Los apuntes de Malte Laurids Brigge
eBook - ePub

Los apuntes de Malte Laurids Brigge

  1. Spanish
  2. ePUB (apto para móviles)
  3. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Los apuntes de Malte Laurids Brigge

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

«El colorido y la plasticidad de las descripciones, la reproducción prolija y cuidadosa del trasfondo de la época y la asombrosa legibilidad son tres de los rasgos que distinguen este libro de un narrador tan sabio como sereno.» Marcel Reich-Ranicki

En 1902 Rainer Maria Rilke llegaba a París para conocer a Auguste Rodin, de quien acabaría siendo secretario durante un año. El disgusto y el sentimiento de desubicación que le produjo la ciudad le inspiraron un proyecto de novela en primera persona que acabaría construyéndose alrededor de una identidad en peligro: un joven descendiente de un aristocrático linaje danés, pero pobre, atemorizado, sin familia ni amigos, que deambula por un París ruidoso y masificado, lleno de enfermos y mendigos que parece que le acosan y le ofrecen una visión de la miseria de la que se huye pero que finalmente hay que mirar de frente. Este personaje sería al fin el sujeto de un libro con un sentido de la composición inédito en su día pero que hoy, más de un siglo después, relacionaríamos con los llamados «géneros fronterizos». Problematizando su condición de novela por su distanciamiento con el yo íntegro y satisfecho de la tradición decimonónica, recreando la falta de unidad de un cuaderno de notas ?«como si se encontraran en un cajón una serie de papeles desordenados y, de momento, hubiera que conformarse con lo encontrado»?, mezclando recuerdos de infancia con evocaciones literarias e históricas ?reyes locos, mujeres amantes y no amadas, hermanos en discordia, santos?, Los apuntes de Malte Laurids Brigge (1910) ha llegado a considerarse, según el poeta Hans Egon Holthusen, «una de las obras más rupturistas de la literatura moderna». Esta nueva traducción de Juan de Sola recupera el poder y el misterio del lenguaje indagador de Rilke y transmite su sentido en la actualidad.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Los apuntes de Malte Laurids Brigge de Rainer Maria Rilke, Juan de Sola en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Literatura y Clásicos. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2016
ISBN
9788490651827
Categoría
Literatura
Categoría
Clásicos
Rainer Maria Rilke




