Narraciones completas
eBook - ePub

Narraciones completas

  1. Spanish
  2. ePUB (apto para móviles)
  3. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Narraciones completas

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

«¿Suponen, acaso, que suena mejor por ser más largo?» Así reaccionaba Aleksandr S. Pushkin (1799-1837) contra aquellos «escritores que, considerando una vulgaridad expresar con sencillez las cosas más simples, pretenden animar una prosa infantil con muchas palabras y blandas metáforas», y que eran, por cierto, sus predecesores en las letras rusas. Si Pushkin fue un emblema nacional como poeta, su obra narrativa, por su precisión y brevedad, por su exigencia de «ideas y más ideas», supuso una auténtica innovación.

Esta edición de sus Narraciones completas, que incluye piezas tan famosas como «La dama de pique» o «La hija del capitán» junto con muchas otras hasta ahora inéditas en español, ofrece asimismo las claves del peculiar romanticismo pushkiniano, rápido, templado y estricto. Sus héroes y heroínas —nobles bandoleros, húsares y cosacos, dandis de Petersburgo, princesas patriotas y señoritas novelescas— se ven envueltos en lances extraordinarios y gráciles mascaradas, pero son observados por un narrador que, además de dominar con habilidad extrema los recursos de la trama; es capaz de verla al trasluz, de contemplar con humor tanto lo romántico como la decepción de lo románti-co. Y, como dice Amaya Lacasa en su Introducción al volumen (que tan excelentemente ha traducido, con Clara Janés en los fragmentos en verso), «toda la futura riqueza de la literatura rusa está contenida en él como en un embrión».

