Nunca mientas a un idiota
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Nunca mientas a un idiota

Póker para guionistas y demás escribientes

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Nunca mientas a un idiota

Póker para guionistas y demás escribientes

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¿Qué esperas encontrar en Nunca mientas a un idiota? ¿Comedia romántica? ¿Autoayuda? ¿Y si el libro lleva impreso el subtítulo Póker para guionistas y demás escribientes? Este libro tiene algo de juego porque a escribir también se aprende jugando, poniendo al máximo nuestra capacidad de ser originales, diferentes. Aprendiendo a defender una idea como si se tratara de una peligrosa jugada de póker: dobles parejas contra quien sospechas que lleva una pareja de ases. Escribir guiones supone generar tramas arriesgadas y a la vez verosímiles para los personajes que inventamos. Pero ¿cómo vas a crear un gran personaje sin saber el tipo de escritor que eres? ¿Arriesgado o convencional? ¿Astuto o ingenuo?Empecé siendo una jugadora calling station, de esas que juegan muchas manos porque no saben muy bien a qué están jugando y me he convertido en una jugadora gambler, a la que le gusta arriesgar porque le gusta jugar. Igual ante la página en blanco. Ahora valoro tanto mi trabajo de guionista que quiero escribir para sorprenderme y sorprender a los demás.En este libro descubrirás quién es el idiota al que se puede engañar en una mesa de póker y, cuando vayas a escribir tu guión, te divertirás poniendo a prueba tu talento con las mismas estrategias. ¿Lo tienes? Alicia Luna

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Información

Año
2012
ISBN
9788484287346

1. De la idea a la estructura

Cómo dar con la estructura idónea y cómo salvar una mala jugada: palos del mismo color