los apuntes de malte laurids
brigge




Introducción, traducción y notas
Juan de Sola




ALBA
Introducción
París no era una fiesta
Para Raphaël Cahen
Il faut apprendre à mourir: voilà toute la vie.
Rilke, en carta a Mimi Romanelli
I
En su famoso ensayo sobre Proust, recordaba Walter Benjamin que «todas las grandes obras de la literatura fundan un género o lo liquidan»1. No parece descabellado aplicar el mismo rasero a Los apuntes de Malte Laurids Brigge (1910), libro con el que Rainer Maria Rilke habría de marcar una cesura en su producción literaria y en el que, como en todo gran libro, las mayores virtudes pueden leerse también como el reverso amable de sus más acusados defectos.
Como fuere, no deja de ser curioso que la que está considerada la primera novela moderna en lengua alemana sea o parezca cualquier cosa menos una novela. Rilke, de hecho, nunca se refirió al Malte como a una novela, sino como a un «libro en prosa». No es que se negara, como poeta de lo sublime, a bajar al lodazal de la narración ‒había publicado ya varios relatos: Dos historias de Praga (1899) y Las historias del buen Dios (1900)‒, ni tampoco que anduviera desconectado de lo que hacían y publicaban en ese género sus contemporáneos ‒leyó y tradujo a Gide, leyó y reseñó a Thomas Mann, cuya primera novela, Los Buddenbrook, le hizo decir aquello tan manido de que «Hay que apuntarse sin falta ese nombre»2‒, sino que más bien sabía, o intuía, que lo que se había propuesto no se ajustaba a ninguna de las categorías o géneros literarios al uso. En realidad, como refleja una carta enviada a su amiga y confidente Lou Andreas-Salomé en marzo de 1904, tampoco él sabía muy bien qué tenía entre manos: entendía el Malte como una continuación, como una «especie de segunda parte del Libro del buen Dios; en estos momentos me hallo inmerso en ella, sin saber muy bien si, cuándo y hacia dónde continuará. He sufrido toda clase de problemas, distracciones e imprevistos que, por más que me aferre a lo mío, terminan siempre por descentrarme. Pero tengo que retomarla; precisamente porque es difícil, confío en que algún día se convierta en algo, en algo bueno».3
II
El 28 de agosto de 1902, poco después de haberse casado con la escultora Clara Westhoff y de haber tenido a su única hija, Ruth, Rainer Maria Rilke llega a París con la intención de redactar una monografía sobre Rodin. Es esta primera estancia en París, que se prolongará hasta el 1 de julio de 1903, la que motivará en cierto modo la escritura y muchos de los temas que aparecen en el libro. La tentación de leer el Malte en clave biográfica es fuerte, pero hay que ceder a ella con moderación: la primera anotación del libro está fechada apenas dos semanas después de la llegada del poeta a París; la dirección que figura en la cabecera del primer apunte, rue Touiller, coincide con la de la habitación que el poeta ocupó unos meses, antes de mudarse a la rue de l’Abbé-de-l’Epée; Rilke y Malte tienen la misma edad, ambos han escrito versos, están muy solos (¿quién no lo está?), son hipersensibles y sufren una crisis existencial. Es evidente que hay un fondo de realidad compartida, pero es tanta la capacidad imaginativa, es tan imponente la fuerza de la ficción y de la poesía, que sería un error limitarse a hacer una lectura meramente biográfica del libro. Hay un origen real, veraz, histórico, pero queda superado por la verosimilitud de la ficción.4
El propio Rilke advertía que esta clase de identificaciones podía mover a engaño. Se diría incluso que lo incomodaban. En otra carta a Lou, con fecha de 28 de diciembre de 1911, leemos: «No necesito respuestas a mis libros, bien que lo sabes, pero ahora necesito de corazón saber qué impresión te ha causado a ti éste. La buena de Ellen Key [una amiga escritora sueca], por supuesto, me confundió enseguida con Malte y abandonó la lectura; solo tú, querida Lou, estás en situación de distinguir y comprobar si y hasta qué punto se parece a mí. Si él, que en parte está hecho de mis peligros, se hunde por así decir en ellos para ahorrarme a mí el naufragio, o si con estos apuntes no he hecho más que ceder a la corriente que me arrastra y me lleva a la deriva. ¿Puedes creer que después de este libro me quedé como un verdadero superviviente, desorientado en lo más hondo de mi ser, sin ocupación, sin nada de lo que ocuparme? Cuanto más avanzaba en la escritura final, con más fuerza sentía que iba a ser una cesura indescriptible, una alta línea divisoria de las aguas, como me gustaba decir; pero ahora resulta que toda el agua se ha vertido por la antigua pendiente y yo me hundo en una sequía que no tiene visos de cambiar»5.
III
Rilke trabaja en los Apuntes durante casi seis años y con numerosas interrupciones. Empieza a redactarlos durante una breve estancia en Roma, el 8 de febrero de 1904, termina de dictar las últimas páginas del manuscrito el 27 de enero de 1910 en Leipzig, en casa del editor Anton Kippenberg, y lee las pruebas de imprenta el 7 de abril de ese mismo año, de nuevo en Roma. A primera vista, podría parecer que el largo lapso de tiempo transcurrido entre el inicio y la conclusión, así como la inconstancia del autor ‒aquejado de crisis recurrentes‒, justificaría el carácter fragmentario del libro, pero nada más lejos de la realidad. En un principio, como lo prueba uno de los dos fragmentos descartados con que habían de abrirse los Apuntes y que se conservan en la Biblioteca Nacional Suiza, estaba concebido como una obra mucho más narrativa. Pese a que algunos de los temas que se apuntan son los mismos, este comienzo presenta un carácter mucho más clásico y está narrado, hecho nada baladí, en tercera persona, con un estilo más lineal y transparente.
