Ernesto Laclau y Chantal Mouffe: Populismo y hegemonía
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Ernesto Laclau y Chantal Mouffe: Populismo y hegemonía

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Ernesto Laclau y Chantal Mouffe: Populismo y hegemonía

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En el último tiempo proliferan numerosos análisis que tratan de explicar el surgimiento de fuerzas políticas, la eclosión de líderes "anti-establishment" o el desarrollo de medidas económicas "proteccionistas" desde el concepto 'populismo'. Con frecuencia, 'populismo' se ha convertido en un cajón de sastre, ha sido objeto de un ensanchamiento semántico tal que no deja ver su potencia y solo acrecienta su ambigüedad. Este libro es un intento de soslayar las simplificaciones mediáticas que ha sufrido el concepto, una invitación a acercarnos a la obra de E. Laclau y Ch. Mouffe, tratando de cartografiar y someter a diversas consideraciones críticas los diferentes modos en que ha sido presentada la relación entre populismo y neoliberalismo.

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Información

Año
2021
ISBN
9788418525063
Categoría
Filosofía
La construcción de
la identidad popular
Podríamos decir que existen tres variables que son condición necesaria para la construcción de la identidad popular, la tercera y última dimensión estructural en la creación de un pueblo: las relaciones equivalenciales representadas hegemónicamente a través de significantes vacíos; los desplazamientos y articulación de fronteras internas mediante la producción de significantes flotantes; y, por último, una heterogeneidad constitutiva que otorga su verdadera centralidad a la articulación del populismo. Vamos a prestar atención a estas tres variables.
El último paso en la construcción del pueblo, la construcción de una identidad popular como tal, tiene que ver con la cristalización de las relaciones equivalenciales en una cierta identidad discursiva que ya no representa a las demandas democráticas en su particularidad sino como equivalentes, esto es, el lazo equivalencial como tal, el vínculo. La inscripción equivalencial otorga solidez y estabilidad a las demandas, pero, en tanto operan dentro de la cadena como un todo, también ven restringidas su autonomía. La construcción de una cadena de equivalencias tiene lugar a partir de una serie de demandas dispersas, fragmentadas, y que se unifican en torno a una identidad popular que opera como significante vacío.
Como decíamos al inicio, la relación equivalencial no elimina el particularismo de las demandas, porque sin ese particularismo no habría posibilidad alguna de establecer tal relación equivalencial. La tensión que ello genera es inherente al establecimiento de toda frontera política y de la construcción del pueblo como actor histórico. Sin esa tensión no sería posible establecer una comunidad equivalencial entre ellas.
Es ese momento de cristalización el que constituye al «pueblo» del populismo. La relación equivalencial deja de ser una mediación entre demandas y adquiere consistencia propia. La pluralidad que alberga la relación equivalencial se torna una singularidad a través de la cristalización, su condensación en torno a una identidad popular. La heterogeneidad social tiene un rol constitutivo. Y ello requiere de una expresión simbólica positiva.
Para el establecimiento de ese vínculo equivalencial ha de encontrarse algún denominador común entre las demandas individuales, consideradas en su particularismo, que encarne la totalidad de la serie. Suele ocurrir que una demanda individual adquiere cierta centralidad: «no hay hegemonía sin la construcción de una identidad popular a partir de una pluralidad de demandas democráticas» (Laclau, 2015: 124). Una demanda particular, sin abandonar completamente su particularidad, puede funcionar también como el significante que representa la cadena equivalencial como totalidad, «de la misma manera que el oro, sin dejar de ser una mercancía particular, transforma su propia materialidad en la representación universal del valor» (Laclau, 2009: 59).