I. Preflop: la idea, cuando la inspiración viene a visitarnos

La elección de la carta / La elección de la idea
Los jugadores de póker lo llaman preflop, que más parece el nombre del botón de despegue de una nave espacial que el inicio de una jugada. O sea, que es pre, pero ya estamos jugando. El dealer, persona que reparte cartas, entrega dos naipes a cada jugador. Éstos las miran con disimulo. Disimulo viene a ser levantar ligeramente una de las esquinillas superiores del naipe y ya con ese minivistazo, saber lo que llevas y si te interesa seguir o te tiras. He de decir que yo, tras ver cómo lo hacen los otros, hago lo propio, repito maneras, pero mi mente con ese breve vistazo de la esquinilla superior ni ve, ni asimila. Es como cuando miro la hora en la pantalla del teléfono móvil, que tras unos segundos vuelvo a preguntarme: ¿qué hora era? Pues eso. Me lanzo a intentar aprender de las lides del póker con esta mi santa cabeza de escaso talento para los juegos de mesa.
Y, ¿qué veo en mis cartas?: un 8-2. ¿De qué palo? Ya se me ha olvidado.
«¿Por qué miras tanto tus cartas?», me pregunta el profesor, divertido. «Porque estoy pensando», miento. Se ríe sin ostentación para no intimidarme. Aprovecho que se lanza a explicar que el póker es un setenta por ciento de estrategia y un treinta por ciento de suerte para volver a mirar mis cartas sin levantar sospecha: un 8 de tréboles y un 2 de picas. ¿Me arriesgo? Me arriesgo: pongo las fichas requeridas para continuar jugando. Y entonces se vuelve hacia mí y me pregunta: «¿Ya tienes un plan?».
La primera vez que pienso en mi idea
Y este momento no es otro, para un guionista, que el instante de la elección inconsciente de planteamiento-nudo-desenlace muy cercano a la intuición narrativa para la idea que se me acaba de ocurrir. Porque la idea, incluso cuando es una imagen sugerida y sugerente, la colocamos rápidamente en el camino narrativo que la convierte en posible historia. Podría ser la historia de un niño pescador… de unas flores ardiendo en una chimenea… quién las puso ahí, cómo es esa chimenea… ¿Cuál es la mejor manera de contar tu historia? Tengo entre mis manos dos cartas que ya me sugieren si debo seguir jugando o no, dependiendo de mi pericia en el juego y de los otros jugadores sentados a la mesa. 8 de tréboles y 2 de picas sería como para retirarse al instante, pero he decidido seguir. Tengo en mi cabeza una idea e, instintivamente y en milésimas de segundo, pasa por mi mente en tres actos, cinco, ocho. Cuál debe ser el arranque, detonante, planteamiento de objetivo y personajes, crisis, nudo, clímax, resolución.
La apuesta por tus personajes, ¿son los personajes elegidos suficientemente interesantes para desarrollar toda una historia? Y en la mesa de póker ¿te has fijado ya en algunos patrones de conducta de los otros jugadores, o sea, has estudiado a los demás? En la escritura: ¿qué decisiones les vas a obligar a tomar a tus personajes? Difíciles pero no imposibles, te respondes porque lo has leído en cientos de manuales. ¿Te has fijado en que en ningún momento hablo de presentar nada? Ésta es la idea de estructura dramática que me ha llevado a descubrir en el juego del póker ciertas partidas que se desarrollan como microestructuras de máxima tensión.
¿Por qué en la escritura cinematográfica las personas de talento estremecido nos empeñamos en presentarlo todo? Personajes, sus objetivos, sus vidas paralelas… Qué agotamiento me producen las decenas de guiones que he de leer al año donde transcurren cuarenta páginas de presentación. ¿Por qué no empezar la historia con lo que está ocurriendo? Si los tiempos cambian y con ellos los espectadores-lectores, ¿por qué algunos escritores y escritoras no lo hacemos igual? En plena partida de póker y antes de continuar con la jugada que tengo entre manos (8-2) tengo que tener ya un plan y haber observado a los otros para obligarles a tomar decisiones. Claro que, si no tengo ningún plan, pues me dejo llevar y que la suerte me acompañe.
«A menudo –me cuenta un jugador de póker en el Casino de Torrelodones en Madrid–, te sientas a jugar y observas a los otros queriendo descubrir quién es el idiota al que desplumar y si media hora después todavía no lo has encontrado es que el idiota eres tú.»
Ejemplo: quiero contar la historia de un hombre que lo ha perdido todo. Y todo es su voz, siendo presentador de televisión. A quién le va a interesar esto. De repente, y antes de abandonar la idea, veo al personaje de pie en la cornisa de un edificio. Puede estar queriendo suicidarse o simplemente estar enloquecido o drogado. Ésta es una situación agresiva si por ejemplo nuestro personaje es un oficinista con un problema absurdo: debe ir al examen médico de la empresa y tiene miedo por simple fobia o paranoia. Tiene miedo de que descubran que está perdiendo la voz. Es su obsesión porque es del todo incierto. Está perfectamente sano. ¿Qué hará en la cornisa? ¿Saltará? ¿Bailará claqué luchando contra la ley de la gravedad? ¿Le rescatarán los bomberos? ¿Le ayudará a bajar un vecino o compañero audaz? ¡SALTARÁ! Éste es el resultado del inicio agresivo que ningún espectador espera. Que tu protagonista se suicide al inicio de la historia. ¿Dónde está la sorpresa tras el salto? En que caerá en un balcón aledaño: ¿y ahora? ¿Se habrá roto algún hueso? ¿Tendrá que enfrentarse a un perro furioso dentro de la vivienda a la que pertenece el balcón?… Podemos continuar la historia, pues hemos sorprendido con nuestra estrategia de apostar ante una mano mediocre. Y la realidad supera siempre a la ficción porque el tiempo y los viajes me han hecho conocer a una mujer que se cayó de un séptimo piso y no se mató. Se rompió por muchas partes, eso sí. Pero sigue viva y ha parido hijos. Estuvo hospitalizada mucho tiempo y sufrió y superó arriesgadas intervenciones quirúrgicas. ¿Secuelas? A simple vista ninguna. Me quejo yo más del dolor del quinto metatarsiano de mi pie derecho roto en tontas circunstancias que ella de su esqueleto reorganizado.
