Manuel Rojas
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Manuel Rojas

Una oscura y radiante vida. Nuevas lecturas y aproximaciones críticas

  1. 318 páginas
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Manuel Rojas

Una oscura y radiante vida. Nuevas lecturas y aproximaciones críticas

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Información del libro

Este libro reúne dieciocho ensayos acerca de la obra de Manuel Rojas (1896-1973) escritos por una nueva generación de lectores y lectoras con interés en interrogar el proyecto literario y de vida del autor desde aproximaciones críticas originales y novedosas.El oficio del escritor y las escenas de lectura, la representación de los espacios y el caminar, el diálogo con otras disciplinas artísticas y la cultura material, los posicionamientos de género y clase, son los ejes que articulan los escritos de este volumen y que nos invitan a revisitar la obra de Rojas prestando atención a sus narraciones más emblemáticas, pero también a aquellos textos menos conocidos que se vinculan con los géneros referenciales, la poesía, el teatro y la música. Pensado para un público amplio y diverso, esta publicación busca tensionar la imagen muchas veces infantilizada y neutralizada de la literatura rojiana.Lo anterior se complementa con la incorporación de imágenes relacionadas con la vida y obra del escritor, tomadas del Archivo Manuel Rojas, y que ponen en escena una mirada más íntima y desconocida en torno a uno de los escritores chilenos más importantes del siglo XX.

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Información

Editorial
Ediciones UC
Año
2020
ISBN
9789561427440
III. Diálogos con otras disciplinas artísticas y la cultura material


Libreto radial de “El hombre de la rosa” escrito por Esther Cosani. Programa de la radio Universidad de Chile dedicado a Manuel Rojas luego de haber obtenido el Premio Nacional de Literatura en 1957.


Guion del proyecto de película de Hijo de ladrón escrito por Augusto Roa Bastos, 1959.


Afiche de Población Esperanza para su estreno en Concepción, 1959.


Promoción de Población Esperanza que podría tratarse de su estreno en Concepción, 1959.


Lira Popular promocional escrita por Manuel Rojas para el estreno de Población Esperanza, 1959.


Plan de escritura de Morir por Vietnam, 1962.


Cuaderno de trabajo fechado en 1965. Manuscrito de la canción “El canto de Chile” del disco Chile de arriba a abajo.


