El amor es la felicidad del mundo
eBook - ePub

El amor es la felicidad del mundo

  1. 104 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

El amor es la felicidad del mundo

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

Los seis reveladores ensayos recogidos en el presente volumen, compuestos durante el primer tercio del siglo XX, brindan la siempre personalísima visión de su autor sobre cuestiones universales, ya se trate de amar, de vivir la vida con conciencia y plenitud o de conocer y conocerse en el sentido más esencial del término; textos que se adentran sin ambages en el ámbito de la filosofía, la religión y el arte, que a la par plantean su propio abanico de respuestas, iluminan las sendas por las que deambula la confundida humanidad.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a El amor es la felicidad del mundo de David Herbert Lawrence, Carlos Jiménez Arribas en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Littérature y Dissertations littéraires. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Editorial
Siruela
Año
2017
ISBN
9788416964765
Edición
1
Categoría
Littérature

El amor es la felicidad del mundo

El amor1

El amor es la felicidad del mundo. Pero la felicidad no es todo lo que nos colma.
El amor es una confluencia. Pero no puede haber confluencia sin la correspondiente separación. En el amor, todas las cosas confluyen en unidad de gozo y alabanza. Pero no se unirían si antes no estuvieran separadas. Y después de cerrarse el círculo completo de su unidad, no pueden ir más allá en el amor. El movimiento del amor, como la marea, se completa de este modo; tiene que haber un flujo y un reflujo.
De tal modo que la confluencia depende de la separación; la sístole depende de la diástole; el flujo depende del reflujo. No puede haber nunca un amor universal e inquebrantable. No puede haber marea alta en todo el planeta al mismo tiempo. No existe ni existirá nunca el reino irrefutable del amor.
Porque el amor es en puridad un viaje. «Mejor viajar que llegar a puerto», dijo alguien2. En eso se basa la descreencia. Es una creencia en el amor absoluto, olvidando que el amor es por naturaleza relativo. Es una creencia en los medios, pero no en el fin. Es esta en realidad una creencia en la fuerza, ya que el amor es una fuerza unificadora.
¿Cómo se puede creer en la fuerza? La fuerza es instrumental y funcional, no es ni un inicio ni un final. Viajamos para llegar a puerto, no viajamos por viajar. Esta forma de viajar es, cuanto menos, pura futilidad. Viajamos para llegar a puerto.
Y el amor es un viaje, un movimiento, una acelerada confluencia. El amor es la fuerza de la creación. Pero toda fuerza, ya sea espiritual o física, tiene su polaridad, su polo positivo y su polo negativo. Todo lo que cae, cae por gravitación a la Tierra. ¿Y acaso la Tierra, mediante el movimiento opuesto a la gravitación, no ha expulsado lejos de sí a la Luna y la ha mantenido a conveniente distancia en el firmamento por los siglos de los siglos?
Así con el amor. El amor es la acelerada gravitación de un espíritu hacia otro espíritu, y de un cuerpo hacia otro cuerpo, en el júbilo de la creación. Pero si todo se uniera en un lazo de amor, no habría ya amor. El triunfo del amor es el final del amor. Y por eso, para los que están enamorados del amor, viajar es mejor que llegar a puerto. Porque una vez llegados, se supera el amor, o más bien, se abarca el amor en una nueva trascendencia. La llegada es el gozo más alto después de tanto viaje.
¡El lazo de amor! ¿Hay acaso una esclavitud más alevosa que esta? Es un intento de ponerle puertas al campo; la voluntad de detener la primavera, de no dejar que mayo se disuelva en junio, ni permitir que los pétalos del espino caigan cuando empiezan a brotar las bayas.
