Las hermanas Makioka
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Las hermanas Makioka

  1. 576 páginas
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«Tanizaki quizás sea el más notable novelista japonés del siglo XX y Las hermanas Makioka, su libro más importante.» New York Times Book ReviewPocos años antes de comenzar la Segunda Guerra Mundial, en la tradicional Osaka, cuatro mujeres de clase alta tratan de preservar una forma de vida ancestral que está a punto de desaparecer. Las hermanas Makioka es el retrato conmovedor, pero implacable, de una familia y de la sociedad japonesa que estaban enfrentándose al abismo de la modernidad. Lleno de bellas y delicadas estampas de las costumbres de la aristocracia japonesa, captura tanto las convenciones sociales como la íntima angustia de sus protagonistas.Las hermanas Makioka, obra fundamental de Junichirô Tanizaki, es fruto de una redacción lenta y meditada, en la que buscó refugio de la catástrofe de la guerra, recreando un suntuoso y exquisito mundo con la nostalgia de un tiempo y felicidad que se estaban desvaneciendo.

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Información

Editorial
Siruela
Año
2016
ISBN
9788416638338
Edición
1
Categoría
Literatura
Categoría
Clásicos

LIBRO III

1

Yukiko había llegado a mediados de febrero y se había pasado con ellos marzo, abril y mayo, casi cuatro meses. Nunca hablaba de volver a Tokio y parecía haberse establecido plácidamente en Ashiya. A primeros de junio, de una manera sorprendente, llegó una carta de Tsuruko acerca de una propuesta de matrimonio. Sorprendente por dos motivos: era la primera de tal clase en dos años y tres meses, la primera desde que la señora Jimba les había hablado de Nomura, y mientras que, desde el disgusto de Tatsuo con motivo de la propuesta de Saigusa años atrás, la noticia había llegado primero a Ashiya y después había sido transmitida a Tokio, esta vez era Tatsuo quien había actuado primero y había pasado la información a Ashiya por mediación de su mujer. La nueva propuesta, tal como Sachiko la leyó en la carta de su hermana, no parecía muy prometedora. No era de las que le hacían saltar a uno de contento: la hermana mayor de Tatsuo se había casado con un miembro de la familia Sugano, grandes propietarios de tierras de Ogaki, cerca de Nagoya; los Sugano eran amigos de los Sawazaki, una familia de Nagoya muy conocida, y el anterior cabeza de esa familia había ocupado uno de los puestos de la Cámara de los Pares reservados a destacados contribuyentes; y al actual cabeza de la familia, gracias a los buenos oficios de la hermana de Tatsuo, le gustaría ver a Yukiko. La señora Sugano, de todos los parientes de Tatsuo, era la que conocía mejor a Sachiko y a sus hermanas. Sachiko, que quizá tenía diecinueve años en aquel entonces, había asistido una vez con Tatsuo, Tsuruko, Yukiko y Taeko a la pesca con corvejón en el río Nagara y habían pasado una noche en casa de los Sugano; dos o tres años después, todos ellos habían sido invitados a coger setas. Sachiko recordaba bien el lugar: había que andar durante unos veinte o treinta minutos por un sendero hasta un pueblo perdido en la campiña; luego había que doblar por lo que parecía una carretera provincial y se veía el portal al final de un profundo camino bordeado de setos. A pesar de que solo había unas pocas y sórdidas granjas por las cercanías, la mansión de los Sugano, que databa de la batalla de Sekighara en 1600, imponía mucho, con la sala de las conmemoraciones para las lápidas funerarias de la familia que se destacaba majestuosamente a través del patio del edificio principal. Sachiko recordaba también que más allá del musgoso jardín había un trozo con hortalizas y que, en otoño, las niñas trepaban por los árboles bien cargados de castañas para hacerlas caer a sacudidas. La comida era sencilla, principalmente verduras de cosecha propia, pero muy ricas, las patatas primerizas y las raíces de loto al horno estaban especialmente buenas. La señora de la casa, la hermana de Tatsuo, era viuda. Quizá porque tenía poco en que pensar, había estado algún tiempo considerando los problemas de Yukiko, se enteraron los Makioka, y se había puesto a buscarle un buen marido. No cabía duda de que le gustaba hacer de casamentera.
