Pacientes con síndrome de Down
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Pacientes con síndrome de Down

Psicoterapia psicoanalítica. Un estudio de caso único

  1. 280 páginas
  2. Spanish
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Pacientes con síndrome de Down

Psicoterapia psicoanalítica. Un estudio de caso único

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Índice
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Información del libro

Este libro se centra en el estudio del material clínico de un niño con deficiencias cognitivas por Síndrome de Down, tratado con psicoterapia psicoanalítica con hora de juego. Se trata de una investigación audaz, ya que los niños que presentan deficiencias cognitivas por causas orgánicas, genéticas o lesionales, no son tomados habitualmente en tratamiento psicoterapéutico. Las preguntas principales que orientaron la investigación dirigidas a determinar la posibilidad de que sean tratados, manteniendo el encuadre habitual de este tipo de psicoterapia con niños. Se espera que las conclusiones de este trabajo sean un aporte que podría llevar a un cambio de paradigma acerca de los sujetos que presentan deficiencias cognitivas, evitando la estigmatización y el prejuicio.

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Información

Año
2021
ISBN
9789878362250

Segunda Parte
Análisis y resultados

Capítulo 5
Introducción general

5.1 Historial clínico de Omar

En el mes de agosto de 2002 Omar fue traído a la consulta psicológica cuando tenía un año y diez meses de edad. Fue derivado por un familiar, profesional de la salud, quien observó conductas de aislamiento y auto estimulación así como un inicio de retracción comunicativa frente a las figuras familiares. Tendía a quedarse tirado en el suelo, sacudiendo su cabeza hacia un lado y hacia el otro, con la mirada inexpresiva.
Omar tenía las características físicas de un niño con Síndrome de Down. Así fue diagnosticado el 25 de setiembre de 2001 por la Unidad de Genética Médica del Hospital Presidente Perón. “Diagnóstico: Síndrome de Down. Análisis cromosómico: 47, XY, + 21”.
El niño había nacido en octubre de 2000. En el momento de la consulta la madre tenía 33 años y el padre 35. Ambos trabajaban, la madre era empleada bancaria y el padre se desempeñaba como operario de una fábrica. Cuando ellos no estaban en casa, el niño quedaba al cuidado de una niñera, que lo trataba con afecto y dedicación.
Omar padeció varias enfermedades durante su primer año de vida: A los 10 meses tuvo meningitis viral, permaneció internado durante diez días. Presentó una alteración cardíaca congénita (C.I.A) que no requirió la intervención quirúrgica pero que mantuvo en vilo a la familia hasta tanto se normalizó en julio de 2002 según los estudios radiográficos y electrocardiogramas que se le realizaron en ese momento. Tuvo episodios de bronco espasmos hasta fines de 2005.
Los padres no sabían que el feto presentaba esta alteración genética. El nacimiento de Omar los dejó sumidos en una situación desesperada. No sabían qué hacer con el bebé, tampoco cuál podría ser su pronóstico de evolución. La madre se mostraba muy triste, tratando de rescatarse de su depresión y el padre oscilaba entre la tristeza, desorientación e intentos de negación de estos sentimientos haciendo esfuerzos por mostrarse optimista.
El bebé presentó reflejo de succión al nacer y fue amamantado durante quince días, hasta que a la madre se le retiró la leche. Fue alimentado sin dificultades con mamadera y no tuvo inconvenientes con la alimentación durante la infancia. La madre relató en marzo de 2005 que mientras O estaba comiendo un pan, cantaba y hacía como si el pan fuera un avión.
Durante el primer año de vida había comenzado a ser tratado por un kinesiólogo que realizaba actividades de estimulación temprana, actividad que siguió hasta que O cumplió los cuatro años.
El tratamiento psicoterapéutico se inició con una frecuencia semanal de una sesión de 60 minutos, en el mes de setiembre de 2002. Hasta mayo de 2005 se trabajó en análisis vincular del niño con la madre y más ocasionalmente con el niño y el padre. Durante estas entrevistas la analista comenzó a intentar pequeños intercambios comunicativos con Omar. Se le presentaron juguetes de peluche, bloques para encastrar de vivos colores que el niño usaba según su propia iniciativa.