He aquí nuestra idea de la inmortalidad, este infinito del amor, el amor universal y triunfante. ¿Y qué es todo ello sino una cárcel y una forma de esclavitud? ¿Qué es la eternidad sino el paso interminable del tiempo? ¿Qué es el infinito sino una progresión interminable a través del espacio? La eternidad, el infinito, nuestras grandes ideas de descanso y llegada, ¿qué son sino ideas de un viaje sin fin? La eternidad es el viaje sin fin a través del tiempo, el infinito es el viaje sin fin a través del espacio; y nada más que eso, lo pongamos como lo pongamos. Y la inmortalidad, ¿qué es, tal y como nos la figuramos, sino la interminable sucesión de lo mismo? Y una sucesión, un vivir para siempre, ese imperecedero para siempre, ¿qué es sino una forma de viajar? Y la asunción de todo un cielo, ese fundirse en uno con Dios, ¿qué es, igualmente, sino una proyección en el infinito? ¿Y cómo puede ser el infinito una forma de llegar a puerto? El infinito nada tiene que ver con la llegada. Cuando conseguimos dar exactamente con lo que significa la palabra Dios para nosotros, la palabra infinito, la palabra inmortalidad, lo que nos queda es un significado de interminable sucesión en la misma línea y en el mismo sentido, el viaje interminable en una misma dirección. Esto es el infinito, viajar interminablemente en una única dirección. Y el Dios del Amor es la idea que tenemos de la progresión hasta el infinito de la fuerza del amor. El infinito no tiene que ver con la idea de llegada. Es tanto un callejón sin salida como el pozo del abismo. ¿Y qué es el infinito del amor sino un callejón sin salida o el pozo del abismo?
El amor es la progresión hacia un objetivo. Es, por lo tanto, el alejamiento del objetivo opuesto. El amor viaja en dirección al cielo. ¿De qué se aleja entonces? Del infierno, ¿qué hay ahí? El amor es, en última instancia, un polo positivo infinito. ¿Cuál es entonces el polo negativo infinito? El polo positivo infinito y el negativo son lo mismo, dado que solo hay un infinito. ¿Qué puede importar entonces que viajemos en dirección al cielo, hasta el infinito, o en la dirección opuesta, rumbo al infierno, hasta el infinito? Dado que el infinito al que se acaba llegando es el mismo en ambos casos, un infinito de homogeneidad pura, la nada, o el todo, no importa hacia cuál viajemos.
Lo infinito, el infinito, no es un objetivo. Es un callejón sin salida, o bien, en otro sentido, el pozo del abismo. Caer en el pozo del abismo es caer en un viaje sin fin. Y un callejón sin salida convenientemente amurallado puede ser un paraíso. Pero llegar a un callejón sin salida paradisíaco, a cubierto y lleno de paz y de felicidad sin mácula, no logrará satisfacernos. Y caer sin término en el pozo sin fin de la progresión, tampoco.
El amor no es un objetivo; solo es un viaje. Igualmente, la muerte no es un objetivo; es un viaje en mil partículas hacia el caos elemental. Y desde el caos elemental todo vuelve de nuevo a la creación. Por tanto, la muerte no es sino un callejón sin salida, un crisol.
Hay un objetivo, pero el objetivo no es ni la vida ni la muerte. No es un objetivo infinito ni eterno. Es el reino del gozo en calma, el reino del más allá de la dicha. Somos como una rosa, un milagro de centralidad total, puro equilibrio absuelto. Nivelada en perfección en la encrucijada del tiempo y el espacio, la rosa es perfecta en el reino de la perfección, ni temporal ni espacial, sino exenta por la gracia de la perfección, por la pura inmanencia que la absuelve.
Somos criaturas de tiempo y espacio. Pero somos como una rosa; conseguimos la perfección, llegamos al absoluto. Somos criaturas de tiempo y espacio. Y a la vez somos criaturas de pura trascendencia, absueltas de tiempo y espacio, perfeccionadas en el reino de lo absoluto, en el más allá de la dicha.
Y el amor es lo abarcado y lo sobrepasado. Los buenos amantes siempre han abarcado el amor y lo han sobrepasado. Somos como una rosa, una llegada perfecta.
