UN NUEVO PARADIGMA PARA LA ERE
1. EL MOMENTO EDUCATIVO, CULTURAL Y ECLESIAL EXIGEN UNA NUEVA CONCEPCIÓN DEL CURRÍCULO
❶Una vidriera gris o de color
Al inicio de esta reflexión sobre la necesidad de un diálogo entre las distintas materias que conforman el currículo educativo y la ERE, queremos comenzar con la siguiente imagen del filósofo José Antonio Marina (2000: 189), que es muy interesante para nuestro objetivo:
Resulta muy difícil hablar de religión. Es como hablar de las vidrieras de una catedral. Para quien está dentro los vitrales arden como el sol. Pero quien está fuera solo ve el gris monótono y emplomado, tristón como este día. Ambos se contarán a voces lo que ven, sin entenderse.
Si, en vez de la religión, situamos la ERE en relación con las demás materias como si se tratase de un paralelo entre religión y cultura, la imagen de la vidriera resulta muy sugerente para hablar de la atomización del saber y del divorcio entre fe y razón que se ha venido dando en los últimos siglos. Existe el riesgo de que cada uno se mantenga en su posición y, en consecuencia, solo pueda ver su punto de vista sin ni siquiera atisbar el del otro. Pero la visión parcial es limitada y deforma la realidad.
Desde hace tiempo, como analizaremos en el siguiente apartado, el saber se ha ido fragmentando. Cada disciplina se ha especializado en un ámbito de la realidad que ha convertido en el único objeto de su estudio. Si el espíritu analítico tiene la ventaja de descomponer un problema en sus partes simples para poder resolverlo, se corre el riesgo de no realizar el camino de vuelta de síntesis y, en consecuencia, perder la visión global de la realidad, quedando atrapado en una parcela de la misma y olvidando que la realidad y la vida se presentan como un todo.
La cultura actual corre el riesgo de prolongar la ruptura de la unidad del saber, haciendo que los que están dentro de la catedral vean un espectáculo de luz y color; mientras que los que están fuera solo vean un cristal gris y sucio.
Simplificando el problema: el divorcio entre fe y cultura se podría ejemplificar diciendo que la ERE está dentro de la catedral, mientras que el resto de disciplinas están fuera. Por factores culturales, sociales y políticos, que no podemos analizar aquí, se podría comprender que la fe se haya refugiado dentro de los muros de la catedral y haya preferido disfrutar del colorido de la vidriera; mientras que, desde fuera, las otras disciplinas hayan emprendido, en primer lugar, una dura crítica contra ella, porque solo han visto el gris del cristal, para pasar, después, a la indiferencia contra la religión, que ha quedado relegada al ámbito privado del interior de la catedral, sin ninguna influencia fuera de sus muros.
Durante un largo tiempo, ambas posiciones se han limitado a gritarse su propio punto de vista, sin entenderse. Esto ha causado un grave daño tanto a la fe como a la cultura. Si se quiere superar este divorcio, se hace necesario un diálogo sincero como el que ya se comenzó a hacer en el Concilio Vaticano II.
Hay que superar miedos y recelos, aceptar que la realidad es mucho más amplia que el propio punto de vista y, en consecuencia, tener el valor de salir de uno mismo para dirigirse hacia el lugar del otro y, así, poder contemplar lo que ve. Como ha expresado el papa Francisco en Evangelii gaudium (EG 20), se hace necesaria una Iglesia en salida, que sea capaz de dejar los muros de la catedral para salir al encuentro del mundo y, con él y desde él, poder comprender su posición. Al mismo tiempo, la cultura también debería dejar sus prejuicios y entrar dentro de la catedral para ver, por sí misma, que la vidriera transmite luz y color. Solo desde este ir y venir se podrá dar un verdadero diálogo y tener una visión completa y global de la realidad. Este ir y venir hará descubrir, a los que están fuera, el colorido que existe en el interior de la catedral; y a los que están dentro les hará comprender que la vidriera solo puede adquirir color gracias a la luz que le llega de fuera.
No se trata de un simple ejercicio racional. Es necesaria una actitud vital de entrar y salir, de ponerse en movimiento, de acercarse al otro y de caminar juntos. Partiendo de esta imagen, por tanto, se puede afirmar la necesidad de alcanzar una síntesis que permita superar el divorcio entre fe y cultura, reconociendo que la escuela católica ofrece un espacio privilegiado para ello, como recuerda la Sagrada Congregación para la Educación Católica en el documento La escuela católica (EC 37):
Estas premisas permiten indicar las tareas y explicitar los contenidos de la escuela católica. Las tareas se polarizan en la síntesis entre cultura y fe, y entre fe y vida; tal síntesis se realiza mediante la integración de los diversos contenidos del saber humano, especificado en las varias disciplinas, a la luz del mensaje evangélico, y mediante el desarrollo de las virtudes que caracterizan al cristiano.
