Un prefacio a la Biblia hebrea
eBook - ePub

Un prefacio a la Biblia hebrea

  1. 128 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Un prefacio a la Biblia hebrea

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

A lo largo de toda su obra, George Steiner se ha interrogado sobre la poética de la traducción y sobre el sentido de la lectura, lo que él llama su «responsabilidad». En Un prefacio a la Biblia hebrea, es decir, al Antiguo Testamento de los cristianos, aborda el texto fundador de nuestra cultura y sus diversas traducciones. Tomando como punto de partida la versión «rey Jaime» (1611), que fue el verdadero crisol de la lengua inglesa, como la Biblia de Lutero lo fue de la lengua alemana, Steiner nos ofrece un análisis conciso pero contundente de lo que está en juego en la traducción. Interrogando al texto bíblico a la luz de la historia moderna, se revela como un virtuoso en su indagación del libro que «más preguntas hace al hombre», un libro que ha configurado nuestra concepción misma de lo divino, de la creación, de la inspiración, pero también de la literatura, desde Shakespeare hasta Moby Dick. George Steiner nos recuerda, en fin, hasta qué punto toda lectura de la Biblia sigue siendo una aventura arriesgada. Por esta razón, el presente prefacio, que constituye uno de los textos más personales del autor, es asimismo una meditación sobre la trascendencia y sobre el sentido mismo de la escritura, ya sea de Dios, ya del hombre.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Un prefacio a la Biblia hebrea de George Steiner, María Condor en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Theology & Religion y Bibles. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Editorial
Siruela
Año
2017
ISBN
9788416964635
Edición
1
Categoría
Bibles