El amor es múltiple, no de una única especie. Está el amor entre el hombre y la mujer, sagrado y profano. Está el amor cristiano, «amarás a tu prójimo como a ti mismo»3. Y está el amor de Dios. Pero siempre el amor es una convergencia.
Solo en la conjunción del hombre y la mujer ha mantenido el amor una dualidad de significado. Amor sagrado y amor profano, los dos son opuestos y, pese a ello, los dos son formas del amor. El amor entre hombre y mujer es la pasión más grande y más completa que le es dado ver al mundo, porque es dual, porque es un amor entre dos opuestos. El amor entre hombre y mujer es el latido perfecto de la vida, la sístole y la diástole.
El amor sagrado es desinteresado, no busca lo suyo. El amante sirve a su amada y busca la perfecta comunión en unidad con ella. Pero el amor pleno entre hombre y mujer es sagrado y profano a la vez. El amor profano busca lo suyo. Busco lo que es mío en mi amada, lucho contra ella para arrancarlo de sus entrañas. No estamos claramente definidos, nos mezclamos y nos entremezclamos. Yo también estoy en la amada, y ella está en mí. Pero esto no debía ser así, pues solo es confusión y caos. Por tanto, tengo que recomponer mi figura y liberarme de la amada, ella se tiene que separar de mí y diferenciarse por completo. Hay una luz crepuscular en nuestras almas que no es la luz, ni las sombras. La luz tiene que recomponerse hasta quedar purificada, las sombras tienen que ocupar el lado opuesto; tienen que ser dos opuestos absolutos, ninguno puede tener parte del otro, cada uno tiene que ocupar individualmente el sitio que le corresponde.
Como una rosa somos. En la pasión pura por unirse, en la pasión pura por diferenciarse y separarse, una pasión dual de separación inefable y de violenta conjunción de ambos, nace la nueva configuración, la trascendencia, los dos en su perfecta individualidad transportados al cielo incomparable de una rosa abierta.
Pero el amor de hombre y mujer, cuando es pleno, es dual. Es la fusión en pura comunión, y la fricción de la más absoluta sensualidad, ambas cosas a la vez. En esa pura comunión alcanzo la plenitud en el amor. Y en la pasión pura y feroz de la sensualidad, ardo hasta lo más esencial de mí mismo, soy llevado desde la matriz a la más absoluta separación. Me convierto en mi verdadero yo individual, inviolable y único, tal y como las piedras preciosas fueron quizá llevadas a la perfección a través de la confusión de las capas de la Tierra. La mujer y yo somos la confusión de la Tierra. Luego en el fuego que culmina el amor sensual, en la fricción de sus intensas llamas destructivas, soy destruido y reducido a lo más esencial de mí mismo; ella es destruida y reducida a lo más esencial y ajeno a mí de ella misma. Es un fuego destructivo este amor profano. Pero es el único fuego que nos puede purificar y hacer de nosotros lo que individualmente cada uno somos, lograr la fusión que desde el caos nos lleve hasta la propia, preciosa y única separación del ser.
Todo amor pleno entre hombre y mujer es, por tanto, dual, un amor que los mueve a fundirse, a fusionarse juntos en uno, y un amor que es la intensa gratificación sensual, mediante la fricción, de ser reducidos a ceniza, de arder hasta la claridad separada del ser, una otredad y una separación impensables. Pero no todo amor entre hombre y mujer es pleno. Puede estar lleno de ternura, ser la pura fusión en la unidad, como el de san Francisco y santa Clara, o el de María de Betania y Jesús. Puede que no conlleve el descubrimiento de separación alguna, ni el logro de la propia individualidad, ni la admisión de la existencia única del otro. Esto es un amor a medias, lo que se llama amor sagrado. Y este es el amor que conoce la felicidad más pura. Por otra parte, el amor puede ser solo una bonita bat...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portadilla
  3. Nota a la edición
  4. El amor es la felicidad del mundo
  5. Notas
  6. Créditos