El conflicto de la vida
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El conflicto de la vida

  1. 408 páginas
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El conflicto de la vida

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La crisis ambiental es una crisis civilizatoria: el conflicto de la vida habitada humanamente. La vida no es un mero juego de azar o un cálculo de probabilidades. La responsabilidad humana ante la vida lleva a indagar la "falta en ser" que impulsa la "voluntad de poder" que domina al mundo; las razones de la psique humana y las pulsiones del deseo inconsciente que han desencadenado la degradación de la vida en la biosfera y de la existencia humana. La cuestión ambiental abre el pensamiento para avizorar y conducir los destinos de la vida a través del poder de la técnica, la incerteza de la ciencia y el no saber de la vida; de los simulacros y las estrategias fatales de la razón; de los sueños y señuelos del deseo de emancipación que labran caminos y abisman los precipicios de la vida. Este libro busca desentrañar la manera en que el magma de significancias que configura el Logos y el Falo, en la confusión de lo Real y lo Simbólico, "hacen sentido", "encarnan en el cuerpo"y "producen existencia"; instituyen imaginarios sociales, habitus, esquemas de prácticas y territorios de vida. El riesgo de la vida motiva una reflexión sobre las vías porlas cuales los cuerpos humanos, impulsados por el erotismo de la vida y atraídos por una ética de la otredad, instituyen los modos de ser-en-el-mundo que movilizan las acciones sociales, que enactúan el metabolismo de la biosfera en la inmanencia de la vida. Los derechos existenciales de los Pueblos de la Tierra inauguran una nueva filosofía de la historia fundada en el Diálogo de Saberes, despejando los infinitos horizontes de la sustentabilidad, en el conflicto de la vida.

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Información

Año
2021
ISBN
9786070311109
Edición
1
Categoría
Filosofía
1. INTRODUCCIÓN: EL CONFLICTO Y LOS DESTINOS DE LA VIDA
LA ONTOLOGÍA DEL SER, LA CRISIS AMBIENTAL DEL PLANETA Y EL DEVENIR DE LA VIDA
Hace 3 800 millones de años ocurrió un acontecimiento insólito en el Universo: en la Galaxia donde arde el fuego del astro que gobierna nuestro sistema solar, surgió la vida en el planeta Tierra. A partir de ese remoto tiempo, la vida ha evolucionado movilizada por la reducción de gradientes termodinámicos, gracias a la fotosíntesis, a través de la “simbiogénesis de la vida” (Margulis y Sagan, 1995), de una “ecología sintiente” (Ingold, 2000) en el laberinto de la creatividad complejizante de la vida. En el largo proceso evolutivo de las formas de la vida en la biosfera se erigió en el reino animal el Homo erectus que habitó el planeta a lo largo del Pleistoceno, hace unos 1.8 millones de años. En la conjugación del gesto y la palabra (Leroi-Gourhan, 1964-1965) ocurrió otro acontecimiento, aún más enigmático: del Humus de la Tierra y en la Evolución de la Vida se fue configurando el Orden Simbólico de la Vida Humana: emerge el Homo sapiens sapiens, el Ser Humano pensante constituido por el Logos: por la palabra y la técnica; por el lenguaje y la razón.
