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Si no quieres tomar pastillas, toma decisiones
Información del libro
Actualmente, disponemos de medios más que suficientes para alimentar correctamente cuerpo y alma, pero con frecuencia tendemos a los extremos y olvidamos que el equilibrio es lo más natural. A menudo, tener garantizadas las necesidades vitales provoca una pérdida de la vitalidad y un deterioro de la forma de vivir y sentir, una merma de las reacciones instintivas que deberían surgir de las entrañas. Llegamos a tener la nevera llena, pero el alma vacía. De hecho, la nevera llena es una metáfora de patologías como obesidad, diabetes tipo II y enfermedades cardiovasculares, mientras que el alma vacía simboliza problemas como la ansiedad y la depresión. Así que si no queremos acabar tomando pastillas, tendremos que tomar decisiones. David Vargas nos acompaña en las decisiones que deberemos tomar si queremos recuperar el control de nuestra salud y bienestar, el control de nuestra vida.
Preguntas frecuentes
Información
1. La psiconeuroinmunología clínica, una nueva forma de entender la salud
¿Qué es la psiconeuroinmunología clínica?
¿En qué se diferencia la psiconeuroinmunología clínica del abordaje clásico de un problema de salud?
- Primera posibilidad, la más habitual en nuestra sociedad occidental: Son las once y media de la mañana de un jueves cualquiera en la consulta de Javier, un médico de cabecera de Barcelona. María acude a él porque sufre un dolor en la zona cervical que le baja hacia los brazos y hasta la mitad de la espalda.Javier vive su profesión con pasión y con ganas de ayudar a sus pacientes y, siguiendo el método de diagnóstico tradicional, comienza a disparar preguntas sobre la presencia de síntomas a fin de descartar una patología grave para, a continuación, poder diagnosticar el problema de María. Pero resulta que esta no presenta ningún síntoma de los llamados «bandera roja»; es decir, no presenta ninguna patología orgánica importante.Sin embargo, sí que le refiere que sufre:
- dolor cervical y lumbar intenso;
- dolor habitual en otras articulaciones y músculos de su cuerpo;
- problemas con su aparato digestivo (alterna estreñimiento con diarreas, hinchazón abdominal y dolor);
- cefaleas, insomnio, ánimo bajo y cansancio severo.
Finalmente, Javier emite su diagnóstico: posible fibromialgia. Y en la cabeza de María se disparan multitud de pensamientos negativos como:«¡Es aquella enfermedad que no se cura!».«¡Es lo mismo que tiene esa vecina que está tan mal!».«¡En un programa de televisión dijeron que esto no tiene curación!».
- Segunda opción, con un enfoque desde la psiconeuroinmunología clínica: María acude a las seis de la tarde a la consulta de Andrés en Barcelona, un médico que lleva trabajando en consulta privada desde hace varios años. Para él, es imprescindible tener el tiempo suficiente con cada una de sus visitas, para conocer con detalle toda la historia de cada paciente. Como es el propietario de su propia consulta, ha estimado que puede disponer de una hora para cada paciente. Comienza a hacerle preguntas sobre sus síntomas: ¿cómo es el dolor? ¿Cuándo aparece? ¿Qué lo aumenta? ¿Qué lo disminuye? ¿Desde cuándo lo tiene?Poco a poco, Andrés va haciendo casi suyo el dolor de María o, por lo menos, se convierte en un experto en sus síntomas. Ello le lleva aproximadamente veinticinco minutos. A continuación, le pide a María que haga un esfuerzo para situar temporalmente lo que le está ocurriendo, para retroceder en el pasado hasta llegar a un momento en su vida en que no tenía esos síntomas.Primero ella le dice que no lo sabe, que le cuesta recordar. Al cabo de unos segundos, consigue ir acotando el inicio:—El verano pasado fuimos de vacaciones a Londres y ya lo tenía. El otro… El otro también, recuerdo que casi no pude bañarme. Pero el otoño anterior sí que estaba bien —recuerda de repente.