SEGUNDA PARTE
CUESTIONES PARTICULARES
VERACIDAD
Seis condiciones
«La ciudad del futuro» es un tema excelente, novedoso e interesante. Si no trabajas con desgana, creo que te saldrá bien, pero si eres un holgazán, que el diablo te lleve. «La ciudad del futuro» sólo se convertirá en una obra de arte si sigues las siguientes condiciones: 1) ninguna monserga de carácter político, social, económico; 2) objetividad absoluta; 3) veracidad en la pintura de los personajes y de los objetos; 4) máxima concisión; 5) audacia y originalidad; rechaza todo lo convencional; 6) espontaneidad.
(A Aleksandr Chéjov, Moscú, 10 de mayo de 1886)
Ni perfumero ni juglar
Que el mundo «está lleno de bribones y bribonas» es un hecho. La naturaleza humana es imperfecta, de modo que sería extraño que sobre la faz de la tierra sólo hubiera hombres justos. Creer que el objetivo de la literatura consiste en separar «el grano» de la paja de los granujas significa negar la literatura misma. La literatura artística se llama así precisamente porque pinta la vida como es en realidad. Su fin es la verdad incondicional y honrada. Reducir su función a una especialidad como la de separar el grano de la paja sería tan perjudicial para ella como obligar a Levitan a pintar un árbol ordenándole que no reprodujera la corteza embarrada y las hojas marchitas. Sí, estoy de acuerdo, el grano es una cosa excelente, pero el escritor no es un pastelero ni un perfumero ni un juglar; es un hombre comprometido, vinculado al sentimiento de su deber y de su conciencia; una vez que ha empezado, debe llegar hasta el final y, por mucho que le repugne, tiene que vencer su disgusto y manchar su imaginación en el barro de la vida… En definitiva, es como un simple cronista. ¿Qué diría usted de un cronista que por delicadeza o por complacer a los lectores sólo describiese alcaldes honrados, mujeres sublimes y ferroviarios virtuosos?
Para un químico no hay nada sucio en la tierra. El escritor debe ser igual de objetivo. Tiene que liberarse del subjetivismo de la vida y saber que en un paisaje un montón de estiércol a veces representa una parte digna de todo respeto y que las malas pasiones son inherentes a la vida, lo mismo que las buenas.
(A María Kiseliova, Moscú, 14 de enero de 1887)
Nada sucede por casualidad
Le devuelvo su poema. Personalmente me parece que su forma es excelente, pero, sabe, no soy muy ducho en versos; entiendo poco. En cuanto al contenido, no es persuasivo. Por ejemplo, su leproso dice: «Llevo prendas rebuscadas / y no me atrevo a mirar por la ventana». No se entiende por qué un leproso necesita prendas rebuscadas. Y ¿por qué no se atreve a mirar? En general, el comportamiento de su héroe a menudo carece de lógica, mientras que en el arte, como en la vida, nada sucede por casualidad.
(A Borís Sadovski, Moscú, 28 de mayo de 1904)
Datos reales y convenciones literarias
Estoy seguro de que la práctica de la medicina ha ejercido una profunda influencia en mi actividad literaria, pues ha ampliado notablemente el campo de mis observaciones, me ha enriquecido con un conocimiento cuyo verdadero valor para mi oficio de escritor sólo puede comprender un médico; también ha tenido una influencia orientativa; probablemente gracias a la intimidad con la medicina he conseguido evitar muchos errores. El conocimiento de las ciencias naturales y del método científico me ha tenido en guardia en todo momento; siempre que me ha sido posible he tratado de atenerme a los datos científicos y, cuando no me ha sido posible, he preferido no escribir. En ese sentido me gustaría señalar que en el arte las convenciones no siempre permiten una adhesión plena a los datos científicos; no se puede representar en el escenario una muerte por envenenamiento como sucede en realidad. Pero la adhesión a los datos científicos debe percibirse también en tales circunstancias; es decir, es necesario que el lector o el espectador comprenda que sólo se trata de una convención y que se encuentra ante un escritor experto.
(A Grigori Rossolimo, Yalta, 11 de octubre de 1899)
Un ejemplo
Si hubiese estado junto al príncipe Andréi [en Guerra y paz], lo habría curado. Me produce una impresión extraña leer que la herida del príncipe, un hombre rico, curado día y noche por el médico, asistido por Sonia y Natasha, exhalaba un olor pútrido. ¡Qué atrasada estaba la medicina en esos tiempos! ¡Mientras escribía su gruesa novela, Tolstói, a su pesar, debió de imbuirse de odio por la medicina!
(A Alekséi Suvorin, Moscú, 25 de octubre de 1891)
No inventarse sufrimientos que no se han experimentado
¿Dónde has visto cónyuges como los de tu relato, que discurren de conferencias durante la comida? Y ¿cuándo se han celebrado sobre la faz de la tierra semejantes conferencias? Ten respeto por ti mismo, en el nombre de Cristo, y no dejes correr la pluma cuando tu cabeza esté cansada. No escribas más de dos cuentos por semana, acórtalos y reelabóralos para que la obra quede bien. No inventes sufrimientos que no has experimentado, no describas paisajes que no has visto, ya que en un cuento la mentira resulta más molesta que en una conversación.
Recuerda a cada momento que tu pluma y tu talento te serán de mayor utilidad en el futuro que ahora, así que no los profanes… Escribe y vigila cada línea para no cometer errores. […] Ten presente que no te has comprometido a entregar nada en una fecha fija, de modo que puedes trabajar varias tardes en una misma cosa.
(A Aleksandr Chéjov, Moscú, 6 de abril de 1886)
En el arte no se puede mentir
Nunca se debe mentir. El arte tiene está grandeza particular: no tolera la mentira. Se puede mentir en el amor, en la política, en la medicina; se puede engañar a la gente, incluso a Dios; pero en el arte no se puede mentir.
(Carta sin fecha [¿1900?])
No mentirse a sí mismo
Recuerde que los escritores a los que consideramos inmortales o simplemente buenos y que nos embriagan tienen una característica común y bastante importante: avanzan en una dirección determinada y nos invitan a seguirlos, y nosotros sentimos, no con la mente sino con todo el ser, que tienen un objetivo, como la sombra del padre de Hamlet, que tenía un motivo para aparecerse y turbar la imaginación de quien la veía. Dependiendo de su calibre, algunos persiguen fines inmediatos: la abolición de la servidumbre, la liberación de la patria, la política, la belleza o simplemente el vodka, como en el caso de Denis Davídov; otros, en cambio, tienen fines lejanos: Dios, la vida de ultratumba, el bien de la humanidad, etc. Los mejores son realistas y retratan la vida como es, pero, dado que cada una de sus líneas está impregnada, como de un zumo, de la conciencia de su objetivo, nosotros, además de sentir la vida como es, sentimos también cómo debería ser, y eso es lo que nos cautiva.
¿Y nosotros? Nosotros representamos la vida como es, punto y final… Más allá no conseguirá que vayamos, ni siquiera con una fusta. No tenemos fines ni inmediatos ni lejanos, y en nuestra alma reina el vacío absoluto. Carecemos de convicciones políticas, no creemos en la revolución, no tenemos Dios, no tememos a los fantasmas; en cuanto a mí, ni siquiera temo la muerte y la ceguera. Quien no quiere, no espera y no teme nada, no puede ser un artista. Poco importa que se trate de una enfermed...