Como ha expresado el papa Francisco en Veritatis gaudium (VG 4) la constitución apostólica sobre las universidades y facultades eclesiásticas, se hace necesaria la creación de una cultura del encuentro que permita un diálogo sincero entre la teología y las demás disciplinas:
Un segundo criterio inspirador, que está íntimamente relacionado con el anterior y que es fruto de ese, es el diálogo a todos los niveles, no como una mera actitud táctica, sino como una exigencia intrínseca para experimentar comunitariamente la alegría de la verdad y para profundizar su significado y sus implicaciones prácticas. El Evangelio y la doctrina de la Iglesia están llamados hoy a promover una verdadera cultura del encuentro. […] Como subrayó el papa Benedicto XVI, “la verdad es «logos» que crea «diá-logos» y, por tanto, comunicación y comunión”.
El episcopado español también ha subrayado la necesidad de este diálogo interdisciplinar entre la ERE y las demás disciplinas del currículo, que considera una de las características fundamentales de la enseñanza religiosa, en las Orientaciones pastorales sobre la enseñanza religiosa escolar (OP 94):
Como hemos repetido frecuentemente, la conexión interdisciplinar es una de las características fundamentales de la enseñanza religiosa. Por consiguiente, los desarrollos del núcleo fundamental del mensaje cristiano (que, en un modo u otro, ha de estar presente sin reduccionismos ni deformaciones en cualquier presentación escolar del mismo) se conformarán en esta diversamente según la problemática humana, cultural, científica que las distintas disciplinas académicas y las preocupaciones del hombre actual plantean a la fe cristiana.
En este documento, también se afirma que (OP 56):
Es nuestro deseo que, por servicio a la sociedad y a la comunidad cristiana, la reflexión en orden a renovar la enseñanza religiosa escolar continúe: la nueva situación sociocultural, con sus ineludibles consecuencias para la concepción misma de la escuela y de la relación que tiene con el conjunto de la comunidad civil, obliga a todos a una clarificación teórica cada vez más lúcida sobre el carácter propio de la enseñanza religiosa que corresponde a tal escuela y sociedad. Hay que reconocer que, en el pasado, no nos hemos visto tan necesitados de hacer esa clarificación. Por ello, consideramos deseable que se investigue y se delibere con profundidad y realismo responsable sobre estas cuestiones.
El presente libro surge con el deseo de colaborar en esta reflexión que ayude a renovar la enseñanza religiosa escolar, teniendo en cuenta el nuevo contexto sociocultural. Para ello, se realiza una reflexión sobre la ERE y un análisis del currículo educativo, ofreciendo orientaciones y propuestas que hagan realidad esta síntesis de los saberes, ayudando, así, a alcanzar una visión global del saber y de la realidad que pueda superar el divorcio entre fe y cultura.
❷Un cambio de época que exige una revolución cultural
Ha llegado el momento en el que los estudios eclesiásticos reciban esa renovación sabia y valiente que se requiere para una transformación misionera de una Iglesia “en salida” desde ese rico patrimonio de profundización y orientación, que ha sido confrontado y enriquecido (por así decir) “sobre el terreno” del esfuerzo perseverante de la mediación cultural y social del Evangelio. […] Y esto tiene un valor indispensable para una Iglesia “en salida”, puesto que hoy no vivimos solo una época de cambios, sino un verdadero cambio de época, que está marcado por una “crisis antropológica” y “socioambiental” de ámbito global, en la que encontramos cada día más “síntomas de un punto de quiebre, a causa de la gran velocidad de los cambios y de la degradación, que se manifiestan tanto en catástrofes naturales regionales como en crisis sociales o incluso financieras”. Se trata, en definitiva, de “cambiar el modelo de desarrollo global” y “redefinir el progreso”: “El problema es que no disponemos todavía de la cultura necesaria para enfrentar esta crisis y hace falta construir liderazgos que marquen caminos”. Esta enorme e impostergable tarea requiere, en el ámbito cultural de la formación académica y de la investigación científica, el compromiso generoso y convergente que lleve hacia un cambio radical de paradigma, más aún (me atrevo a decir), hacia “una valiente revolución cultural”.
VG 3
El papa Francisco muestra, en este texto, el momento crucial que se está viviendo y que califica no como una época de cambios, sino como un cambio de época que ha provocado una serie de crisis que cuestionan el ser humano, la sociedad y la naturaleza.
Ante esta situación, se hace necesaria una nueva cultura que todavía no tenemos, ya que se debe cam...