La Larga Marcha
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La Larga Marcha

Conversaciones con Mao Tsetung

  1. 240 páginas
  2. Spanish
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La Larga Marcha

Conversaciones con Mao Tsetung

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UnperiodistanorteamericanollegaaChinaa fines de los años 20, en el momento que son derrotadas las insurrecciones que lleva adelante el Partido Comunista de ese país asesorado por la Comintern. Los destacamentos guerrilleros que logran salvarse se reagrupan bajo la dirección de algunos probados jefes. Y, en retirada, emprenden una de las epopeyas militares mas resonantes de la historia: recorren 12.500 Km., librando cientos de combates y, con el ultimo aliento, al fin llegan a una región intrincada del noreste que les servirá como refugio para reorganizarse y establecer su gobierno provisorio. Edgar Snow decide llegar hasta las zonas rojas. Y da a conocer al resto del mundo los sucesos que se narran en estas paginas, que hasta ese momento estaban cubiertos por un inexpugnable cerco militar y mediático. La historia dirá que desde allí partieron las columnas que finalmente en 1949 conquistaron el poder en el país mas poblado del mundo.También fue el lugar dondese foguearon algunos de los estadistas mas influyentes del Siglo XX.Una obra de enorme valor, comparable aDiez díasque conmovieron al mundode John Reed o aLos que luchan y los que llorande Jorge Masetti.