Muchos miles de años después se grabarían en piedra las primeras inscripciones simbólicas, de las que son emblemáticas las representaciones del arte rupestre paleolítico de Lascaux en Francia y de las Cuevas de Altamira en el norte de España, de hace aproximadamente unos 18 000 años. Se estima que la escritura jeroglífica se comenzó a utilizar hacia 3300 a.C., aproximadamente en la misma época en la que surgió la escritura cuneiforme en Mesopotamia. La escritura marca la diferancia originaria, la disyunción de lo Real de donde emerge el orden Simbólico (Derrida, 1971; 1989). Los primeros textos bíblicos de la Torá del Viejo Testamento, datan de 9000 años a.C. Pero fue hasta apenas hace unos 2500 años, en la cumbre de la civilización de la antigua Grecia, que el pensamiento, el lenguaje y la palabra se articularon en el Logos Humano, en una intuición-intelección de las cosas del mundo atraídas por el pensamiento del ser. Fue el “primer comienzo” del pensamiento filosófico occidental, de la ontología que, como pensamiento del ser, habría de marcar la historia de la metafísica y los destinos de la historia humana. Parménides (nacido c. 515 a.C.) acuñó el pensamiento humano en la unidad del Ser y el Pensar. En una intuición tan deslumbrante como el Fuego de la Vida, Heráclito (c. 535 – 475 a.C.) pensó como Physis la potencia emergencial y la evolución creativa de la vida; pero, al mismo tiempo, comprendió la manera como el Logos Humano, en su forma de aprehender la diversidad de lo múltiple, en su recolección de la Physis, la redujo al concepto genérico y universal de lo Uno. Quedó allí sembrado el germen de la destinación del Ser en el devenir diversificador de la Vida hacia la unidad del Concepto, a la representación de la Idea, a la medida de la Ratio, al dominio de la Razón. Los destinos de la vida serían intervenidos y constreñidos por el pensamiento humano como las represas contienen y desvían el libre curso natural de las aguas de los ríos. La Ontología del Ser que alcanzaría su momento culminante con el Iluminismo de la Razón en la Modernidad, en la larga odisea de más de dos mil años de la historia de la metafísica, habría deslumbrado y proyectado sus propias sombras en la comprensión de la vida.
La crisis ambiental que afecta las condiciones de la vida en el planeta es el efecto histórico más contundente de la intervención del Logos Humano en el devenir de la Physis, de la imposición del principio razón y el dominio de la racionalidad de la modernidad sobre las condiciones de la vida. Empero, la Vida en la Tierra siguió transformándose, en una co-evolución de la naturaleza y de las culturas, junto con la organización de las diversas comunidades humanas que han habitado el planeta. El lenguaje humano se multiplicó en la Torre de Babel dando lugar a una diversidad de los saberes del mundo y de modos de significación de la vida (Steiner, 2001). Pero las lenguas forjadoras de los muchos mundos de vida de los Pueblos de la Tierra fueron intervenidas por el Logos y sometidas por la Conquista a través de la Colonia a los designios de la Razón, sujetas al dominio de la Racionalidad de la Modernidad. Sólo volverían a renacer en el Fin de la Historia, en la emancipación de la vida de la jaula de hierro de la razón y de los modos como la “voluntad de poder”, los impulsos hacia el dominio sobre la vida, la naturaleza y el mundo, se han enclavado en el alma humana, en las pulsiones del deseo inconsciente.
En ese sentido, Murray Bookchin pensó la emancipación de la vida como “una emergencia libidinal de las personas, como una revuelta del inconsciente social que viene desde […] las luchas más tempranas de la humanidad contra la dominación y la autoridad”. De esta manera, su eco-anarquismo “vincula la reconstrucción de la sociedad con la reconstrucción de la psique” (Bookchin, 1990:21).1 Mas quizá el antecedente más significativo de las relaciones de las pulsiones del inconsciente y la vida política, sea Eros y civilización de Herbert Marcuse (1963). Buscando trascender el Malestar en la cultura de Sigmund Freud (1930), Marcuse quiso revertir la teoría freudiana que establece que la civilización se apoya sobre la opresión y la prohibición permanente de los instintos humanos, en que la libido sufre una sublimación represiva impuesta por la cultura canalizando las energías hacia actividades útiles, para proponer una desublimación libidinal del erotismo humano. Eros y civilización pretendió sentar alternativas teóricas que orientaran las luchas libertarias para revolucionar la vida social. Desde un pretendido enfoque histórico, Marcuse confrontó la teoría freudiana sobre las tendencias históricas de la civilización que subyugan los instintos a los controles represivos de la civilización como una imposición social y no como el modo de constitución del orden simbólico en el inconsciente humano. En ese propósito de desentrañar las raíces de los impulsos que gobiernan al mundo, Gilles Deleuze y Félix Guattari escribieron Anti Edipo: capitalismo y esquizofrenia, en el que el capitalismo aparece como el régimen ontológico al cual quedan subordinados los deseos a través de una economía axiomática basada en la reducción de los entes al valor unitario del dinero y a la organización abstracta de la razón Deleuze y Guattari (1985). El subtítulo de ese libro –que es el que enmarca el gran programa de su colaboración–, expresa ya la intención de desentrañar las “intensidades”, los “impulsos” instituidos en las “razones” del Capital que vienen a dislocar la subjetividad humana, a desencadenar la esquizofrenia de nuestro mundo, en el que las pulsiones inconscientes son movilizadas por la intervención forzada del régimen tecno-económico que invade los cuerpos humanos. Tal expropiación de la subjetividad humana por el Capital es confrontada por los imaginarios de los pueblos, por el espíritu de emancipación que anima a los movimientos emergentes de resistencia hacia la rexistencia de sus mundos de vida, afianzada en sus derechos de ser-en-el-mundo. En esos laberintos de la vida, en el entramado de la historia y del inconsciente humano, se configura el Diálogo de Saberes que conduce los destinos de la humanidad hacia la sustentabilidad de la vida en el campo de la ecología política.