En la construcción de una identidad popular, una vez que la presencia de una frontera estable se ha trazado y se da por sentada, se torna central la presencia del significante vacío (pueden ser palabras, imágenes, líderes, etc.). El significante vacío es un significante que no significa nada. Pero que no signifique nada no quiere decir que sea un «significante sin significado», sino el punto de irrepresentabilidad que se encuentra dentro del significado. Por ello, por el hecho de estar vacío de todo significado, puede dar lugar a la construcción de estructuras hegemónicas. Desde esta perspectiva, hegemonizar significa, justamente, llenar ese vacío. El contenido a través del cual llenamos ese vacío se convierte en el significante de la plenitud comunitaria ausente, un ideal político universalizado que nunca puede ser satisfecho. El significante vacío expresa y constituye una cadena equivalencial, es el que tiene un papel central en la constitución de las significaciones políticas.
Por su parte, el significante flotante intenta aprehender conceptualmente la lógica de los desplazamientos de esa frontera trazada. Los significantes flotantes son esos elementos que están sin ligar, que «flotan» en la cadena significante («corrupción», «ricos», «grandes empresarios», «casta», «democracia», «pueblo», «oprimidos», etc.). La lucha ideológica reside entonces en lo que J. Lacan denomina points de capiton [puntos nodales], aquéllos que serán capaces de totalizar y de incluir todos esos elementos «libres», «flotantes», en una única serie de equivalencias.
Si sólo el significante vacío fuese relevante, y el momento flotante fuese excluido, entonces se crearía una situación en la cual la frontera que se establece a partir del significante vacío sería inmóvil, fija. Esto, para Laclau, es impensable, de la misma manera que tampoco es posible un universo de flotamiento puro sin ninguna fijación parcial. Es por ello que ambas operaciones, la del significante vacío y la del significante flotante, han de ser concebidas como dimensiones parciales en cualquier proceso de construcción hegemónica del pueblo como actor histórico. Ambas son operaciones hegemónicas: la construcción de la frontera que el pueblo presupone se encuentra siempre en un proceso de desplazamiento constante.
El nombre que se convierte en significante «va a ejercer una atracción irresistible sobre cualquier demanda vivida como insatisfecha» (Laclau, 2016: 140). El significante vacío va a ser incapaz de determinar qué tipo de demandas pueden entrar en la cadena equivalencial. Dado que el significante que nombra al pueblo constituye su propio objeto, nunca va a poder controlar completamente cuáles son las demandas que encarna y representa: «las identidades populares son siempre los sitios de tensión entre estos dos movimientos opuestos y del precario equilibrio que logran establecer entre ellos. El resultado de esto es una ambigüedad ideológica necesaria» (Laclau, 2016: 141). Ningún significante está predestinado a encarnar la unidad simbólica (imposible) de una comunidad.
El significante vacío es constitutivamente irrepresentable. El significante permanece vacío, pero ese vacío puede ser significado porque es un vacío dentro de la significación. En este punto Laclau se refiere al análisis que Paul de Man hace del cero de Pascal. Si bien es cierto que el «cero» es la ausencia de número, en el momento en el que le damos un nombre a esa ausencia, el nombre «cero», entonces transformo el «cero» en «uno».
Así, el significante del pueblo, el nombre de la plenitud ausente, está vacío; representa lo universal, la totalidad imposible de la comunidad. El contenido concreto que llena de significado el significante vacío es puramente contingente. Es por ello que el discurso hegemónico es una unidad fallida, no es posible suturar la distancia, la brecha entre la particularidad y la universalidad. Quien enuncia ese significado vacío es el pueblo, el sujeto de la política. Pero el pueblo no es un enunciador claro y transparente, sino difuso, ubicado entre una singularidad y una multiplicidad. Por esta razón, los símbolos populistas han de ser vagos e indeterminados, como ya apuntamos al inicio, porque han de representar una pluralidad de demandas heterogéneas.