Un prefacio

a la Biblia hebrea

Lo que tienen ustedes en la mano no es un libro. Es el libro. Esto es, desde luego, lo que significa «Biblia». Es el libro que define, y no sólo en el ámbito occidental, la noción misma de texto. Todos nuestros demás libros, por diferentes que sean en materia o método, guardan relación, aunque sea indirectamente, con este libro de libros. Guardan relación con los hechos de un discurso articulado, de un texto dirigido al lector, con la confianza en unos medios léxicos, gramaticales y semánticos, que la Biblia origina y despliega en un nivel y con una prodigalidad no superados desde entonces. Todos los demás libros, ya sean historias, narraciones imaginarias, códigos legales, tratados morales, poemas líricos, diálogos dramáticos, meditaciones teológico-filosóficas, son como chispas, muchas veces desde luego lejanas, que un soplo incesante levanta de un fuego central. En Occidente, pero también en otras partes del planeta donde el «Buen Libro» ha sido introducido, la Biblia determina, en buena medida, nuestra identidad histórica y social. Proporciona a la conciencia los instrumentos, a menudo implícitos, para la remembranza y la cita. Hasta la época moderna, estos instrumentos estaban tan profundamente grabados en nuestra mentalidad, incluso –tal vez especialmente– entre gentes no alfabetizadas o prealfabetizadas, que la referencia bíblica hacía las veces de autorreferencia, de pasaporte en el viaje hacia el ser interior de la persona. Las Escrituras eran (para muchos lo son todavía) una presencia en acción, tanto universal como singular, compartida por todos y de la mayor intimidad. No hay otro libro como éste; todos los demás están habitados por el murmullo de ese manantial lejano (hoy en día, los astrofísicos hablan del «ruido de fondo» de la creación).
Según los cálculos más recientes, el Antiguo y el Nuevo Testamento han sido traducidos, completos o en sustanciales selecciones, a dos mil diez lenguas distintas. El proceso de traducción y retraducción ha sido continuo durante más de dos milenios. Los textos bíblicos han sido transmitidos por todos los medios y notaciones concebibles: de los rollos de papiro a los discos compactos, de los infolios monumentales a la miniaturización de salmos u oraciones en cabezas de alfiler. La crónica de la imprenta, del diseño de caracteres, gira en torno a las ediciones de la Biblia, de Gutenberg en adelante. Pero la Sagrada Escritura está también disponible en braille y en el lenguaje de signos para sordos. No hay biblioteca, por extensa que sea, que comprenda la totalidad de las Biblias y Evangelios hablados, escritos, impresos. Parece evidente que la Santa Biblia –pero ¿qué significa ese epíteto?– es el acto lingüístico más publicado y difundido sobre la faz de la tierra.
El corpus bíblico, cuya densidad y fuerza de gravedad son, en nuestra civilización, casi inconmensurables, se halla en el centro de una galaxia de comentarios e interpretaciones en la cual cada momento de traducción es en sí mismo un movimiento interpretativo. Este material secundario tiene un gran peso, literalmente, sobre cada palabra, frase, versículo, capítulo y libro de ambos Testamentos. En ciertas tradiciones del judaísmo, tiene peso sobre cada letra concreta. Hay hombres y, más recientemente, mujeres que han dedicado toda una vida de estudio a un único extracto bíblico: a los primeros capítulos del Génesis, a las prescripciones rituales del Levítico, a los denominados Salmos davídicos, a la inabarcable vastedad de Isaías o Job, a Romanos, 9-13, o a los enigmas del Apocalipsis. Durante siglos ha habido encarnizadas discusiones, cuyas consecuencias han incidido en la historia social y política de Occidente, como en el caso de la Reforma, sobre la verdadera interpretación de esta o aquella máxima paulina, de tal o cual giro idiomático en Isaías, 49-53. Se han llevado a cabo matanzas y se han asolado ciudades a partir de disputas acerca de la enunciación del sacramento del bautismo o de admoniciones sobre la posesión de propiedades privadas por parte de la iglesia en los Evangelios o en los Hechos de los Apóstoles. La posible elisión o mutación de un solo marcador vocálico en el texto hebreo puede, en Números, 14-15 o en Job, alterar el edificio de la teología.
Ningún exégeta ni estudioso, ningún grupo de filólogos o teólogos filósofos puede preciarse de dominar la literatura secundaria relevante. Una estimación reciente establece en más de trescientos el número de revistas, boletines o actas de estudios bíblicos publicados de manera regular en unas cuarenta lenguas. «La confección de libros no tiene fin.» Infinidad de volúmenes de comentarios, glosarios y marginalia sobre la Torá (los cinco Libros de Moisés) componen la herencia orgánica del judaísmo. Los comentarios a los comentarios de comentarios se entretejen en una madeja viva e ininterrumpida que se remonta, muy posiblemente, al siglo II o III a. de C. El cristianismo es heredero directo de este diálogo múltiple con el texto bíblico. Una gran parte de los escritos de Pablo son, por decirlo así, una glosa hermenéutica, interpretativa, sobre lo que se ha transmitido de los dichos y gestos de Jesús. En los siglos XI y XII de nuestra era, las técnicas de elucidación, de atenta lectura entre líneas y al margen ya se habían hecho voluminosas. Al igual que ninguna gran biblioteca posee todas las ediciones de la Biblia, ninguna puede jactarse de disponer de una lista completa de libros sobre la Biblia ni de libros sobre libros sobre la Biblia desde los comienzos del Talmud hasta la actualidad. Es inevitable que el estudioso tenga hoy que consultar no sólo bibliografías sino también bibliografías de bibliografías (la Biblia resuena en esta misma palabra).
Casi todas las disciplinas de la investigación y el saber humanísticos desempeñan un papel. La filología y la lingüística comparada, el estudio de la gramática y de la retórica, se desarrollaron en torno a un centro bíblico. Los conceptos occidentales de historia e historiografía se originan en la organización del tiempo y de los hechos en el relato de las Escrituras, y se vuelven contra ellas. La teoría política de la Edad Media, el Renacimiento y el siglo XVII buscan su fundamento en los principios teóricos de los sucesivos modos de gobierno expuestos en el Antiguo Testamento, o bien tratan de emanciparse de ellos. Durante siglos, la jurisprudencia luchó con el problema de la posible concordancia entre los criterios mosaicos y paulinos de la ley y aquellos otros contenidos en los modelos romanos o en el «iusnaturalismo». En la actualidad se multiplican las investigaciones económicas y sociológicas del trasfondo bíblico, especialmente en referencia a su manera de presentar (o de borrar) a las mujeres; al igual que los libros y monografías que ofrecen una aproximación psicoanalítica a personajes y episodios de la Biblia. La etnografía y la antropología bíblicas son ya ámbitos complejos por derecho propio. Las líneas de incidencia, además, no son solamente humanísticas. Hay enjundiosos libros y revistas que se ocupan de la flora y la fauna en la Biblia y en torno a ella, junto con las perennes y espectaculares funciones de la agricultura y la meteorología en el relato y la imaginería bíblicos (considérense la zoología en Job o el desconcertante perícope de la higuera en el ministerio de Jesús).
