Cinco golpes de genio
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Cinco golpes de genio

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Información del libro

Este libro responde a un interés básico: enseñar cómo se escriben buenos relatos. Sus páginas son un viaje a través de relatos geniales escritos por autores que revolucionaron el género.

Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, J.D.Salinger, Ryunosuke Akutagawa y Ambrose Bierce, son los maestros que nos sumergen en este mundo fascinante. Técnicas básicas como el tratamiento del tiempo o el punto de vista, junto a otras más avanzadas como las cajas chinas o las multiperspectivas, encuentran aquí un espacio de análisis dirigido a la enseñanza.

La gran virtud que tiene este libro es la sencillez, amiga de la cabal comprensión y el óptimo entrenamiento en el arte de narrar. Si quieres escribir relatos, este es un buen camino.

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Información

Año
2013
ISBN
9788484289227
Categoría
Filología

1
La máquina del tiempo: El incidente del puente del Búho, de Ambrose Bierce

… una luz blanca y enceguecedora flamea a su alrededor con un ruido semejante al disparo de un cañón –y después todo es tiniebla y silencio.
Peyton Farquhard estaba muerto. Su cuerpo, con el cuello roto, se balanceaba suavemente de uno a otro extremo de las maderas del puente del Búho.
¿Qué? ¿Después de tanto esfuerzo, resulta que el pobrecito no había conseguido escapar? ¿Aquí qué ha pasado? ¿El listillo de Ambrose Bierce nos ha tomado el pelo? A que pensaste cosas como éstas cuando llegaste al final del relato. A ningún lector le gusta que lo estafen. Imagina un relato en el cual la abuela millonaria, dueña de una corporación dermoestética, aparece asesinada en el primer párrafo. Y luego lees veinte páginas retrospectivas llenas de mayordomos, criados, solteronas y sobrinos interesados que conviven con ella, pero resulta que finalmente quien mata a la anciana rica es un loco que se había fugado de un manicomio y entró por la ventana a robar un bocata, con tan mala suerte que se encontró a la abuela en la cocina preparándose un gintonic y se le ocurrió estrangularla. Y el lector nunca había visto en todo el relato al impulsivo majara hasta el momento en que se le destapa como autor del crimen. Encantado, pero ¿quién es usted? Eso es una estafa, porque en la Historia 1 nunca hubo pistas de la Historia 2, o sea, nada nos dejó entrever la presencia del loco asesino. El autor se lo ha sacado de la chistera. Para que la sorpresa de un cuento funcione, tiene que estar presente –y solapada– en todo el relato. Y eso es precisamente lo que hace Ambrose Bierce en su genial relato El incidente del puente del Búho.
Calentamiento
Pero antes de demostrarlo tienes que volver a nuestra sala de calentamiento y familiarizarte con los aparatos. ¿Qué ves? Nuestra máquina se llama: el tratamiento del tiempo. Bienvenido a uno de los grandes recursos con que cuenta un autor para escribir bien. Pocas cosas influyen tanto en la mente de un lector, en su estado de ánimo mientras avanza por nuestra historia, como lo que hacemos con el tiempo narrativo. Lo primero: cuando escribimos, seamos o no conscientes de ello, creamos determinada ilusión de temporalidad en el relato. ¿Cómo? Muy sencillo: el artificial tiempo de un relato funciona de manera muy parecida a como funciona el tiempo en nuestra cabeza.
Ahora es necesario que te pongas a pensar en tu propio cerebro, en cómo percibes el tiempo dentro de esa masa fofa y gris. Pero como eres listo, vamos, que no todo está perdido, enseguida puedes darte cuenta de que nuestra percepción del tiempo no se corresponde exactamente con lo que de manera objetiva llamamos tiempo. Objetivamente, el día tiene veinticuatro horas que se determinan por el movimiento de los astros, te guste o no, aunque yo preferiría que los sábados duraran treinta horas. Pero en tu cabeza ocurre algo muy diferente. Por ejemplo, si esto fuese una clase aburrida que dura una hora en los relojes, probablemente cuando suene el timbre tengas la sensación de que la clase no ha durado una hora sino un siglo. Pero si la clase te interesa mucho y/o estás enamorada del profesor, el tiempo pasa volando, lo mismo te ocurrió con esas vacaciones que tanto esperabas, en un santiamén ya estabas de vuelta al tajo: ¡veinte días pasaron volando! Nuestra percepción del tiempo está determinada por la calidad de ese tiempo, anímicamente hablando, de modo que nos resulta inevitable tener percepciones dilatadas, comprimidas, fragmentarias. Pues precisamente eso mismo es lo que hacemos con el tiempo en todo texto narrativo: creamos un tiempo artificial que puede dilatarse, fragmentarse, retroceder, comprimirse.
