Escritura académica
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Escritura académica

  1. 210 páginas
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Escritura académica

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En el mundo académico existe una presión creciente por publicar. Conseguir un empleo estable o promocionar muchas veces depende de ello. Sin embargo, publicar artículos científicos requiere de una serie de habilidades para las que la mayoría de académicos no han sido entrenados. Este libro te ayudará a dominar la escritura académica para escribir con claridad, brevedad y elegancia. Aprenderás a transmitir información compleja en forma de tablas y gráficos.También entenderás cómo se escribe un artículo científico y por qué se escribe de esta manera. Pero aprenderás muchas otras cosas. Hablaremos de ti y de cómo debe cambiar tu forma de pensar para conseguir publicar. Trataremos cómo debes trabajar con otros y para otros —coautores, universidades, editores, agencias— anticipando qué esperan estos de ti. Por último, aprenderás a evitar errores frecuentes, pero no evidentes, cuando escribas tus primeros artículos. Escritura académica está dirigido a estudiantes de doctorado, investigadores noveles y académicos con experiencia que desean enseñar a otros cómo investigar. Aprenderás a comunicarte con efectividad en cualquier contexto académico y te ayudará en el desafiante reto de convertirte en un investigador que publica.

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Información

Editorial
Exlibric
Año
2021
ISBN
9788418730108
Edición
1
Categoría
Study Aids
Categoría
Study Guides
BLOQUE II:
COMUNICANDO INVESTIGACIÓN
2. Microestructura:
Lenguaje y escritura académica
De vez en cuando releo los primeros artículos que escribí. Aquellos artículos fueron rechazados en innumerables ocasiones. Cuando finalmente eran aceptados, habían pasado tres o cuatro rondas de revisión. La cantidad de tiempo invertido en ellos fue abismal. Lo peor, sin embargo, fue la sensación de desorientación y de no entender qué hacía mal. A pesar de intentar solucionar los comentarios de los revisores con gran esmero, mis cambios nunca parecían satisfacerles.
En el momento de escribir este libro han pasado diez años desde que publiqué mi primer artículo. He escrito bastantes más por el camino y revisado cientos de ellos. Cuando vuelvo a repasar mis primeros trabajos, ahora sí detecto muchos de sus problemas. Los veo como carteles de neón. Esos mismos problemas los he visto repetidos cientos de veces en los trabajos de otros.
Los problemas que habitualmente conducen al rechazo de un artículo por parte de editores o revisores suelen encontrarse a tres niveles. En este libro los he clasificado en lo que he llamado «microestructura», «mesoestructura» y «macroestructura». La microestructura se centra en la escritura, en cómo expresamos cada una de las ideas de nuestra investigación. La mesoestructura se ocupa de las tablas y las figuras, los hitos mayores de nuestro hilo argumental. Estos deben sintetizar, explicar, incluso convencer de que los resultados merecen ser publicados. La macroestructura se centra en la distribución lógica de los contenidos, es decir, en qué debe contarse (y qué no) en cada sección de un artículo.
Comprender estos tres niveles es esencial para escribir buenos artículos. Cuando un artículo tiene problemas serios en uno o varios de estos niveles es muy probable que no pase el filtro del editor. Si tiene problemas y aun así el editor lo envía a revisores, no significa necesariamente que estos vayan a explicarte qué problemas tiene tu artículo. Muchos revisores no son lo suficientemente articulados o no tienen la suficiente experiencia como para entender lo que está realmente mal. Los revisores que sí son capaces, es probable que no dispongan del tiempo para detallártelo en su revisión. Al fin y al cabo, no tienen ninguna obligación contractual contigo ni con la revista que les ha pedido opinión. Hacen su trabajo gratis y no tienen ganas de «perder» excesivo tiempo. Cuando un revisor tiene que esforzarse demasiado en describir por qué no debe aceptarse un artículo, lo más probable es que no tenga ganas de hacerlo. Buscará algunos errores evidentes, dejará de leer anticipadamente y escribirá un reporte relativamente breve. Será difícil que entiendas qué es lo que realmente hiciste mal solo leyendo ese reporte. Pero así es el juego. El tiempo de las personas es finito y es nuestra obligación venir enseñados de casa.
