Rezar, soplar, cantar: etnografía de una lengua ritual (Segunda edición)
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Rezar, soplar, cantar: etnografía de una lengua ritual (Segunda edición)

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Rezar, soplar, cantar: etnografía de una lengua ritual (Segunda edición)

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Esta obra presenta el análisis de un evento comunicativo en el cual se emplea una lengua ritual (lengua del yagé). Los temas tratados por el autor en este libro son el estudio de una lengua ritual en la perspectiva de la etnografía del habla y la comunicación, tomando los aportes teóricos de los sociolingüistas norteamericanos Dell Hymes y Joel Sherzer, la descripción de la lengua ritual del yagé y el estudio de la relación entre lengua, cultura y sociedad en la comunidad kamsá del alto Putumayo (Colombia). Se hace una exposición y descripción detallada de las características de la comunidad kamsá en el valle de Sibundoy, su comunidad de habla y sus características discursivas; se describe, además, un evento comunicativo de "toma de yagé" y, finalmente, se sugieren algunos temas de investigación derivados de este trabajo. Esta obra fue publicada por primera vez, en 2004, por la editorial ecuatoriana Abya-Yala.

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Información

Capítulo 1
El valle de Sibundoy
El presente capítulo establece las coordenadas lingüísticas, sociales, culturales e históricas de la sociedad caméntŝá en el alto Putumayo. Además de constituirse en una contextualización necesaria para la investigación, esto muestra la manera en que cada uno de dichos elementos inciden en la conformación de la comunidad de taitas, caracterizada por el uso de una lengua ritual.
En el aspecto lingüístico, se hace una presentación general de la lengua caméntŝá, su estructura fonológica y morfosintáctica, sus aspectos etnográficos y sus elementos sociolingüísticos. En los aspectos etnográficos, se reseñan de forma sucinta los estudios adelantados por algunos autores, entre los que se encuentra el de un lingüista de la comunidad. Y, en lo sociolingüístico, se describe el estado actual de vitalidad lingüística, así como la situación de contacto de lenguas presente en la región. En este punto se resalta el empleo de la lengua del yagé como lengua ritual usada por los médicos tradicionales caméntŝás, la cual presenta algunas características etnográficas y lingüísticas de la lengua inga y del español.
El ámbito histórico presenta algunos datos sobre la manera en que se establecieron los actuales grupos existentes en el valle de Sibundoy. Esto es relevante en la medida en que revela los antecedentes que explican la situación social y cultural actual de los caméntŝás y su relación con los otros pueblos que habitan el valle. La descripción social y cultural expone la organización política, cultural y educativa de la comunidad, sus problemáticas y proyecciones y el papel que cumplen sus organizaciones sociales y los entes administrativos en relación con las entidades estatales.
Finalmente, se muestran algunas características del sistema medicinal caméntŝá, en el cual se condensa un conjunto de saberes (botánicos y espirituales) que son parte de la cosmovisión de esta sociedad y por los cuales son reconocidos social y culturalmente en el país. Cada uno de los elementos señalados sistematizan la información recogida en terreno entre los años 1997 y 1999, durante cuatro salidas de campo llevadas a cabo en desarrollo de la investigación. Es importante mencionar que esta información se complementa con datos obtenidos de la revisión bibliográfica y de la relación que he sostenido con el grupo de taitas y con la comunidad desde hace varios años.
El espacio geográfico y la organización social
El municipio de Sibundoy se encuentra ubicado en el valle que lleva su mismo nombre, en las estribaciones occidentales de la cordillera de los Andes, en la parte sur del país (figura 1). Como paso obligado entre la selva amazónica en su parte oriental y la zona andina, circulan por allí un número indeterminado de comerciantes, colonos y gentes de diversos grupos indígenas, lo que hace de esta región un punto de importancia geográfica para la comercialización de alimentos enseres entre la selva y los Andes.