La carta de Tsuruko poco tenía que decir acerca del actual cabeza de la familia Sawazaki o de las circunstancias que habían conducido a hablar de un miai con Yukiko. La señora Sugano había hecho la siguiente declaración: que le gustaría tener a Yukiko en Ogaki para una entrevista con el señor Sawazaki. La fortuna de los Sawazaki ascendía a decenas de millones de yenes, en ridícula desproporción con lo que actualmente poseía la familia Makioka, pero como se trataba de un segundo matrimonio y aquel hombre ya había enviado a alguien a Osaka para hacer averiguaciones sobre Yukiko y los Makioka, las perspectivas no parecían del todo desesperadas. Pero lo más importante a recordar era la bondad de la señora Sugano; ignorarlo sería poner a Tatsuo en una posición muy difícil. Como la señora Sugano solo había dicho que quería que Yukiko fuese a Ogaki, y que después ya se explicaría, Tsuruko no conocía exactamente cuál era la situación, pero esperaba, en todo caso, que Yukiko no pusiera dificultades. Además, Yukiko ya había estado en Ashiya mucho tiempo ahora y habían estado pensando en que volviera; podía pasar por Ogaki de camino a Tokio. La señora Sugano no había dicho quién tenía que acompañar a Yukiko. Aunque la propia Tsuruko podía ir desde Tokio (Tatsuo, desgraciadamente, estaba muy ocupado), lo mejor sería que Sachiko fuera en su lugar. ¿Podían pedírselo? No tenía que haber nada de formalidades en el miai. Podían ponerse en marcha como si se tratara de un viaje de placer.
Tsuruko había escrito con mucha delicadeza. Pero ¿accedería Yukiko? Esa era la primera pregunta de Sachiko, y cuando enseñó la carta a Teinosuke, también este tuvo la sensación de que en aquella carta había algo fuera de lo habitual, algo que no armonizaba con el acostumbrado buen juicio de Tsuruko. Era cierto que el caballero no les era completamente desconocido, pues los Sawazaki de Nagoya eran también famosos en Osaka. Pero mandar allí a Yukiko como si fuera una orden, sin saber absolutamente nada de los antecedentes del actual cabeza de familia, ¿escapaba eso a la denominación de imprudencia y desconsideración? Como los Sawazaki ocupaban una posición muchísimo más alta que los Makioka, ¿no podían llegar a pensar que estos últimos carecían de dignidad y discreción e ignoraban el lugar que les correspondía? Por otro lado, en la casa principal tenían ya que saber, después de rechazar tantas propuestas, que Yukiko necesitaba que todas las que se fuesen presentando fuesen estudiadas muy escrupulosamente. Al día siguiente, al regresar de la oficina, Teinosuke dijo que había muchas cosas que no llegaba a comprender. Había hablado con dos o tres personas en el transcurso del día y se había enterado de todo lo que había podido en relación al jefe de la familia Sawazaki: que tenía cerca de cuarenta y cinco años y se había graduado en la Escuela de Comercio de la Universidad de Waseda; que su esposa, que había fallecido dos o tres años antes, procedía de una noble familia de la corte; que habían tenido tres hijos; que, aunque era el anterior cabeza de familia quien se había sentado en la Cámara de los Pares en virtud de los impuestos que pagaba, después la fortuna de la familia había sufrido poco deterioro; y que los Sawazaki formaban aún una de las familias más ricas e importantes de Nagoya. Pero Teinosuke no consiguió una respuesta clara cuando preguntó acerca del carácter y conducta de aquel hombre. No podía comprender, decía Teinosuke, por qué un millonario que se había podido casar con un miembro de una familia de la corte tenía que ir ahora a buscar, como segunda esposa, a una hija de los decadentes Makioka. Tenía que haber algún motivo por el que no podía contraer un matrimonio más adecuado –pero la señora Sugano difícilmente podía lanzar a Yukiko en brazos de un hombre cuyos serios defectos conocía–. Quizás el señor Sawazaki, buscando a toda costa a una esposa del más puro estilo japonés, había oído hablar de Yukiko y había decidido conocerla, quizá por curiosidad o quizá se había enterado de que la sobrina de Yukiko estaba