Una gloria silenciosa
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Una gloria silenciosa

Dos siglos de ciencia en Argentina

  1. 192 páginas
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Una gloria silenciosa

Dos siglos de ciencia en Argentina

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A través de una serie de cortos capítulos ilustrados, Una gloria silenciosa recapitula y presenta los aportes a las ciencias experimentales con significación universal efectuados en nuestro país. Escrito como contribución a las celebraciones del Bicentenario, el texto parte de los remotos orígenes virreinales de la ciencia en el Río de la Plata, pero se concentra en los dos siglos transcurridos entre 1810 y 2010, para pasar ágil revista a una selección de personajes, disciplinas, problemas científicos, logros y centros de investigación que merecen ser conocidos y recordados.Debido a que explora en escorzo muchas dimensiones culturales y sociales de la historia que relata, Una gloria silenciosa traza, en suma, las líneas maestras de una breve historia de la ciencia en la Argentina. Escrito por un historiador y filósofo de la ciencia argentino con larga experiencia en la divulgación y el ensayo, el libro evita tanto los tecnicismos científicos como los abstrusos análisis sociológicos que sólo interesan a los especialistas, mientras que conserva la profundidad del análisis y el rigor informativo exigidos por el tema.

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Información

Año
2021
ISBN
9789875992573
Categoría
Historia
Prefacio y agradecimientos
Deseo agradecer en primer lugar y muy calurosamente a Guillermo Jaim Etcheverry, presidente de la Fundación Carolina de la Argentina, y a Norberto Corsaro, secretario de la misma, por el entusiasmo con que ambos apoyaron el proyecto de este libro desde su comienzo. El origen de esta obra es la exposición sobre historia de la ciencia en la Argentina, que me encargó Jaim Etcheverry cuando era rector de la Universidad de Buenos Aires para la muestra “Buenos Aires Piensa”, la cual fue organizada junto con el Gobierno de la Ciudad y tuvo lugar durante las dos primeras semanas de noviembre de 2004 (Jorge Medina y Patricia Ángel, en ese momento y respectivamente secretarios de investigación y extensión de dicha casa de estudios, condujeron estas gestiones). Guillermo ha sido desde siempre un maestro luminoso y seguro que, entre otras cosas, me ayudó a no perderme nunca del todo en los recovecos de una carrera quizás demasiado laberíntica. Agradecerle es un placer, no una tarea.
El objetivo de la exposición mencionada fue poner de relieve los más importantes logros científicos alcanzados por la ciencia argentina, a través de 13 paneles con texto e ilustraciones. Esa intención se conserva en el presente libro, que además incorpora una serie de discusiones que amplifican de manera considerable la meta inicial. Es así que esta obrita fue estructurada siguiendo dos recorridos principales. El esqueleto consiste en una selección de “episodios”, que explican los aportes más destacados a la ciencia universal de los científicos y científicas argentinos. Intercalados entre estos episodios se encuentran los capítulos de una segunda secuencia titulada “ciencia e historia”, que aspira a otorgarle contexto a la serie principal. Hay en el libro un discurso escrito y un “discurso visual” (las imágenes no son decorativas, sino que forman parte del contenido). Tanto en la sección “episodios” como en la de “ciencia e historia” se hizo un uso generoso de recuadros –algunos de ellos muy extensos– que desarrollan temas particulares. Un número de colegas de nuestro país y el exterior, entre los más distinguidos historiadores de la ciencia que se ocuparon del caso Argentina, tuvieron la gentileza de colaborar con contribuciones especiales. Ellos son, por orden alfabético, Analía Busala (3IA, UNSAM; FFYL y FFYB, UBA), Diego Hurtado de Mendoza (Centro Babini, UNSAM; CONICET), Marcelo Montserrat (UCEMA, Academia Nacional de la Historia), Eduardo Ortiz (Imperial College, Inglaterra), Irina Podgorny (CONICET, Museo de La Plata y Max Planck Institut für Wissenschaftsgeschichte, Berlin) y Lewis Pyenson (Western Michigan University, Estados Unidos). A todos ellos les quedo muy reconocido por su esfuerzo desinteresado y su pronta respuesta a mi solicitud, que tuvo plazos muy ceñidos. Afortunadamente, sus opiniones no siempre coinciden con las mías, lo que espero otorgue al libro una bienvenida dimensión de pluralidad y diálogo interno. Excepto en un caso, las imágenes que acompañan los textos de las contribuciones especiales fueron proporcionadas por los respectivos autores.
Sin duda este libro se benefició de todos los años que trabajé como uno de los editores de Ciencia Hoy, la revista de divulgación científica argentina dirigida por Patricio Garrahan. Su concepción y estilo deben mucho a los artículos que escribí para dicha publicación y a la informal y creativa atmósfera de las reuniones de su Comité editorial. Agradezco, entonces, a mis colegas editores y en particular a Patricio, de quien he recibido valiosas y profundas intuiciones sobre el desarrollo de la ciencia en la Argentina. Debo quizás aclarar que comencé mi carrera cuando, siendo estudiante de la Facultad de Medicina de Buenos Aires, ingresé como ayudante de la 1ª Cátedra de Histología de la Facultad de Medicina de la UBA, a cargo de Eduardo De Robertis, lo que me posibilitó trabajar en el laboratorio de Rubén Adler, que ya no está entre nosotros. La atmósfera de dicha cátedra nunca me abandonó del todo. Ya graduado, ingresé a la residencia de pediatría del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez y, luego de completada ésta, al Laboratorio de Virología de dicha institución, dirigido entonces por Saúl “Coco” Grinstein. Fue entonces que entendí que lo que me interesaba no era la ciencia, sino su historia y filosofía y cambié definitivamente de rumbo. Pero creo que sin esa experiencia juvenil de primera mano en el ambiente de investigación biomédica de nuestro país, este libro sería mucho más pobre.