Podemos pensar en varios ejemplos que funcionan como significantes vacíos. Por ejemplo, el significado de la palabra «mercado» en la Europa del Este en los años ochenta. La oposición al régimen comunista no entendía por mercado un conjunto de actividades realizadas libremente por los agentes económicos sin intervención del poder público. El significante vacío «mercado» se había articulado como el punto nodal capaz de totalizar significantes flotantes tales como «libertad», «derechos civiles», «progreso tecnológico» o «ponerse a la altura de Occidente». Subyacía una concepción del mercado libre como garantía de libertades democráticas; un liberalismo que quería ser económico y político.
Igualmente, al decir «George Bush» podemos pensar en «ex presidente de los EE.UU.», pero el significante «George Bush» también puede funcionar como una descripción abreviada de «el presidente de los EE.UU. que invadió Iraq».
Hay dos anécdotas interesantes desde el punto de vista de los significantes vacíos. La primera se cuenta que ocurrió en una clínica de Buenos Aires. Una chica se presentó allí con la intención de abortar. Las autoridades sanitarias le advirtieron que no podrían realizar tal práctica médica porque estaba prohibida por ley. La chica, indignada, al salir de la clínica, lanzó su zapato sobre un vidrio y exclamó un grito. Bien podría haber clamado contra el gobierno, contra los partidos que se oponían a legalizar el aborto o contra los grupos de presión, como las autoridades eclesiásticas que actuaban a modo de lobby para impedir su regulación. Pero no, al lanzar el zapato contra el vidrio exclamó: «¡Peronismo!», la chica nombró el significante vacío, el nombre de la plenitud ausente, la identidad popular.
La otra anécdota tuvo lugar en Rusia, poco después de la Revolución Rusa. Lenin se dirigía a una aldea para inaugurar y celebrar la llega de la electricidad. Al llegar allí, los campesinos escuchaban con atención las explicaciones del líder soviético sobre la importancia de la llegada de la electricidad, los cambios que ello suponía, el progreso, la mejora de las condiciones materiales, etc. Al terminar su alocución, los campesinos, emocionados y agradecidos, gritaron «¡Viva el Zar!». Lenin, contrariado, se dirigió nuevamente a ellos. Les explicó que había tenido lugar una revolución, el régimen zarista había caído, razón por la cual era posible introducir mejoras como la llegada de la electricidad a la aldea. Todos los campesinos lo escucharon con la misma atención y emoción. Ya a punto de marchar, justo antes de subir al transporte para su regreso, Lenin se dio la vuelta para saludar por última vez a los numerosos campesinos que lo aclamaban, los cuales lo despidieron, nuevamente y con el mismo entusiasmo, al grito de «¡Viva el Zar!».
Otro ejemplo de significante vacío lo constituye el «derecho a decidir» en los primeros años del Procés en Catalunya. El «derecho a decidir» logró una importante transversalidad en amplios sectores de la sociedad catalana, independentistas y no independentistas, comprometidos con buscar una salida democrática al conflicto. En esos primeros momentos, «derecho a decidir» y «democracia» coincidían, funcionando ambos como ideal político universalizado, dando cuerpo político a una demanda que había adquirido centralidad; en la profundización de la democracia radicaba la posibilidad de encontrar el punto de identificación capaz de aunar a una amplia mayoría de la sociedad catalana. En suma, el «derecho a decidir» logró tener un rol constitutivo, de condensación y cristalización, ser una expresión simbólica positiva para amplios sectores de la sociedad, que eran plurales y heterogéneos desde un punto de vista tanto sociológico como identitario.
Podríamos incluso decir que el «socialismo» también fue un mito, que operó en numerosas ocasiones como significante vacío. Los trabajadores no se identificaban tanto con un programa concreto como con una creencia. No sabían a ciencia cierta cómo sería la sociedad comunista en caso de alcanzarla, pero aun así la deseaban. El vínculo con los valores radica en una fe en ellos: la bandera roja era la bandera de la gente popular.