más apegada a esta que a su propia madre, y había llegado a la conclusión de que Yukiko podría ser una buena madrastra para sus hijos. Si se llevaba bien con estos, nada más importaba. ¿No podría tener una razón tan poco complicada para desear conocerla? Una de esas dos explicaciones tenía que ser la correcta, y de las dos, ¿no era la primera la más probable? En su curiosidad por ver si la hija Makioka era realmente tan elegante como decían, ¿no habría, posiblemente, adoptado aquel hombre el punto de vista medio cínico de que no perdería nada con verla? Era natural pensarlo, y en la casa principal, sin haber profundizado hasta el final en esa posibilidad, estaban empujando a Yukiko simplemente porque Tatsuo no podía decir que no a su hermana mayor. Al ser el hijo menor de la familia Taneda, a Tatsuo le resultaba difícil erguir la cabeza ante sus hermanos y hermanas, incluso ahora que se había convertido en un Makioka. Una sugerencia de la hermana mayor, en realidad más parecida a una tía, era una orden. Aunque a Yukiko no le gustaría, decía Tsuruko, Sachiko tenía que encontrar la manera de obligarla a acceder. Importaba poco, por el momento, si el matrimonio se concertaba o no; Tatsuo se disgustaría enormemente si Yukiko no iba al menos a Ogaki. Era cierto que la propuesta no parecía prometedora, pero las propuestas de matrimonio quedaban etiquetadas y archivadas con mucha facilidad y ciertamente a Yukiko no le haría daño alguno quedar bien con la familia Sugano.
Casi inmediatamente llegó una carta de la señora Sugano. Se había enterado por Tatsuo de que Yukiko estaba en Ashiya. Para evitar unas negociaciones indirectas, había decidido escribir directamente. Sachiko y Yukiko, desde luego, ya conocían los detalles por Tsuruko, pero no tenían que tomarse el asunto tan en serio. La señora Sugano prefería pensar que todos ellos –Sachiko, Yukiko, Taeko, y posiblemente Etsuko, a quien aún no conocerían solo a hacerle una visita. Aquellos últimos diez años habían contemplado pocos cambios en su apartado hogar. Y ahora se acercaba la estación de las luciérnagas. El lugar no era particularmente famoso a tal respecto. Con colonias de luciérnagas por la noche, sin embargo, los innumerables riachuelos que corrían entre los arrozales aún estarían muy bonitos durante otra semana más por lo menos. Al contrario que el follaje de los arces y las setas, las luciérnagas les interesarían realmente. La época en que aparecían, además, era muy corta: dentro de una semana estaría en su apogeo, y después terminaría. También se tenía que tener en consideración el tiempo. Las luciérnagas se quedaban impertérritas cuando el tiempo había sido bueno durante demasiados días y, por otra parte, resultaba pernicioso un día de lluvia. Un día después de una tormenta era el ideal. ¿Podían disponer del próximo fin de semana y llegar el sábado por la tarde? Entonces se podría concertar con el señor Sawazaki una entrevista discreta. La señora Sugano no conocía los detalles, pero creía que estaría dispuesto a ir desde Nagoya. La entrevista podría tener lugar en su casa, y no era necesario que durara más de media o una hora. Y aunque aquel fin de semana no resultara aceptable para el señor Sawazaki, ella confiaba en que los Makioka irían a ver las luciérnagas.
Parecía que la gente de Tokio la había animado a escribir. Aunque la propia Sachiko se inclinaba por rechazar la propuesta, por resultar en conjunto demasiado poco prometedora, su hermana y su cuñado, al parecer, confiaban en el fondo de su corazón en que un sueño se convertiría en realidad. Y Sachiko se había vuelto muy tímida en cuanto a negociaciones de matrimonio y no tenía el valor de rechazar arbitrariamente una propuesta. Había habido, era cierto, una similar unos cinco años antes. El hombre pertenecía a una clase superior a la de los Makioka, y cuando, muy nerviosos, se habían puesto a hacer averiguaciones, habían descubierto, decepcionados, que existían pruebas de un escándalo doméstico. Aunque agradecido a la señora Sugano, Teinosuke no podía dejar de preguntarse si se les haría hacer el ridículo otra vez. Incluso estaba un poco enfadado: ¿no resultaba un poco