Cuaderno de trabajo. Manuscrito del texto inédito “Cancionero del Puerto”, 1968.
Las imágenes de Manuel Rojas. Lecturas, archivos y escritura
Luis Valenzuela
Imágenes sobre la mesa
Esto comienza con unas imágenes ausentes que Jorge Guerra envía a mi correo electrónico. Imágenes encriptadas en unos dispositivos de filmación. Imágenes, me comenta, grabadas por Manuel Rojas. ¿Qué hay en esas cámaras super 8? No lo sé, intuyo que la materialidad de una imagen que exacerba el gesto escritural de Manuel Rojas de erigir escenas teatrales y visuales, de discutir los problemas del cine. O el gesto que exacerba las lecturas críticas en torno a su obra, desde las marcas visuales en su trabajo o “lecturas creativas” que han escenificado a través de largo o cortometrajes, novelas gráficas, programas de televisión.
La imagen está latente en Rojas, ¿Qué dice?
Crítica al cine y al capitalismo
Si bien en sus libros Manuel Rojas dedicó un lugar marginal al cine, resulta necesario detenerse en esa fugaz relación e intentar comprenderla. En Imágenes de infancia y adolescencia aparece un aislado recuerdo cinematográfico, ligado a Rosario, y la Plaza López:
En alguna parte de aquella plaza funcionaba al aire libre un negocio mitad café y mitad cine, en el cual la gente que ocupaba las mesillas bebía un café con leche, una cerveza o una limonada de bolita —las llamábamos así chinchibiras, traducción argentina de ginderbeer— y veía la función. Los muchachos del barrio no pagábamos nada, aunque tampoco podíamos sentarnos; veíamos de pie la película, lo que nos fatigaba demasiado. Era quizá en 1908. Allí vi por primera vez a Chaplin. Nadie pudo sospechar en ese tiempo el desarrollo que alcanzaría el cine ni la grandeza e importancia que adquiriría aquel hombrecito ridículo y atrayente. Tampoco él lo sospecharía (123).
En un pie de página de la última edición del libro, de 2016, Jorge Guerra sostiene que la fecha es inexacta, debido a que la primera película de Chaplin es de 1914, cuando Rojas ya estaba en Chile. El detalle del error pasa a un segundo plano, ya que el interés de Rojas es situar una escena de barrio en una película concreta, lo que desemboca en una suerte de traición de la memoria. Pero resulta interesante el imaginario cinematográfico que está en juego, y el gesto memorialístico que articula retóricas fidedignas que no siempre alcanzan el hecho concreto referido. Ya en un tono más lúcido y crítico, escribe en Mejor que el vino:
En estos nueve años han sucedido algunas cosas. ¿Qué irá a pasar en los nueve años que vienen? En los míos hubo una guerra mundial y se desarrolló un arte, el cinematógrafo; desapareció un imperio, el ruso, y en su reemplazo nació una república llamada de trabajadores; la gente habló a través del aire y el automóvil y el aeroplano empezaron a andar por las ciudades y por el espacio como Pedro por su casa. Siempre hay gente pobre, tuberculosis, niños que mueren de hambre, conventillos, tifus exantemático y tifus abdominal, o sea, piojos y mugre; pero quién sabe si esas cosas y esos seres no tienen nada que ver con las obras. Hay gente que pelea por los pobres y contra la tuberculosis, la mortalidad infantil, los conventillos, los piojos y la mugre (15).
Rojas realiza una síntesis de una época e intenta tomarle el pulso a esta y a los temas que lo convocan a él. En un lugar secundario aparece el cinematógrafo. En esos años, mediados por la publicación de revistas magazinescas o secciones de espectáculos en prensa, surgen ciertos “reflejos literarios”, los que de “diversas maneras ponen en escena esta nueva experiencia cinematográfica en textos narrativos y poéticos” (Bongers et al. 373) o reflejos estéticos, en tanto reflexiones en torno a las implicancias artísticas, éticas y sociales del cine (436). Revistas como Ecran, sin duda la más relevante revista cinematográfica de Chile, y artículos publicados en revistas culturales y literarias como Atenea, Letras, Gong y las Notas de arte de La nación (435), acogen esta producción. En Latinoamérica fueron varios los escritores que reaccionaron ante la llegada del cinematógrafo o sus incipientes pasos, “en un momento decisivo en el que el paradigma crítico vacila entre un exquisitismo modernista y una perspectiva plenamente vanguardista” (Borge 17), en rigor, una “vacilación discursiva e ideológica [que] da como resultado una obra de índole muy diferente de la vasta cantidad de crítica homóloga de cinéfilos europeos y norteamericanos” (17)69. Juan Emar, Mario de Andrade, César Vallejo, Alejo Carpentier, Horacio Quiroga, Alfonso Reyes, Juan Carlos Mariátegui, Roberto Arlt, María Luisa Bombal, Jorge Luis Borges, Gabriela Mistral, Pablo De Rokha, entre otros. Unos de manera regular, otros no tanto. Unos críticos del cine, otros no tanto. En ese contexto, en los años treinta Manuel Rojas publica el texto “El cine y su gran creación”.70 Para Rojas, el “cinematógrafo es, mecánicamente, nada más que la proyección animada de imágenes fotográficas”. Ningún arte, como el cine, encontró desde su nacimiento “una acogida tan unánime”. Se trataba de un “arte popular por excelencia”, básico, ya que las primeras películas “ni siquiera exigían al público que supiera leer. Bastaba con tener ojos y ver”. Desde ahí Rojas articula su crítica al sistema capitalista: “Esta popularidad, sin embargo, tenía un peligro: la comercialización”. En lugar de crear un “verdadero arte”, “se tomó el camino contrario, sometiendo al cine a una dependencia que lo ha hecho perder, en gran parte, su calidad de arte”. Sin embargo, igualmente válida lo único “puro” creado por el cine: el dibujo animado.