—¿Pasó algo? —le pregunta Andrés—. ¿Algún cambio importante en tu vida, nutricional, de vivienda, emocional?De repente, a María le cambia la cara.—Pues sí… Mi marido tuvo un infarto cerebral y se quedó hemipléjico —comenta.—¿Qué significó eso para ti y para vuestra familia? —inquiere Andrés.—Mi hija tenía doce años y mi hijo siete. Mi marido trabajaba ocho horas y yo media jornada, lo podíamos combinar. Le dieron una baja por minusvalía, pero es muy poca paga y yo tuve que empezar a trabajar más horas. Tras la jornada de ocho horas diarias, cuando llego a casa tengo que ocuparme de todo: de los niños, la ropa, la comida, ayudar a mi marido a ducharse…—¿Cómo han evolucionado los síntomas? —le pregunta Andrés.—Al principio estaba muy nerviosa y, además, llegaba al final del día cansadísima y no podía ni dormir. Empecé a tener insomnio. El médico de cabecera me recetó ansiolíticos para poder dormir. Inicialmente me fueron bien, pero al cabo de poco tiempo me levantaba más cansada por la mañana y después me dejaron de funcionar incluso para dormir. Ahora que lo pienso, se me empezó a hinchar la barriga y desde entonces tengo problemas de diarrea y estreñimiento.Andrés la mira fijamente a los ojos y le pregunta:—¿Crees que tu dolor tiene algo que ver con este proceso?—¿Usted qué cree, doctor? —le responde María, que no puede evitar una mueca de hastío.—¿Cómo andas de ánimo? —se interesa él.—Muy mal. Me levanto porque tengo que hacerlo, pero me quedaría en la cama y no me movería. A veces me entran ganas de no despertarme más —revela María, que añade que los analgésicos que se toma para el dolor de cabeza no le hacen ningún efecto.Es posible que Andrés no pueda ayudar a María en ese momento, pero lo que es seguro es que no le va a dar un diagnóstico que la descentre de su verdadero problema. No va a poner un nombre técnico de algo que nada tiene que ver con lo que le pasa. De entrada, la va a hacer propietaria de su proceso, no le va a poner una etiqueta (fibromialgia) que la desanime y le dé a entender que lo suyo es incurable.—En mi opinión tienes una sobrecarga sociofamiliar tremenda —le acota.A lo mejor no la puede asistir a corto plazo, pero como mínimo no va a cronificar su enfermedad. Tal vez María podrá recibir algún tipo de ayuda de los Servicios Sociales, hallar la manera de gestionar su día a día sin tanta sobrecarga. Pero incluso en el caso contrario, sabrá que algún día las cosas cambiarán, que sus hijos crecerán y las cargas disminuirán y, probablemente, empezará a sentirse mejor.Va a tener que apretar los dientes, pero en su cerebro no llevará una etiqueta que diga: «Nunca más te vas a curar». La resolución del dolor y de la inflamación depende de que el cerebro esté de acuerdo y, tarde o temprano, las palabras de Andrés contribuirán a la recuperación de María.
Un poco de historia para comprender mejor los orígenes
Índice
- Cubierta
- Portada
- Créditos
- Epígrafe
- Prólogo, de Jorge Fernández
- Introducción. Mis orígenes antes de llegar a la psiconeuroinmunología clínica
- 1. La psiconeuroinmunología clínica, una nueva forma de entender la salud
- 2. El aparato digestivo como epicentro de nuestra salud
- 3. Que la alimentación sea tu medicina
- 4. Metabolismo y obesidad
- 5. El papel de las emociones en psiconeuroinmunología clínica
- 6. Hormonas sexuales, las grandes desconocidas
- 7. Tu cuerpo te habla, ¡escúchalo!
- 8. Llévalo a la práctica
- Bibliografía
- Agradecimientos
- Colofón