Rosa Beltrán
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Rosa Beltrán

  1. 50 páginas
  2. Spanish
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Rosa Beltrán

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Los cuatro cuentos que conforman este volumen de la colección Material de Lectura pertenecen a lo más reciente de la escritura de Rosa Beltrán, diría yo que también pertenecen a lo más elaborado de su mirada de bisturí, de su manera de llevar al absurdo nuestras formas de sobrevivir. Originalmente parte de los casos que colecciona el personaje de su novela El cuerpo expuesto, donde la vida de Darwin es una de las líneas narrativas entreverada con la de un coleccionista moderno que insiste en comprobar la involución del género humano a contrapelo con las ideas darwinianas, cada uno refulge como una pieza independiente. Una pregunta parece latir en el centro de estos cuentos: ¿cómo opera la selección natural para la supervivencia del más apto en la actual sociedad? ¿Cuál es el papel de la selección natural hoy donde las miradas generacionales chocan, donde pasa el tiempo y envejecemos, pero vivimos mucho más de lo que se vivía antes, donde el psicoanálisis o la terapia parece ser una de las herramientas que promueve nuestra adaptabilidad, y donde el legado de los bienes de la especie a través de la herencia puede ser una forma de manipulación?

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Información

El salto evolutivo

La selección natural obra exclusivamente mediante la conservación y acumulación de variaciones que sean provechosas, en las condiciones orgánicas e inorgánicas a que cada ser viviente está sometido en todos los periodos de su vida. El resultado final es que todo ser tiende a perfeccionarse más y más, en relación con las condiciones. Este perfeccionamiento conduce inevitablemente al progreso gradual de la organización del mayor número de seres vivientes en todo el mundo. Pero aquí entramos en un asunto complicadísimo, pues los naturalistas no han definido, a satisfacción de todos, lo que se entiende por progreso de la organización.
Charles Darwin, "Sobre el grado a que tiende a progresar la organización".
El origen de las especies.
Voy al sicoanálisis porque no encuentro solución a mis problemas. Sobre todo a uno, al que llamo Magno Problema, del que se desprenden los males restantes, como del Primer motor móvil, según Aristóteles, derivan las demás criaturas. Explico que estoy ahí porque no quiero tomar pastillas (la verdad es que ya las tomé) y que no estoy convencida de probar otros métodos (que ya intenté, sin mostrar ninguna mejoría). No sé por qué me ocurre esto tan terrible, digo, y lo que me causa más desesperación es que estoy segura de haber jugado limpio: soy buena en el buen sentido del término. Pero ¿existen las personas buenas?, pregunta el doctor Sifuentes, qué es la bondad, cómo la define. El doctor Sifuentes es un hombre ligeramente obeso, con lentes no muy grandes pero tampoco pequeños, guapo o francamente feo a causa del bigote espeso que puede ser viril aunque también bastante repulsivo dependiendo de que mire de frente o de tres cuartos. En resumen: alguien a quien defino como "casi". Aunque no he perdido la esperanza de que pueda ayudarme. Debe poder. Tiene la técnica. Si el hábito hace al monje, la técnica hace al sicoanalista, pienso. La del doctor Sifuentes se basa en hacer preguntas. Defina la belleza, la verdad, cómo sabe que es cierto lo que dice. Cada vez que hago una afirmación, cualquier afirmación, él brinca. ¡Compruébelo!, se exalta un día, cuando al definir a mi ex esposo le digo que se trataba de un hombre bien parecido. No tenía una fotografía a la mano, no tenía nada con qué demostrarlo salvo mi palabra. Pero en terapia las palabras valen bien poco: quieren decir otra cosa, a veces algo parecido o incluso lo opuesto. Hay ocasiones en que significan lo que dicen significar, aunque esto es dificilísimo saberlo. El doctor Sifuentes parte del principio de que un paciente nunca está diciendo lo que dice porque dentro de las palabras hay algo más. Ésta es su piedra de toque, su gran angular. De modo que desde que inicié la terapia tengo la sensación de estar mintiendo todo el tiempo. Me queda una esperanza, eso sí. Aunque dado lo volátil de los significados quién sabe si será legítima. Y ¿vale la pena tener esperanzas en estas condiciones?