Volviendo a la ficción, ¿en qué tono o género vamos a contar la historia del hombre que salta? ¿Por qué no nos damos cuenta de que siempre nos sale un mismo género, un mismo tono para contar las historias de nuestros personajes? ¿Por qué no intentamos imaginar a nuestro personaje superando dificultades en más de un género? ¿Por qué necesariamente ha de ser drama, melodrama, suspense o comedia? ¿Por qué no somos más intrépidos? ¿Podríamos ser capaces de contar una historia de terror a la vez que una de amor? Dentro de la misma, quiero decir. De tal manera que si extirpásemos una de ellas, la de terror, por ejemplo, nos quedásemos únicamente con una historia de amor bien narrada, sin lagunas. Alguien en las redes sociales me sugirió que eso ya existe en la película Déjame entrar (Lat den ratte komma in, de Tomas Alfredson, Suecia 2008; Let Me In, de Matt Reeves, Estados Unidos, 2010) y sí, al menos en la versión made in USA nos cuentan una historia de amor adolescente y otra de vampiros, pero el equilibrio no es tal, porque es más fuerte la historia de amor que la de terror, que de hecho no llega a ser de terror, sino de suspense. Luego nos cuentan una historia de vampiros dentro de otra de amor, una contiene a la otra. No es ésa la manera de construir tramas a la que me estoy refiriendo. Como la chica de los anuncios publicitarios que buscaba a Jack, yo busco el equilibrio perfecto y sin necesidad de enseñar el escote. Claro que al no tener mucho escote, poco tendría que mostrar.
La posición: ciega grande y ciega pequeña
Esta regla del juego del póker consiste en que a las dos personas cuya posición en la mesa son las inmediatamente contiguas a la izquierda de quien reparte se les llaman ciega pequeña (primera posición) y ciega grande (segunda posición). Si la persona que ocupa el puesto de la ciega pequeña tiene que poner una cantidad equis de dinero, la ciega grande ha de poner el doble.
Esta idea de inicio de juego consiste en que dé comienzo la apuesta, pero a la vez en ir desplumando poco a poco a aquellos jugadores que nunca apuestan, que nunca suben apuestas ni ven cartas, que se sientan a una mesa de juego con una cantidad de dinero pero jamás se arriesgan. Con la regla de ciega pequeña y grande en cada jugada que pase, si solo ocupan un sitio en la mesa pero no se arriesgan en ninguna mano, poco a poco tendrán menos fichas y deberán retirarse. Se les llama ciegas porque están obligadas a poner fichas, a apostar, sin haber visto aún sus cartas.
Como escritora me parece muy importante apostar por la historia que voy a contar sobre un personaje desde la primera secuencia. Y para eso es crucial que crea en él o en ella. Me abruma pensarle paseando de vuelta del trabajo para mostrar el barrio en el que vive, que tiene dos hijos gemelos (con esta idea siento que ya me he ganado el bombón de la mañana), que vive en un barrio de clase media y toma el autobús para no dañar el medio ambiente con el carburante privado de su coche privado. Y luego llega a casa y le espera una mujer que fue estupenda pero que ahora está enojada como cada día. Pero hoy más porque uno de los niños tiene fiebre y ha tenido que salir de una reunión del trabajo importante y tal vez la amonesten o la bajen de categoría. Y, mientras le cuenta esto a su marido, él ha encendido la televisión para no escucharla porque en el trabajo, justamente hoy, su jefa le ha dicho que como vuelva a enterarse de que envía mensajes lascivos a la becaria le va a despedir.
¿No piensas que éstos podrían muy bien ser personajes interesantes pero que estamos contando su historia de la manera más cómoda para quien la está inventando? Vamos a colocar al escritor en situación de riesgo. Volvamos a la jugada de póker.
«Fíjate en cómo defiende la ciega», me marca el profesor mientras observamos a jugadores de primera fila en un torneo internacional. La jugadora, tras observar que nadie ha subido la apuesta, intenta ganar, al menos, el dinero de las ciegas. Espera entonces a que todos hablen y ella resube, los demás se retiran porque en el fondo nadie lleva buenas cartas y no piensan perder nada; ella gana el bote, pequeño, pero bote. Les ha llevado a su terreno, a su partida… pienso yo, a su propia estructura mental. Ésta es mía, debió pensar, cómo son los otros, qué quieren y qué quiero yo: ¿ganar? Subo la apuesta, entonces.
Volvamos a la historia contada de manera tediosa y con presentación de barrio y posición social. Un hombre, con traje y corbata, mira la televisión en el salón de su casa pensando en las musarañas cuando entra su mujer con los dos gemelos, agotada y con la ropa desbaratada. Se dirige hacia el salón, apaga la televisión y furiosa le dice a su marido que si piensa que el trabajo de ella es menos importante porque ella sí puede salir de una reunión para llevar a los niños al médico, pide el finiquito y a ver cómo pagan todas las facturas, incluido el club de pádel de él. El hombre, sin mediar palabra, la retira de un empujón asustando a los niños y dejándola boquiabierta. El hombre se sube a un autobús y por corte le vemos entrando en un edificio de oficinas. Se dirige hacia uno de los despachos donde una joven organiza papeles y le dice que si sigue culpándole a él ante la dirección de la empresa de enviarle mensajes lascivos y por esa razón le despiden, promete amargarle cada día y cada noche del resto de su vida. La chica asustada intenta salir del despacho y él se lo impide diciéndole en tono muy serio: «No soy yo. ¿Lo entiendes? No soy yo».
Ahora el espectador igual está algo más interesado que antes en saber cómo sigue la historia de este hombre. Igual también se puede mejorar. Seguro.
Para un escritor, arriesgarse por la historia no es exactamente como escribir a ciegas, aunque podría parecerse. Sería más bien como defender tu ciega, tu apuesta obligada. Escribir de manera arriesgada es similar a escribir para romper el bloqueo.
¿Debemos escribir y avanzar sin saber hacia dónde…? Cómo romper el bloqueo. Escribiendo lo primero que se nos ocurra por muy bárbaro o inaceptable que nos parezca. Convirtiendo esa ocurrencia que ya hemos escrito en una situación útil para mi historia/personaje. Recogiendo datos de nuestra cotidianeidad (memoria o bloc en el bolsillo) del tipo: los zapatos gastados del hombre sentado frente a mí en el metro son en realidad zapatos recogidos de una papelera. Este hombre es un millonario que ha vivido una noche loca y apareció...

Índice

  1. Cubierta
  2. Introducción
  3. 1. De la idea a la estructura
  4. 2. Estructuras narrativas para las nuevas audiencias
  5. 3. Observar al otro
  6. 4. Estrategias de construcción de personajes
  7. 5. El lenguaje no verbal
  8. 6. Crear y reconocer tu propio estilo de juego y de escritura
  9. Agradecimientos
  10. Glosario del póker
  11. Glosario del guión
  12. Créditos
  13. Alba Editorial