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Narraciones completas de Aleksander Pushkin en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Literatura y Clásicos. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2015
ISBN
9788490651254
Categoría
Literatura
Categoría
Clásicos
LA HIJA DEL CAPITÁN
(1836)
I
EL SARGENTO DE LA GUARDIA
–Si mañana pudiera ser capitán de la guardia…
–No hay necesidad; que sirva en el ejército.
–¡Bien dicho! Que sepa lo que es bueno…
–¿Y quién es su padre?
KNIAZHNÍN1
Mi padre, Andrey Petróvich, de joven sirvió con el conde Münnich2 y se jubiló en el año 17… con el grado de teniente coronel. Desde entonces vivió en su aldea de la provincia de Simbirsk3, donde se casó con la joven Avdotia Vasílevna Yu., hija de un indigente noble de aquella región. Tuvieron nueve hijos. Todos mis hermanos murieron de pequeños. Me inscribieron de sargento en el regimiento Semiónovski gracias al teniente de la guardia, el príncipe B., pariente cercano nuestro, pero disfruté de permiso hasta el fin de mis estudios. En aquellos tiempos no nos educaban como ahora. A los cinco años fui confiado a Savélich, nuestro caballerizo, al que hicieron diadka4 mío porque era abstemio. Bajo su tutela hacia los doce años aprendí a leer y escribir en ruso y a apreciar, muy bien instruido sobre ello, las cualidades de un lebrel. Entonces mi padre contrató para mí a un francés, monsieur Beaupré, que fue traído de Moscú con la provisión anual de vino y de aceite de girasol. Su llegada no gustó nada a Savélich. «Gracias a Dios –gruñía éste para su adentros–, parece que el niño está limpio, peinado y bien alimentado. ¿Para qué gastar dinero y traer a un musié, como si los señores no tuvieran bastante gente suya?»
En su patria Beaupré había sido peluquero; luego fue soldado en Prusia y después llegó a Rusia pour être «outchitel»5, pero sin comprender bien el significado de esta palabra. Era un buen hombre, aunque frívolo y ligero de cascos en extremo. Su debilidad principal era su pasión por el bello sexo; no pocas veces sus efusiones le valían golpes que le hacían quejarse días enteros. Además, no era (según su propia expresión) «enemigo de la botella», es decir (hablando en ruso), le gustaba beber más de la cuenta. Pero, en vista de que en casa el vino se servía sólo en la comida y no más de una copa, y generalmente se olvidaban del preceptor, mi Beaupré no tardó en acostumbrarse al licor ruso, y hasta llegó a preferirlo a los vinos de su país, por ser aquél mucho más sano para el estómago. En seguida hicimos buenas migas y, aunque según el contrato tenía que enseñarme «francés, alemán y todas las ciencias», prefirió que yo le enseñara a chapurrear el ruso y luego cada uno se dedicó a sus cosas. Vivíamos en amor y compaña. Yo no deseaba otro mentor. Pero pronto nos separó el destino, y fue por lo siguiente:
Un día la lavandera Palashka, una moza gorda y picada de viruelas, y Akulka, la tuerta que cuidaba de las vacas, se pusieron de acuerdo y se arrojaron a los pies de mi madre confesando su vergonzosa debilidad y quejándose entre sollozos del musié, que había abusado de su inocencia. A mi madre no le gustaban esas cosas, por lo que se quejó a mi padre. Él hacía justicia rápidamente. En seguida mandó llamar al granuja francés. Le dijeron que musié estaba dándome una clase. Entonces mi padre se dirigió a mi habitación. A todo esto, Beaupré estaba durmiendo en la cama con el sueño de la inocencia. Yo estaba muy ocupado. Es de saber que habían adquirido para mí, en Moscú, un mapa geográfico. Estaba colgado en la pared sin ninguna utilidad y hacía tiempo que me tentaba con su tamaño y buena calidad del papel. Decidí fabricar una cometa y, aprovechando el sueño de Beaupré, puse manos a la obra. Mi padre entró precisamente en el momento en que yo estaba pegando una cola de estropajo al cabo de Buena Esperanza. Al ver mis ejercicios de geografía, mi padre me tiró de una oreja; luego se acercó corriendo a Beaupré, lo despertó con bastante poco miramiento y le reprochó su descuido. Beaupré, confundido, quiso incorporarse, pero no pudo; el pobre francés estaba completamente borracho. Era demasiado. Mi padre lo levantó de la cama por las solapas, lo echó de la habitación a empujones y aquel mismo día lo despidió, con gran satisfacción de Savélich. Así terminó mi educación.
Yo hacía vida de niño, persiguiendo las palomas y jugando al paso con los hijos de nuestros criados. Entretanto cumplí dieciséis años, y entonces cambió mi destino.
