Poesía completa de Alberto Caeiro

Fernando Pessoa, Manuel Moya

• Editorial: Baile del Sol
• Año: 2021
• ISBN:
  9788418699092
• Categoría: Literature
• Categoría: Poetry

"Alberto Caeiro da Silva nació en Lisboa el (...) de abril de 1889 y falleció en esa misma ciudad, tuberculoso, el (...) de (...) 1915. Toda su vida, por tanto, la pasó en una vieja finca del Ribatejo (?); sólo durante sus últimos meses volvió a su ciudad natal. Allí fueron escritos casi todos sus poemas, los del libro titulado El guardador de rebaños, los del libro, o lo que quiera que fuese, El pastor enamorado y algunos, los primeros, que yo mismo, a cargo de su publicación, reuní junto a los demás, bajo el título de Poemas inconjuntos, título que Álvaro de Campos me sugirió [...] La vida de Caeiro no puede narrarse, puesto que nada en ella hay que narrar. Sus poemas son lo único que en él hubo de vida. En todo lo demás, ni hubo incidentes, ni hay historia. El mismo episodio, inicuo y absurdo que originó los poemas de El pastor enamorado, no fue un incidente, sino, por decirlo así, un olvido".Esta es la breve nota biográfica que Ricardo Reis escribió sobre su coheterónimo y maestro Alberto Caeiro, a lo que añadirá en otro texto: "La obra de Alberto Caeiro representa la reconstrucción integral del paganismo, en su esencia absoluta, tal y como ni los griegos ni los romanos, que vivieron en él y, por tanto, no lo pensaron, pudieron hacerlo: sin embargo, ni la obra ni su paganismo, fueron pensados ni sentidos: le llegaron como lo que quiera que haya en nosotros de más profundo que el sentimiento o la razón. Decir más sería explicar, lo que no sirve de nada; afirmar menos sería mentir".

el guardador
de rebaños

i

Yo nunca guardé rebaños,

pero es como si los guardase.

Mi alma es como un pastor

que conoce el viento y el sol

y va por las Estaciones

andando y viendo.

Toda la paz de la Naturaleza sin nadie

viene a sentarse a mi lado.

Pero yo me pongo triste como lo es un crepúsculo

en nuestra imaginación,

cuando en el fondo del páramo hace fresco

y ya se siente entrar la noche

como una mariposa por la ventana.

Pero mi tristeza es sosiego

por ser natural y justa

y es lo que debe andar en el alma

cuando ya piensa que existe

y las manos cogen flores sin darse cuenta.

Con un ruido de esquilas

más allá del recodo del camino,

mis pensamientos están contentos,

y sólo me da pena saber que están contentos

pues, de no saberlo,

en vez de contentos y tristes,

estarían alegres y contentos.

Pensar incomoda tanto como andar bajo la lluvia

cuando el viento crece y aún parece que llueve más.

No albergo ambiciones ni deseos.

Ser poeta no es una ambición mía,

sino mi manera de estar solo.

Y si a veces deseo,

en mi imaginación, ser un corderito

(o ser todo el rebaño

para andar disperso por la ladera toda

y ser muchas cosas felices al mismo tiempo),

es sólo porque siento lo que escribo al ponerse el sol

o cuando pasa una nube su mano por encima de la luz

mientras un silencio recorre la hierba.

Cuando me pongo a escribir versos

o, al pasear por caminos y atajos,

escribo versos en un papel que está en mi pensamiento,

siento el cayado en las manos,

y veo mi silueta

en lo alto de un monte,

mirando mi rebaño y viendo mis propias ideas

o mirando mis ideas y viendo mi rebaño,

sonriendo vagamente como quien no comprende lo que se dice

pero quiere fingir que lo comprende.

Saludo a todos cuantos me lean,

quitándome el sombrero

cuando me vean en mi puerta

apenas ya la diligencia aparezca en lo alto del monte.

También yo les saludo y les deseo sol

y lluvia, cuando la lluvia es precisa

y que sus casas tengan

al pie de una ventana abierta

una silla predilecta

donde sentarse a leer mis versos.

Y que al leer mis versos piensen

que soy algo natural-

por ejemplo el árbol viejo

a cuya sombra, siendo críos,

se sentaban de repente, cansados de jugar

y limpiábanse el sudor de la tórrida frente

con la manga vuelta del babi.

ii

Mi mirada es clara como la de un girasol.

Tengo por costumbre andar por los caminos

mirando a un lado y al otro,

y de vez en cuando hacia atrás...

Y lo que veo a cada momento

es lo que jamás antes había visto

y me doy buena cuenta de eso...

Sé tener el asombro de mí

que un niño tendría si, al nacer,

se diese cuenta de que estaba naciendo de verdad...

Yo me siento acabado de nacer a cada instante

a la eterna novedad del mundo...

Creo en el mundo como en una margarita,

porque lo estoy viendo. Pero no pienso en él

pues pensar es no comprender...

El mundo no se hizo para pensarlo

(pensar es estar enfermo de los ojos)

sino para mirarlo y quedarse conforme.

No tengo filosofía: lo que tengo son sentidos...

Si hablo de la Naturaleza no es porque sepa qué es,

sino porque la amo, y la amo por eso,

porque el que ama nunca sabe lo que ama

ni por qué lo ama, ni qué es amar...

Amar es la...

Índice

• Alberto Caeiro, el Maestro
• El guardador de rebaños
• El pastor amoroso
• Poemas inconjuntos
• Fragmentos
• Notas
• Sobre el autor
• Créditos