La vida cotidiana de las personas con hapres
Hemos llegado a un punto en el cual considero que las principales cartas de lo que me motivó a escribir este libro están echadas. Espero que el lector haya comprendido que cuando los médicos hacemos prevención secundaria estamos “enfermando” precozmente (quizás una palabra más adecuada sería “medicalizando”) a personas sanas, con el objeto de disminuir su riesgo; en rigor, con el objeto de evitar que “enfermen de verdad”.
Tengo muchos pacientes que conviven con sus hapres. Ellos aún no saben que yo estoy intentando crear una palabra nueva y siguen hablando de sus enfermedades (hipertensión arterial, colesterol alto, osteoporosis, etc.). A algunos he comenzado a describirles el significado de esta palabra inventada, y me miran como si estuviera loco.
¿Quiénes son los millones de personas con hapres que llenan los consultorios de los clínicos, médicos de familia, ginecólogos, cardiólogos, nutricionistas, pediatras, urólogos, proctólogos, gastroenterólogos, reumatólogos, dermatólogos, endocrinólogos, etc., y cuyos estudios inundan los laboratorios de análisis bioquímicos y anatomopatológicos y los centros de diagnóstico por imágenes de los diversos sitios del mundo donde se practica la medicina preventiva?
Antes de contestar, quisiera hacer dos comentarios: 1) el tono de la pregunta puede parecer peyorativo, pero no lo es. Vuelvo a la Introducción de este libro: creo en la medicina preventiva y la practico con orgullo. Ahora bien, la práctica masiva de la prevención secundaria determina la medicalización de millones de individuos con hapres, y estos requieren Servicios de Salud que es preciso proveer. No tiene sentido ofrecerles el rastreo del cáncer colorrectal mediante sangre oculta en materia fecal (SOMF) a todos los pacientes mayores de cincuenta años (recomendación tipo A) si después no se cuenta con los recursos para realizar las miles de videocolonoscopías (VCC) que deberán indicarse toda vez que la SOMF dé positiva; 2) es cierto, como también dije en la Introducción, que el principal problema de la medicina preventiva sigue siendo que la mayoría de la población no tiene acceso a ella. Sin embargo, hay millones de personas que tienen acceso, lo que genera cientos de miles de hapres. Por eso utilicé las palabras “sitios del mundo” en la pregunta, porque la situación mundial de la medicina preventiva es muy diferente en distintas regiones del mundo: hay países donde casi nadie tiene acceso, hay otros donde casi todos tienen acceso y otros donde el acceso es francamente heterogéneo.
A continuación intentaré describir, mediante ejemplos, aspectos de la vida cotidiana de algunas personas con los hapres más frecuentes.
Personas con hapres vasculares
Representan la mayoría de los “nuevos enfermos”. En este grupo incluyo a todo individuo que, sintiéndose sano y estando asintomático, ha visitado a un profesional de la salud quien, tras haberle tomado la presión o haberle pedido un análisis de colesterol o de glucemia, en una o en varias oportunidades, le ha diagnosticado hipertensión arterial, hipercolesterolemia o diabetes del adulto (o tipo II). Defino a estas tres entidades como hapres vasculares porque, salvo excepciones, no se trata, a mi juicio, de enfermedades en sí mismas, sino de “entidades que están asociadas con un mayor riesgo vascular”. Con esto quiero decir que en la mayoría de los casos, cuando los médicos indicamos un tratamiento para la hipertensión arterial, la hipercolesterolemia o la diabetes del adulto, lo que estamos haciendo es, en realidad, intentar prevenir el desarrollo (o al menos disminuir su morbilidad y mortalidad) de otra enfermedad (y ahora sí utilizo la palabra “enfermedad”), que es la enfermedad arteriosclerótica, principalmente la enfermedad coronaria y la enfermedad cerebrovascular. Ambas se manifiestan sintomáticamente mediante entidades bien conocidas por la comunidad, a saber, la angina de pecho, el infarto de miocardio y la insuficiencia cardíaca, por un lado, y el accidente cerebrovascular por el otro.
El tema es un poco más complejo, pero a efectos prácticos podríamos decir que una persona que tiene hipertensión arterial, hipercolesterolemia o diabetes, deberá tratar su hapre (o su enfermedad) durante toda su vida para disminuir el riesgo de sufrir las consecuencias de la enfermedad arteriosclerótica vascular. En tal sentido, el tratamiento masivo de estas entidades ya ha mostrado un importante efecto beneficioso, y hoy tenemos datos que indican que la morbilidad y la mortalidad por la enfermedad vascular han disminuido de forma relevante en la población de personas con hipertensión arterial, hipercolesterolemia y diabetes que realizan tratamientos adecuados. No obstante, tal como hemos señalado, lo más complejo de este asunto es que uno nunca podrá saber quién ha sido el individuo que se benefició y quién no. Asimismo, hay personas con hapres vasculares que realizan tratamientos adecuados toda su vida e igualmente se mueren de enfermedades vasculares.
Ahora bien. La vida cotidiana de las personas con hapres vasculares que realizan un tratamiento para disminuir su riesgo es tan diversa como la cantidad de individuos que componen ese grupo poblacional. Describiré algunas semblanzas de mis pacientes con hapres vasculares, puntualizando sobre la vida cotidiana en relación con dichos hapres. Las variables son diversas: hay personas a quienes se les diagnostica un hapre vascular y no vuelven a ver nunca al médico, y no hacen ningún tratamiento. Hay otras que se avienen a las recomendaciones indicadas por los médicos, que suelen consistir en realizar cambios en el estilo de vida (plan alimentario y actividad física) y en el uso diario de medicación. Hay otras que van y vienen: durante un tiempo aceptan la medicalización de su vida, y durante un tiempo no. Hay quienes se transforman completamente (personas con diabetes y sobrepeso que eran sedentarias y se convierten en maratonistas), y quienes se resisten y no hacen ningún cambio en su estilo de vida, o se olvidan, o no quieren tomar la medicación (“no asumen su enfermedad”, solemos decir livianamente los médicos). Cada persona, creo yo, va construyendo su propio entramado vital en relación con su hapre. Este dependerá de su historia personal, de su contexto, y también, por qué no, de los médicos con quienes interactuará.
Más allá de las variaciones interpersonales, en todos los casos el tratamiento de los hapres vasculares implica adoptar conductas que inciden indefectiblemente en la vida cotidiana de cada persona, tales como: ingerir alimentos sin sal si tiene hipertensión, sin grasas animales si tiene hipercolesterolemia y hacer actividad física y mantener un peso adecuado en todos los casos. En ese sentido, en todas las personas con hapres vasculares que se encuentran bajo tratamiento, la consulta con el médico (que puede ser una vez por mes, o cada cinco años) suele representar el momento del control. Lo interesante es que al tratarse de entidades asintomáticas, dicho control se realiza mediante mediciones (de presión arterial, colesterol o glucemia) cuyos valores normales y anormales han sido arbitrariamente definidos por el sistema médico, lo que exige un alto grado de simbolización (y aceptación) por parte de las personas que realizan el tratamiento. Imagino que debe ser muy difícil avenirse a realizar un tratamiento de una entidad que no causa ningún síntoma o sign...