Por ejemplo, cuando lees la novela de García Márquez Cien años de soledad, aunque te enganche y la despaches en un fin de semana de ocio friqui, tienes la sensación de que has vivido cien años en Macondo, con todos esos Buendía de nombres que se confunden. La novela cuenta con cuatrocientas páginas aproximadamente, y en esta larga extensión se narra una historia que dura cuatro generaciones, cien años. Podemos afirmar, entonces, que el tratamiento del tiempo que hace Gabo en su novela imita el tiempo real.
Pero ¿qué pasa con el Ulises, de Joyce el pesado? La novela de este genio sin demasiados lectores cuenta con más de mil páginas, y sin embargo narra veinticuatro horas en la vida de Harold Bloom. ¡Veinticuatro horas desarrolladas a lo largo de más de mil páginas! Con razón cuesta leerlo, vamos, el lector ya se ha ido y Joyce sigue hablando. Podemos afirmar, entonces, que el tratamiento del tiempo que hace James Joyce en el Ulises dilata el tiempo real. Lo contrario de lo que hace Rulfo, el de los pies ligeros, en Pedro Páramo. Si te fijas, la novela de Juan Rulfo cuenta la biografía de Pedro Páramo y empieza unos años después de su muerte, o sea, abarca más o menos cien años, como la de Gabo. Sin embargo, Rulfo invierte poco más de cien páginas para desarrollar la misma temporalidad que García Márquez a lo largo de cuatrocientas. Podemos entonces afirmar que el tratamiento del tiempo que hace Rulfo en su novela comprime el tiempo real.
Gabo imita, Joyce dilata, Rulfo comprime. Tres tratamientos temporales totalmente diferentes, pero ¿gratuitos? Un buen tratamiento del tiempo siempre debería estar en correspondencia con el propósito expresivo de la obra. Cien años de soledad tiene el aliento de las grandes novelas decimonónicas en el sentido de sugerir en la mente del lector la idea del paso del tiempo. Su autor se propone que vivamos sumergidos en la vasta realidad de creación y muerte de un universo, Macondo. En cambio el Ulises pretende explorar el presente, el infinito universo de sensaciones, percepciones, ideas, asociaciones, que nutren nuestro presente. Como si enchufaran un puerto USB a nuestro cerebro y transcribieran todo lo que pasa en él, llenaríamos centenares de páginas con un par de horas. Por eso Joyce utiliza le técnica del monólogo interior, por eso pretende –y consigue– dilatar en mil páginas el breve presente del protagonista. Por último, Rulfo es mexicano, y todo el mundo sabe cómo son los mexicanos con respecto a la muerte: esas fiestas raritas de beber tequila y comer tacos en los cementerios, como si hubiese una puerta abierta entre la vida y la muerte. Y Pedro Páramo, entre otras cosas, se propone que nos sumerjamos en el pueblo de Comala, donde habitan los vivos y los muertos. O sea, Rulfo quiere crear una especie de eternidad, de atemporalidad, y para ello no solo comprime el tratamiento del tiempo, sino que lo fragmenta. De tal manera que no conseguimos tener claro, como en la informe eternidad, qué ocurre antes y qué ocurre después.
Cinco técnicas para el tratamiento del tiempo
¿Cómo se consigue dilatar, comprimir, imitar o fragmentar el tiempo en un relato? Para empezar, debes saber que rara vez un texto narrativo hace una sola de estas cosas, más bien las combina, y en la alternancia se consiguen diferentes ritmos en cada etapa de la historia. Basta de teoría, entremos al taller con alicates, tornillos y taladros.
He aquí nuestro esquema. Tenemos de un lado el tiempo real que abarca nuestro relato. ¿Veinticuatro horas en la vida de Harold Bloom? A esto lo llamaremos TH (tiempo de la historia). Luego esas veinticuatro horas se desarrollan en mil páginas de espacio narrativo, a esto lo llamaremos TN, o sea: tiempo narrativo.
