Patriotismo constitucional
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Patriotismo constitucional

  1. 170 páginas
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Patriotismo constitucional

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El poder legitimador del pueblo se basa en su capacidad de consentimiento y adhesión, que es el resultado de la realización cívica por la reconciliación civil, la cual está enmarcada en la Constitución como estructura fundamental que busca la lealtad cívica entorno del proyecto de comunidad política.

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Información

Año
2001
ISBN
9789587720044
Categoría
Law
Categoría
Public Law

CAPÍTULO QUINTO

LA AMISTAD HACIA EL ESTADO{*}
(1963)
Nos hemos reunido en una conmemoración. Ustedes, dirigentes locales del Partido Social-Demócrata, han convocado a un acto solemne. Y tienen, sin duda, buenas razones para celebrarlo. Ustedes tienen motivo sobrado para recordar estos cien años de la historia de su partido en festividad solemne y reflexionar también sobre ella en severa ceremonia. ¡Quién podría dejar de participar en el sentimiento de orgullo que tiene que animar a los miembros de su partido en semejante retrospectiva! Ha cumplido un siglo; tiene no sólo más edad que el Estado y la Constitución, en que vivimos hoy, sino también que la República alemana y el orden republicano alemán en general. Existía antes de que Bismarck condujera su guerra y fundara el Reich en 1870.
Esta peculiar organización ha sobrevivido al imperio prusiano-alemán, a la primera República cofundada por ella, e incluso al Tercer Reich nacionalsocialista; ha superado constituciones, guerras, revoluciones y persecuciones. Entre éstas la comparativamente pasada de moda, en lo policial y judicial, que Bismarck promovió mediante una ley, la cual aparece como un juego de niños ante la total, repentina y completa represión de Hitler, que no fue guiada ni limitada por leyes y tribunales. Y no sólo ha sobrevivido a los años de la persecución sino que también sus éxitos lo han hecho de forma notable, incluso aquellos que no ha podido o no ha sabido conservar.
Y ha sobrevivido a discordias, competencias, divisiones y guerras civiles partidistas: empezando por la querella entre lassalleanos y partidarios de Eisenach que acabó con su Asociación, hasta ese intento de unificación bajo presión soviética (tras la segunda guerra mundial, en la primavera de 1949 en Berlín) que concluyó en la sin duda empobrecedora y definitiva separación, división y desavenencia entre el libre SPD de Occidente y el bolchevismo totalitario de la zona, una separación que está estrechamente entrelazada con el histórico proceso de la división de Alemania, de su pueblo y de su territorio. Y entre la primera y la segunda rupturas se produjeron muchas confrontaciones.
Así, por ejemplo, la confrontación entre, por un lado, la influencia resonante, aun cuando rápidamente desvanecida, de Ferdinand Lassalle, un hombre de notable fantasía política, que desde un principio hasta el final se dedicó al Estado y a su transformación, y, por otro lado, el también poderoso espíritu de Karl Marx, el profeta de la revolución social y depreciador del Estado, de carácter exaltado, aunque rigurosamente científico, quien se esforzó por incorporar la legalidad económica en un plan de redención de la historia. Y entre esos polos, entre la primera Asociación y la última separación, se encuentran las controversias de los revolucionarios ortodoxos y los reformistas en las dos primeras décadas de nuestro siglo.
Pero, sobre todo, el cisma y las luchas de 1918, que ensombrecieron la fundación de la República de Weimar, la terriblemente amarga segregación de los espartaquistas y los independientes, la alianza de la mayoría socialista con el ejército del Reich, los levantamientos de la Alemania central, el derramamiento de sangre, la nunca reconciliada lucha de clases de trabajadores contra trabajadores. Todo esto ha sido sobrevivido por la centenaria colectividad y, sin embargo, ha permanecido y es el mismo partido, ya que, de otra manera, tenemos que entenderlo bien, ¡no podría hoy celebrar su propio jubileo!
