se lo hemos preguntado, es más probable que nuestra reacción no sea a la defensiva, e incluso quizá sintamos curiosidad por saber cómo piensan que podríamos superar algún obstáculo específico. Por ejemplo, Liz (47) le preguntó a su hijo cuáles consideraba que eran los hábitos que le hacían daño y él escribió una larga lista. Liz se sorprendió por los primeros dos puntos del listado. Su hijo había escrito que ella se estresaba mucho con todo lo relacionado con el dinero o con su suegra. Tras pensar en su respuesta, se dio cuenta de que tenía razón y empezó a relajarse. Con el transcurso de los años, pudo mejorar su relación con ambos temas.

Por lo general, podemos ver claramente lo que otras personas necesitan enfrentar mientras que ellas lo ignoran. Sin embargo, es preferible esperar a que nos pidan consejo, porque de lo contrario nuestras sugerencias podrían percibirse como una crítica.

Se ha comprobado que practicar la autoconciencia en grupo tiene más efectos beneficiosos que la autoconciencia individual, en especial en las primeras etapas de la práctica. Participar en cursos de atención plena o en grupos de lectura puede ser una buena manera de comenzar el proceso. El grupo nos da el apoyo que necesitamos cuando comenzamos a perder interés y, al escuchar que otros enfrentan sus propios hábitos, podemos conocer mucho más acerca de nuestros patrones ocultos y obtener ideas para superarlos. El trabajo en grupo ayuda a la práctica y consolida la concienciación gracias a las experiencias de las otras personas y al apoyo que nos brindan la comprensión y el desarrollo de los demás.

Riesgo: el primer paso hacia una relación

Todas las relaciones implican algún riesgo. No es posible mantener una relación sin ser vulnerables ni estar expuestos. Es necesario que dejes entrar a otras personas en tu vida y en tu corazón, y eso les otorga tanto el conocimiento como la capacidad para hacerte daño. Para poder arriesgarnos, la cualidad que necesitamos desarrollar es el coraje (con inteligencia). Nos será necesario para poder comprender, en primer lugar, que tenemos miedo a salir lastimados y, en segundo lugar, que contamos con la capacidad de superar ese miedo. Nuestro miedo puede ser exagerado por causa de nuestras experiencias anteriores, quizá por haber elegido mal en el amor y haber sido rechazados, humillados o ridiculizados. Si dejamos que estas experiencias determinen nuestras futuras relaciones, solo tendremos relaciones breves y seguras –y, en definitiva, inexistentes–, como aventuras de una noche o simples intercambios de mensajes de texto o correos electrónicos. Debemos superar el miedo y bajar nuestras defensas para poder tener una relación satisfactoria, auténtica y duradera. Si nos sentimos motivados para superar el miedo en esta área de nuestra vida, también mejoraremos nuestra capacidad para superar los temores en otras áreas. Imagina sentirte libre para expresarte de forma abierta y sincera, en vez de estar a la defensiva o de intentar protegerte para no salir lastimado. Por supuesto, al expresarnos de forma abierta, debemos hacerlo con inteligencia y criterio, pero el miedo siempre opacará esta capacidad, por lo que nuestra primera tarea será fomentar la valentía. (Consulta “Ejercicio 3. Cómo superar el miedo”.) Will (29) había tenido varias relaciones buenas, pero fallidas a la larga. Recientemente conoció a una persona muy interesante en línea. En su primera cita, Will decidió arriesgarse y ser sincero acerca de su frágil estado de salud mental, ya que no quería perder tiempo con alguien que no pudiera aceptarlo. Para su sorpresa, eso provocó una apertura total del otro lado y la relación prosperó.

Cuando alguien tiene el valor de hablar sinceramente, invita a la otra persona a entablar una conversación auténtica, lo que hace posible el inicio de una relación. Nadie quiere que el miedo dirija su vida ni obstaculice su facultad de comunicación, pero eso es exactamente lo que puede pasar, aunque no lo notemos. El miedo al rechazo o a la humillación puede evitar que seas tú mismo, y fácilmente podrás perderte o ignorar oportunidades de establecer nuevas conexiones. Se necesita fuerza y coraje para arriesgarse a ser auténtico –dos características que vale la pena cultivar–. Para expresarse honestamente, con sinceridad y sin miedo, necesitaremos desarrollar el coraje y la fortaleza. Con frecuencia nos es imposible olvidar los rechazos que hemos sufrido y eso nos impide asumir nuevos riesgos, pero debemos comprender que no todas las personas son iguales. Necesitamos aprender de nuestra experiencia y confiar en nosotros mismos para tomar mejores decisiones la próxima vez.

Buen criterio

Es importante ver a nuestras posibles parejas con claridad y no a través de proyecciones ni de lentes de color rosa. Aquí es fundamental nuestro buen criterio. Muchas personas se sorprenden por la crueldad de su pareja cuando finaliza la relación, pero luego se dan cuenta de que esa característica siempre estuvo allí, aunque hayan decidido ignorarla o actuar como si no existiera.

Al regresar a su apartamento después de haber estado una semana trabajando en un evento musical, Adam (25) descubrió que su novia se había ido y le había dejado una nota en la que decía que su relación había terminado. Ellos habían convivido durante dieciocho meses. Con el tiempo, Adam se dio cuenta de que su novia siempre había sido fría...

Índice

• Sobre este libro
• Agradecimientos
• Capítulo 1
• Capítulo 2
• Capítulo 3
• Capítulo 4
• Capítulo 5
• Capítulo 6
• Capítulo 7
• Capítulo 8
• Epílogo
• Consejos prácticos y ejercicios
• Bibliografía