Durante ese tiempo se entabló una relación con el niño y con la madre, con quien se conversaba acerca de las actividades que realizaba dentro de la sesión que eran predominantemente de carácter exploratorio, con respecto al ambiente y a la relación con la analista y con la madre. Paulatinamente dejó de estar acostado, manipulando algún juguete o aislándose, para adquirir una posición erecta, asentado sobre sus rodillas porque todavía no caminaba. A medida que desarrollaba la capacidad de trasladarse gateando o más adelante andando sobre sus rodillas, comenzó a treparse solo al sillón donde se sentaba la madre.
En diciembre de 2002, la madre le comunicó a la analista que estaba embarazada de un mes. O tenía entonces 2 años y 9 meses. Para esta época, se dirigía a ella y a la analista señalando lo que quería. Articulaba palabras como “mamamamaaá, papapaaaá” y hacía ruiditos con la boca. Si se le preguntaba “¿Quién es Omar?” respondía golpeándose el pecho con sus puñitos, manifestando un gesto claro de satisfacción y alegría.
En la sesión en la que la madre comunicó su embarazo, O tuvo un juego significativo. Parado ante la caja que contenía los pequeños juguetes de peluche, comenzó a sacarlos y tirarlos hacia atrás, desalojándolos de la caja que los contenía. La analista estaba observando junto con la madre y dijo “¡Fuera, fuera todos los bebés de la panza de mamá!” O siguió arrojando los muñecos. En un momento se detuvo y giró hacia atrás y miró a A. Volvió a la caja y terminó de vaciarla. Concluida esta actividad, se trepó al diván y se sentó al lado de su madre.
Los padres empezaron a dirigirse al niño con mayor claridad y frecuencia, esperando su respuesta. La analista fue trabajando en este sentido, ayudándolos a decodificar los gestos y movimientos del niño, otorgándoles sentido. Ambos padres se mostraron muy colaboradores y confiados en el trabajo que realizaban en las sesiones con Omar.
Ante el “no”, O se detenía y se tomaba su tiempo para aceptarlo y retomar el juego. Durante un prolongado período, mientras transcurrían las sesiones vinculares, él jugaba a taparse la cara con un paño y la analista preguntaba “¿Dónde está Omar?”. Con gran regocijo se sacaba el paño de la cara y la analista le contestaba: “¡Acá está!”. Todavía en julio de 2004, a veces cuando alguno de sus padres entraba al consultorio para comunicarme algo, se subía al diván y volvía a ese juego.
A medida que progresaba el vínculo de O con la analista, en mayo de 2003, ella decidió probar si podía quedarse solo con ella, sin la presencia de su figura de apego. Se acordó que Omar fuera traído por su cuidadora como una estrategia intermedia para realizar esta experiencia. Cuando esto ocurrió, la cuidadora se quedó esperando en la sala de espera y O se quedó solo con A. Al principio no manifestó desagrado ante la ausencia de su niñera, pero su actitud era de atenta observación al entorno y especialmente hacia A. Señaló el balde de los bloques y ella se lo acercó. Le quitó la tapa y lo alentó para que mirara adentro del balde. Ante esta propuesta, sentado en el suelo, se alejó del balde inclinando el tronco hacia atrás. Al mismo tiempo, miraba a A y a su alrededor.
Amagando un sollozo, hizo con el dedito índice el gesto de negación. Dejó caer su cabeza hacia atrás, se tocó la nuca y la cara. Estaba sentado con las piernas estiradas. Movía su piecito hacia un lado y hacia otro, como diciendo no y lo observaba. También estaba pendiente de A. Esta vez con más firmeza volvió a decir que no empleando el gesto de negación y golpeó el balde con un cepillito para bebés que traía en su mano y que no soltó mientras transcurría esta escena. Apoyó su cara en la manito con el cepillo y empezó a llorar silenciosamente. No aceptó el consuelo de A quien decidió hacer entrar nuevamente a la niñera quien lo aupó y consoló. Esto le cambió el humor. Pidió bajarse y retomó sus actividades exploratorias y de juego con la analista.
En junio de 2003, O comenzó a pararse solo e intentó caminar. Primero apoyándose en los muebles y especialmente apoyando sus manitos en el diván. Las sesiones vinculares se desarrollaban en un consultorio preparado para atender pacientes adultos. Su vocabulario consistía en monosílabos o palabras cortas y se fue ampliando a la vez que adquirió cada vez más capacidad para hacerse entender.
En julio de 2003 nació su hermano. Tuvo claras manifestaciones de celos. Sin embargo los padres no observaron regresiones de importancia ante el nacimiento del hermanito. Cuando la mamá volvió con el bebé a la casa, se retrajo, se mostró distante y con disminución de las iniciativas. A los pocos días, retomó su humor y sus actividades habituales. En agosto de 2003, entró caminando al consultorio de la mano de su mamá.
En setiembre de 2003 la madre le comunicó a la analista que tenían que operarlo de amígdalas. Mientras tanto él abría la boca y se señala adentro hacia la garganta, en un claro intento de comunicación con A. Después de operado, retomó su tratamiento, sin mostrar signos de haber atravesado una situación traumática por la operación.
