El psicoanálisis en singular
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El psicoanálisis en singular

Un recorrido

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Índice
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Información del libro

Desde Freud el elemento fundamental en la formación del psicoanalista es su propio análisis. A partir de esta constatación Lacan, en su Escuela, promovió un dispositivo, el del "pase", que examina lo que es un proceso de análisis llevado hasta su fin. Más recientemente, Jacques-Alain Miller propuso añadir un paso y llevar estos resultados a una transmisión abierta al público. Un análisis, por tanto, no sólo enseña a quien lo lleva a su término, sino a todo aquél que quiera aprender de lo que en él se ha descubierto.En este libro, Marta Serra Frediani –además del testimonio inicial sobre su análisis– desgrana, en los sucesivos capítulos, el modo en que los conceptos fundamentales del psicoanálisis pueden ser entendidos bajo una nueva luz a partir de lo más real de una experiencia.

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Información

Editorial
Ned Ediciones
Año
2021
ISBN
9788418273339
III
VARIACIONES: ¿CÓMO ARREGLÁRSELAS CON LO REAL?
1
EL CUERPO Y SUS AVATARES
En 1953 Lacan dio una conferencia bajo el título «Lo simbólico, lo imaginario y lo real».22 Los tres registros ya estaban ahí y se mantuvieron a lo largo de toda su enseñanza, aunque sabemos cómo se fue modificando la relación entre ellos de manera paulatina y progresiva, en función de lo que el psicoanálisis le enseñaba a Lacan en su práctica, hasta alcanzar un resultado radicalmente distinto.
El cuerpo es uno de los conceptos que podemos rastrear en medio de todas estas mutaciones teóricas, pues se modifica al mismo ritmo que los tres registros. Mientras que al principio el cuerpo era abordado desde la imagen, en el nudo borromeo de la última enseñanza de Lacan lo imaginario es el cuerpo; mientras que al inicio aparece como forma, al final su prevalencia es como sustancia gozante. Pero tanto en un caso como en el otro, se mantuvo siempre la capacidad sin parangón del organismo humano para afectarse por el lenguaje.
Hoy sostenemos, siguiendo a Lacan, que el parlêtre, a diferencia de cualquier otra especie, se fabrica un cuerpo, como posesión, a partir de la sustancia de la que está hecho —que es su única consistencia— apoyándose en la imagen que tiene de dicha sustancia y en las palabras de los Otros que la marcan, produciendo así una singularidad única e irrepetible.
Según Lacan, «la teoría debe siempre pasar sus poderes a la práctica»,23 porque su enseñanza no era la de una filosofía, sino la de una praxis; por eso inventó también el pase, con la aspiración de que la experiencia de cada uno pudiera rendir algún tributo a la elaboración epistémica.
Voy a intentar, a partir de mi experiencia analítica, transmitir algo sobre el complejo concepto que es el de cuerpo.
El cuerpo imagen
El hombre ama a su imagen como lo que le es más cercano, es decir su cuerpo. Simplemente de su cuerpo no tiene ninguna idea. Cree que es yo (moi). Cada uno cree que es él. Es un agujero. Y después, afuera está la imagen. Y con esta imagen hace el mundo.24
A los cuatro años ya era alumna en la academia de danza y gimnasia de mi madre. Se preparaba un festival de final de curso y yo tenía un rol importante en dos números del espectáculo, cuya coreografía había sido inspirada por la película musical Mary Poppins.
En consonancia con un determinado lugar para el deseo del Otro familiar, se me había asignado el papel del niño de la película, pero caí enferma de hepatitis. Sin embargo —familia de artistas obliga— nadie pensó en anular mi participación, pese al fuerte síntoma de agotamiento fruto de la enfermedad; me llevaban a los ensayos y me arropaban con mantas en un rincón del teatro durante los descansos.
La vivencia de mi propio cuerpo era en aquel momento desagradable, pero la imagen que se dio a ver en el espectáculo no estuvo marcada por un menos de vida —no parecía enferma—, ni tampoco por un menos fálico —no parecía niña. Actué y fue un éxito. Recuerdo que tuve un pequeño traspié en la representación, que arrancó un aplauso espontáneo al público.