El propósito de este libro es intentar que cometas los mínimos errores cuando escribas tus primeros artículos. Cometerás algunos, por supuesto, y también te rechazarán muchos artículos. Con tasas de rechazo que superan el 90 % en revistas con cierta reputación esto es prácticamente inevitable, incluso para investigadores experimentados. Esto también es parte del juego. Lo que sí puedo prometerte es que cuanto mejor escritos estén tus artículos, las probabilidades de publicarlos crecerán exponencialmente. Por eso, en este capítulo partimos de la unidad más pequeña de cualquier texto: la escritura y el lenguaje.
Las palabras, las frases y los párrafos son los átomos, moléculas y compuestos de un artículo. Si tienen problemas, estos aflorarán y contaminarán el conjunto. Por suerte, las reglas para escribir no son muchas, ni tampoco complicadas. Requieren práctica, eso sí, pero una vez las conozcas, te permitirán encontrar tu voz y tu estilo.
Vamos allá entonces. Ten los ojos y la mente abierta. Muchos de los principios de este capítulo podrían entrar en conflicto con lo que creías saber sobre cómo se escribe. De hecho, es muy probable que vayan en sentido diametralmente opuesto. Como te dije, a veces hay que desaprender antes de poder aprender.
Regla n.º 1
Piensa antes de escribir. Los estilos argumentativos
Esta primera regla es fácil de entender. Uno debe pensar lo que quiere decir antes de escribirlo, no al revés. Tal vez me dirás que casi todo el mundo hace eso. Lo siento, no lo creo. De hecho, casi todo el mundo hace justo lo contrario: piensa a medida que escribe. Es más, mucha gente no considera que necesite volver atrás y revisar lo ya escrito. Esto lleva a una escritura realmente insufrible, a conectar ideas de forma desordenada y a escribir con frases muy largas. Es probable que no lo percibas aún, pero con el tiempo, observarás cómo abunda la mala escritura a tu alrededor.
Entonces, ¿cuándo debo detenerme y pensar antes de continuar escribiendo? No hay reglas fijas, pero en mi opinión, al menos antes de cada párrafo. Esto es así porque un párrafo debe transmitir un trozo de un argumento o un argumento completo. Antes de comenzarlo hay que pensar qué es lo que quieres decir y cómo lo vas a defender. Solo de esta manera cada párrafo transmitirá una idea completa, un concepto autocontenido.
Hacer pequeñas pausas antes del comienzo de cada párrafo tiene además dos beneficios indirectos. Primero, decides qué es lo que no vas a contar en ese párrafo, es decir, qué se guarda para después. Segundo, decides en qué orden vas a contar lo que sí quieres contar. No necesitas tener una imagen perfectamente formada de todo lo que vas a decir antes de empezar un párrafo. De hecho, a medida que escribes, lo más probable es que corrijas, matices, borres o reordenes lo que vas escribiendo. No obstante, la frase de apertura de cada párrafo sí es importante. Si la eliges bien, el resto del párrafo fluirá casi por sí solo.
Entonces, la cuestión es cómo elegir esa primera frase de cada párrafo. Para hacerlo debemos saber qué estilo argumentativo estamos utilizando. Existen principalmente dos estilos: Discutir-Concluir (Argue-Conclude) y Afirmar-Justificar (Assert-Justify) [23].
El estilo Discutir-Concluir es el que gran parte de la gente y los académicos utiliza, aunque generalmente con poco acierto. Cuando un texto está escrito en este estilo, el escritor va presentando los argumentos o ideas uno tras otro. Al final de cada sección, el escritor concluye o deriva algo relevante a partir de toda la información presentada con anterioridad. Muchos investigadores utilizan este estilo porque es el más accesible para el escritor inexperto. Con él puedes presentarle al lector toda la información que desees, procesada o sin procesar, ordenada o no. Puedes hacerlo sin cortapisas porque le estás transfiriendo al lector la responsabilidad de extraer lo que es relevante de cada párrafo. Solo al final del todo y solo si el lector se mantiene muy atento, este tendrá la recompensa de entender por qué le habías contado todo lo anterior.
Por tanto, el problema del estilo Discutir-Concluir es que generalmente solo funciona con lectores muy comprometidos. Estos deben estar dispuestos a releer partes del texto para no perderse o cuando han olvidado algo importante. Es así porque con este estilo el lector no sabe hacia dónde se dirige. No sabe a dónde querrás llevarlo hasta que haya terminado de leer. Por el mismo motivo, solo al final el lector podrá evaluar si todo lo que le has contado tenía sentido y era coherente. Los revisores de artículos y evaluadores de proyectos de investigación no entran en esta categoría. Por tanto, generalmente es muy mala estrategia intentar escribir tus artículos y propuestas en modo Discutir-Concluir.