Un día de otoño mi madre estaba haciendo dulce de miel en el comedor y yo, relamiéndome, miraba la espuma que se levantaba. Mi padre, junto a la ventana, leía el Almanaque de la Corte, que recibía todos los años. Este libro ejercía sobre él una gran influencia; nunca lo leía sin un interés especial y su lectura le producía un fuerte acceso de bilis. Mi madre, que conocía de memoria sus manías y costumbres, siempre trataba de meter el desdichado libro lo más lejos posible y, gracias a ello, a veces el Almanaque de la Corte no caía en sus manos durante meses enteros. Pero, cuando, por casualidad, lo encontraba, ya no lo soltaba durante horas y horas.
Como decía, mi padre estaba leyendo el Almanaque de la Corte encogiéndose de hombros de vez en cuando y repitiendo a media voz: «¡Teniente general! ¡Era sargento en mi compañía!… ¡Caballero de ambas órdenes rusas!… Parece que fue ayer cuando nosotros dos…». Por fin mi padre tiró el Almanaque al sofá y se quedó absorto en un pensamiento profundo que no presagiaba nada bueno.
De pronto se dirigió a mi madre:
–Avdotia Vasílevna, ¿cuántos años tiene Petrusha?
–Ya ha cumplido los dieciséis –contestó mi madre–. Petrusha nació el mismo año en que la tía Nastasia Guerásimovna se quedó tuerta y, además…
–Bueno –interrumpió mi padre–, ya es hora de que empiece su servicio. Ya está bien de correr por los cuartos de las criadas y de subirse a los palomares.
La idea de una próxima separación sorprendió tanto a mi madre, que se le cayó la cuchara en la cacerola y le corrieron lágrimas por la cara. En cambio, sería difícil describir mi entusiasmo. La idea del servicio iba unida para mí a la idea de la libertad y de los placeres de la vida de Petersburgo. Ya me veía oficial de la guardia, lo cual me parecía el máximo de la felicidad humana.
A mi padre no le gustaba cambiar de intención ni aplazar su cumplimiento. Quedó decidido el día de mi partida. La víspera, mi padre anunció que pensaba darme una carta para mi futuro jefe y pidió papel y pluma.
–No te olvides, Andréi Petróvich –dijo mi madre–, de saludar de mi parte al príncipe B., y dile que no deje a Petrusha sin protección.
–¡Qué tontería! –contestó mi padre frunciendo el entrecejo–. ¿Por qué crees que voy a escribir al príncipe B.?
–¿No habías dicho que ibas a escribir al jefe de Petrusha?
–¿Y eso qué tiene que ver?
–Que el jefe de Petrusha es el príncipe B.: Petrusha está inscrito en el regimiento Semiónovski.
–¡Está inscrito! ¡Y qué me importa que esté inscrito? Petrusha no irá a Petersburgo. ¿Qué puede aprender sirviendo en Petersburgo? A gastar dinero y a divertirse. No, que sirva en el ejército, que sepa lo que es el trabajo, que huela a pólvora y sea un soldado y no un tunante. ¡Inscrito en la guardia! ¿Dónde está su pasaporte? Tráemelo.
Mi madre buscó mi pasaporte, que tenía guardado en una caja junto a la camisa con que me había bautizado, y se lo dio a mi padre con mano temblorosa. Mi padre lo leyó detenidamente, lo puso en la mesa y empezó la carta.
La curiosidad me devoraba. ¿Adónde me mandaría, si no era a Petersburgo? No quitaba ojo de la pluma de mi padre, que se movía con bastante lentitud. Por fin la terminó, metió la carta en un sobre con el pasaporte, cerró éste, quitose los anteojos, me llamó y me dijo:
–Aquí tienes una carta para Andréi Kárlovich, mi viejo amigo y camarada. Vas a Oremburgo6 a servir a sus órdenes.
¡Todas mis brillantes esperanzas se derrumbaban! En lugar de la alegre vida de Petersburgo, me esperaba el aburrimiento en una región remota y oscura. El servicio, que hacía un minuto había despertado mi entusiasmo, ahora me parecía una verdadera desgracia. ¡Pero no había nada que hacer! A la mañana siguiente trajeron a la puerta de casa una kibitka7 de viaje y colocaron en ella una maleta, un pequeño baúl, en el que se introdujo todo lo que hacía falta para el té, y varios bultos con bollos y empanadillas, últimas muestras de los mimos caseros. Mis padres me bendijeron. Mi padre me dijo:
–Adiós, Piotr. Sé fiel al que hayas jurado fidelidad; obedece a tus superiores; no persigas sus favores; no busques trabajo, pero no lo rehúyas tampoco, y ...

Índice

  1. CUBIERTA
  2. NOTA BIOGRÁFICA
  3. INTRODUCCIÓN
  4. EL NEGRO DE PEDRO EL GRANDE(1827)
  5. CUENTOS DEL DIFUNTO IVÁN PETRÓVICH BELKIN
  6. HISTORIA DEL PUEBLO DE GORIÚJINO
  7. RÓSLAVLEV
  8. DUBROVSKY
  9. LA DAMA DE PIQUE
  10. KIRDZHALI
  11. NOCHES EGIPCIAS
  12. LA HIJA DEL CAPITÁN
  13. VIAJE A ARZRUM DURANTE LA CAMPAÑA DE 1829
  14. FRAGMENTOS