En la misma biblioteca se conserva una nota, redactada en francés, que describe el plan inicial de los Apuntes: «M. L. llega a París en el mes de marzo. Poco después empieza la primavera y lo arrastra. La primavera de París. Aunque asustado ya por algunas de estas impresiones, empieza a abrirse cada vez más. Anota lo que ve. Pero, al observar, todavía con debilidad, se concentra interiormente y reencuentra sus recuerdos lejanos, muchos de los cuales creía perdidos para siempre (recuerdos de infancia, recuerdos de viajes). Está inundado de recuerdos; escribe, está muy atento, percibe mucho sin darse cuenta. El verano tiene lugar en el Luxemburgo, a orillas del Sena, en los museos. Luego llega el otoño. La visita a Rodin, el viaje al Mont St. Michel (supera a Baudelaire; comprende el apogeo engañoso en la piedad de Verlaine y de Wilde) y el salón en el que admira la exposición de Cézanne hacen que se desarrolle infinitamente. La sensibilidad sube a un nivel altísimo; está preparado para llegar a la comprensión de cosas completamente avanzadas (Ibsen, Duse, La Dame à la licorne), y es entonces cuando comienza la crisis trágica que se apodera de las fuerzas que había acumulado y que lo arrastran hacia la nada. Y, sin embargo, eso culmina en una línea ascendente. El final es como una ascensión oscura hacia un cielo inacabado. Será mi particular Puerta del infierno. Habrá que hacer todos los grupos posibles para poderlos colocar en un vasto conjunto»6.
Si bien este proyecto difiere un poco del resultado final ‒la sucesión de las estaciones no marca ningún ritmo en el esquema general; no se narra la visita a la exposición de Cézanne, no se alude a Wilde, no hay viaje al Mont St. Michel…‒, contiene un elemento clave que explicaría lo deslavazado o la aparente falta de cohesión interna que se aprecia en los setenta y un fragmentos que lo componen: la mención a La puerta del infierno, el proyecto escultórico de Rodin, y la idea de montaje que de ella se desprende: un conjunto de elementos inacabados que se ensamblan para dar lugar a una unidad mayor, menos inacabada de lo que podría sospecharse.
IV
Si la narración clásica, con todas sus variantes, se caracteriza por el relato de la evolución y construcción de uno o varios personajes en sus relaciones mutuas y con el mundo, lo que se cuenta aquí es más bien la disolución de un personaje ‒a menudo de un yo, pero no solo‒ que no acaba de encontrar su lugar en el mundo.
Podemos dividir la estructura de Los apuntes de Malte Laurids Brigge en tres grandes bloques: el primero sería el de la disolución del Malte que narra su experiencia parisina y los avatares que allí le suceden; el segundo vendría a encarnar el trabajo de rememoración de la infancia (con algunos vasos comunicantes con el primero), y el tercero y último lo constituiría la concreción de una experiencia erudita que llevaría irremediablemente a la disolución del yo que encontrábamos en las primeras páginas.
Desde un primer momento, la metrópoli parisina ejerce en Malte una fuerza centrífuga. Confrontado con el lado menos lucido de la modernidad, el personaje se siente de buenas a primeras un extranjero; sufre un desclasamiento, de nada le sirve, en París, su noble ascendencia danesa; en la capital francesa no tiene ni pasado ni bienes. Es la viva imagen del desarraigado, que pasea sin rumbo fijo y huye de los que sabe que allí son sus iguales: los mendigos, los «desechos» que lo reconocen como un par. París, que debería ser el epítome de la modernidad y casi el momento culminante de la civilización, le genera toda clase de problemas, de miedos, de angustias, de congojas.
Si algo distingue este primer bloque es la omnipresencia de la muerte. En el mismo arranque del libro resuenan aquellas palabras de Baudelaire en el poema titulado Anywhere Out of the World, cuando se dice: «Esta vida es un hospital en el que cada enfermo está poseído por el deseo de cambiar de cama. Éste querría sufrir delante de la estufa, y aquél cree que se curará al lado de la ventana»7. El despliegue de imágenes sombrías, lúgubres, purulentas, el énfasis que se pone en la existencia de la muerte, la enfermedad, lo feo y lo repulsivo contrastan con lo que, en un principio, se supone que debe buscar Malte: una nueva vida. Pero esta vida es falsa, como lo es la manera de morir que hay en la gran ciudad, donde se muere en serie, y no poco a poco, constantemente, como sucede en los pueblos y como queda bien claro con la exposición de la muerte del chambelán. Esta existencia moderna no es más que una máscara, un escaparate que oculta la cruda realidad. Las figuras de la máscara y del rostro reaparecen una y otra vez en estas páginas, unidas siempre a la dialéctica de fondo (verdad invisible) y superficie (apariencia visible), cuyos máximos exponentes sean quizá la escena en la que una mendiga, al descubrirse la cara, muestra la oquedad de su rostro, y el pasaje en el que se describen los restos de una casa derruida que se aprecian en la pared medianera. La vida, sin embargo, persiste.
En este primer bloque se apunta ya lo que habrá de constituir el núcleo del segundo: la rememoración de la infancia. Sucede, no obstante, que esta infancia, que se suponía debía devolver al narrador el confort de los años mozos, ingenuos, naturales, sin responsabilidad ni obligaciones, de estos años que le otorgan un pasado y por lo tanto una identidad, obra el efecto contrario. En lugar de ejercer de contrapeso y compensar la desazón que le produce París, se revela como su...

Índice

  1. Introducción: París no era una fiesta