Siguiendo a Slavoj Žižek, el punto nodal, el que constituye la unidad de una formación discursiva, no tiene ninguna identidad positiva propia, es sólo la objetivación de un vacío. La palabra que constituye el punto nodal, nudo de sentidos, no es, por así decir, la palabra más «rica», la que pueda condensar en ella la riqueza de sentido de un campo determinado, sino aquélla que, en el nivel del significante, constituye su identidad, logra unificar un determinado campo, «la palabra a la cual las “cosas” mismas se refieren para reconocerse a sí mismas en su unidad» (Žižek, 1992: 95-96). De este modo el nombre se convierte en el fundamento de la cosa.
Žižek pone dos ejemplos que ilustran la inversión de la fijación nodal: se refiere a un anuncio publicitario de la marca de tabaco Marlboro y sus alusiones a EE.UU., el eslogan dice: «una tierra de personas fuertes, honestas, de horizontes ilimitados». No es que Marlboro exprese la identidad estadounidense, sino que ésta se construye a través del reconocimiento de sí mismo como país Marlboro. Sin Marlboro, lo estadounidense sería un conjunto de características difusas que no se articularían en una totalidad significativa. El segundo ejemplo es un anuncio publicitario de Coca-Cola, cuyo eslogan dice «Coke, this is American». La frase no puede invertirse en «America, this is Coke», porque sólo en el rol de Coca-Cola como significante puro se cristaliza la identidad estadounidense.
En la relación equivalencial las demandas comparten el hecho de que todas ellas permanecen insatisfechas, pero no comparten nada positivo. Podríamos decir que existe una negatividad que es inherente al lazo equivalencial. En cualquier caso, la cristalización de la cadena equivalencial en una identidad popular no consiste en una operación conceptual que trata de hallar un rasgo común y compartido a todas las demandas sociales en su particularidad. Antes bien, se trata de una operación performativa que constituye la cadena como tal. Debe surgir algún tipo de discurso que sea capaz de inscribir esas demandas. Ese discurso no es generado desde las demandas sociales, sino que es provisto desde fuera de ellas, un discurso en el cual pueden ser inscritas. La estructura discursiva es una práctica articulatoria que constituye y organiza las relaciones sociales. Pero ¿de dónde provendría ese discurso? ¿Cómo hacer para que estas demandas se unan en un todo equivalencial?
La forma de articulación, más allá de sus contenidos, produce efectos estructurantes que se manifiestan, principalmente, en el nivel de los modos de representación. La identidad popular tiene para Laclau una estructura esencialmente representativa. El pueblo sólo puede ser constituido en el terreno de las relaciones de representación. La construcción de un pueblo sería imposible sin el funcionamiento de los mecanismos de la representación. Ya hemos señalado que la identificación con un significante vacío es la condición para la creación de un pueblo. Pero si el significante vacío está en condiciones de operar como un punto de identificación es porque representa una cadena equivalencial. De lo contrario, no podría operar como tal.
Si aceptamos el marco teórico según el cual las identidades nunca son dadas de manera esencialista y siempre se producen a través de una construcción discursiva, entonces habremos de concluir que este proceso de construcción es un proceso de representación. Es a través de la representación que los sujetos políticos son creados, no existen previamente. La afirmación de una identidad política es interna, no externa al proceso de representación. La ...

Índice

  1. Índice
  2. ¡Viva el Zar!
  3. Introducción
  4. Una primera aproximación al populismo
  5. Las demandas: ¿unidades mínimas de análisis o vínculos clientelares con las instituciones?
  6. El antagonismo: la división dicotómica de la sociedad
  7. La construcción de la identidad popular
  8. La hegemonía: la lógica general de la institución política de lo social
  9. La hegemonía: ¿una salida al emplazamiento subjetivo neoliberal?
  10. El republicanismo cívico y el republicanismo plebeyo: institucionalidades opuestas a lo neoliberal
  11. ¿Pueblo o multitud? El debate Laclau/Negri y su recepción hoy
  12. Chantal Mouffe: discontinuidades y fisuras teóricas tras el «populismo de izquierda»
  13. Breve biografía de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe
  14. Bibliografía