Desde el siglo XIX, pero a un ritmo en creciente aceleración, la arqueología bíblica ha venido a ejercer su influencia en casi todas las facetas del entendimiento, la interpretación y la traducción. El Antiguo Testamento es tan remoto como las estrellas; es asimismo tan prosaico, tan local como un informe cartográfico. Llévenlo en la mano y les guiará, codo a codo, podríamos decir, al campo de Guilboa, al pozo de Siloe, al altozano, bajo un sol inalterable, de Ascalón. Metan una pala en la tierra agostada, ya sea en la aparente desolación del Néguev o en las concurridas colinas de Galilea, y el pasado bíblico surgirá ingente ante ustedes. La arqueología de Jericó nos transporta seis mil años o más en el pasado; las «ciudades de la llanura» con las que Dios desahogó su desagrado han recibido ahora «una morada local y un nombre»; se están sacando a la luz las rampas de asedio con las que los ejércitos de Senaquerib conquistaron Judea. El espectacular descubrimiento de los pergaminos de Qumrán o la biblioteca de tablillas inscritas de Ebla ha conducido a una reconsideración de las lenguas, la cronología y la imaginería bíblicas.
El peso del conocimiento es inmenso (y sigue aumentando). Los recursos analíticos e interpretativos que tenemos a nuestra disposición –datación mediante el carbono 14, rayos X y fotografía con rayos infrarrojos– son formidables. La ordenación y restauración de diminutos fragmentos textuales, en ocasiones de un solo grupo consonántico o de un versículo roto, rozan el virtuosismo. La comprensión filológico-semántica de las lenguas y alfabetos arcaicos de Oriente Próximo está en constante desarrollo. Las teorías modernas de la religión y de su matriz histórico-social, especialmente, permiten una interrelación sin precedentes de elementos psicológicos y materiales, del estudio combinado de las instituciones económicas y sociales, la geografía física y la historia de la medicina, la ciencia política y la poética. Un especialista bíblico o un editor de textos de la época de Erasmo y Lutero, y aún más de la Edad Media, contemplaría nuestras técnicas con envidia y perplejidad.
Sin embargo, hay un hecho evidente: lo que sabemos de la Biblia y de las intenciones de quienes la compusieron es fragmentario. Aquellas cuestiones a las que podemos dar respuesta con relativa certeza resultan casi triviales cuando se comparan con todas las que no podemos resolver. Incógnitas fundamentales caracterizan áreas tan cruciales como la cronología, los significados léxicos, la geografía, las relaciones cardinales entre realidad histórica y mito, documento y fábula, lo literal y lo alegórico. ¿Hubo realmente un éxodo de Egipto? ¿Cuándo prevaleció el monoteísmo –si es que prevaleció– en Israel? ¿Hay algún testimonio histórico ligado a la persona de Abraham o de Moisés? ¿Cuántos niveles de autoría existen en el Libro de Isaías? ¿Qué significado, qué objetivo, que contexto determinante podemos atribuir a Job o al Eclesiastés, al ataque físico de Yahvé contra Moisés, al escarmiento genocida infligido a Israel cuando su gobernante cometió la transgresión (para nosotros aparentemente venial) de instituir un censo? Y algo muy simple: ¿qué es esta colección de voces dispares, de textos completamente distintos en su registro y en su procedencia, de la Ley (Torá), los Profetas (Nebi’im) y las Escrituras (Ketubim)? ¿Qué es ese Tanaj, el nombre hebreo compuesto por las letras iniciales de estas secciones? ¿Qué grado de implicación, fe y terror podemos atribuir a los seres humanos que, en todas las épocas y en todos los lugares, han declarado desde entonces haber oído en este libro la voz de Dios, haberla encontrado en él?
En la rudimentaria introducción que sigue apenas hay una afirmación, una atribución de sentido a un texto o a las circunstancias de su entorno que no requiera un signo de interrogación. Ésta es la más conocida y la menos conocida de todas las producciones humanas. Una luz inmensa, pero vista como «a través de un cristal oscuro».
1
¿Cómo han llegado a nosotros las palabras en esta traducción de la Biblia hebrea al inglés de la edición Everyman?
La sabiduría recibida y el sentido común sostienen que a los vestigios más antiguos de cualquier texto debe preceder un legado de material oral anterior en milenios. Determinados cuentos, mitos, narraciones folclóricas e historias locales conservadas por la memoria común tienen que preceder a cualesquiera versiones escritas, por antiguas que éstas sean. En el caso de la época homérica, tenemos la impresión de estar ante recitaciones ajustadas a fórmulas y efectuadas por unos bardos y rapsodas más o menos profesionales (como ironiza Platón en su Ión). Sabemos algo de los gremios de «cantores homéricos», cuyas recitaciones orales del relato de Troya y del regreso de los héroes griegos a la patria fueron reunidas en un conjunto más o menos unificado, que fue revisado y adquirió forma escrita a finales del siglo VII o en el transcurso del siglo VI a. de C. Nuestro sentido de lo «prebíblico» es mucho más vago.
El mundo mediterráneo antiguo era, con toda certeza, un mundo de cantos folclóricos y bardos de corte, de testimonios de la historia dinástica, especialmente en Sumeria y Egipto. La narración de relatos, ambiguos y en consecuencia complejos, parece característica de ese grupo de gentes que llamamos «judíos». Una sugestiva tradición hasídica mantiene que Dios hizo al hombre de tal modo que pudiese contar historias, en especial sobre el propio Dios. La figura del trovador –David cantando al amargado Saúl– es bien conocida para el Nuevo Testamento. Pero todo esto son generalidades imprecisas. Varios miles de años de decisiva oralidad nos hablan, pero fuera del alcance de nuest...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portadilla
  3. Nota sobre la traducción
  4. Un prefacio a la Biblia hebrea
  5. Créditos