En otro texto, “Cine y literatura”71, problematiza los cruces entre estas artes. En rigor, intenta entender este encuentro entre ambas artes y sobre todo entender el cine. Este no es literatura, lo aclara Rojas, pero sostiene que transita “hacia un terreno que tiene mucho que ver con la literatura”, es decir, el teatro. En ese gesto, el “cine teatraliza” obras, novelas como Cumbres borrascosas. Ahora, prosigue Rojas, el cine agrega otros elementos propios como “enlaces de una escena a otra”, aunque, enfatiza, mantiene su base teatral. Rojas, sabemos, está más cerca del teatro que del cine, sin embargo, la aparición de este último le llama la atención. “La novela y el teatro debieron servir al cine como elementos secundarios, quizá como puntos de partida, pero la realización debió haber sido exclusivamente cinematográfica”. De cualquier forma, Rojas, como muchos de los escritores de la época, critica al cine en su vínculo con la agenda hollywoodense, pero también le concede un margen de error, ya que “el cine es un arte joven y tiene posibilidades ilimitadas. Podemos esperar todavía”.
En 1939 Manuel Rojas publica una opinión en Revista Ecrán, en la que, independiente de su comentario sobre cine, llama la atención su declaración de principios en cuanto gustos cinematográficos: “Personalmente, soy un apasionado de las películas en que intervienen aviones y aviadores… El avión pone en ellas algo que en la mayoría de los casos carecen: movimiento, espacio, aire” (s/n). Sin querer extremar las interpretaciones, pensemos en que ese interés por el vuelo se vincula con un ímpetu vanguardista. Lucía Guerra lo hace notar en Nicomedes Guzmán y anoto de inmediato a Manuel Rojas. La generación del 38, comenta Guerra, sentó sus bases en el denominado realismo social, ensamblando tejidos con los procesos vanguardistas que la antecedieron, logrando articular estrategias y retóricas visuales en los mundos precarios, y a ratos míseros, que construía en sus relatos. Lanchas en la bahía (1932) de Rojas y Los hombres obscuros (1939) de Guzmán son ejemplos concretos que permiten ver a partir de lo escrito con palabras. Agrego, a la vez, la lectura de Bernardo Subercaseaux, quien ve en el vuelo un marcado interés vanguardista, dado, por un lado, por Vicente Huidobro y su Altazor, y por otro, por Pedro Prado y su Alsino. Sin ir más lejos, pensemos en el vuelo de Zurita y la referencia que desarrolla luego Bolaño en Estrella distante. Rojas ve en el vuelo el movimiento. Que luego plasma en el tránsito continuo en su obra.
En general, el vínculo entre escritores y el cine u otras tecnologías visuales no es un ingenuo, por el contrario, da cuenta de ciertas tensiones estéticas, críticas, políticas y sociales, o, como sugiere Valeria de los Ríos, “revela tensiones y negociaciones respecto a temas como la modernización, la identidad cultural […]” (20). Rojas entiende esto y se encuentra inserto en este largo umbral de época.
Imágenes y sueños
El lenguaje como articulador de la vinculación entre la letra y la imagen, como escena onírica, materialidad visual o visualidad de la escena escrita. “Sueño” es un poema que Rojas publica en Atenea, 1928, entendiéndolo como un antecedente pre-cinematográfico. Es una postal onírica de un paisaje nocturno que los lectores de Rojas pueden reconocer en su narrativa. “Un hombre está cansado esta noche de estrellas semejantes”, “Me desprendo y caigo como los frutos en la sombra / y empiezo a andar tanteando la pesada tierra del sueño” (Bongers et al. 426). La caída que clama el imaginario huidobriano de Altazor, pero en clave de Manuel Rojas, con los pies en la tierra. “A través de bosques cantando calles llenas de gente / y navíos que atracan entre los gritos de los contramaestres / aquella lancha en la había cargada de grandes plátanos / rostro de ídolo chino sonríe sintiendo crecer su rosa ardiente / de donde viene aquella canción yo oigo mi lento respirar” (423). ¿Y dónde está la imagen? Justo en este fragmento no, pero sí en el oscilar onírico que recurre a una retórica que visualiza el espacio contrastando la noche con el sol, las estrellas con el sueño, pero sobre todo cuando surge la postal o fotografía: “Pero todo es de pronto como una fotografía movida y obscura” (42...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Créditos
  4. Índice
  5. Presentación
  6. I. El oficio de escritor y escenas de lecturas
  7. II. Ciudades, espacios y caminata
  8. III. Diálogos con otras disciplinas artísticas y la cultura material
  9. IV. Cartografías de género y clase
  10. Biografías de los autores