Mi primer y fragmentario intento de un relato de “larga duración” de la historia de la ciencia en la Argentina fue el seminario de doctorado “La gran ilusión. Perspectivas en la historia de la ciencia en la Argentina”, que dicté en la Facultad de Filosofía y Letras en 1993 (cuando era profesor de dicha casa) a un año de mi regreso después de tres años transcurridos en Estados Unidos. Gracias a una beca externa de CONICET pude cursar mi maestría en historia y filosofía de la ciencia y mi doctorado en historia, especializado en historia de la ciencia, en la Universidad de Notre Dame (EE.UU.). Desde entonces, tuve la oportunidad de trabajar sobre distintas áreas y períodos de la ciencia en nuestro país, con mayor concentración en los siglos XVIII, XIX y mediados del XX. El momento donde cristalizó esta síntesis fue la mencionada exposición, en la que Analía Busala colaboró con la investigación documental y a la que Diego Hurtado aportó el texto para uno de los paneles. Con Diego, que comenzó a trabajar conmigo en esta especialidad una vez que tuvo su doctorado en física, he compartido muchos y fecundos proyectos y es por eso que ha enriquecido el libro con su experiencia sobre instituciones y ciencia en la Argentina durante la segunda mitad del siglo XX. Por último, el año pasado (2009), la Secretaría de Planeamiento y Políticas del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación me solicitó un ensayo sobre las contribuciones de la ciencia argentina para un libro a ser publicado con motivo del Bicentenario. El esfuerzo de tener que resumir en muy pocas páginas una historia tan rica con la amplitud y la ecuanimidad exigidas por la ocasión, contribuyó a que pudiera perfilar la secuencia narrativa que subyace a Una gloria silenciosa. De más está decir que mi agradecimiento se hace extensivo a los muchos colegas historiadores con los que tuve la oportunidad de dialogar sobre estos temas durante todos estos años a lo largo de encuentros formales e informales. Sus nombres quedan debidamente registrados en la bibliografía. Entre ellos, Marcelo ha sido con quien cultivé un diálogo ininterrumpido a lo largo de tantos años de amistad, y Lew Pyenson el que marcó para muchos de nosotros el camino arduo de la historia de la ciencia en la Argentina escrita in the grand style.
Como señalé más arriba, este libro puede leerse de varias maneras. La secuencia de “episodios”, que relata las contribuciones más destacadas de nuestra ciencia, está concebida más bien en términos del género de la divulgación científica. Es posible seguirla por sí misma, como una hilera de altas cumbres. Si se desea una imagen más completa, conviene leerla junto con los capítulos de la sección “ciencia e historia”, que imprimen una dimensión más histórica al discurso. Dado que el libro fue concebido como un mosaico (un conjunto de elementos individuales organizados con armonía), también es posible usarlo para curiosear aquí y allá temas que resulten ocasionalmente atractivos para el lector o la lectora, pues en lo posible cada capítulo o recuadro fue escrito como un texto autocontenido.
En el momento de tener que decidir cuáles fueron los logros científicos más importantes de la ciencia en la Argentina, tuve que emitir un juicio. En ésta, como en muchas otras instancias del texto, hay opinión. En todo caso, éste es mi relato, no el relato sobre historia de la ciencia en la Argentina. Pero lo que pueda contener de subjetividad, es el resultado de más de dos décadas de trabajo y reflexión sobre el tema de acuerdo a las reglas del arte, no la ocurrencia feliz de un momento inspirado, ni mucho menos una simplificación doctrinaria en términos de un enfrentamiento entre héroes y villanos (un recurso tristemente común en el terreno de nuestra divulgación histórica). Espero que mis opiniones hayan sido expresadas en voz suficientemente discreta como para no empañar los acontecimientos ni perturbar las de aquellos que se acerquen al libro. Las contribuciones especiales de los colegas también ayudan a recordar que siempre hay más de una manera de entender la historia. Como regla metodológica, evité incluir personas vivas, a no ser que fuera estrictamente necesario.
El libro no aspira en ningún momento a cubrir toda la historia de la ciencia en nuestro país. Elegí los que creo son los casos más representativos o más interesantes y sé que, en cantidad, lo que excluí es más que lo que incluí (aunque en términos de significación, quizas lo que ingresó haya sido más que lo que quedó afuera). No me molestaría ser acusado de aspirar a proponer un canon de nuestra historia de la ciencia, si no fuera conciente de que a tales intentos sobrevienen, inevitables, los contra-cánones iracundos y demasiado obvios. Soy escéptico sobre los intentos de escribir historias de la ciencia que aspiran a una cobertura enciclopédica (a mi entender, los que hubo fracasaron). En principio, quedan excluidas del libro la tecnología, la medicina y las ingenierías, a no ser por ocasionales incursiones exigidas por la lógica de los hechos. En lo fundamental, el libro se limita a explorar la investigación fundamental o básica en ciencias experimentales y matemáticas, lo que ya es bastante.
La historia de la ciencia es una especialidad que, como disciplina académica, no tiene más de un siglo. Con una metodología, tradición erudita y circuitos académicos propios, es independi...

Índice

  1. 01-Tapa
  2. 02-Portada
  3. 03-Legales
  4. 04-Indice
  5. Interior