A lo largo de su territorio se encuentran ubicadas las poblaciones de Colón, Santiago, Sibundoy y San Francisco (figura 2). La población de Santiago alberga a la mayor parte de pobladores inganos (allí se encuentra ubicado el cabildo) y la de Sibundoy y San Francisco, a los caméntŝás. Aunque esta distinción es pertinente en la medida en que permite establecer la ubicación de cada comunidad en particular, también es cierto que el territorio se comparte de manera indiscriminada, ya sea porque existan familias mezcladas o porque, como resultado de las relaciones de intercambio de productos y conocimientos chamanísticos producidas desde épocas prehispánicas, allí se haya configurado un complejo cultural entre caméntŝás-ingas-colonos que, a su vez, forma parte del complejo cultural andino.
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Figura 1. Mapa de la zona geográfica de asentamiento del pueblo indígena caméntŝá en el municipio de Sibundoy
Fuente: https://www.corpoamazonia.gov.co/region/Putumayo/Cartografia/01_5000_putumayo_gen.webp
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Figura 2. Mapa del territorio caméntŝá
Fuente: organización Uaman Soyënga Camuentsa Uatsjendayënga (USCU).
El municipio de Sibundoy cuenta con una extensión de 93 km2 de tierras fértiles, una altura de 2200 m s. n. m. y una temperatura promedio de 16 °C (figura 2). Irrigadas por los ríos San Pedro, Putumayo y San Francisco —que a su vez sirven de límite natural—, estas tierras son aptas para la agricultura y la ganadería, de la cual derivan buena parte de su sustento los pobladores. Se cultiva el maíz y el fríjol y su producción lechera se vende en ciudades como Pasto y Popayán. Pese a su cercanía con la región del bajo Putumayo, donde se comercializa la hoja de coca, el valle no reporta ningún tipo de relación con esta actividad ilícita.
Sibundoy alberga cerca de 14 570 habitantes (Alcaldía de Sibundoy, 2016), de los cuales el 40 % son parte de la comunidad caméntŝá (Pueblo Indígena Caméntŝá Biyá, 2012), es decir, aproximadamente 5539 indígenas.1 Este municipio tiene una zona urbana y una zona mayoritariamente rural, cuyos suelos están destinados exclusivamente a usos agrícolas, ganaderos, forestales o de explotación de recursos naturales. Esta destinación del suelo, definida en el Decreto 97 de 2006, impide que se autoricen proyectos urbanísticos de gran alcance. Por efectos del conflicto armado colombiano, esta región —como otras del país— ha debido albergar a población desplazada, lo que obliga a que en los planes de desarrollo municipal se contemple la financiación de programas de salud y educación a este sector poblacional. La guerra durante la segunda mitad del siglo XX y las dos primeras décadas del siglo XXI en Colombia ha afectado de manera dramática buena parte del país. Esta situación no ha sido ajena al municipio de Sibundoy y a sus comunidades, quienes entre finales de los años ochenta del siglo XX y los primeros años del siglo XXI sufrieron la presencia de los actores armados en su territorio.
Respecto a la organización social de la comunidad caméntŝá, se pueden establecer los siguientes entes administrativos, escolares y culturales alrededor de los cuales gravita la vida de la comunidad: el cabildo, la Institución Educativa Rural Bilingüe Artesanal Caméntŝá, de la cual dependen pedagógica y administrativamente las escuelas rurales bilingües Las Cochas, Llano Grande, Tamabioy, San Félix y Leandro Agreda. Por otra parte, están el Carnaval de Blancos y Negros y el Carnaval Indígena, eventos que anualmente congregan a la comunidad.
El cabildo es el organismo encargado de regular la vida política de la comunidad e impartir justicia propia. A través de este se constituyen las relaciones con otros entes, como la Gobernación del departamento de Putumayo, el Gobierno central, la Secretaría de Educación del departamento y la Alcaldía. Está compuesto por un gobernador (uaishanÿa), un alcalde mayor (arcanÿe), un alcalde menor (alguacero), un alguacil mayor (mayor uatëcma) y cuatro alguaciles menores, elegidos por periodos de gobierno de un año. En su interior funcionan, entre otras, la oficina de etnoeducación. Como en la mayoría de las comunidades indígenas, el cabildo es el encargado de manejar los recursos provenientes de la nación, conocidos como el Sistema General de Participaciones (SGP).2
La Institución Educativa Rural Bilingüe Artesanal Caméntŝá, creada en 1990, es el principal centro educativo, donde está centrada buena parte de la educación básica para los hijos de las familias indígenas. La institución educativa presta servicio educativo en la básica secundaria de 6.° a 9.° grados, media vocacional de 10.° y 11.° grados y primaria y secundaria para adultos. El colegio “está fundamentado en las cosmovisiones del pueblo caméntŝá y en la etnoeducación que tiene como principios la integralidad, diversidad lingüística, identidad, interculturalidad, flexibilidad, progresividad, solidaridad, autonomía, participación comunitaria y cohesión social” (Colorado y Villanueva, 2015, p. 68).