La experiencia del cuerpo real se vio ampliamente compensada por la experiencia de la imagen que los otros me devolvían de mí misma. Fue el júbilo por el cuerpo que uno se apropia tal como imagina que los otros lo ven. Un cuerpo profundamente mediatizado por el Otro y su mirada.
Había también la película y las fotos del evento en las que quedó registrada la desenvoltura de la pequeña artista en el lugar del falo imaginario. ¡Aquellas imágenes me encantaban! Se producía con ellas algo de lo que Lacan llama la «relación erótica»25 del sujeto con su imagen, una imagen con la que «[...] el sujeto se identifica en su sentimiento de Sí [...]»,26 una imagen de la forma del propio cuerpo que, sin embargo, viene desde fuera, como de otro, con lo que se evidencia que es «más constituyente que constituida»,27 dado que se convierte en punto de apoyo, origen de esa «organización pasional a la que [el sujeto] llamará su yo».28
Si bien aquellas imágenes me agradaban, también me informaban sobre la naturaleza engañosa de la imagen del cuerpo: ésta es engañosa para los otros porque forcluye parte de lo que se experimenta en el cuerpo real. Esto es, que se puede dar a ver —voluntaria o involuntariamente— algo totalmente distinto de lo que se vive.
La lucidez infantil introdujo un uso del cuerpo que se extendió a lo largo de la vida: «Tener, es poder hacer algo con».29 Aprendí a hacer de mi cuerpo una posesión a la que atribuía la capacidad y el valor de poderme representar, incluso antes de tomar la palabra. Aprendí a usar la imagen como parapeto de la división subjetiva, para refugiarme tras ella. En la imagen mental de mí misma, mi apariencia superaba con mucho a mi ser; la idea de mí misma como cuerpo tenía un peso, eso a lo que Lacan llama el ego, del que además afirma: «Si al ego se lo llama narcisista, es porque, en cierto nivel, hay algo que sostiene al cuerpo como imagen».30
A lo largo de mi infancia y mi adolescencia seguí mi aprendizaje de la gimnasia y la danza, disciplinas ambas con una fuerte exigencia al cuerpo en aras de hacerle producir una imagen que, de una manera u otra, fascine. Después, siguiendo la misma orientación, vinieron los concursos de baile y los desfiles de moda.
Desde esta perspectiva, el parlêtre que yo era «adoraba mi cuerpo», por lo que podía llegar a hacerle producir como imagen para, en primer lugar, mi madre. De niña, podía hacerlo como el niño de Mary Poppins, pero también simplemente jugando a indios y cowboys con el fuerte que había pedido a los Reyes Magos. Veía su mirada complaciente y yo me complacía ofreciéndome a ella, lo que me hacía sentir una satisfacción inexplicable para mí en aquel entonces.
El goce imaginario que Lacan situaba en los primeros tiempos de su enseñanza lo teorizó a partir del narcisismo freudiano —no de la pulsión y su satisfacción— y era también a partir del narcisismo como Freud planteaba el amor, incluso el amor materno,31 como identificación narcisista: se puede amar a un hijo como aquello que uno fue. En cierto modo, fui un buen sostén del narcisismo materno, tanto en lo que respecta al varoncito que ella había sido para su amado padre, como en la hermosa mujer que fue después y que yo estaba encantada de poder encarnar a sus ojos, en espejo con ella.
En mi experiencia analítica, ese cuerpo imaginario jugó un papel muy importante, no sólo en la puesta en forma de la transferencia, sino también a lo largo de todo el trabajo analítico y en su conclusión.
Para pasar a hablar del cuerpo simbólico puedo apoyarme en uno de los puntos de entrecruzamiento que hay entre el cuerpo imaginario y el simbólico siguiendo a Lacan. Para él, la imagen de uno mismo es i(a), la i funciona como la envoltura, como el ropaje del objeto a, del que finalmente Lacan dirá que es un «semblante de ser».32 Por tanto, la relación con la propia imagen tiene su relevancia en lo que respecta al semblante de ser y deberá encontrar la manera de integrar al objeto a, de cont...

Índice

  1. Portadilla
  2. Créditos
  3. Dedicatoria
  4. Índice
  5. Cita
  6. I. EL PSICOANÁLISIS. POR QUÉ Y TAMBIÉN CÓMO
  7. II. VAIVÉN. EL TESTIMONIO INICIAL
  8. III. VARIACIONES: ¿CÓMO ARREGLÁRSELAS CON LO REAL?
  9. IV. LA TRANSMISIÓN DE LA ENSEÑANZA DEL PSICOANÁLISIS
  10. Agradecimientos
  11. De la imagen de cubierta