El estilo Afirmar-Justificar, por el contrario, es mucho más exigente para el escritor ya que éste debe de esforzarse bastante más en transmitir sus ideas. A cambio, es mucho más fácil para el lector entender sus argumentos. Este estilo consiste básicamente en empezar casi todos los párrafos con el mensaje o idea principal que quieres transmitir. Después se dedica el resto del párrafo a convencer al lector de que lo que has dicho al comenzar el párrafo es verdad. Por eso, el estilo Afirmar-Justificar suele denominarse informalmente «Primero díselo, luego convénceles» (Tell them, then convince them).
Antes de continuar, voy a presentarte algunos ejemplos. Si no te has percatado ya, prácticamente todo este libro está escrito en Afirmar-Justificar. Puedes revisar las primeras frases de cada uno de los párrafos de esta sección. Te bastarán unos pocos para darte cuenta de que los mensajes principales están colocados justo al principio. El resto del párrafo simplemente refuerza, defiende o explica la frase o tesis inicial. De esta forma, aunque solo leas los comienzos de cada párrafo, no perderás el hilo argumental.
Déjame darte otro ejemplo, no sin antes darte un aviso. En muchos libros he visto cómo se proporcionan fragmentos de artículos para ilustrar la forma correcta de escribir. El problema de recurrir a textos científicos es que cuando la temática es algo especializada, los lectores no pertenecientes a esa área se sienten excluidos. En este libro intentaré recurrir casi siempre a textos generales para ilustrar los puntos principales. Por ello el siguiente texto ilustra el estilo Afirmar-Justificar utilizando un sencillo texto. Se trata de un fragmento de la descripción de un curso que impartí sobre escritura académica. Fíjate en las primeras frases de cada párrafo:
Escribir artículos y proyectos científicos es difícil. Hacerlo supone un esfuerzo y reto intelectual considerables. Sin embargo, una mayoría de artículos y propuestas de investigación son eventualmente rechazados. A esta frustración se le suele sumar la crítica (negativa) por parte de revisores y evaluadores que parecen no entender lo que el investigador proponía.
Por este proceso de frustración reiterada pasan, o han pasado, muchos investigadores. No obstante, generalmente no hay otra alternativa más que seguir intentándolo o rendirse. En el primer caso es probable que se vuelvan a cometer parte de los errores que condujeron al rechazo. En el mejor de los casos, aun cuando hayamos aprendido de los errores, la siguiente oportunidad requerirá una nueva espera (normalmente de meses). En caso de tirar la toalla, es probable que estemos renunciando a una promoción o acreditación académica, y que nuestras condiciones económicas y laborales se vean afectadas.
La escritura científica implica la adquisición de una serie de habilidades para las que la mayoría de académicos no han sido entrenados. La escasa bibliografía y cursos hacen que el investigador novel tenga que aprender a escribir artículos por medio de sucesivos ciclos de prueba y error. En muchas ocasiones también, los propios supervisores o mentores, o bien no existen, o bien no disponen del tiempo o conocimiento para transmitir estas habilidades al investigador. Sin embargo, la presión por publicar y ganar proyectos no desaparece…
Fácil de leer, ¿verdad? Ahora que ya sabes cómo funciona este estilo, el resto es cuestión de práctica. Por tanto, cuando escribas un texto, utiliza preferentemente el estilo Afirmar-Justificar. Además, este tiene otras ventajas:
Te permite comunicarte más efectivamente con lectores aburridos, cansados, perezosos o excesivamente rápidos.
Le permite a lectores diligentes, como revisores, examinar tus argumentos en mayor detalle.
También le permite a los miembros de un comité científico evaluador, que presentará tu propuesta al grupo que la financiará (o no), entenderla y sintetizarla mucho mejor.
Te permite escribir frases más cortas, párrafos más concisos, mejores introducciones y resúmenes más precisos.
Y una última ventaja: escribir en estilo Afirmar-Justificar te fuerza automáticamente a detenerte antes de comenzar cada párrafo. Al utilizarlo adoptarás forzosamente la otra buena costumbre que te describía al principio de esta sección: pensar antes de escribir. Y ahora que ya estás concienciado, déjame que te muestre lo devastador que pueden ser los efectos del otro estilo (Discutir-Concluir).
El siguiente ejemplo está tomado de un perió...

Índice

  1. Cubierta
  2. Título
  3. Copyright
  4. Agradecimientos
  5. Índice
  6. Prólogo Sobre mí, sobre ti y sobre este libro
  7. Bloque I: El investigador
  8. Bloque II: Comunicando investigación
  9. Bloque III: Trabajando con otros
  10. Bloque IV: Rechazos y revisiones
  11. Epílogo
  12. Referencias
  13. Acerca del autor