De acuerdo con uno de los relatos compilados en el libro de Colorado y Villanueva (2015), la creación del colegio, en palabras de Santiago Chindoy Jacanamejoy, obedeció a que “se ha perdido la verdadera identidad en los diversos aspectos culturales: como la lengua, las costumbres, el folclor y, lo más lastimoso, el verdadero pensamiento indígena” (p. 66).
Entre los retos más importantes del colegio bilingüe está el poder ganar la credibilidad de los mismos indígenas y hacer entender que lo que allí ocurre es de suma importancia para el fortalecimiento cultural y lingüístico de la comunidad. La incredulidad viene fundada, en opinión de las mismas gentes, en que los niños necesitan “aprender cosas para que se puedan defender en la vida”. Cuando se hace mención de esto, se piensa inmediatamente en que los niños y jóvenes aprendan a usar computadoras y sepan matemáticas y ciencias. Frente a esta situación, y con miras a mantenerse vigente entre la comunidad, la institución ha venido, por una parte, adquiriendo recursos para la dotación del colegio y la capacitación de los profesores y, por otra, organizando un currículo en el que se contemple tanto los saberes de la comunidad como los saberes tradicionales de la escuela (ciencias, matemáticas y lenguaje). Lo que queda por discutir es si saberes como la medicina tradicional o el cuidado de la chagra se pueden curricularizar; de ser esto posible, habría que ver cuál es la orientación que se le da al proceso, pues una propuesta sería que el colegio pensara en tecnificar estos saberes, más allá de ser un referencial para sus gentes. Si el proceso que se está dando en el colegio continúa, el paso siguiente sería la constitución de este en una universidad agrícola.
Las discusiones sobre la incidencia de los procesos de escolarización entre los indígenas van en dos sentidos: uno propende a un no rotundo a la escuela y otro promulga la curricularización y pedagogización de la vida indígena. Ambas posturas pecan por exageración. A mi parecer, el debate no debe darse sobre la escuela —institución que en la actualidad se ha transformado para responder a las necesidades del mercado—, sino sobre el lugar social e histórico que demandan estos tiempos a las sociedades indígenas del país. La discusión curricular debe ser política. Es esta la que debe orientar los destinos de un proyecto escolar u otro tipo de proyecto. Una salida a ello depende igualmente de procesos de autonomía, no para “decidir” hacer lo mismo que hacen otros, sino para tomar una decisión frente a los retos actuales: globalización, pero también emergencia de las sociedades minoritarias, crisis de los Estados nacionales, descentralización política y conflicto armado. Estas y otras discusiones, indefectiblemente, deben formar parte de un debate para la generación de políticas de planificación lingüística.
Hay dos festividades que son centrales dentro del pueblo caméntŝá: el Carnaval de Blancos y Negros y el Carnaval Indígena. El primero es la prolongación del que se celebra en la ciudad de Pasto y, en general, en todo el departamento de Nariño y algunas poblaciones del departamento de Putumayo. La participación indígena se da a través de las comparsas en los desfiles del 6 y 7 de enero y con la realización del Carnaval Indígena en las veredas el 8 de enero. Los preparativos del carnaval son de suma importancia y la planificación de las comparsas tiene toda una tradición dentro de la comunidad. Son días de jolgorio y celebración: se bebe chicha de maíz, se comparten viandas y se baila al son de flautas y tambores. Al igual que en las celebraciones de la ciudad de Pasto, el día de blancos se juega con talco y el día de negros, con cosméticos de color negro, los cuales se untan colectivamente.