Tiene que haber un hilo de identidad en medio de todas estas convulsiones. Si se descuentan todas las pérdidas y heridas, tiene entonces que existir un cuerpo que se haya mantenido reconocible a través de la historia. ¿O no? ¿Ha permanecido en verdad uno y el mismo? Si no, ¿qué llevaría, entonces, a considerar y festejar esta fecha del 23 de mayo de 1863, el día de la fundación de la Asociación General de Trabajadores de Alemania, en Leipzig, como el día de nacimiento de su partido, el Partido Social-Demócrata Alemán, que se resistió a las intentonas del Partido Socialista Unificado, que se orientó hacia el Estado constitucional y que durante los cuarenta años de la República Federal Alemana ha ocupado el gobierno en algunas provincias y numerosas ciudades, ha asumido en forma paciente y vigilante en el Parlamento central de Bonn el papel de oposición parlamentaria, de forma versátil y cooperativa, ha cumplido un papel imprescindible en el drama de la vida constitucional, con sus ventajas y desventajas, que exige resignación y estimula la expansión intelectual, que a veces puede agobiar o paralizar, pero de nuevo crea opinión y posibilita el progreso y produce responsable confianza en todos los problemas de la sociedad estatal, y exige sentido para su diaria conducción; ese Partido Social-Demócrata que se prepara y ejercita para asumir otras tareas, las tareas del Gobierno?
¿Qué es lo que a ella, la oposición legal y posible partido gobernante de la República Federal, la vincula desde hace cien años con los gremios de zapateros, sastres, tejedores y tipógrafos, pero también de maestros, abogados y periodistas que en su ansia de igualdad social y participación política y, además, en su voluntad de mejorar la situación del trabajador asalariado en la artesanía, la industria y la labor doméstica, en resumen, en su voluntad de autoemancipación, para actuar unidos y proyectar un programa, una doctrina, un fin y un camino a través de un docto escritor libre, de brillantes cualidades?
¡Recuerdan ustedes, señoras y señores, la figura de este ágil, entusiasta, altivo e impaciente, intrépido, y sin duda también un poco arrogante personaje, Ferdinand Lassalle, el literato y polemista, el primer presidente de esta Asociación General Alemana del Trabajo, que durante su vida no pasó con mucho de mil miembros y luego de su repentina muerte -murió como un caballero romántico, sin haber llegado apenas a los cuarenta años- en el caos de las luchas de sucesión, en el reflujo de sus finanzas, bajo las calamidades de la ley de asociaciones, en la falta de tiempo y fuerza que sus miembros trabajadores padecían, por largo lapso en un apartado rincón de la historia alemana, en la oscuridad de la insignificancia, y aún más, al borde del vencimiento y la ruina, más allá de lo que había estado en la época de su impetuoso y versátil fundador!
Lassalle se sintió al final de sus días profundamente decepcionado e incluso cayó en depresión; en su imaginación había creído seriamente poder despertar en un solo año la ebullición de las masas en todo el país, algo que de alguna manera se había anticipado en su propio espíritu, y esto es una fantasía, un desengaño, que al pensador, escritor y orador, en la rapidez de sus inspiraciones y argumentaciones, le pasa en no pocas ocasiones, pues él no está en condiciones de esperar y acelerar los cambios, que en su fantasía ya se han realizado desde hace mucho. A veces parece haber perdido el gusto por todo y trata de desplazar a la multitud, cuyo diario modo de vida y carencias jamás experimentó, ni trató de estudiar nunca, y a la que culpa por el lento paso de su causa. Que ella requería el trabajo de décadas es algo que por último entrevió, pero no consideró, seguramente con razón, que su propia energía fuese suficiente y su propia naturaleza apta para emprender semejante tarea.