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Nota a la EDICIóN argENtINa
Decidimos editar esta obra hace ya muchos años. Nos alentaban dos razones: el interés por la obra de Edgar Snow vinculada a los años de la revolución chi­na, del cual habíamos podido leer otros títulos con sincera fascinación; y el hecho de que Estrella Roja sobre China, justamente su obra más reconocida y co­mentada en todo el mundo, no estuviera traducida a nuestro idioma. Al mismo tiempo, el interés por China crecía en nuestro país y en el mundo al compás del lugar que fue ocupando dicho país en la geopolítica mundial y muy especialmente en el plano económi­co. Consideramos que las características de la China actual poco tienen que ver con los años de la revolu­ción y construcción socialista. Pero también pensamos que seguramente en aquellas décadas del siglo pasa­do se gestaron muchos de los avances que también ex­plican el excepcional desarrollo que alcanzo ese país, sobre todo en los comienzos del nuevo siglo, aunque ya bajo otro signo político e ideológico muy distinto.
En varias ocasiones nos comunicamos con los fa­miliares de E. Snow, aun residentes en Suiza, contacto facilitado por el cineasta Peter Entell, autor de un do­cumental reciente sobre la vida del autor de esta obra titulado A home faraway. En los intercambios sosteni­dos se mostraron interesados en la traducción de esta obra al español, pero el mismo fue interrumpido antes de llegar a un acuerdo formal y pese a nuestra insisten­cia. Desconocemos las causas. Por esa razón, entre otras, es que decidimos publicar solo un fragmento de la obra, con la expectativa de publicarla completa en un futuro cercano. Esperamos que su familia reciba esta edición con satisfacción y como una muestra de la admiración intelectual que sentimos por el autor.
Los textos que conforman esta obra pertenecen a los capítulos cuarto y quinto del libro Estrella roja sobre China, publicado en julio de 1937 por Victor Gollancz en Londres. En 1938 y 1944 fue publicado por Random House en New York. Existieron varias ediciones más has­ta llegar a la edición revisada de Groove Press en 1968, la última y más completa de ellas, con extensas notas bio­gráficas y a la edición, que enriquecieron el texto inicial considerablemente. Se vendieron varios centenares de miles de ejemplares en todo el mundo.
Por último, decidimos incorporar tres ponencias so­bre el autor y el libro que aquí se presenta, tomadas de un pequeño volumen titulado China recuerda a Edgar Snow, que recoge algunos testimonios ofrecidos en las jorna­das conmemorativas que se celebraron para el décimo aniversario de su fallecimiento, en 1982. Consideramos que enriquecen el texto principal y ayudan a compren­der el conjunto de la vida del excepcional periodista nor­teamericano y de las circunstancias en las que se forjó el libro que aquí presentamos.
Maximiliano Lionel Thibaut
él CoNtrIbuyó a quE El muNDo ENtENDIEra a ChINa
Lois Wheeler Snow
En 1972, después de la muerte de mi esposo, vine a China con mi hermana y mi hijo a expresar mis agrade­cimientos al pueblo chino y sus dirigentes por la gran so­licitud y atención que habían prestado a nuestra familia en Suiza durante un tiempo de gran necesidad. Enviado por Mao Tse-tung y Chou En-lai, un equipo médico com­puesto por doctores y enfermeras chinos, entre ellos esta­ba el viejo amigo de Snow, Dr. George Hatem, fue capaz de rodearnos de atenciones y consuelo que, de otra for­ma, no habríamos podido encontrar e hizo más sopor­table la agonía para Edgar y más fácil de aceptar para mí, nuestros dos hijos, nuestros familiares y amigos. Estos chinos impresionaron profundamente a cada uno de los que entraron a nuestra casa en aquel tiempo. Sé que las circunstancias eran especiales; comprendo que tal ayu­da puede ser dada sólo como un grande y especial obse­quio. Pero hubo muchos servicios prácticos que podrían ser aplicados ampliamente en la clínica; que podrían ser administrados de manera general para mejorar los con­ceptos generales actuales sobre el cuidado del enfermo. A medida que pasan los años, el conocimiento de esta ge­nerosa y hábil ayuda ha influenciado el pensamiento de muchas personas de dentro y fuera de la profesión médi­ca, quienes buscan alternativas a unos servicios médicos despersonalizados demasiado comunes.
En 1973, regresé a China con mi hija trayendo parte de las cenizas de su padre. Estas fueron colocadas en un jardín en la universidad de Pekín, campus de la antigua universidad Yanjing donde, mucho tiempo antes, Edgar Snow había enseñado por algún tiempo.
Varios meses después, otros familiares y amigos se reunieron en la casa de un amigo en Sneden’s Landing, Nueva York, y colocaron el resto de las cenizas de Edgar en otro jardín a la orilla del río hudson. De esta manera se cumplió la voluntad que el norteamericano amigo de China había expresado antes de su muerte cuando es­cribió que deseaba que parte de él descansara en China y la otra en su tierra natal. Entre otras palabras, escri­bió: “Amo a China. Quisiera que parte de mí se quede allí después de mi muerte, como lo hice durante la vida. América me crió y me alimentó. Desearía que parte de mí fuera colocada a la orilla del río hudson… que corre a verterse en el Atlántico y, de paso, alcanza a Europa y a todas las costas de la humanidad de la cual yo me siento parte, porque conozco buena gente en casi to­das las tierras”.