¿Qué hace de Hitler un hombre malo?, el doctor me interrumpe de mis cavilaciones. ¿Cómo dice?, pregunto, sorprendida. Es otra parte de su técnica. Se llama "descolocar al paciente". El doctor Sifuentes anota todo lo que ocurre durante la sesión en una computadora portátil. Lo hace en tiempo real, de modo que la sesión se reduce a casi la mitad. Diálogo, anotación, diálogo, lectura. A veces, al doctor Sifuentes le toma un poco más de tiempo anotar porque invierte la sintaxis. Abandonado hogar él conyugal ha silencio el en, dice. Repítalo. Lo hace para que mi mente le dé un peso desdramatizado a las frases. Distinto. Se llama técnica ericksoniana, es un principio parecido a la hipnosis pero con diferencias sustanciales. Una de ellas es que el paciente está despierto y consciente y por tanto no hay posibilidad de engaño, me explica. Un paciente nunca hará nada que no quiera. Además de poner en práctica estas teorías, el doctor Sifuentes también me da a leer libros. Volando solas a los treinta. Amar demasiado es una patología femenina. Luego me hace preguntas sobre la lectura. Nunca pregunta si me gustó el libro o no. También me insta a repetir postulados. Es para cambiar su estructura mental, me explica. "El príncipe se convirtió en sapo porque era un sapo." ¿Qué opina de esto?
—Es que en las mañanas no me puedo levantar — respondo sin poder añadir más.
Él bufa, niega con la cabeza, anota furibundamente aporreando las teclas.
Un día en que no paro de llorar, me lleva al fondo del consultorio y señala un nicho entre el escritorio y la ventana en el que hay una pintura. Es un perro enseñando los colmillos. Es mi animal chamánico, me explica. Elija el suyo. No tiene que hacerlo ahora. Tráigalo la próxima sesión. Esperemos que con eso se pueda ver el avance de lo aprendido.
Gusanos, lombrices, larvas que nunca se convierten en mariposas. Esto es lo único en lo que puedo pensar. A la semana siguiente, él me cuestiona y yo hago un gesto afirmativo. Digo estar lista. He elegido a Gregorio Samsa. ¿A quién? Me da vergüenza decir la palabra "cucaracha". Una criatura que sólo piensa en ir al trabajo pese a su condición, le explico. Pero él niega mientras transcribe. No puede ser un personaje literario, dice, eso ni siquiera puede considerarse un animal. No sirve para nuestros fines. Recarga el brazo en el escritorio y pone la mano en la barbilla. ¿Y bien? Yo trato de defenderme. Freud dice que sólo hay una forma de salir de un pozo sin fondo, a través del trabajo. Pulsión de autoconservación, la llama. El sentido del trabajo intelectual o mecánico es aliviar la carga que el sacrificio de existir impone a los seres humanos. Pero el doctor Sifuentes no cree en el Padre del sicoanálisis. Lo llama El Curandero de Viena. Se da un tiempo para anotar algo en la computadora y levanta la vista con gesto triunfal, complacido. Las técnicas freudianas están ya rebasadas, me informa. El sicoanálisis tradicional probó su fracaso al no ser capaz de resolver los conflictos. Después de tratamientos que podían prolongarse por años, los pacientes seguían con los vicios de siempre. Sólo habían aprendido a enunciarlos en una jerga distinta. Mírese usted: es el vivo ejemplo de lo que digo.
Me explica por qué, pero sus intuiciones son erróneas. No, no es por la pareja, digo. No, tampoco tiene que ver con la familia. Simplemente sola, sola de todos. Es una soledad radical, esencial. No, no creo tener una actitud negativa. Sí tengo amigos. Más bien siento que hablo otro idioma, el idioma de los solitarios, un idioma que se conjuga en singular.
¿Alguna vez ha sido diferente?, me pregunta por fin, levantando la cabeza del teclado con bastante fastidio. Le digo que sí y él suspira.
Hago un esfuerzo por recordar cuándo fue. Le hablo de mis ocho punto cinco dioptrías. Le explico cómo antes no era capaz de distinguir a una persona a medio metro de distancia. El mundo es...

Índice

  1. Escritura y supervivencia
  2. Supervivencia del más apto
  3. El origen de las especies
  4. Teoría de la adaptación
  5. El salto evolutivo