insultante, decía, pedir que Yukiko fuera a un miai antes de haber dado cualquiera de los pasos preliminares? Pero aquella era, después de todo, la primera propuesta que se recibía en dos años y tres meses. Pensando en cómo habían llovido sobre ellos las propuestas hasta hacía dos o tres años y en cómo habían cesado de repente después, Sachiko no podía dejar de sentir que tenía que apechugar con cierta parte de los reproches: por un lado, los Makioka habían valorado demasiado el prestigio de su familia y habían sido sus aspiraciones demasiado elevadas al rechazar una propuesta tras otra; por otro, la mala fama de Taeko parecía producir sus efectos. Ahora llegaba esta nueva propuesta, precisamente cuando Sachiko estaba padeciendo las más agudas punzadas de sus propias recriminaciones. Incluso pensaba a veces que el mundo había perdido interés por ella y que nadie se presentaría ya con otra propuesta, y temía que rechazar esta, por poco prometedora que fuera, no sería nada más que incitar nuevas hostilidades. Otras podrían venir detrás, aunque de la presente no saliera nada. Si la declinaban, por otra parte, no cabía esperar otra por el momento. ¿Y no era aquel un año nefasto para Yukiko? Aun cuando se reía de su hermana, de su cuñado y de su «sueño», Sachiko podía oír dentro ella una voz que le prohibía llamarlo sueño. Teinosuke recomendaba cautela, pero ¿no iba demasiado lejos? Por ricos que fueran los Sawazaki, ¿estaba Yukiko tan ridículamente poco calificada para convertirse en la segunda esposa de un hombre con dos o tres hijos? Los Makioka también tenían su estirpe. Así se lo dijo a Teinosuke, y él no respondió. Este sentía que no podía ofrecer excusa alguna a Yukiko o a sus padres en su tumba.
Después de discutirlo una tarde entera, Teinosuke y Sachiko decidieron dejarlo todo en manos de Yukiko. Al día siguiente Sachiko dio cuenta a su hermana de las dos cartas, y se sorprendió al ver que Yukiko no parecía especialmente disgustada. Como de costumbre, Yukiko no dijo, en realidad, ni sí ni no, pero bajo sus breves réplicas Sachiko intuía algo parecido a ganas de dejarse convencer. Quizás incluso aquella orgullosa dama comenzaba a impacientarse y ya no quería poner dificultades ante la perspectiva de un miai. Sachiko había procurado no decir nada que pudiera herir los sentimientos de Yukiko, y esta no tenía motivos para considerar la propuesta ridícula o extravagante, o para sospechar que alguien pudiera burlarse de ella. Generalmente, cuando se enteraba de que había niños, hacía preguntas acerca de ellos –si se portaban bien, qué edad tenían, etcétera–, pero esta vez se mostró menos meticulosa. Tendría que haber regresado a Tokio, en todo caso, dijo, y si querían ir todos con ella a Ogaki, pensaba que no encontraría desagradables las luciérnagas. Yukiko quiere un marido rico, dijo riéndose Teinosuke.
Sachiko mandó una carta a la señora Sugano: iban a aprovecharse de su amabilidad y confiaban en que continuaría favoreciéndoles; Yukiko tendría sumo placer en conocer al caballero. Serían cuatro: ella, Yukiko, Taeko y Etsuko; aunque vacilaba en defender sus propias conveniencias, resultaba que Etsuko hacía mucho tiempo que no iba a la escuela y, por tanto, les iría mejor ir a Ogaki el viernes con preferencia al sábado; y esperaba que no se le dijera nada a Etsuko acerca del miai. El motivo real para anticipar la fecha era que deseaba acompañar a Yukiko hasta Gamagōri. Pasarían la noche del viernes con la señora Sugano y después se marcharían para pasar la del sábado en Gamagōri. El domingo por la tarde Yukiko saldría desde allí para Tokio, y los demás, para Osaka. Etsuko volvería a la escuela a la semana siguiente.

2

A pesar de que Sachiko hubiera preferido un traje occidental para un viaje en tren bajo el calor del verano, iba a un miai y tuvo que envolverse en un quimono y un obi sofocantes. Miraba con envidia a Taeko, con un sencillo vestido juvenil no muy diferente del de Etsuko. Yukiko, por su parte, habría preferido llevar su ropa buena en una maleta, pues no parecía correcto ...

Índice

  1. Cubierta
  2. Personajes principales
  3. LIBRO I
  4. LIBRO II
  5. LIBRO III
  6. Notas
  7. Créditos