(…) Para mí, lo esencial en aquella vida fue la comuni­cación. Edgar Snow era un reportero y periodista. Era un emprendedor y buscador de los hechos. Pasó sus años de madurez comunicándose con la gente. Observando con gran visión lo ocurrido a su alrededor, abrió los ojos a la gente. Afortunadamente, fue a muchos lugares, co­noció muchas personas y vio muchas cosas; por eso su comunicación era profunda y producto de su propio compromiso. Desconfiado del dogma, escribió en su auto-biografía: “Lo que me interesa es principalmente la gente, la gente de toda índole, y lo que ellos piensan y dicen y cómo viven, y no los funcionarios ni lo que ellos dicen en sus intervenciones ni segundas versiones sobre lo que ‘la gente’ piensa y dice”. Al escribir sobre la gen­te y los sucesos que formaban o deformaban su vida, los puntos de vista de Snow eran esencialmente honestos y penetrantes, basados sobre su propia investigación y so­bre la verdad de los hechos por él percibidos con pers­picacia y sentimientos solidarios. Su estimada amiga y redactora. Mary heathchote, dijo que para Edgar Snow, “verdadero profesionalismo significa decir la verdad tal como uno la ha visto, con la mayor cantidad posible de fundamentos como uno pudiera encontrar y con la más profunda comprensión posible de la gente que la expe­rimenta…” “Edgar Snow -añadió- respetaba a todas las personas y sabía que hay miles de millones de personas importantes en el mundo”.
El que él sea recordado principalmente por su Estrella roja sobre China es comprensible. Los relatos de este li­bro fueron de importancia internacional y para el autor la experiencia de coleccionar esos relatos fue tal vez la más significante en su vida. Después de que su libro fue un éxito, comentó en forma típica en él: “Apunté sim­plemente lo que me habían relatado los extraordinarios jóvenes, hombres y mujeres, con quienes tuve el privi­legio de vivir cuando tenía 30 años y de quienes apren­dí muchas cosas”. Esas “muchas cosas” se esparcieron a través de las páginas de Estrella roja sobre China y cam­biaron las ideas de innumerables personas, incluidos muchos ciudadanos chinos, quienes fueron conducidos por ella a tomar acciones que influyeron drásticamente en sus propias vidas y el curso del futuro de su país. En ese punto, el joven periodista comprendió también la te­rrible responsabilidad personal, de la cual fue conscien­te el resto de su vida, al enterarse de que algunos de sus amigos y jóvenes estudiantes murieron en una guerra a la que se habían unido muy influenciados por sus re­portajes, y saber que sus escritos habían tomado la na­turaleza de acción política y que él, como escritor, tenía que responder personalmente por todo cuanto escribía.
Hubo otros trabajos que acabaron con la ignorancia y el prejuicio de forma similar: El frente del Lejano Oriente, China viviente, La lucha por Asia, El pueblo está de nues­tro lado, Alborada de la revolución en Asia, para mencio­nar algunos de sus 11 libros; así como muchos reportajes sobre inundaciones y hambre, guerras declaradas y no declaradas, dilemas e indignidades humanos, héroes no elogiados y sacrificios desconocidos. Estos fueron un estudio de toda su vida sobre el impacto de gentes y hechos de muchos países conocidos de primera mano. A medida que pasaban los años, Snow ganaba la aten­ción de la gente que buscaba la realidad a través de los titulares y lenguajes de los periódicos, personas que, gra­cias a él, comprendieron algo más sobre“los que tienen y los que no”, como decía, en el mundo que él conoció. Justamente fueron “los que no tienen” quienes se gran­jearon su simpatía, atención y apoyo.
Igual que sus compatriotas Agnes Smedley y Jack Belden, Snow fue un destacado representante de la prensa norteamericana. También George Hatem, el jo­ven que le acompañó al noroeste de China en 1936, es un representante excelente de la tradición de la prác­tica médica norteamericana. Jack Service, amigo ínti­mo de Snow, es un exponente cualificado del personal gubernamental de EE.uu y Evans Carlson sobresalió entre quienes fueron golpeados por la pobreza e injus­ticia que los rodeaban. Todos ellos estaban dedicados a la acción y a la comunicación que permitieran ayudar a disminuir las penurias y a corregir la injusticia. Uno de sus objetivos principales era contribuir a compren­der a China y las pesadas cargas que llevaba sobre sus espaldas en un mundo dominado por la arrogancia, la ambición y la ignorancia, porque estuvieron allí y vie­ron, porque eran internacionalistas que se preocupa­ban por el bienestar, valor y dignidad de la humanidad.
(…) Esta reunión en Pekín diez años después del fa­llecimiento de Snow es, a mi parecer, una manifestación del deseo de llevar adelante todas estas metas recordan­do a una persona que dedicó su vida creyendo que ellas podrían ser alcanzadas.
EDgar SNow y “EStrElla roja SobrE ChINa”
Dong Leshan
En el invierno de 1975, Fan Yong, redactor jefe adjun­to de la Librería Sanlian, vino a pedirme retraducir al chino Estrella roja sobre China, libro escrito por Edgar Snow. Acepté con entusiasmo pues esta labor significa...

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