La otra celebración, quizás la más importante para la comunidad caméntŝá, es el Carnaval del Perdón, bëtsknaté o klestrinyé, que se traduce como “el día grande”. Este se celebra una semana antes de la Semana Santa católica. Esta festividad fue declarada por el Ministerio de Cultura de Colombia como “patrimonio cultural e inmaterial de la Nación” (Resolución 3471 de 2013).
El carnaval inicia su recorrido en alguna de las veredas del municipio y se desplaza a lo largo del territorio. Los participantes bailan al son de tambores, flautas dulces y armónicas. Hombres y mujeres llevan coronas adornadas con cintas de colores y plumas, y se usa el sayo o ruana tradicional de colores a rayas blancas y azules. Los personajes de las comparsas son el matachín, los bandereros y las batas. Esta fiesta congrega a toda la comunidad, incluidas sus autoridades tradicionales, quienes anuncian el inicio del carnaval tocando un cuerno.
El recorrido se detiene en la plaza central de Sibundoy. Allí se asiste a una eucaristía católica en la catedral principal, donde, al finalizar la misa, los asistentes bailan y se regocijan. De allí, salen hacia la casa del cabildo mayor, frente a cuya puerta se ha construido previamente un arco de palma del cual cuelga un gallo, que será decapitado como símbolo de conjuro por el colonialismo. Posteriormente, los asistentes entran al cabildo, donde se ha preparado comida y chicha de maíz en abundancia; se baila hasta bien entrada la noche y, de allí, se sale de visita a distintas casas, donde esperan a los danzantes del carnaval con más comida y chicha de maíz.
El carnaval es la oportunidad para el reencuentro familiar, la reconciliación y el perdón por las faltas que se pudieron cometer durante el año; pero, principalmente, es la oportunidad de compartir el alimento en abundancia, para que durante el año que comienza no falte la comida en ningún hogar caméntŝá. Los estudiantes que viven fuera de Sibundoy regresan para esta fiesta y quienes no lo logran celebran el carnaval en el lugar donde se encuentren viviendo.
La forma de vida del grupo es de carácter campesino. El territorio se divide en pequeñas parcelas empleadas para el cultivo de maíz, fríjol y papa, así como para la cría de ganado vacuno. En los solares de las casas se crían gallinas y cuyes, animales que forman parte de la dieta alimenticia del pueblo caméntŝá. Sus casas son construcciones en madera, que por lo general pintan de color azul y blanco. Las familias se organizan de manera patrilineal. En ocasiones, las comunidades inga y caméntŝá establecen alianzas matrimoniales, conservándose siempre la lengua del padre. Como resultado de la evangelización capuchina, iniciada a comienzos del siglo XX, los indígenas caméntŝás se vieron obligados a adoptar la religión católica, la cual profesan mayoritariamente en la actualidad.
El conjunto de prácticas culturales de la sociedad caméntŝá descrito hasta este punto se puede caracterizar como un proceso de transculturación (Ortiz, 2002). Desde esta perspectiva, no se puede negar que la sociedad caméntŝá no sea poseedora de valores y creencias ancestrales propias, ni que tampoco sea devota fiel de los principios de la religión católica, sino que, en un proceso de acomodación y resistencia, acoge elementos de ambas fuentes y los amalgama para crear “un fenómeno nuevo, original e independiente” (Ortiz, 2002, p. 125).
Aspectos lingüíst...

Índice

  1. Cubierta
  2. Anteportada
  3. Portada
  4. Página de derechos de autor
  5. Autor
  6. Contenido
  7. Agradecimientos
  8. Prólogo del autor a la segunda edición
  9. Prolegómeno de una experiencia
  10. Capítulo 1. El valle de Sibundoy
  11. Capítulo 2. Los médicos tradicionales en el alto Putumayo: una comunidad de habla
  12. Capítulo 3. Características discursivas de una comunidad de médicos tradicionales yageceros en el alto Putumayo
  13. Capítulo 4. El evento: descripción y análisis de un ritual de yagé
  14. Capítulo 5. Campos discursivos de investigación
  15. Conclusiones
  16. Bibliografía
  17. Contracubierta