Hace medio siglo, las declaraciones emitidas el Día de la Tierra en abril de 1970, y por la Conferencia Mundial sobre Medio Ambiente Humano, celebrada en Estocolmo en julio de 1972, convocaron a la humanidad a una reflexión sobre las condiciones de la vida en el planeta vivo que habitamos. Esta reflexión nace de un acontecimiento inédito e imprevisto en la historia de la humanidad: la crisis ambiental planetaria. Esta reflexión ha insuflado las velas de la nave que ha embarcado a la humanidad en la odisea civilizatoria que ha naufragado en el colapso ecológico, para circunnavegar de vuelta los siete mares; para a deconstruir todos los paradigmas del conocimiento, generando una miríada de miradas que buscan comprender la naturaleza del proceso de globalización que ha invadido y afectado la vida en el planeta; para desencubrir sus causas metafísicas y epistemológicas; para desarticular las estrategias y los dispositivos de poder que han operado el dominio y la degradación de la vida en el planeta; sobre todo para motivar y reconducir las acciones humanas hacia una transformación civilizatoria capaz de darle sustentabilidad a la vida; para aprender a habitar el planeta en las condiciones de la vida.
La crisis ambiental es una crisis civilizatoria, un acontecimiento de la historia en cuanto a lo inédito, lo impredecible de su “llegada”, ante las oscuras motivaciones que yacen ocultas al entendimiento humano.2 El avance de las emisiones de gases de efecto invernadero, la erosión de la biodiversidad, la deforestación y, en general, la degradación ecológica de la biosfera expresan en la crisis ecológica planetaria el síntoma de una falla radical del proceso civilizatorio de la humanidad. Ésta manifiesta su signo más elocuente en el cambio climático: la elevación de las temperaturas medias del planeta, la alteración de los regímenes climáticos y pluviales, de desertificación y de sequía, la crisis hídrica, dan visos de realidad y hacen visible la premonición inconsciente de Nietzsche: ¡El Desierto Crece! Tal evidencia pone de manifiesto la incapacidad de la humanidad –de la racionalidad de la modernidad; de las políticas públicas inscritas en la geopolítica del desarrollo sostenible– para contener la tendencia hacia la muerte entrópica del planeta. Hoy, en 2020, un nuevo acontecimiento biosférico ha venido a sacudir la inconsciencia humana en la era del capitaloceno: la pandemia del Covid-19 que ha liberado, transmutado y difundido a nivel planetario un coronavirus, convirtiéndolo en un agente letal para la vida humana.
Más allá de poner al descubierto las estrategias de simulación del discurso y la geopolítica del “desarrollo sostenible” (Leff, 2202c); más allá de desplegar los efectos negativos de la racionalidad que gobierna los destinos de la vida en el planeta, la sustentabilidad ecológica y las condiciones de la vida de la humanidad, subsiste un enigma: ¿cómo fue posible que la civilización humana (¿cual otra?) hubiera podido construir Un Mundo, que alcanzó su dimensión global en la modernidad avanzada, alienado de las condiciones de la vida en el planeta que habitamos? Tal enigma coloca a la crisis ambiental en la perspectiva de una crisis civilizatoria: llama a pensar, a desentrañar el origen, las causas, los procesos que llegaron a instituir el régimen ontológico del Capital que gobierna al mundo globalizado: al régimen regido por la racionalidad científica, tecnológica, económica y jurídica en el que se ha configurado la significancia del mundo, en que se han codificado las leyes científicas y los procedimientos jurídicos, en que se desarrollan las fuerzas productivas y se reproduce de manera ampliada el capital, despojando a los Pueblos de la Tierra de su patrimonio biocultural y degradando sus territorios de vida. Hoy, la emergencia epidemiológica anuncia la transmutación del régimen ontológico del capital en un capitalismo promiscuo viral, en el sentido en el que en su pulsión y voluntad de extraer y apropiarse todos los elementos de la naturaleza, en su ánimo de engullir al planeta entero, ha removido y transmutado los genes de los virus que yacían hospedados en las células de los organismos que integran la biosfera desde los orígenes de la vida en el Planeta, liberando y produciendo un agente patógeno que atenta contra la vida humana (Leff, 2020b).