Si ustedes tienen en cuenta esa represión y ese periodo de mezquinas riñas de grupo, que ocuparon los primeros años de la Asociación luego de la muerte de Lassalle, pueden, sin duda, con mayor razón sentir satisfacción e incluso orgullo de que, a pesar de esto, el destino de esta fundación no tuviera un rápido hundimiento ni una penosa disolución. A pesar de todo, ha empezado a luchar, se ha mantenido firme, ha soportado la competencia de la formación del partido de Eisenach en 1869, la fundación de Bebel{43} y del viejo Liebknecht{44}, y a partir de la fusión de Ghota en el año 1875, como lo muestra hoy la historia de una síntesis de conjunto, ningún poder logró ya hacer algo decisivo para impedir su progreso y ascenso, su desarrollo y su fortalecimiento.
Ahora bien, para regresar a la cuestión anterior: ¿Qué es lo que al SPD actual, su partido, señoras y señores, que ha fundado una fuerza política profundamente familiar a todos nosotros por igual, los ciudadanos de este Estado; una fuerza política enorme, que inspira simpatía y rechazo, aprobación y controversia, temor y esperanza, un elemento de nuestra vida común en el Estado, tal como es en realidad, nuestra principal oposición en la Federación y nuestra principal posible alternativa de gobierno, en fin, lo que la une con esos lejanos y descoloridos comienzos? O, ¿en qué medida sigue siendo un mismo e idéntico ser que el que celebra su centenario?
No hablo de las condiciones sociales ni de las condiciones generales ni de las particulares de la clase trabajadora ni de los gigantescos cambios económicos, técnicos y científicos que en estos cien años y aún en nuestras vidas han pasado densamente ante nuestros ojos, y se han realizado en nosotros mismos, ni de la difusión de la industria técnica y su forma de organización en grandes empresas, que contrasta tan claramente con la economía de predominio agrario en la Alemania de entonces. Tampoco del progreso -y uso aquí la palabra "progreso" en su sentido exacto- que afecta al propio proletariado industrial en lo físico, lo económico y lo jurídico, ni de la eliminación de la explotación, pues eso es en verdad lo que ese progreso significa cuando se le observa como un proceso total.
El programa de Godesberg del año 1959 en su partido inventarió muy acertadamente en sus conclusiones los medios y frutos individualizados que integran el resultado de ese proceso: la jornada de ocho horas de trabajo (habría que agregar la semana de cinco días), la protección del trabajo, el seguro de desempleo, de enfermedad, de invalidez y de vejez, la prohibición del trabajo infantil y del trabajo nocturno de las mujeres, la protección a la madre y a la infancia, las vacaciones pagadas, el derecho de huelga, el derecho a la negociación de salarios de manera autónoma y el señalamiento de las tarifas por las partes, por cierto la forma más digna, propiamente la única digna, es preciso señalar, para determinar las bases del salario.
Todo esto se consiguió, sin duda, por las organizaciones sindicales de trabajadores con la cooperación del Partido Social-Demócrata. Aun cuando esa organización social y política, con sus exigencias y programas de reforma, no avanzó por lo demás en un campo vacío y desierto ni se encontró un frente completamente enemigo, al que sólo en una sangrienta lucha revolucionaria hubiera logrado conseguirle esas concesiones. El espíritu de la reforma también vivió de alguna manera en el mundo burgués de fines del siglo XIX y comienzos del XX en muchos países: primero en Inglaterra, pero también en Alemania, y el espíritu o, mejor, el principio, el axioma de los derechos universales y de la igualdad universal del hombre, de los cuales sólo podía crecer el espíritu de la reforma, fueron sembrados incontestable e irresistiblemente en Occidente, aun antes de que la industria técnica moderna apareciera triunfante.
De tal manera, pues, que la emancipación del proletariado siguió a otro gran movimiento emancipador de cuya fuerza y de cuyas consecuencias se alimentó. En este sentido puede decirse con entera seguridad que aquellas conquistas sociales concretas y aquel proceso general de liquidación de la explotación industrial, sin duda, habrían tenido que esperar si el propio movimiento de los trabajador...

Índice

  1. PORTADA
  2. PORTADILLA
  3. CRÉDITOS
  4. ESTUDIO PRELIMINAR: EXPERIENCIA CONSTITUCIONAL E IDENTIDAD CIVICA
  5. CAPÍTULO PRIMERO
  6. CAPÍTULO SEGUNDO
  7. CAPÍTULO TERCERO
  8. CAPÍTULO CUARTO
  9. CAPÍTULO QUINTO