En noviembre de 2003 había comenzado con el control de esfínteres. Avisaba cuando quería orinar pero no controlaba todavía. El control de los esfínteres se inició en febrero de 2004, pero tuvo oscilaciones hasta que en febrero de 2008 le sacaron definitivamente los pañales. En marzo de 2005 estaba logrando el control de esfínteres vesical y con más dificultades el control de esfínteres anal. Pero cuando presentaba alguna diarrea, cosa que ocurría con frecuencia, tenían que volver al uso del pañal también durante el día. Se le realizaron estudios para descartar diagnóstico de celiaquía y se le realizó una biopsia de la mucosa intestinal para estudiar la flora bacteriana. Cuando no tenía diarreas controlaba bien sus esfínteres. Al tiempo que comenzó el control de esfínteres se observó que estaba más obstinado y que usaba mucho más frecuentemente el uso de “no”. Aprendió a manejar a sus objetos externos según sus necesidades de afirmación de su voluntad.
En marzo de 2004 comenzó su concurrencia al Jardín de Infantes, en una escuela común. Se integró sin dificultades con los otros niños, los seguía en sus juegos, se sentaba en su sillita cuando la maestra lo pedía, pero las dificultades con las diarreas y el control de esfínteres trajo resistencias por parte de la escuela, dado que una de las condiciones para la concurrencia era que no usara pañales.
Los padres describían que su seguridad en la marcha era cada vez mayor. Iba y venía a la escuela en transporte escolar, sin dificultades. Su hermano tenía ya ocho meses y él mostraba abiertamente sus celos, pero a la vez lo buscaba para jugar con él. En el Jardín estaba contento, a veces lloraba porque no quería volver a su casa, pero mantenía la concurrencia de una hora hasta que controlara esfínteres completamente.
Con la analista se mostraba confiado, ya entraba con ella a jugar y permanecía sin ansiedades de separación de sus padres durante toda la sesión. Quien lo traía, esperaba en la sala de espera del consultorio durante las primeras semanas. En junio de 2004 llamaba a la analista por su nombre y si la puerta estaba cerrada la golpeaba para que A saliera a recibirlo. En febrero de 2005 se inició el tratamiento individual con Omar. Las sesiones ya se realizaban en el consultorio de niños, con los juguetes y el pizarrón a su disposición. Aceptaba los límites de espacio y tenía claras nociones de adentro-afuera.
Hacía garabatos en el papel y en el pizarrón. Se mostraba satisfecho cuando se sentía reconocido. Era muy afectuoso con la analista y también celoso, obstinado, intentando a veces manipularla para conseguir los que quería. Buscaba acercamiento físico y disponía de los juguetes del consultorio. Algunos los tenía que pedir, otros los alcanzaba espontáneamente.
Tenía marcada preferencia por los autos y camiones a los que movía lentamente, haciéndolos entrar en contacto, a veces chocar. Estudiaba atentamente todos los efectos que estos movimientos producían. También realizaba juegos similares con los muñecos de peluche. Jugaba haciendo rodar autitos para que la analista los tomara y se los devolviera. Similar actividad realizaba con la pelota, arrojándola, recibiéndola de vuelta y volviendo a arrojarla.
La analista mantuvo un contacto permanente con el personal docente del Jardín, pero la institución cuestionaba a los padres por las dificultades de control esfinteriano. Se los presionó para que el niño adquiriese una habilidad que no dependía solamente de su voluntad sino a causas de orden biológico. La falta de aceptación de las dificultades de Omar llevó a que decidieran cambiarlo de escuela.
En julio de 2004 ya había iniciado tratamiento fonoaudiológico, indicado por el pediatra del niño. Su vocabulario se seguía ampliando y formulaba frases cortas aunque no se entendía bien lo que decía. La intención de complejizar sus mensajes era evidente, pero la articulación de las palabras se le dificultaba. También resultaba claro para la analista que comprendía mucho más de lo que podía expresar verbalmente.
En las sesiones, continuó apareciendo durante un tiempo más, el tema del control de esfínteres. O daba a entender sus sensaciones de necesidad fisiológica, pero aún no alcanzaba a dominar el control de sus esfínteres. Cuando la evacuación ya se había producid...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Agradecimientos
  4. Primera parte. Aspectos teóricos y metodológicos
  5. Segunda Parte. Análisis y resultados
  6. Bibliografía
  7. Sobre este libro
  8. Sobre la autora
  9. Créditos