La escena: es la técnica fundamental de imitación, o sea, le transmite al lector la sensación de que el tiempo real que abarca la historia se corresponde con el tiempo narrativo que se le dedica. TH = TN. Por ejemplo, en el relato de Ambrose Bierce, una típica escena arranca cuando, en la segunda parte, la mujer del protagonista le sirve a un soldado un vaso de agua:
La señora Farquhar no deseaba otra cosa que servirlo con sus blancas manos. Mientras fue a buscar un vaso de agua, su marido se acercó al jinete cubierto de polvo y le pidió con avidez noticias del frente.
Y la escena continúa durante todo el diálogo hasta el final de esta parte. En general, la mayoría de las situaciones de diálogo son escenas. O todos aquellos pasajes donde se narre una situación paso a paso, transmitiendo la idea de que el tiempo transcurre en relación proporcional al espacio narrativo en que desarrollamos las acciones. Es importante que veamos las escenas, es decir, que se construyan atendiendo a los detalles concretos, sin regodeos excesivos, pero con cierto grado de detenimiento. Las escenas deben ser relevantes para el relato, nunca gratuitas.
El resumen: como su nombre indica, con esta técnica sobrevolamos acontecimientos correspondientes a grandes períodos de tiempo real, y los mencionamos en un breve tiempo narrativo. Si decimos, por ejemplo, que durante todo aquel año la anciana se dedicó a salir de marcha, a conocer mundo, y se compró un descapotable rojo donde ponía zarzuelas a todo volumen cada domingo mientras paseaba por el pueblo, hemos resumido un año en unas pocas líneas. De modo que TH > TN. En el relato de Ambrose Bierce, un típico resumen sería el propio arranque de la segunda parte:
Peyton Farquhar, plantador de fortuna, pertenecía a una vieja y respetable familia de Alabama. Propietario de esclavos, se ocupa ba de política, como todos los de su casta; fue, desde luego, uno de los primeros secesionistas y se consagró con ardor a la causa de los Estados del Sur. Imperiosas circunstancias, que no es el caso relatar aquí, impidieron que se uniera al valiente ejército cuyas desastrosas cam pañas terminaron por la caída de Corinth, y se irritaba de esta sujeción sin gloria, anhelando dar rienda libre a sus energías, conocer la vida más intensa del soldado, encontrar la ocasión de distinguirse.
Hemos recorrido un largo período de la biografía del protagonista en unas pocas líneas (TR > TN), el efecto es que la lectura se realiza velozmente, sin detenerse en detalles, más que nada informando acerca del qué, en lugar de trabajar con el cómo. A diferencia de la escena, un resumen no se basa en cuestiones demasiado específicas, sino en hacer una especie de inventario de acontecimientos, en este caso, los antecedentes en la vida de Peyton que nos permiten comprender por qué se mete en semejante lío, sin ser militar de profesión. La ligereza innata de todo resumen aporta la ventaja de la velocidad en la lectura, pero tiene el peligro de que el lector pase por encima de los sucesos y la atención se vaya a otra parte, o que la memoria no se fije en ciertos datos, como cuando alguien nos habla demasiado rápido.
La deceleración: es, exactamente, lo contrario del resumen. Tomamos una acción que ocuparía solo unos segundos en ejecutarse y le dedicamos un enorme tiempo narrativo. De modo que TH < TN. Por ejemplo, nuestra anciana decide depilarse de un tirón el bigotillo con una cinta de celo, y detallamos el aspecto de sus manos indecisas durante cuatro párrafos, describimos el cajón donde guarda el celo y el grosor del carrete, fijándonos muy bien en transmitirle al lector la medida y el peso del material, y luego hablamos de cada uno de los pelos del bigote de la presumida señora, y a continuación… ¡Por favor, que se depile de una vez!
Ya lo habrás sospechado, listillo de la penúltima fila: decelerar es hacer lo mismo que se hace en la película Matrix cuando a Neo le disparan y el tío se arquea...

Índice

  1. Portada
  2. Índice
  3. A manera de introducción
  4. 1 La máquina del tiempo
  5. 2 La técnica del iceberg
  6. 3 La técnica de los vasos comunicantes y el punto de vista narrativo
  7. 4 Clave Rashomón
  8. 5 La técnica de las cajas chinas
  9. A manera de conclusión
  10. Créditos
  11. ALBA