La crisis ambiental llama a pensar los sentidos de la vida.3 La crisis ambiental es una crisis del conocimiento, una falla de los modos de comprensión de lo Real, de los modos de producción de la realidad que hoy ya no reflejan la verdad de la naturaleza, sino que la intervienen y degradan a través del poder tecno-económico que ha subordinado la vida, y la existencia humana, a los fines del progreso económico. La indagatoria sobre la “verdad del ser” que condujo el punto culminante del pensamiento metafísico muestra su verdad al desnudo en la crisis ambiental planetaria, poniendo de manifiesto el impacto de la historia de la metafísica en la degradación ecológica de la biosfera, así como los conflictos socio-ambientales, los procesos de resistencia y de rexistencia de las poblaciones afectadas por los procesos de intervención y explotación de la naturaleza: exacerbando las pulsiones entre eros y tanatos en el conflicto de la vida. Este conflicto se manifiesta hoy en los megaproyectos de infraestructura para viabilizar el comercio; en la producción alimentaria transgénica, en la megaminería y la fragmentación hidráulica de las capas geológicas para extraer y degradar los hidrocarburos –sedimentos fósiles de la vida en las capas geológicas del planeta– liberándolos a la atmósfera como gases de efecto invernadero y ocasionando la crisis climática como expresión de la insaciable “voluntad de poder” del Capital. La cuestión ambiental no sólo nos lleva a desentrañar los modos en los que la razón se ha apropiado la vida de la biosfera, sino a escudriñar en el saber psicoanalítico4 los modos como se ha introyectado en la profundidad de los cuerpos, en el fondo inconsciente del alma humana: la manera como la “falta en ser” impulsa la “voluntad de poder” como una pulsión de muerte sobre la vida.
LA FALTA EN SER Y LA VOLUNTAD DE PODER EN LOS ABISMOS DE LA VIDA
La cuestión ambiental, como crisis civilizatoria de la humanidad, llama a desentrañar los acontecimientos originarios en los que se fueron anudando, instaurando e instituyendo las fallas de comprensión y el olvido de la vida en el ascenso del espíritu humano, en el devenir y el progreso de la humanidad en su colonización del planeta que habitamos. Ya Heráclito habría advertido la falla en la incapacidad del Logos humano, que en su pulsión hacia lo Uno, instaura la forclusión de la Physis como la fuerza emergencial de lo múltiple que brota de lo Real hacia la infinita diversificación de la Vida (Leff, 2020a). Hegel habría dado a pensar que “la muerte de la naturaleza es la vida del espíritu”,5 y Freud habría aseverado que la represión de las pulsiones es la condición de la cultura (Freud, 1930). Si el pensamiento ontológico puso la Vida al margen del imperativo del Ser, y la Fenomenología del Espíritu dominó sobre la comprensión del metabolismo de la naturaleza, no menor ha sido el olvido de la Vida en las indagaciones del deseo inconsciente dentro del campo del psicoanálisis. Es eso lo que nos ha llevado a dar un paso atrás en la historia, desde nuestras indagatorias anteriores en el campo de la economía ecológica, de la sociología ambiental y de la ecología política, hacia el campo de la ontología política, para desentrañar las causas metafísicas e inconscientes que han orientado la historia y destinado la vida, desembocando en la crisis ambiental planetaria (Leff, 2018).6
En esa perspectiva se abre la mirada para seguir las huellas de los impulsos del deseo humano en las configuraciones del Logos y sus inscripciones en las pulsiones de la Vida, a través de los intersticios de las grietas que se abren en los muros de la razón que han cercado la vida; desde la reducción que opera el Logos humano sobre intuición de Heráclito sobre la multiplicidad y diversidad de la Physis, hasta la apropiación de la realidad objetiva a través del logocentrismo de la ciencia (Derrida);7 para desentrañar las vías por las cuales la “falta en ser” ha impulsado la “voluntad de poder” que ha borrado las huellas de la vida y ha pervertido sus sentidos en el goce inconsciente (Lacan).8
La crisis ambiental es el llamado urgente, desesperado, para pensar nuestro tiempo y para reorientar los cursos de la vida hacia la sustentabilidad de otros mundos posibles. Nietzsche se habría cuestionado la función del filósofo para desentrañar el olvido de la vida, preguntadose si éste pudiera llegar a pensar su tiempo.9 Advertía que “Los mayores acontecimientos y pensamientos –y los grandes pensamientos son los más grandes acontecimientos–, son los últimos en ser comprendidos. Las generaciones que le son contemporáneas no experiencian tales acontecimientos; viven por delante de ellos. Sucede como con las estrellas. La luz de las estrellas más remotas llegan hasta el final al hombre; y hasta entonces niega que existan. En Más allá del bien y del mal, Nietzsche preguntaba: “¿Cuántos siglos requiere un espíritu para ser comprendido?” (Nietzsche, 1966 [285]:227). Y en la afirmación de “Dioniso contra el Crucificado” con la que concluye Ecce homo reclamaba la liberación del cuerpo del pecado del espíritu y la salvación del alma (Nietzsche, 1999). Como una premonición de la crisis climática de nuestro tiempo adelantó: “Éste es el tiempo al que hemos sido arrojados, el tiempo de una gran decadencia que cada vez va a peor, y de un desmoronarse que con todas sus debilidades e incluso con su mayor fuerza actúa en contra del espíritu de la juventud. El desmoronarse, la incertidumbre es propia de este tiempo: nada se mantiene en sí sobre pies firmes y fe sólida: se vive para mañana, porque el pasado mañana es incierto. Todo es resbaladizo y peligroso en nuestro camino, e incluso el hielo que aún nos sostiene se ha hecho tan poco consistente: todos nosotros sentimos el aliento caliente, inquietante, del viento que derrite la nieve –a donde nosotros vamos, allí pronto nadie más podrá ir” (Nietzsche, FP III, 25[9]:457). En esa tonalidad del alma que mueve a Nietzsche hacia el plan de La voluntad de poder, interpreta en un fragmento del Prólogo el acontecimiento de su propia filosofía, anticipando los tiempos por venir:
Lo que cuento es la historia de los próximos dos siglos. Describo lo que viene, lo que no puede venir ya de otra manera: la ascención del nihilismo […] Ese futuro ya habla en cien signos, este destino se anuncia por todas partes; para esta música del futuro ya están aguzados todo...

Índice

  1. Portada
  2. Índice
  3. Título
  4. Derechos de autor
  5. Dedicación
  6. Prólogo
  7. 1. Introducción: El conflicto y los destinos de la vida
  8. 2. Friedrich nietzsche: El goce de pensar y la experiencia del cuerpo
  9. 3. Jacques Lacan: La “falta en ser” y el deseo inconsciente
  10. 4. Martin Heidegger y Jacques Lacan: Los Des-Caminos del lenguaje y lalengua del hablente
  11. 5. Jacques-Alain Miller y El Acontecimiento del cuerpo: ¿Una “Biología Lacaniana”?
  12. 6. El goce de lo uno: Saber la vida en la in-diferencia y el abismamiento de la existencia humana
  13. 7. Desdecir el goce: El saber a medias del inconsciente y el nudo borromeo que anuda lo real, lo simbólico y lo imaginario
  14. 8. Klaus Heinrich: La dificultad de decir no y la responsabilidad de la humanidad por los destinos de la vida
  15. 9. Emmanuel Levinas: La ética de la vida en “otro modo que ser”
  16. 10. Jacques Derrida: De la différance en la raíz de la otredad al diálogo de saberes
  17. 11. Cornelius castoriadis y los imaginarios radicales de la vida: La autonomía cultural y la construcción de otros mundos posibles
  18. 12. Horizontes y destinos de la vida: Perspectivas desde la racionalidad ambiental y el diálogo de saberes
  19. Referencias